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jueves, 17 de noviembre de 2016

Faride, ¿de dónde vino ese dejo de luz?


Faride, ¿de dónde vino ese dejo de luz?
       
Escrito por: Tony Raful Tejada

Jueves, 17 de noviembre, 2016.- El doctor Rafael Molina Morillo, uno de los maestros del periodismo dominicano, historiador, abogado, ciudadano ejemplar, acaba de escribir un texto en su columna del periódico, “El Día”, del cual es director, que tiene el peso cualitativo de la conciencia nacional. Objetivo, moderado, pero auténticamente nacionalista; patriota, honesto, Molina Morillo publicó, “Todavía hay Patria”, artículo que esta columna da cabida como invitado de honor. Hay un mandato, casi un edicto, en el ejercicio decoroso de la profesión que trasciende los partidos y los intereses particulares, para convertirse en orientación moral y social de un país. Veamos el escrito del doctor Molina Morillo: “No sé si es leyenda o si se trata de un real episodio histórico, pero recuerdo que en la clase escolar de Historia Patria, se nos enseñó que el prócer Ramón Matías Mella, postrado en su lecho de muerte, escuchó a lo lejos un tiroteo contra la Anexión a España y exclamó la famosa frase: “Todavía hay Patria... ¡Viva la República Dominicana!”. Fueron esas sus últimas palabras. Salvando las distancias y las circunstancias, he sentido dentro de mí la misma sensación de esperanza que animó a Mella en aquella ocasión para expresar su fe en la supervivencia de nuestra Patria. ¿Cuál acontecimiento, se preguntarán mis amables lectores, aviva mi fe para creer que todavía hay Patria a pesar de tantas señales ominosas y deprimentes en medio de las que se debate el acontecer dominicano? Ese acontecimiento no es otro que la vibrante y valiente voz de la nueva juventud dominicana encarnada en la flamante diputada al Congreso Nacional, Faride Raful. Su filípica de la semana pasada para denunciar la inobservancia de los reglamentos de su cámara legislativa, y la poca seriedad de sus colegas acostumbrados a las componendas y los arreglos por debajo de la mesa, ha de marcar un antes y un después en la conducta muchas veces vergonzosa de nuestras cámaras legislativas. ¡Adelante, Faride! Y los demás, que sigan tu ejemplo, que se armen de valor y que revistan de ética sus intervenciones en el areópago en que les toca actuar.”

Fue como si el país estuviera esperándola, como si la nación entera estuviese aguardando, que alguien, se irguiera sobre la curul, y dijera lo que ella dijo, y que no pudieron rebatirle, no hubo ideas para combatir ideas, sólo murmullos, ademanes, vocinglería impotente, y una “correa” blandida por los aires, por un desorejado, como símbolo de la intolerancia, de la descortesía, de la desesperación, de la orfandad teórica cuando se trata de decir verdades como puños. El criterio expresado por el doctor Molina Morillo refleja un sentimiento colectivo, la reacción en cadena de un pueblo que se vio representado por la diputada Raful. Los diputados oficialistas no habían leído el proyecto de ley, sin embargo lo habían firmado. Lo burdo no es nuevo, es práctica viciosa y perversa. Vimos la dicción perfecta de Faride, sus palabras ordenadas y correctas, sin la menor ofensa personal a nadie, la vimos rechazar la provocación. “¡No me van a distraer!”, dijo con templanza ante el ataque simultáneo de las fieras que la acosaron para que abortara el discurso, para que todo terminara en un griterío plebeyo, en un carnaval de epítetos, en un tigueraje de honorables. “¡No me van a distraer!”. Y siguió impertérrita.
¡Con qué fiereza, con qué dignidad! ¡Cuánta firmeza y coherencia en sus palabras! Habló para la historia, no para los cenáculos, ni para las hordas grupales. Habló por sus compañeros. Le bajó línea la Patria. Le bajó línea la gente que ha luchado por la independencia, por el decoro, por la transparencia, por un dejo de luz relumbrante, por una ética troncal en medio de la capitulación de principios y valores. Trataron de boicotear toda publicidad a su discurso, y se olvidaron de que vivimos en la Era digital; que el Congreso de Trujillo ya no existe, que cayó vapuleado por la ola democrática que irrumpió el 30 de mayo de 1961, suscribiendo la espléndida libertad de pensamientos y juicios. Y entonces vino la reacción masiva de la post-modernidad, reproduciendo sus palabras, proyectando sus formulaciones, el desenmascaramiento de lo desatinado, de lo ilícito, de lo suciamente oscuro. Todos nos quedamos absortos. Temíamos que la obstruyeran, que lograran silenciarla, que la redujeran al bochinche, al reino de los pusilánimes. ¿De dónde sacó esta muchachita que es orgullosamente mi hija, tanta fuerza, tanta energía moral? Cuando muchos y muchas extenuados, carecen de voluntad política y amainan sus ímpetus, decaen, suscriben iniquidades o se agregan pasivos a las ordenanzas grupales, surge ella, en nombre de una posibilidad honrosa de ejercer la crítica, de pedir explicaciones, de desplegar la fase opositora que toda democracia exige. Es de esperar, que los demás sigan su ejemplo, y podamos construir una Patria grande, democrática y limpia. En algún recodo del firmamento, en el plasma, en las energías que gravitan etéreas en los cielos, el espíritu de Minerva Mirabal, debe estar diciendo, como dijo el doctor Molina Morillo: ¡Adelante, Faride!


                             Foto,  Tony Raful Tejada, autor del presente trabajo

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