Caña
y Azúcar en la Poesía de Pedro Mir
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez
SAN
PEDRO DE MACORIS.- Recoger las penurias y vicisitudes de la vida de los bateyes azucareros dominicano constituyó en un momento dado una
proeza desafiante. El imperio del silencio o la aceptación por razones conservadora del estado de cosa
era algo común en aquellos tiempos de dominio faraónico del Trujillismo
inhumano, delincuente, perverso y cruel. Había poco espacio para asumir una
actitud crítica; la mayoría aceptaba el
autoritarismo con sumisión y resignación
imperturbable. Los pequeños focos disidentes se movían nerviosamente con sigilo en la clandestinidad.
Una cultura de miedo y desconfianza
predominaba en la geografía nacional. Cualquier tendencia hacia la
rebeldía constituía una osadía y una hazaña temeraria.
(Foto.- El periodista, ensayista, crítico literario, político y poeta Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo), mientras lee su conferencia, Caña y Azúcar en la poesía de Pedro Mir, en el salón América Bermúdez del Ayuntamiento de San Pedro de Macorís, la noche del viernes 8 de noviembre del 2013. Sentado a su derecha, el escritor, poeta y profesor de Letras de la UASD, Félix Betances de la Nuez, quien tuvo a bien presentar al expositor, destacando su perfil intelectual(. (Foto: Brenda Cabrera Reyes)
Pedro Mir grabó en su
conciencia aquella vida caracterizada por la miseria, el hambre y la pobreza
extrema. Las más significativas poesías de Pedro Mir recogen el cuadro espeluznante de aquella época de
opresión y terror que rebajaba el auto
estima y conducía a la gente hacia un estado de postración humillante.
Al hablar de la bella producción literaria de Pedro Mir nos
vemos compelido de manera sucinta a realizar un recorrido histórico de las
distintas corrientes y manifestaciones artísticas del pensamiento literario
universal más relevantes y que de una manera u otra pudieron haber tenido
alguna influencia en la brega
poética de nuestro querido y
venerado Poeta Nacional, tales como El Romanticismo,
El Realismo, El Modernismo, El Naturalismo, El Costumbrismo y El Criollismo.
El
Romanticismo surgió en el siglo XV111 (1813)
en Alemania con el manifiesto de Madame de Stael, visto como respuesta
revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasismo. Esta
corriente literaria puso énfasis en los sentimientos al tiempo que destacó el uso de la lengua propia y vernácula en los trabajos
literarios y culturales desde una visión propia desconociendo los esquemas
establecidos durante el Neoclasicismo,
para colocar en primer plano «la fantasía, la imaginación y las fuerzas
irracionales del espíritu», y cuyos destacados exponentes fueran el polímata
suizo- francés Jacques Rousseau (1712 -1778), y el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe ( 1749-1832), el primero, priorizó «la conciencia
del yo como entidad autónoma y fantástica»; y el segundo, von Goethe , cuya
capacidad creativa abarcó todas las
facetas de la literatura, fue un gran
exponentes del romanticismo alemán, calificado por George Eliot como "el
más grande hombre de letras alemán",
estampó su impronta de poeta, novelista, dramaturgo, físico, filósofo,
científico, botánico, pintor y un gran conocedor de la música, la anatomía, la química y la astrología; en
Werther, nos dibujó el "mal del siglo", y en su "Fausto"
que terminó un año antes de morir, "buscó un sueño imposible de
inmortalidad".
El Romanticismo rompió con la imitación y
emprendió la búsqueda de lo propio a
partir de la peculiar realidad intrínseca en cada memoria y en la cultura del
pueblo. «El poeta romántico oscila entre su conocimiento intuitivo de la
realidad y la conciencia de su propósito de expresión artística».
«El
Romanticismo arranca de aquel sujeto que la Ilustración reivindica frente al
hombre que el cartesianismo deja en manos del Ser Supremo».
«Diderot y Rousseau rehabilitan la
sensibilidad, la pasión y el amor por la naturaleza».
