La Madre de Máximo Gorki; refulgentes páginas de dignidad
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)
Nota: La primera parte de este ensayo de crítica literaria se publicó en el periódico semanario Macorix, edición correspondiente al 30 de septiembre de 1993. San Pedro de Macorís, República Dominicana.
SAN PEDRO DE MACORIS.- Hoy, después de su deceso en el año 1936, podemos valorar y percibir desde una óptica literaria trascendental, con mayor claridad, la grandeza de su figura, trémula, refulgente, vibrante y majestuosa, situándola por encima del escenario desgarrador que hoy estremece la humanidad gangrenada por una competencia desenfrenada de inmoralidad execrable; frente a un mundo que se afana en priorizar la claudicación pusilánime de postulados hermosos de dignidad, vergüenza y decoro; premiando a los que han adjurados desvergonzadamente de los nobles principios que caracteriza la entereza fundamental de la dignidad humana.
Para enfrentar el proceso de involución conducente hacia el escarnio se amerita retomar una figura sin dobleces ni sombra como la de nuestro Alexis Maxímovich Péshkov (1868-1936), conocido universalmente como Máximo Gorki, ruso y universal, quien plasmó profundas ideas morales y humanas en su prosa novelística. Con esmero logró insertarse con creces en la exclusividad del mundo literario, alcanzando en el mismo un sitial de preferencia que lo inmortalizó con sello inconmensurable.
Algunas reseñas biográficas señalan que Gorki desarrolló su talento literario combinando su capacidad autodidactica con su consagrada lectura de los libros de Pushkin, Dumas,Tiútchev, Turguéniev Víctor Hugo, Balzac, Scott, Sue, Gógol. De aquí que su producción autobiográfica lo revele como un estupendo autor "marcados por una obsesiva búsqueda del sentido de la vida" ; en cuyas "reflexiones aflora una crítica radical de lo inhumano de la injusticia y el sufrimiento convertidos en rutina", lo que vemos plasmada con elegancia en las emocionantes páginas de La Madre (1906), donde nos narra con brillantez las vivencias, sacrificios y vicisitudes de una autentica heroína de la lucha por la liberación de la humanidad. Son páginas vivificantes, frescas, llena de un profundo contenido moral, humano y espiritual que nos rescata del fango oprobioso de la vileza y la felonía, para adentrarnos al mundo de la solidaridad humana y la identificación con ideas nobles y dignas, que nos comprometen con la prolongada batalla que libra la humanidad sensata y consciente que trata de transformar este mundo de oprobio en un paraíso donde impere el amor y la paz; el respeto y la justicia social.
En La Madre del grande e inmenso Máximo Gorki, encontramos la conducta tesonera, sin dobleces, ejemplo elocuente de una valerosa mujer del pueblo, valiente y decidida, enfrentada gallardamente a la peligrosa gendarmería criminal y represiva que la asediaba cobardemente, asumiendo una actitud solidaria con la justa lucha redentora de su amado hijo Pavel; de ese audaz e inteligente militante social, valiente, honesto, y consecuente hijo que es flagelado, azotado, perseguido, encarcelado, enjuiciado y “condenado” por el único y exclusivo, “ grave delito” de luchar en favor de los explotados y oprimidos de la Rusia zarista de entonces. En esta universal obra literaria encontramos la actitud firme de una mujer del pueblo que supo con estoicismo hacer de su vía crucis un estandarte enhiesto de decencia y decoro.
Denunció persistentemente a los rufianes y trogloditas, a las fuerzas represivas y asesinas que se cargó contra ella, una indefensa y pacífica ciudadana procedente de los estratos más humilde y marginado de la Rusia zarista. No hay ningún desperdicio en las esclarecidas páginas en que este empírico literario nos narra el drama humano que acontece alrededor de Pavel, sus camaradas y su gloriosa madre. El cuadro social y político que nos presenta la obra es propicio para asemejarlo con situaciones que se dan en estos tiempos de apostasía, donde la crueldad inhumana se ceba ascendentemente de la inflexibilidad y la indolencia de un mundo conducido vertiginosamente al deterioro y la barbarie. Máximo Gorki, es el prototipo de una vida blandida para ejemplarizar al inmenso conglomerado humano que vacila y duda frente a la opulencia olímpica que propaga normas de convivencia basada en el lucro, la negación de los valores humanos, para darle paso a la podredumbre y la proyección de espurios intereses, donde se le rinde culto a la riqueza mal habida, al narcotráfico y toda manifestación de corrupción e inmoralidad.
