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lunes, 27 de noviembre de 2023

Momise, Guloyas e indios en el accionar conducente de Teophilus Chiverton (Primo

 Momise, Guloyas e indios,  en el accionar conducente de Teophilus Chiverton (Primo

(Texto tomado de las páginas 213 hasta la 219, del libro El rey del Momise, Los Guloyas y los Cocolos en la industria azucarera de San Pedro de Macorís, de la autoría de Enrique Cabrera Vásquez

"La música y la danza siempre están unidas en la vida de los negros. Cuando no bailan, los asistentes se mueven al ritmo de la música con gestos de baile, ya sean éstos con la cabeza, los pies o con tribulaciones de todo el cuerpo. En África se canta y se baila por motivos de alegría, de duelo, de veneración o de entretención. En los pueblos primitivos la música es tocada tanto por los especialistas como por todo el pueblo. Todos los acontecimientos familiares, como nací miento, boda y muerte dan motivo a su ejercicio. También existen en África trovadores, ¡sí, trovadores negros! Sus cantos nos iluminan sobre tiempos pasados, nos cuentan las migra cines de los pueblos del Norte, que llegaron hasta el gran codo del Níger; cuentan la formación de los grandes imperios negros y cantan sobre los tiempos en los que los hombres todavía convivían con los dioses”.99. Hans Helfritz, “Música y danzas con máscaras en el África occidental”, Revista Musí cal chilena, No. 14 (73), 90-96. pág. 90 https://revistamusicalchilena.uchile.cl › artele › view


El baile del Momise

El Momise aunque es interpretado mediante sonidos de insgumentos de origen africano, no narra nada que lo vincule al  oprobio y a la explotación de los ancestros africanos; lo que sí demuestra es la deformación interior que los afectó como resultado  de la adhesión de los negros esclavos a la creencia religiosa de los  colonizadores, que en un principio pudo verse como una táctica  de supervivencia, pero que en su traspaso generacional ha perdido  el sentido histórico de su aceptación táctica; sus descendientes  cocolos de San Pedro de Macorís la han adoptado con fastuoso convencimiento personal.

La actuación teatral del memorable enfrentamiento entre el joven cuidador de ovejas, llamado David, nacido en una tribu de Judá, de la ciudad de Belén, y el temido filisteo llamado Goliat, según la leyenda y mitología bíblica, al ser glorificada y venerado por los cocolos descendientes de africanos, quienes, al cultivar la leyenda imaginaria masificada popularmente en la historia cristiana, la han proyectado como algo propio. David y Goliat nunca fueron parte de adoración en las lejanas tierras de donde fueron traídos los africanos a este continente; la adopción de ese sentimiento hay que verlo como expresión de religiosidad popular de la que nos habla Luz María Martínez Montiel, en su texto “El exilio de los dioses religiones afro hispanas”.100.

Foto. - Gerald George, mejor conocido por el apodo de Yural fue, hasta su muerte, la segunda figura emblemática del Momise.

Este baile dramatizado demuestra que un débil puede derrotar en combate a su oponente mucho más fuerte si lo hace con asta cita e inteligencia; es una metáfora de la vida que indica que, si el débil es valiente, decidido y hábil, tiene grandes posibilidades de salir victorioso en la lucha. David derrotó a Goliat con una piedra dentro de una onda. La moraleja es aleccionadora. Todo monstruo tiene su Talón de Aquiles.


 Oportuna elucidación para enfocar sobre la proliferada confió sión existente entre los términos “Guloya” (Buloyer), “Momise” y “Los Indios”. Pues bien, los tres tienen representaciones diferentes que se pueden notar no solo en la movilidad bailable, sino en el rito no de la música. La coreografía que escenifican Los Guloyas es de mayor rapidez que la utilizada en el Momise, mientras que la de Los Indios tiene un dinamismo más presuroso, incluso se le permite al protagonista improvisaciones animosas. Esencialmente los tres están destinados a producir entre danzantes y espectadores una cercanía excitante y deliciosa. Con su gracia y colorido procuran provocar un atractivo de identificación correspondiente con la necesidad de alegrar y deleitar a todas las partes envueltas en la jarana de la cabriola que aviva los ánimos y espanta la tristeza, el enojo y la amargura. En su ambiente todo es diversión y festividad aclamada.