El
Realismo, apareció en Francia a
mediado del siglo XIX (1825) como
corriente literaria que confrontó en lo estético e ideológico al
Romanticismo representado en las
obras de
Balzac y Stendhal cuya
producción literaria conformó una estética cuestionadora de la realidad social
reproduciendo en la misma la situación
social real del momento basada en la sencillez y la sinceridad. «El realismo
pretende la reproducción exacta, completa, sincera, del ambiente social de la época en que vivimos». «... Esta reproducción debe ser lo más
sencilla posible para que todos la comprendan».
El Naturalismo,
surgido en Francia con Emile Zola
«en el prólogo de su novela “Therese Raquin”
y “Le Roman Experimental”
(1880)». Los investigadores y estudiosos de esta corriente literaria
señalan que en su desarrollo y
repercusión influyó «el Positivismo de Augusto
Comte, el Utilitarismo de Bentham y
Stuart Mill; el Evolucionismo físico
de Darwin y social de Hebert Spencer que niega la
espiritualidad del hombre al rechazar la intervención divina así como el materialismo histórico de Marx y Engels».
Para ilustrar la fuerza literaria del Naturalismo sus teóricos presentan el cuadro humano y social
de la novela “La Metamorfosis” de Franz Kafka «donde se narran los
conflictos del hombre moderno, la sociedad, la incomprensión, el desamor, la
incapacidad de comprender al mundo exterior, la frustración de no ser como se
quisiera, la mecanización de la vida, lo absurdo, todo esto de una manera
insospechada concuerda con el estudio serio y detallado de los problemas
sociales a que se refieren los novelistas del Naturalismo».
El Modernismo
es una corriente literaria finisecular del siglo XIX que nació formalmente con el libro de poesía Azul del poeta nicaragüense Rubén Darío (1890-1910), lo cual supuso
un movimiento estético contra el Realismo, imprimiéndole fuerza atractiva al
Arte, la belleza, lo exótico y lo exquisito, cuyas nuevas manifestaciones
estéticas expresan una sentida inconformidad frente a toda
procacidad.
En 1940 El modernismo hispanoamericano irrumpió con destello impresionante. El boom de sus protagonistas descolló con fuerza preciosista cimentado en una poesía expresiva de hondo contenido humano y volcado sentimientos nacionalistas y patrióticos. Su auge alcanzó un paroxismo de tal magnitud que los medios lo bautizaron como el realismo mágico en la literatura universal. Los herederos del nicaragüense Rubén Darío, del cubano José Martí y del colombiano José Asunción Silva, revolucionaron el pensamiento poético y literario desde una perspectiva de transformaciones socio-económicas apetecidas por las naciones colonizadas por las potencias occidentales.
En este contexto referencial debemos destacar los aportes de Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Rómulo Vallejo, Miguel Ángel Asturia, Juan Rulfo, Alejo Carpentier, José Carlos Mariátegui, Cesar Vallejo, Mario Vargas Llosa, Horacio Silvestre Quiroga Forteza, Juan Carlos Onetti, Ciro Alegría Bazán, José María Águeda, Jorge Icasa, conocido como (el Ñaño), Juan Manuel Puig, y nuestro Pedro Mir.
Una publicación digital que analiza esta corriente literaria en Latinoamérica consagra como autores influenciados por Rubén Darío a, «Amado Nervo, (mexicano), Alfonso Reyes Ochoa, (mexicano), Carlos Reyles, (uruguayo), Enrique Rodríguez Larreta, (argentino), Leopoldo Lugones, (argentino), Julio Herrera y Reissig, (uruguayo) Enrique Gómez Carrillo, (guatemalteco) José María Vargas Vila (colombiano) y Rufino Blanco Fombona, (venezolano)». Los paréntesis son míos.
Destaca el mismo trabajo que; «En España se integraron plenamente en la vida cultural, compartiendo tertulias, proyectos y sensibilidad con poetas modernistas como Salvador Rueda, Juan Ramón Jiménez, Manuel Machado y Eduardo Marquina y Francisco Villaespesa, entre otros».