Wikipedia dice que Gorki "ya para 1898, había reunido su producción narrativa en dos volúmenes. Su persona era cada vez más popular, sus cuentos agradaban al público y su fama trascendió las fronteras para llevar su nombre por toda Europa". "Entonces, también sus producciones teatrales Pequeños burgueses y Los bajos fondos alcanzaron el éxito. Fueron llevadas a escena en 1902 en el Teatro de Arte de Moscú y más tarde recorrieron los mejores escenarios de Europa. Estas obras de teatro emplearon innovadoramente técnicas naturalistas estructurando una serie de tramas paralelas en las que prácticamente todos los personajes tenían la misma importancia".
"En otros campos siguió alcanzando nuevos logros. De la narrativa corta pasó a las novelas extensas con obras tales como “Várenka Olésova” (1898), Fomá Gordéiev (1899) y Los tres (1900)". He aquí el legajo de su amplia producción literaria: Makar Chudrá (1892), Chelkash (1895), La vieja Izerguíl (1894-1895), Malva (1897), Los ex-hombres (1897), Várenka Olésova (1898), El canto del halcón (1899), Tomás Gordéiev (1899), Los tres (1900), Pequeños burgueses (1901), El canto del petrel (1901), Los bajos fondos (1902), El hombre (1903), Los veraneantes (1904), Los hijos del sol (1905), Los bárbaros (1905), Los enemigos (1906), La madre (????),(1906-1907), Los últimos (1907-1908), La vida de un hombre innecesario (1908), La confesión (1908), La ciudad Okúrov (1909), La vida de Matvéi Kozhemiákin (1909), Vassa Zheleznova (1910), Por Rusia (1912-1917), un ciclo de cuentos, Cuentos de Italia (1913), Infancia (1913-1914), Entre los hombres (1915-1916), Mis universidades (1923), La casa de los Artamónov (1925), Cuarenta años. La vida de Klim Samguín (1925-1936), tetralogía Yegor Bulychov y los otros (1932).
Este Máximo Gorki que se casó con los sentimientos más nobles y decente al recibir una salvaje e impiadosa paliza de su abuelo que lo postró gravemente en un lecho, nos confiesa en sus memorias, “Días de Infancia”, que, “Aquellas horas de mi enfermedad creo que permanecerán aún en mi memoria como las más importantes de mi existencia. No cabe duda de que durante este período crecí extraordinariamente, y que en mi interior tuvo lugar un singular proceso”.
“Fue en aquellos momentos – continúa narrando- cuando se manifestó en mi por vez primera esa inquietud que después he sentido por todos los seres humanos. Era como si hubiese sido despellejado mi corazón, el cual se tornó extraordinariamente sensible con relación a toda clase de vejaciones y a todos los sufrimientos, ya fueran estos los propios o los ajenos”. Es decir, que ante aquel bestial castigo que le infligió el abuelo en vez de brotarle un sentimiento de resabio, rencor o resentimiento de venganza, produjo en Gorki una revolución en su interior que marcaría su vida, comprometiéndolo con el amor hacia el género humano y sus metas emancipadoras y libertarias.
En La Madre, Gorki pone todo su calor humano expresando su cosmovisión filosófica y social. Su vibrante, vehemente y apasionada prosa tiende a flexibilizar la conducta humana, al tiempo que nos conduce a una obligada reflexión autocrítica sobre el pasado, presente y futuro del mundo, propiciando una agitación en todo nuestro interior que nos lanza a un emocionante reencuentro con la utopía y los sueños altos; y volvemos a anhelar la apetecible aurora indicativo del advenimiento de un mundo para una nueva humanidad, sin odio y sin maldad, feliz y prospero.
A través de La Madre, el templario Gorki penetra hondamente nuestro corazón, nos arropa con el mensaje de la liberación, necesario en estos momentos de deshonor y traición. En estos tiempos procelosos de secuela ruidoso del dominio faraónico y despiadado del “norte revuelto y brutal”.
