Vistas de página en total

sábado, 22 de septiembre de 2007

Cousteau, orientando la conciencia por la vida

Por Enrique Cabrera Vásquez

(Fotos del Comandante Jacques Cousteu )

(Nota. Este trabajo fue publicado en el periódico semanario El Coloso de Macorix, en su edición correspondiente al 11 de Febrero del año de 1997, en su página cinco. Es parte de los trabajos del libro del autor del presente trabajo)

Solo el respeto público universal de su acerada conducta y pureza de sentimiento, puesto a prueba, ha podido erigirse en cristalina figura de vanguardia para conducir la exigente lucha por la preservación de la vida de todas las especies posibles. En medio de la contaminación e inmundicia que flagela el rumbo humano. En medio de la absurda cultura del consumismo alegre y el individualismo impertinente, sórdido, inhumano, levantado como estandarte a seguir por un conglomerado humano hostigado por el bombardeo publicitario que incita a la inmoralidad y a la destrucción de los valores éticos.

En medio del predominio del egoísmo y lo morboso a despecho de la solidaridad humana, con un lenguaje fresco, sencillo, claro, responsable y directo; nos viene como eje inspirador y guía orientador la portentosa y esbelta figura del Comandante Jacques Cousteau, ciudadano de Francia y del mundo; oceanógrafo, medio ambientalista y conservacionista, quien desde hace mucho años ha venido desarrollando una ardua labor en aras de la preservación de la vida de los océanos, mares y ríos del mundo: luchando infatigablemente por que se le respete su vida interior y sus entornos, para hacer de la vida algo más sustancioso, dulce y bello.

Para el Comandante Jacques Cousteu el medio ambiente marino, acuífero y atmosférico tiene un significado e importancia trascendental en la vida de la Tierra, fuente de las demás razones de vida. Para Cousteau la vida del hombre debe ir acompañada con el respeto hacia las demás especies; especies que nacieron millones de años antes que el hombre.

Con ahínco apasionado denuncia contundentemente a las multinacionales y transnacionales, a las naciones industrializadas y todopoderosas que impiadosamente lanzan sus desechos radiactivos y tóxicos en las aguas del mundo. Cousteau sin caer en la cursilería burguesa ni en el teoricismo dogmático y tautológico, tan en boga en estos tiempos, nos hace sentir su voz clamando incesantemente respeto por todas las formas de vida posible.

Con amplio sentido realista difunde su discurso conservacionista orientando a la sociedad mundial para que haga conciencia de la gravedad del curso destructor por el que se ha encausado la civilización actual. Lucha por la biodiversidad de la vida del planeta Tierra en todos los sentidos con desvelo y alta vocación de servicio y dedicación.

Sin aspaviento vocinglero nos previene contra la catástrofe. Trata de que salvemos nuestro amado Planeta Tierra del desastre ecológico. Del desastre y la hecatombe total. Nos orienta e indica por donde debemos transitar sin lacerar traumaticamente a las demás especies que nos acompañan en la vida, contribuyendo para que no nos convirtamos en simple cenizas o amasijos de escombros. Es Jacques Cousteau, todo un extraordinario hombre con un pensamiento certero y lúcido. Un acucioso y profundo investigador de los océanos, entregado sin pausa a una práctica tendente a que salvemos todos los géneros de vida posible. Con su altruista conducta nos marca el sendero para que nos reencontremos con la dignidad de la vida. El grande hombre que es Cousteau prosigue su avance sosteniendo la antorcha de la razón para que salgamos del túnel pesaroso en que nos ha sumergido el modernismo implacable y la competencia industrializada. Con él; con Cousteau, caminamos por la ruta del rescate de la flora, la fauna, el ecosistema, la biodiversidad de la vida, el medio ambiente y todas las formas de vida posible.

“La humanidad ha causado, probablemente, más daño a la Tierra en este siglo que en toda la historia previa del género humano”, así expresa parte de su pensamiento el inmortal Cousteau, en entrevista concedida a Natahan Gardels, y que fue recogida en nuestro país por el matutino Listín Diario. En la misma explaya su preocupación por el crecimiento anárquico de la población, que marcha descontroladamente sin metas ni objetivos claros.