El costumbrismo cuya corriente rescata las costumbres populares de los pueblos representada objetivamente en la dimensional
obra la Comedia Humana (1842) del
francés Honoré de Balzac, y que ya
anteriormente vimos en El Libro de buen amor, también llamado
Libro del Arcipreste o Libro de los cantares, (1330 1343), y que se había manifestado en la Edad Media y el Siglo de Oro, en La vida de Lazarillo de Tormes y de sus
fortunas y adversidades novela española anónima, escrita en primera persona y
en estilo epistolar, así como las
celebres novelas Rinconete y
Cortadillo y Don Quijote, de Miguel de
Cervantes.
El costumbrismo y el Criollismo despertaron el interés y la simpatía de los intelectuales
dominicanos, contribuyendo al desarrollo del sentimiento poético nacional.
Con estas dos últimas manifestaciones
literarias la intelectualidad dominicana de avanzada le dio sentido a la
identidad nacional impulsando la cultura
popular expresada en género como la décima, la improvisación poética, la salve
y las manifestaciones sincréticas y cuyos exponentes más conocidos
fueron Juan Antonio Alix, Emilio Gil
Fernández y Meso Mónica.
En
los años 1942 y 1943,
apareció en nuestro país una corriente literaria conocida como La Poesía Sorprendida. Dicho movimiento, si se le pudiera llamar así,
estuvo encarnado en los Triálogos de los respetables poetas
Domingo Moreno Jiménez, Mariano Lebrón Saviñón y el chileno que residía en esos tiempos en
República Dominicana Alberto Baeza
Flores. Los trabajos de este grupo se publicaban en la revista La Poesía Sorprendida. A este núcleo se agregaron más
tarde Franklin Mieses Burgos, Freddy
Gatón Arce y el poeta y pintor
español Eugenio Fernández Granell, quienes «bajo el lema de
"Poesía con el hombre universal", dejaron formalmente constituido el
grupo».
Los poetas Sorprendidos basaron su accionar
en la universalización del arte proclamado
en el primer acápite de su Manifiestos literarios: "Estamos por una
poesía universal única forma de ser propia; con lo clásico de ayer, de hoy y de
mañana; la creación sin límites, sin fronteras y permanente; con el mundo
misterioso del hombre, universal, secreto, solitario e íntimo, creador
siempre".
(El autor de este ensayo, periodista Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo), posa junto al destacado escritor y poeta de La Poesía Sorprendida don Mariano Lebrón Saviñón.).
No podemos ignorar el impacto del positivismo de Auguste Comte en el
pensamiento crítico dominicano cuyas
ideas señalaban que el espíritu humano había superado los estados teológico,
metafísico y positivo.
Sabidos
que Pedro Julio Mir Valentín (3 de junio de 1913 - 11 de julio de 2000),
desarrolló su talento literario
cultivando cuatro géneros: la poesía, el cuento, la novela y el
ensayo. Conceptualizo la poesía filosóficamente
desde los valores primarios que cultivó en su formación familiar; cual modernista, le dio vida social y
presencia humana en las metáforas de su vasta
producción lirica a la angustia humana y la desigualdad social ante una realidad inconmovible que persiste
imperturbable en la reproducción de un estado de cosas bochornoso y nefasto. Y
desde su privilegiado pináculo le cantó
a la vida, a los trabajadores de los ingenios azucareros, a la azarosa vida en
los bateyes, a los campesinos sin
tierras, a los obreros explotados y oprimidos; al amor, a la mujer dominicana excluida e
ignorada, al sentimiento dominicano, a la patria dominicana, al simple hombre
del pueblo, a la sociedad nacional; en suma, Pedro Mir aquilató la poesía desde una perspectiva modernista barnizándola
con su peculiar sello estético,
blandiéndola con alta conciencia y
asumiéndola como un género literario trascendente.