En La Madre nos encontramos con episodios donde se pone en primer plano la angustia humana, la condición humana. La apasionante vida de una mujer sufrida, humillada y desconsiderada que logra sacar fuerza de las honduras de sus interiores para enfrentar resueltamente la crudeza desalmada de los rufianes y malvados que se le interponen despóticamente en su camino para zarandearla y reprimirla. Para que no acuda en auxilio de su avasallado hijo.
Luego de la farsa del juicio contra su Pavel querido y sus camaradas, Pelaguia Vlasova logró articular las palabras precisas para denunciar contundentemente el crimen cometido contra su hijo, para comprender también y justificar la acción gloriosa de su hijo. Exclamó orgullosa que “los hijos van por el mundo, yo lo entiendo así, van por el mundo, por toda la tierra, por todas partes, hacia un mismo fin. Las gentes de mejor corazón, de inteligencia honrada, atacan con firmeza todo lo malo, avanzan, pisotean la mentira con sus pies recios. Jóvenes sanos, ponen toda su fuerza invencible para alcanzar un mismo fin: la justicia. Van en pos de la victoria sobre el dolor de la humanidad, se han alzado para aniquilar las desdichas de toda la tierra, van a vencer todo lo monstruoso, y lo vencerán. Nosotros encendemos un nuevo sol, me dijo uno de ellos y lo encenderán. Juntaremos en uno todos los corazones rotos, y los juntaran”
Aquella estupenda madre encontró palabras para estigmatizar aquel orden político y social corrompido, degradante, putrefacto y perverso que acababa de “condenar” a su Pavel. Se sintió plenamente identificada con la empresa de su hijo adorado, y le salieron por torrentes bellas ideas. “Los hijos van por los caminos de la verdad y de la razón, llevando amor a todo, y a todo lo cubren de un cielo nuevo, todo lo iluminan con su fuego inextinguible que brota del alma. Está naciendo una vida nueva en la llama de amor de los hijos hacia el mundo entero. ¿Y quién podrá apagar este amor? ¿Quién? ¿Hay alguna fuerza superior a ésta, hay quién que pueda vencerla? La Tierra la engendró y la vida entera anhela su victoria, la vida entera”.
Y prosiguió diciendo esta madre universal. “Qué contenta estoy, si usted supiera… Voy a llevar la palabra de mi hijo, la palabra de mi sangre pues esto es como si fuera mi alma”.
“Querida mía. Qué hermoso es saber que en la vida hay luz para todas las gentes, y que llegará un día en que la vean y se fundan sus almas en ellas”
“Su cara bondadosa y grande, se estremecía: sus ojos sonreían radiantes y sus cejas se movían sobre ellos, como dos alas que avivasen su brillo. Sentase embriagada por grandes pensamientos, en lo que iba poniendo cuando ardía en su corazón, todo lo experimentó en la vida, para encerrarlo, apretarlo, en los recipientes de cristal, amplios y fuertes, en sus palabras luminosas. Con pujanza cada vez mayor, iban naciendo las palabras en aquel corazón otoñal, alumbrado por la fuerza fecunda de un sol de primavera”.
“Envuelta de nuevo en la oleada de su excitación, la madre dejó de hablar, tomó aliento, abrió los brazos con amplio ademán, como para dar un abrazo, y continuó:
“Y cuando yo pronuncio en mi interior la palabra camarada, oigo con el corazón sus pasos”.
Y por decir estas verdades, por hacer suya las ideas revolucionaria de su Pavel, “la golpearon en el pecho, se tambaleó ella, se sentó en el banco. Sobre la cabeza de la multitud aparecían y desaparecían las manos de los gendarmes, se aferraban a un lado los cuerpos, arrancaban los gorros, lanzándolos lejos. Todo lo veía negro, todo se tambaleaba ante los ojos de la madre, pero, sobreponiéndose a su cansancio, gritaba aún con la poca voz que le quedaba:
“Pueblo, une todas tus energías en una sola fuerza”
“Un gendarme la agarró por el cuello de la chaqueta con su manaza roja y la empezó a zarandear”.