Conciente del alcance funesto de esta situación, advierte que “Hoy día viven en la Tierra 5,600 millones de personas. En menos de 55 años, para el 2050 habrá 10,000 millones. El radical aumento del consumo que generará la necesidad de atender este desorbitado crecimiento producirá una presión casi fatal en los recursos de la Tierra”.
Estas afirmaciones muestran el desvelo del pensamiento Cousteau por la capacidad de vida de la Tierra. Evidencia la magnitud de su preocupación y la necesidad de que tomemos en cuenta sus ideas en pro de la vida.

Ya no es sòlo la rápida eliminación de la capa de ozono lo que nos conduce hacia tiempos horribles y traumáticos sino la falta de conciencia cultural para conducirnos adecuadamente en procura de las formas naturales de alimentación y subsistencia.

El afán desmedido por malograr la vida ha estado yuxtapuesto a determinados estadios de conceptos políticos y filosóficos. El mismo Cousteau lo visualiza cuando señala que ni siquiera la planificación comunista, utilizada como la mejor forma de existencia y preservación pudo encontrar el camino del rescate por la vida. Al respecto nos dice, “un sistema centralmente planificado no podía competir con las demandas del mercado”.

En efecto, es en la demanda de un mercado cada día más exigente que se encuentran las bases que nos conduce al desastre total. La demanda impulsada por la cultura del consumo alegre y anárquico es lo que lleva a la humanidad al deterioro de la vida. La cultura del consumismo descontrolado, caótico, prevalece como símbolo de poder social.

Cousteau considera “que es un trabajo de la sociedad y no del individuo el controlar el consumismo destructivo”. Denuncia que el “sistema de mercado está llegando a preocuparse cada vez más por cosas que no existen que por las que existen realmente. Los derivados financieros que son, esencialmente, especulación sobre especulación epitomizan la distancia que existe entre el mercado y la realidad. La corteza de hielo polar, para poner un ejemplo, se está derritiendo ahora como consecuencia del calentamiento general de la Tierra...”.

El consumo por el consumo se ha convertido en la razón de existir de las sociedades de hoy. En el individuo se compite gastando, desenfrenadamente, cual impulso psicológico. No importa su precio en vida humana, animal o cualquier tipo de especies. No importa que se allane el camino al desastre. Cousteau cree que por medio de la educación hacia los jóvenes valores humanos podríamos hacer conciencia y detener la tragedia. “Nuestras esperanzas descansan en la juventud y en la educación”, dice.

No todo está perdido. Es verdad que vivimos el predominio de la inversión de valores y que la prisa por llegar nos limita la capacidad de razonar con frialdad y detenimiento. “Los estudiantes de hoy están presionados hacia la rampa social de pensar a corto plazo”, nos indica el comandante Cousteau. El cree todavía en que las sociedades y el hombre podrán despertar de este letargo olímpico del inmediatismo. ¿Es posible?... Quienes dirigen el mundo de hoy se muestran indolentes e insensibles; para ellos sólo hay espacio para saciar sus egos torcidos y satisfacer sus caprichos inicuos.

Sí; se atenta alegremente contra la vida humana sin ningún reparo ni miramiento, con mucho más facilidad se puede eliminar la vida ecológica, animal o del medio ambiente. No hay nadie que detenga este gangrenado progreso involutivo, expresión elocuente de nuestra mediocridad y atraso.

Estamos en tránsito hacia la destrucción de todas las formas de vida. Al parecer ello constituye la única motivación de existencia de los que hoy, por designios de las circunstancias históricas, conducen los destinos del mundo. No obstante este cuadro desgarrador y dantesco, esta disposición por destruir, el mensaje de Cousteau solivianta los criterios calenturientos y nos brinda la posibilidad de volver sobre nuestros pasos y detener esta carrera galopante por protagonizar el exterminio y la barbarie.

¡Hay que salvar a la Tierra porque con ello nos salvamos todos! Tremolemos con entusiasmo las ideas salvadora de Cousteau y hagamos una humanidad más humana y consciente de su presencia en el Cosmo.

Por la vida, por todas las formas de vida posible, abracemos el pensamiento Cousteau y con ello le demos valor eterno a la vida. A toda la vida del planeta Tierra.

Nota. Este trabajo fue publicado en el periódico semanario El Coloso de Macorix, en su edición correspondiente al 11 de Febrero del año de 1997, en su página cinco (5.)

No hay comentarios:

.