Esta particularidad vanguardista lo transformó en un pluralizado
poeta que descolló más allá de la rutina y el convencionalismo acomodaticio de
la hipocresía y la simulación social. La fuerza de su destello poético subvirtió el silencio cómplice
de la insensibilidad humana
motivando el entusiasmo y el interés por
la justicia social. Su cautivante prosa poética fecundo los anhelos de cambio social dándole sustancia a
la llama política que se esparcía en suelo patrio y en la arena del exilio obligado.
Su abrazo a la noble causa de justicia
social lo condujo a ese instante único de la emoción imprevista e intacta de la
que se refirió en una ocasión el superbo Federico García Lorca. Con
esta carga consagrada impulsó su ejercicio poético identificando su prosa con
las ansias revolucionarias de su tiempo.
Su aura traspasó nuestra frontera para orgullo nacional, y es, que la magnitud
de sus versos le confirió presencia universal.
La
grandeza del poeta está en su alta sensibilidad humana y su definido
compromiso social. Su sublime condición lo acredita moralmente para escalpear el cuadro social de
dolor, opresión, angustia y sufrimiento que castiga al género humano. Sus
versos tañen los sueños del hombre nuevo, ese que le canta a la vida con optimismo y
confianza; porque como exclamara
poéticamente Rafael Alberti «en la tierra no hay nadie que esté solo si está
cantando». …«Nada hay solitario en la tierra creemos el hombre nuevo
cantando...». La poesía de Pedro Mir más que glorificar la vida asume un camino
de compromiso con los anhelos
de felicidad, amor y paz del ser humano. La reciedumbre del poeta lo convierte en paragua protectora ante las lloviznas cretinizada de los canallas.
Tramonta onírica que subvierte la suma
de impotencia que limita la fluidez del sentimiento azotado por la ignominia,
la infamia y la traición emanadas del egoísmo y la codicia humana. Quien sino
el POETA con su POESIA; luminosa presencia de sueños altos para inflarnos esperanza, valor, coraje, y
amor por la vida.
En la foto de arriba. El destacado caricaturista e intelectual dominicano Dato Pagan, junto al periodista, ensayista, crítico literario, poeta y político Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).
El renombrado prosista colombiano y de nuestra América y de mi predilección en mi osada juventud, José María Vargas Vilas, proclamó en un trance de rebelde pesimismo que la vida es una
emboscada y la esperanza su cómplice y que guiado por esta última entramos a
esa selva de traiciones que es la vida. Creo, al contrario, que la vida es
lucha, encanto y dulzura. Si esto fuera así, si viéramos la vida como una
corrida de emociones intensas entonces jamás tendríamos a un Pedro Mir.
El menú poético de Pedro Mir lo situó en la delantera de aquellas
bucólicas églogas con que muchos poetas e intelectuales trataron de pasar
desapercibido ante el escarnio y
sinuosidad propio de la tiranía Trujillista Foto de .José María Vargas Vilas.
El destacado poeta y crítico literario
español, miembro de la llamada Generación
del 27, Luis Cernuda, proclamó en una ocasión vibrante que para el poeta la
muerte es la victoria. Y en efecto así es. En un ensayo que publique en la
edición de Marzo de 1993, en el periódico
Macorix, en sus página 7 y 8 y que
Luego ha sido publicado en varias páginas web de la internet, titulado «Yo quisiera como los poetas y humanistas
universales traspasar las estrellas y ser infinito en el tiempo», destacó con
ahínco en el mismo, que el ser poeta constituye un merito y una categoría «especial (muy especial y única),
reservada a una selectiva y privilegiada capa de la especie humana».
En ese ensayo indiqué que «solo los aedas
tienen ese peculiar lenguaje que comunica al hombre con la naturaleza, votiva
energía de donde emana fecunda creación de vida. Sólo ellos y nada más que
ellos tienen esa especialidad excepcional, ese poder esotérico, mágico y
solemne de entender, valorar y comprender la fuerza y la razón de la Naturaleza
en todo su esplendor ».
Establecí en el citado ensayo que en los poetas y
humanistas «la muerte jamás existe. Son auténticos y verdaderos protagonistas
de la vida, prohombres dotados de una integridad y dignidad ejemplarizante.
Nunca mueren».