La madre continuó su protesta mientras los esbirros la aporreaban sin misericordia. “La empujaban en el cuello, en la espalda, la golpeaban en los hombros, en la cabeza; todo le daba vuelta, giraba en oscuros torbellinos de gritos, de silbidos, de alaridos. Algo espeso, ensordecido, se le metió por los oídos, le llenó la garganta, ahogándola; el piso parecía hundirse bajo sus pies, se tambaleaba, se le doblaban las piernas, le tembló el cuerpo a causa del dolor candente de los golpes, se le había vuelto pesado y vacilaba sin fuerza, pero sus ojos no estaban apagados, y veía a otros muchos que brillaban con el fuego vivo y la audacia tan conocidas por ella, tan queridos de su corazón”.
“La empujaron contra una puerta”
“Logró desasir un brazo y se aferró al marco”.
“Y siguió gritando: No apagará la verdad ni con mares de sangre…”
“La golpearon en la mano”.
Toda la obra es un drama conmovedor, angustioso, espeluznante. Es un auto retrato de su propia existencia. De su vasto y complejo proceso de vida. Con ello Gorki alcanzó el estrellato literario y se adueñó de todos los corazones del mundo. Con la Madre reivindicó la dignidad humana, tan pisoteada y ofendida por una sociedad conducida por seres siniestros, ominosos, indignos y malditos. A través de esta obra escuchamos la propia voz de Gorki. Es todo un inmenso manojo de prosas poéticas inspirada en el deseo perenne que siente la humanidad honesta y digna de liberarse de las cadenas de oprobios.En la búsqueda de la respuesta que se correspondiera con su nuevo sentir, procuró en lo inmediato alfabetizarse. Aprendió a leer y a escribir. A partir de aquí inició su camino hacia la altura del prestigio social y personal al hilvanar a través del quehacer literario conceptos profundos y libertarios de la raza humana granjeándose con ello el sonoro calificativo de padre de la llamada literatura proletaria. Aquilató toda una práctica de creatividad libresca que lo convirtió en una conspicua figura de alto relieve literario, su dimensión fue de tal magnitud que hoy le sitúa en la privilegiada categoría de estar entre los grandes del mundo de la letra universal. Descolló como excelente dramaturgo, narrador y crítico, encumbrándose en la eternidad con sus obras: Los Bajos Fondo, Chelkash (1895), Makar Tchudra, En la Estepa y, La Madre. Si bien en Makar Chudra, que se publicó en 1892, Gorki nos presenta, "una fábula de amor y muerte ambientada donde la estepa se encuentra con el mar y los caballos de los nómadas pastan aspirando su brisa", es en esta obra que hoy comentamos, La Madre, donde el talentoso Máximo Gorki nos desnuda con sentimiento descarnado su alma; es una especie de para-vivencia intimista que simboliza el calvario de su propia madre. El subconsciente, quizás, asume el rol de guía motivador, un reflejo, tal vez, de su propia vida llevada al escenario novelístico, donde se conjugan sus ideas revolucionarias y las huellas dejadas por una infancia desgraciada, vapuleada física, social y moralmente por un estado de opresión y latrocinio, sojuzgado, enojoso y lastimero.
Apunte de interés: Según la enciclopedia Encarta; El novelista, dramaturgo y ensayista Maksim Gorki consiguió una personal síntesis literaria a partir de sus experiencias como vagabundo en la región del río Volga, entre la tradición clásica heredada de Tolstoy y Chéjov y los movimientos políticos revolucionarios a los que estuvo ligado de modo intermitente durante la mayor parte de su vida. En Occidente es más conocido por sus primeros relatos breves, su autobiografía en tres tomos, su obra teatral sobre los desheredados sociales Los bajos fondos (1902) y sus obras con reminiscencias de Tolstoy, Chéjov y Yréyev, mientras que los críticos soviéticos valoran sus contribuciones de tipo político, como la novela revolucionaria La madre (1907) y el ciclo de novelas La vida de Klim Samgin (1927-1936), en las que ataca a la intelligentsia, y le alaban como fundador del realismo socialista.
Otro apunte indica que su sello cultural parte al ejercer "como periodista en Tiflis (Georgia), donde empieza a firmar sus escritos como Máximo Gorki. Máximo era el nombre de su padre y también el de un hermanito fallecido poco antes de nacer él, y Gorki (amargo en ruso) trata de reflejar su desesperanzada visión de la realidad, forjada en su largo aprendizaje".
Nota: La primera parte de este ensayo de crítica literaria se publicó en el periódico semanario Macorix, edición correspondiente al 30 de septiembre de 1993. San Pedro de Macorís, República Dominicana.