Las danzas que ejecutan los cocolos a través de sus manifestaciones artísticas y estéticas llevan un mensaje implícito que evidencia su sensibilidad frente a cualquier atropello o injusticia. Es, al mismo tiempo, una connotación intangible de valores culturales heredados a los que les dan una continuidad devota; para ellos mantener siempre fresca en su memoria el calvario de sus antepasados, constituye una obligación sagrada. La esencia del contenido de los bailes de los cocolos tiene el propósito de llevar al ánimo de concurrentes un pensamiento de justicia, en ellos, difunden la defensa de la mujer ante cualquier atropello, motivan para enfrentar abusos de los fuerte contra el débil, constituyen mensajes de conciencia y optimismo para triunfar frente al despotismo, y enseñan el valor de la rebeldía para imponerse sobre toda iniquidad  aplicada por la maldad desde el poder usurpado. Quizás sean las voces de sus antepasados hablando de la esclavitud sufrida, tras metida en la continuidad de su sangre, esa que es herencia de su procedencia histórica y que muestran con altivez a través de sus costumbres animosas, danzando su simbolismo para que todos se enteren que sobre ellos perdura el legado de los suyos.

En el Momise montan un juego tomado de definidos pasajes de la biblia que mezclan con referencias costumbristas de la Inglaterra medieval, así como componentes culturales de origen africano. La bailable pieza teatral deja al descubierto la transfiguración sufrida en sus creencias originales al resaltar figuras mitológicas del libro sagrado de los cristianos, como David y Goliath ¿Acaso sería una parodia satírica de la adhesión impuesta por los despiadados amos colonos mediante castigos, torturas y crueldades horripilantes a sus  antepasados? ¡Quién sabe!

En esta colorida expresión cultural aparece un gigante que rapta a una mujer, la que luego es rescatada por un héroe, una réplica de la popular novela del autor inglés John Bunyan, El progreso del Pere grano, escrita en 1678, y cuya alegoría narra como el delincuente es enfrentado y vencido por un héroe oportuno. El episodio es parte de la lucha de los cristianos de la época por llegar a la ciudad de la Salvación, una ficción teológica destinada a elevar el convencí miento de los creyentes para que estén prestos a cualquier sacrificio por la causa cultivada.

El conjunto de negros disfrazados que dirigía Teophilus Chiverton (Primo) era acompañado en su actuación por un grupo  instrumental integrado por un gran tambor, un redoblante, un pequeño triángulo de metal de mano y una flauta que va guiando los altibajos del sonido en la compactación melodiosa.

La indumentaria escénica lleva zapatillas (tenis), prendas feme niñas como medias, medios fondos, faldas de colores llamativos y blusas de seda; sobre la cabeza se ponen un pañuelo multicolor cuyo tamaño le cubre los cabellos que son cubiertos por un gorro de cartón semejante a un yelmo, sin alerón ni babera, que compre tan con lentejuelas, espejitos insertados en una pequeña clámide, hilos dorados y cintas de colores variados.

Dentro del grupo danzante del Momise se distingue la figura del conocido como Yural, cuyo lienzo tiene una característica Ani mal en la parte delantera y en la mano un palo polícromo cercano a un metro de longitud.

Teophilus Chiverton (Primo), por su condición especial, exhibe  en su cabeza su corona de rey, sobre su espalda un esplendente manto y en sus manos y brazos bambolea un foete imponente indicativo de su autoridad genuina. En sentido general,  este es el arreglo que conforma el espectáculo folclórico del Momise configurado por el conjunto guiado por el cocolo Teophilus Chiverton (Primo. Pero todavía más...”de todos los bailes cocolos el Momise es el que más ha calado en el alma dominicana y es el que tiene más características de obtener “su carta de ciudadanía” en nuestro país, por dos razones poderosas: primero, por la responsabilidad y devoción de su dirigente, y, segundo, porque ha encontrado continuadores dominicanos”.101

Ese razonamiento, cargado de optimismo, ha sido contradicho por la espaciosa trascendencia del significado histórico y cultural  del galardón dado a los Guloyas por la UNESCO en noviembre de 2005, al reconocerlo como Patrimonio Oral e Intangible de la  Humanidad, un lauro universal que al extenderse en la apreciasión social tiende opacar sobremanera el nombre del gran mentor Teophilus Chiverton (Primo). Para la generación de la década del 2000 en adelante la figura sobresaliente en el ámbito socio-culto real entre todos los cocolos, no es la de ese enfermero y servidor capaz, sino la de Donald Hullester Warner Henderson (Linda), englobándolo como el guloya mayor. Y si en alguna oportunidad es destacado el nombre de Chiverton (Primo) es por la insistencia de algunos eruditos interesados en hacer aportaciones puntuales y esclarecedoras para dejar bien claro que, aunque se destacaron esas atribuciones selectivas, jugaron roles desiguales en la afinidad de sus funciones. 

(Texto tomado de las páginas 213 hasta la 219, del libro El rey del Momise, Los Guloyas y los Cocolos en la industria azucarera de San Pedro de Macorís, de la autoría de Enrique Cabrera Vásquez





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