Por tales razones filosóficas y humanas proclamo con hondo sabor poético que don Pedro Mir
trascendió como un poeta cósmico, vibrante, inmenso y profundo. Bitácora de inciensos volando sobre las nubes atrapando el
tiempo de los tiempos para esparcirse
con donaire sobre la conciencia de la patria. Verdor espeso de donde mana con
esplendidez toda inspiración, cual flor abriendo sus tallos desafiando la tosca
insensibilidad de los desalmados. Con la
luminosa palpitación de su canto poético derrotó la levedad de la vida.
La producción literaria de nuestro eterno
Pedro Mir esta cimentada en una sentida y expresiva sensibilidad humana y
social. Y por lo tanto la dura vida
existencial en la faena cotidiana en los
bateyes e ingenios azucareros no podía estar ausente en la misma.
La semblanza biográfica de nuestro Poeta Nacional nacido en San Pedro de
Macorís en 1913 y fallecido en 2000 destaca que era «Hijo de un cubano y una puertorriqueña,
vivió en un área dedicada al cultivo de la caña de azúcar. Esta mezcla de razas
y culturas que le tocó vivir se manifiesta en su labor de poeta, que se puede
ver reflejada en muchos de sus mejores poemas».
En la literatura dominicana encontramos
autores sociales paradigmáticos como Francisco Angulo Guridi, Ramón Marero Aristy y su novela Over y
Francisco Mocoso Puello con su libro
Caña y Bueyes.
Nuestro Pedro Mir también abordó desde su
prisma critico social el drama desigual
y burlesco de la distribución de la tierra en su libro «Cuando amaban las
tierras comuneras» (1978), un retrato social del drama humano que marcó ese execrable episodio
rapiñoso.
Pedro Mir denunció en su canto poético las infrahumanas
condiciones de vida característica en los bateyes azucarero. Lo exacerba en su «Contra canto a wat Whitman» donde proclama con orgullo su
autentico origen, «Yo, un hijo del Caribe, precisamente antillano.
Producto primitivo de una ingenua criatura borinqueña y un obrero cubano, nacido
justamente, y pobremente, en suelo quisqueyano...»
En su poema, Si alguien quiere saber cuál es
mi patria, en la que nos convoca a
pelear por ella, nuestro paterno Pedro Mir nos expresa
sueltamente: «Si alguien quiere saber cuál es mi patria no la busque, no
pregunte por ella. Siga el rastro goteante por el mapa y su efigie de patas
imperfectas».
«...y allí donde la sombra se presenta,
donde el tiempo castiga y desmorona, ya no la busque, no pregunte por ella. Su
propia sangre, su órbita querida, su instantáneo chispazo de presencia, su
funeral de risa y de sonrisa...»
«...y aun no hay quien lo sepa! ¡Tanto acero
y fulgor de resistir y aun no hay quien lo vea!) No, no la usque. Si alguien
quiere saber cuál es mi patria, no pregunte por ella...»
En su poema Domini, exclama: «En tu peñón solitario lleno de olvido y dolor,
estrictamente salario, perpetuamente
sudor. En tu girón de archipiélago de ron y cañaveral, chupado por el
murciélago numeroso del central».
Otro fragmento del poema Domini dice:
«cierra el horizonte y vas solo como un galeote solo y sin brisa quizás Domini,
no estás solo, no estás solo, Domini del ecuador hasta el polo el mundo lucha
por ti. Y que tus golpes los cargas en tu solitaria piel, y que tus noches
amargas te son solas, te son hiel Domini, no estás solo, no estás solo, Domini.
Te acosa el hambre y el dolo, solo que tú no estás solo, y hoy que miran hacia
ti tantos hombres y mujeres ¿qué te pasa, Domini? Hay un mundo de quehaceres.»
Sigue diciendo en otro fragmente del mismo
poema, «...y tú en tu cañaveral y la tierra y el bohío fueran todos del central
y el hambre y los goterones de sangre y lagrimas y sudor agrio, en los terrones
de tu patria, para ti fueran solamente. Fueran solo de tu soledad...»