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)
Nota: La primera parte de este ensayo de crítica literaria se publicó en el periódico semanario Macorix, edición correspondiente al 30 de septiembre de 1993. San Pedro de Macorís, República Dominicana.
SAN PEDRO DE MACORIS.- Hoy, después de su deceso en el año 1936, podemos valorar y percibir desde una óptica literaria trascendental, con mayor claridad, la grandeza de su figura, trémula, refulgente, vibrante y majestuosa, situándola por encima del escenario desgarrador que hoy estremece la humanidad gangrenada por una competencia desenfrenada de inmoralidad execrable; frente a un mundo que se afana en priorizar la claudicación pusilánime de postulados hermosos de dignidad, vergüenza y decoro; premiando a los que han adjurados desvergonzadamente de los nobles principios que caracteriza la entereza fundamental de la dignidad humana.
Para enfrentar el proceso de involución conducente hacia el escarnio se amerita retomar una figura sin dobleces ni sombra como la de nuestro Alexis Maxímovich Péshkov (1868-1936), conocido universalmente como Máximo Gorki, ruso y universal, quien plasmó profundas ideas morales y humanas en su prosa novelística. Con esmero logró insertarse con creces en la exclusividad del mundo literario, alcanzando en el mismo un sitial de preferencia que lo inmortalizó con sello inconmensurable.
Algunas reseñas biográficas señalan que Gorki desarrolló su talento literario combinando su capacidad autodidactica con su consagrada lectura de los libros de Pushkin, Dumas,Tiútchev, Turguéniev Víctor Hugo, Balzac, Scott, Sue, Gógol. De aquí que su producción autobiográfica lo revele como un estupendo autor "marcados por una obsesiva búsqueda del sentido de la vida" ; en cuyas "reflexiones aflora una crítica radical de lo inhumano de la injusticia y el sufrimiento convertidos en rutina", lo que vemos plasmada con elegancia en las emocionantes páginas de La Madre (1906), donde nos narra con brillantez las vivencias, sacrificios y vicisitudes de una autentica heroína de la lucha por la liberación de la humanidad. Son páginas vivificantes, frescas, llena de un profundo contenido moral, humano y espiritual que nos rescata del fango oprobioso de la vileza y la felonía, para adentrarnos al mundo de la solidaridad humana y la identificación con ideas nobles y dignas, que nos comprometen con la prolongada batalla que libra la humanidad sensata y consciente que trata de transformar este mundo de oprobio en un paraíso donde impere el amor y la paz; el respeto y la justicia social.
En La Madre del grande e inmenso Máximo Gorki, encontramos la conducta tesonera, sin dobleces, ejemplo elocuente de una valerosa mujer del pueblo, valiente y decidida, enfrentada gallardamente a la peligrosa gendarmería criminal y represiva que la asediaba cobardemente, asumiendo una actitud solidaria con la justa lucha redentora de su amado hijo Pavel; de ese audaz e inteligente militante social, valiente, honesto, y consecuente hijo que es flagelado, azotado, perseguido, encarcelado, enjuiciado y “condenado” por el único y exclusivo, “ grave delito” de luchar en favor de los explotados y oprimidos de la Rusia zarista de entonces. En esta universal obra literaria encontramos la actitud firme de una mujer del pueblo que supo con estoicismo hacer de su vía crucis un estandarte enhiesto de decencia y decoro.
Denunció persistentemente a los rufianes y trogloditas, a las fuerzas represivas y asesinas que se cargó contra ella, una indefensa y pacífica ciudadana procedente de los estratos más humilde y marginado de la Rusia zarista. No hay ningún desperdicio en las esclarecidas páginas en que este empírico literario nos narra el drama humano que acontece alrededor de Pavel, sus camaradas y su gloriosa madre. El cuadro social y político que nos presenta la obra es propicio para asemejarlo con situaciones que se dan en estos tiempos de apostasía, donde la crueldad inhumana se ceba ascendentemente de la inflexibilidad y la indolencia de un mundo conducido vertiginosamente al deterioro y la barbarie. Máximo Gorki, es el prototipo de una vida blandida para ejemplarizar al inmenso conglomerado humano que vacila y duda frente a la opulencia olímpica que propaga normas de convivencia basada en el lucro, la negación de los valores humanos, para darle paso a la podredumbre y la proyección de espurios intereses, donde se le rinde culto a la riqueza mal habida, al narcotráfico y toda manifestación de corrupción e inmoralidad.