Otro estremecedor fragmento del poema dice:
...«y tú en tu cañaveral y la tierra y el bohío fueran todos del central y el
hambre y los goterones de sangre y lagrimas y sudor agrio, en los terrones de
tu patria, para ti fueran solamente. Fueran solo de tu soledad.
En su poema «La vida manda que pueble estos caminos», nos dice: «...Por estas horas vienen
estos caminos de sangre, temblorosos hacia la gente, traen su viejo bulto de
sudor, su angustia, sus jornales de luto sobre las sienes traen su vieja rabia de color y el último recio
lenguaje de color y su fiebre traen sus
brazos torcidos como la brisa de las
banderas, el sudor asustado como el
brocal de un pozo y el viejo paño de
lágrimas y el puñal de cruz y la muerte. Estos viejos caminos cruzan las
horas largas, vienen hacia los hombres,
los vuelven amargos, los hacen madurar
en acida madurez de fruta cálida y
agreste, y a veces les distribuyen
horizontes rojos de espinas y amapolas rebeldes...»
Y termina el poema diciendo: « ¡La vida
manda que pueble estos caminos oscuros!... Yo quería una verde provincia de pan
y frutas erguida sobre un mapa reciente, junto al agua de piedras que el puño
alcanza, y el afán alcanza y el sudor contiene... La vida manda que pueble
estos caminos: manda que pueble estos caminos y entonces sale esta voz de sombras y de raíces amargas y de mariposas de fiebre, de esta garganta tupida de raíces amargas y de encendidas mariposas de fiebre».
En el
poema Tarantela indica claramente
que es un canto nostálgico por su Macorís del Mar, del viejo Macorís donde hubo
el primer aeropuerto y el primer muelle,
un fragmento del mismo dice: «...Unidad de las anclas y las hélices,
Estimadas en toda su alegría navegadora...»
Dice también, «Unidad de las olas en todas sus volubles
golondrinas. Unidad de las lanchas y de las redes en la luna del pez y de la
anguila, sobrelecho del mangle y blancas hojas. En todas sus repúblicas
reunidas. Cal de huesos, nocturna belladona, sustancia de la flor más
escondida, y toda la unidad de los colores. De todo mar, de toda travesía.
Unidad de la concha y de la arena, unidad de la mujer y campesina. Y a veces de
zagala y tejedora, desadora lunar y mal vestida. Unidad de las calles y las
casas».
Y termina diciendo: ...«y acaso de la gente
empobrecida, del suburbio y la escuela y unidad de todos los rincones de esta
isla. De este duro peñón, e este pedazo de hueso de clavícula extendida desde
un lado del mar al otro lado de una orilla salobre a la otra orilla. Unidad de
las lágrimas y el beso de alerón de aeroplano y parabrisas, de la clase firmeza
y de la clase fraternidad y de la clase espiga y de la clase laborada y de la
clase sola y desnudamente campesina y desde luego de la clase triunfo o de la
clase obrera que es la misma. Unida de también y cuanto anhelo de aquello que
soporto y que tenía hace ya largo tiempo menos sangre. Y ahora tiene más sangre
y menos vida. Unidad de lo cierto y lo sonado contenido en ¡que amor! y me
querías porque un buque que parte hacia la noche se hunde con las luces
encendidas. Unidad, unida, tronco liviano pero fuerte, materia pensativa,
alborozo unidad, fiesta unidad, sortilegio unidad que yo quería para un país
amargo pero amado, para una consistente tentativa para un pueblo dolor, una
isla sueño, toda en trance de amor y de rodillas».
Pero es en su poético himno grandioso Hay un País en el Mundo donde
Pedro Mir define su naturaleza como poeta social vanguardista. En esta
magistral pieza poética denuncia con alto sentido humano la urdimbre del
tinglado que cimentó la industria azucarera dominicana desde
finales del siglo XIX (1868) y que se incentivó en el siglo XX (en 1957) cuando el régimen de Trujillo adquirió
mediantes artimañas, terror psicológico, fraude
y represión, la mayoría de los centrales azucareros. Pedro Mir taladró
el cuadro de desigualdad social para
incentivar el auto estima aletargada por la ignorancia y el analfabetismo.
Denuncio en su poesía la crudeza de la vida rural promovida por el afán de
lucro de los ricos propietarios y la codicia sin límites ni escrúpulos del tirano general Rafael Leónidas Trujillo.
Veamos algunos fragmentos de Hay un país en el Mundo
«Hay un país en el mundo colocado en el
mismo trayecto del sol. Oriundo de la noche».
«Colocado en un inverosímil archipiélago de
azúcar y de alcohol».
«Algún amor creerá que en este fluvial país
en que la tierra brota, y se derrama y cruje como una vena rota, donde el día
tiene su triunfo verdadero, irán los campesinos con asombro y apero a cultivar
cantando su franja propietaria».
«Hay
un país en el mundo donde un campesino breve, seco y agrio muere y muerde
descalzo su polvo derruido, y la tierra no alcanza para su bronca muerte.»
« ¡Oídlo bien! No alcanza para quedar
dormido. Es un país pequeño y agredido.
«Sencillamente triste, triste y torvo, triste
y acre. Ya lo dije: sencillamente triste y oprimido».
«Decid al viento los apellidos de los
ladrones y las cavernas y abrid los ojos donde un desastre los campesinos no
tienen tierra».
«Miro
un brusco tropel de raíles son del ingenio sus soportes de verde aborigen son
del ingenio y las mansas montañas de origen son del ingenio y la caña y la
yerba y el mimbre son del ingenio y los muelles y el agua y el liquen son del
ingenio y el camino y sus dos cicatrices son del ingenio y los pueblos pequeños
y vírgenes son del ingenio».
«Quiero ver su amargura necesaria donde el
hombre y la res y el surco duermen y adelgazan los sueños en el germen de
quietud que eterniza la plegaria. Después no quiero más que paz».
«Un nido de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma el enjambre de besos y el olvido».
«Este sentido poema ilustra por si solo la profundidad del pensamiento social de
Pedro Mir. Un hombre comprometido con toda causa de bien. Un dominicano
excelente y ejemplar».
La pasión del poeta esta en el tesón de su entusiasmo espiritual. Y Pedro Mir acrisoló en la fuerza dialéctica de su impronta poética el furor subyacente de un pueblo acosado terriblemente por la ignominia trujillista y la desigualdad social más acuciante. He aquí el valor histórico de la poesía social de este bardo estupendo y maravilloso.
Ante el acopio majestuoso de este señero
poeta de imaginación prodigiosa cuyos
versos carismáticos nos envuelven en un
deleite de exquisitez deslumbrante,
reafirmo mi compromiso de amor por la humanidad al tiempo de
continuar aportando todo cuanto mi posibilidad humana pueda ofertar en aras de la redención de los
oprimidos y explotados en este sistema
corrupto, perverso y fraudulento
conducidos por bribones. Me reconforta;
me place y me retroalimenta consignar en el privilegiado sitial de mi exclusividad interior el nombre y la
figura de este estandarte de dignidad y honra.
Porque como sentenciara Nikolai Obstrovski en su novela Así se templó el acero: Toda la
vida y todas las fuerzas hay que entregarla a lo más hermoso del mundo, a la
lucha por la liberación de la humanidad.
Ya lo dije en mi citado ensayo arriba
mencionado. «Por ellos, por los poetas,
por esos seres bellísimos y puros, carguemos resueltamente contra el muro de la
maldad y el odio construido por seres siniestros, por monstruos irracionales,
por renacuajos que nunca debieron haber nacidos. Jamás».
Hoy arropado por tu aliento poético recogemos tus versos inagotables para cantarte clarinada de gratitud; semblanza del alma humana
terciada en el corazón de la tierra, soldado vehemente de la patria universal
esparciendo tus frescas palabras de vida desde la cima de tu Huracán Neruda
desde donde proclama con hondo sentimiento humano: «…Una aurora para todos los hombres. Para
todos los países, Para todos los tiempos…».