Wikipedia dice que Gorki "ya para 1898, había reunido su producción narrativa en dos volúmenes. Su persona era cada vez más popular, sus cuentos agradaban al público y su fama trascendió las fronteras para llevar su nombre por toda Europa". "Entonces, también sus producciones teatrales Pequeños burgueses y Los bajos fondos alcanzaron el éxito. Fueron llevadas a escena en 1902 en el Teatro de Arte de Moscú y más tarde recorrieron los mejores escenarios de Europa. Estas obras de teatro emplearon innovadoramente técnicas naturalistas estructurando una serie de tramas paralelas en las que prácticamente todos los personajes tenían la misma importancia".
"En otros campos siguió alcanzando nuevos logros. De la narrativa corta pasó a las novelas extensas con obras tales como “Várenka Olésova” (1898), Fomá Gordéiev (1899) y Los tres (1900)". He aquí el legajo de su amplia producción literaria: Makar Chudrá (1892), Chelkash (1895), La vieja Izerguíl (1894-1895), Malva (1897), Los ex-hombres (1897), Várenka Olésova (1898), El canto del halcón (1899), Tomás Gordéiev (1899), Los tres (1900), Pequeños burgueses (1901), El canto del petrel (1901), Los bajos fondos (1902), El hombre (1903), Los veraneantes (1904), Los hijos del sol (1905), Los bárbaros (1905), Los enemigos (1906), La madre (????),(1906-1907), Los últimos (1907-1908), La vida de un hombre innecesario (1908), La confesión (1908), La ciudad Okúrov (1909), La vida de Matvéi Kozhemiákin (1909), Vassa Zheleznova (1910), Por Rusia (1912-1917), un ciclo de cuentos, Cuentos de Italia (1913), Infancia (1913-1914), Entre los hombres (1915-1916), Mis universidades (1923), La casa de los Artamónov (1925), Cuarenta años. La vida de Klim Samguín (1925-1936), tetralogía Yegor Bulychov y los otros (1932).
Este Máximo Gorki que se casó con los sentimientos más nobles y decente al recibir una salvaje e impiadosa paliza de su abuelo que lo postró gravemente en un lecho, nos confiesa en sus memorias, “Días de Infancia”, que, “Aquellas horas de mi enfermedad creo que permanecerán aún en mi memoria como las más importantes de mi existencia. No cabe duda de que durante este período crecí extraordinariamente, y que en mi interior tuvo lugar un singular proceso”.
“Fue en aquellos momentos – continúa narrando- cuando se manifestó en mi por vez primera esa inquietud que después he sentido por todos los seres humanos. Era como si hubiese sido despellejado mi corazón, el cual se tornó extraordinariamente sensible con relación a toda clase de vejaciones y a todos los sufrimientos, ya fueran estos los propios o los ajenos”. Es decir, que ante aquel bestial castigo que le infligió el abuelo en vez de brotarle un sentimiento de resabio, rencor o resentimiento de venganza, produjo en Gorki una revolución en su interior que marcaría su vida, comprometiéndolo con el amor hacia el género humano y sus metas emancipadoras y libertarias.
En La Madre, Gorki pone todo su calor humano expresando su cosmovisión filosófica y social. Su vibrante, vehemente y apasionada prosa tiende a flexibilizar la conducta humana, al tiempo que nos conduce a una obligada reflexión autocrítica sobre el pasado, presente y futuro del mundo, propiciando una agitación en todo nuestro interior que nos lanza a un emocionante reencuentro con la utopía y los sueños altos; y volvemos a anhelar la apetecible aurora indicativo del advenimiento de un mundo para una nueva humanidad, sin odio y sin maldad, feliz y prospero.
A través de La Madre, el templario Gorki penetra hondamente nuestro corazón, nos arropa con el mensaje de la liberación, necesario en estos momentos de deshonor y traición. En estos tiempos procelosos de secuela ruidoso del dominio faraónico y despiadado del “norte revuelto y brutal”.
En La Madre nos encontramos con episodios donde se pone en primer plano la angustia humana, la condición humana. La apasionante vida de una mujer sufrida, humillada y desconsiderada que logra sacar fuerza de las honduras de sus interiores para enfrentar resueltamente la crudeza desalmada de los rufianes y malvados que se le interponen despóticamente en su camino para zarandearla y reprimirla. Para que no acuda en auxilio de su avasallado hijo.
Luego de la farsa del juicio contra su Pavel querido y sus camaradas, Pelaguia Vlasova logró articular las palabras precisas para denunciar contundentemente el crimen cometido contra su hijo, para comprender también y justificar la acción gloriosa de su hijo. Exclamó orgullosa que “los hijos van por el mundo, yo lo entiendo así, van por el mundo, por toda la tierra, por todas partes, hacia un mismo fin. Las gentes de mejor corazón, de inteligencia honrada, atacan con firmeza todo lo malo, avanzan, pisotean la mentira con sus pies recios. Jóvenes sanos, ponen toda su fuerza invencible para alcanzar un mismo fin: la justicia. Van en pos de la victoria sobre el dolor de la humanidad, se han alzado para aniquilar las desdichas de toda la tierra, van a vencer todo lo monstruoso, y lo vencerán. Nosotros encendemos un nuevo sol, me dijo uno de ellos y lo encenderán. Juntaremos en uno todos los corazones rotos, y los juntaran”
Aquella estupenda madre encontró palabras para estigmatizar aquel orden político y social corrompido, degradante, putrefacto y perverso que acababa de “condenar” a su Pavel. Se sintió plenamente identificada con la empresa de su hijo adorado, y le salieron por torrentes bellas ideas. “Los hijos van por los caminos de la verdad y de la razón, llevando amor a todo, y a todo lo cubren de un cielo nuevo, todo lo iluminan con su fuego inextinguible que brota del alma. Está naciendo una vida nueva en la llama de amor de los hijos hacia el mundo entero. ¿Y quién podrá apagar este amor? ¿Quién? ¿Hay alguna fuerza superior a ésta, hay quién que pueda vencerla? La Tierra la engendró y la vida entera anhela su victoria, la vida entera”.
Y prosiguió diciendo esta madre universal. “Qué contenta estoy, si usted supiera… Voy a llevar la palabra de mi hijo, la palabra de mi sangre pues esto es como si fuera mi alma”.
“Querida mía. Qué hermoso es saber que en la vida hay luz para todas las gentes, y que llegará un día en que la vean y se fundan sus almas en ellas”
“Su cara bondadosa y grande, se estremecía: sus ojos sonreían radiantes y sus cejas se movían sobre ellos, como dos alas que avivasen su brillo. Sentase embriagada por grandes pensamientos, en lo que iba poniendo cuando ardía en su corazón, todo lo experimentó en la vida, para encerrarlo, apretarlo, en los recipientes de cristal, amplios y fuertes, en sus palabras luminosas. Con pujanza cada vez mayor, iban naciendo las palabras en aquel corazón otoñal, alumbrado por la fuerza fecunda de un sol de primavera”.
“Envuelta de nuevo en la oleada de su excitación, la madre dejó de hablar, tomó aliento, abrió los brazos con amplio ademán, como para dar un abrazo, y continuó:
“Y cuando yo pronuncio en mi interior la palabra camarada, oigo con el corazón sus pasos”.
Y por decir estas verdades, por hacer suya las ideas revolucionaria de su Pavel, “la golpearon en el pecho, se tambaleó ella, se sentó en el banco. Sobre la cabeza de la multitud aparecían y desaparecían las manos de los gendarmes, se aferraban a un lado los cuerpos, arrancaban los gorros, lanzándolos lejos. Todo lo veía negro, todo se tambaleaba ante los ojos de la madre, pero, sobreponiéndose a su cansancio, gritaba aún con la poca voz que le quedaba:
“Pueblo, une todas tus energías en una sola fuerza”
“Un gendarme la agarró por el cuello de la chaqueta con su manaza roja y la empezó a zarandear”.
La madre continuó su protesta mientras los esbirros la aporreaban sin misericordia. “La empujaban en el cuello, en la espalda, la golpeaban en los hombros, en la cabeza; todo le daba vuelta, giraba en oscuros torbellinos de gritos, de silbidos, de alaridos. Algo espeso, ensordecido, se le metió por los oídos, le llenó la garganta, ahogándola; el piso parecía hundirse bajo sus pies, se tambaleaba, se le doblaban las piernas, le tembló el cuerpo a causa del dolor candente de los golpes, se le había vuelto pesado y vacilaba sin fuerza, pero sus ojos no estaban apagados, y veía a otros muchos que brillaban con el fuego vivo y la audacia tan conocidas por ella, tan queridos de su corazón”.
“La empujaron contra una puerta”
“Logró desasir un brazo y se aferró al marco”.
“Y siguió gritando: No apagará la verdad ni con mares de sangre…”
“La golpearon en la mano”.
Toda la obra es un drama conmovedor, angustioso, espeluznante. Es un auto retrato de su propia existencia. De su vasto y complejo proceso de vida. Con ello Gorki alcanzó el estrellato literario y se adueñó de todos los corazones del mundo. Con la Madre reivindicó la dignidad humana, tan pisoteada y ofendida por una sociedad conducida por seres siniestros, ominosos, indignos y malditos. A través de esta obra escuchamos la propia voz de Gorki. Es todo un inmenso manojo de prosas poéticas inspirada en el deseo perenne que siente la humanidad honesta y digna de liberarse de las cadenas de oprobios.En la búsqueda de la respuesta que se correspondiera con su nuevo sentir, procuró en lo inmediato alfabetizarse. Aprendió a leer y a escribir. A partir de aquí inició su camino hacia la altura del prestigio social y personal al hilvanar a través del quehacer literario conceptos profundos y libertarios de la raza humana granjeándose con ello el sonoro calificativo de padre de la llamada literatura proletaria. Aquilató toda una práctica de creatividad libresca que lo convirtió en una conspicua figura de alto relieve literario, su dimensión fue de tal magnitud que hoy le sitúa en la privilegiada categoría de estar entre los grandes del mundo de la letra universal. Descolló como excelente dramaturgo, narrador y crítico, encumbrándose en la eternidad con sus obras: Los Bajos Fondo, Chelkash (1895), Makar Tchudra, En la Estepa y, La Madre. Si bien en Makar Chudra, que se publicó en 1892, Gorki nos presenta, "una fábula de amor y muerte ambientada donde la estepa se encuentra con el mar y los caballos de los nómadas pastan aspirando su brisa", es en esta obra que hoy comentamos, La Madre, donde el talentoso Máximo Gorki nos desnuda con sentimiento descarnado su alma; es una especie de para-vivencia intimista que simboliza el calvario de su propia madre. El subconsciente, quizás, asume el rol de guía motivador, un reflejo, tal vez, de su propia vida llevada al escenario novelístico, donde se conjugan sus ideas revolucionarias y las huellas dejadas por una infancia desgraciada, vapuleada física, social y moralmente por un estado de opresión y latrocinio, sojuzgado, enojoso y lastimero.
Apunte de interés: Según la enciclopedia Encarta; El novelista, dramaturgo y ensayista Maksim Gorki consiguió una personal síntesis literaria a partir de sus experiencias como vagabundo en la región del río Volga, entre la tradición clásica heredada de Tolstoy y Chéjov y los movimientos políticos revolucionarios a los que estuvo ligado de modo intermitente durante la mayor parte de su vida. En Occidente es más conocido por sus primeros relatos breves, su autobiografía en tres tomos, su obra teatral sobre los desheredados sociales Los bajos fondos (1902) y sus obras con reminiscencias de Tolstoy, Chéjov y Yréyev, mientras que los críticos soviéticos valoran sus contribuciones de tipo político, como la novela revolucionaria La madre (1907) y el ciclo de novelas La vida de Klim Samgin (1927-1936), en las que ataca a la intelligentsia, y le alaban como fundador del realismo socialista.
Otro apunte indica que su sello cultural parte al ejercer "como periodista en Tiflis (Georgia), donde empieza a firmar sus escritos como Máximo Gorki. Máximo era el nombre de su padre y también el de un hermanito fallecido poco antes de nacer él, y Gorki (amargo en ruso) trata de reflejar su desesperanzada visión de la realidad, forjada en su largo aprendizaje".
Nota: La primera parte de este ensayo de crítica literaria se publicó en el periódico semanario Macorix, edición correspondiente al 30 de septiembre de 1993. San Pedro de Macorís, República Dominicana.