“Metáforas del deseo” de Félix Betances
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Félix Betances nació en Samaná, República Dominicana 17 de marzo de 1962. Cursó la carrera de Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Miembro del Taller Literario César Vallejo. Sus poemas han sido publicados en periódicos y revistas del país. Félix Betances, extrapola la imagen poética, extraída de su asombro frente a la naturaleza, fundada en una búsqueda interior y la explaya, en un discurso que sugiere a partir de su experiencia con la realidad.
El poeta imparte docencia de letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), tanto en su sede principal en la capital, como en el Centro Universitario Regional de San Pedro de Macorís (CURSAPEM), También en un colegio privado.
Ha publicado los poemarios: “Espejismo del sueño, 2009”, “Alucinación de la Mirada, 2013”
“Metáforas del deseo” es la más reciente publicación de Félix Betances
Escrito por: Víctor Bidó
El deseo es el móvil fundamental del ser humano. Es un más allá en pos de algo, y ese algo despierta la aspiración y el logro. Pero también encadena al hombre. La metáfora sería la relación entre esto y aquello. Para que surja el deseo se necesita de un objeto que impulsa al deseante a obtenerlo. De por sí no siempre logramos lo deseado y esto nos produce sufrimiento. Buda estaba en lo cierto: La causa del sufrimiento reside en el deseo. Sin embargo, sin él pastaríamos en un mismo ámbito. Dolor y deseo, uno generando al otro.
El libro de Félix María Betances de la Nuez es tentador por el objeto mismo. En este caso, el deseo está motivado por el amor de los amantes y su perdida. Esto es propio del amante abandonado, ya por el tiempo o la ruptura. Por lo general recordamos el dolor más que los momentos alegres, pero, a la vez, rememoramos éstos como consuelo para un yo nostálgico y melancólico.
“Conformarse con la fecundidad de la meditación del silencio.”
(pág. 85)
Pero este “conformarse” no mitiga la frustración. El silencio mismo es una prolongación de la ausencia. El dolor adquiere diferentes fisonomías, como sombra y plegarias que sólo oye el aire. Las metáforas son los medios de modificar el escenario interior. Una manera de pintar el sufrimiento. Estas imágenes bullen producto del deseo fallido. Para Félix las angustias del amor son llevadas al lenguaje como forma de enmascararlas. Él no cae en un sentimentalismo harto conocido. Busca darnos otra versión, la suya. He ahí su peculiaridad.
“Inaudible frenesí mentor de los sentimientos.” (Deseos)
(Pág. 79)
Para el poeta la felicidad lo deja sin aliento. El pasado, conciencia de la impermanencia, nos hace pensar que todo tiempo pasado fue mejor. ¿Por qué? Porque lo vivido se conserva en la memoria, espacio de la frustración y, a la vez, de reminiscencia de un tiempo considerado feliz. Sabemos que el amor, visto desde la carne, es fugaz, pasajero como todas las demás realidades de la vida. Pero el amor en sí trasciende, va y perdura más allá. No sabemos explicarlo, pero tenemos certeza de su permanencia. Por algo se dice que Dios es amor, y es que la existencia misma está impregnada de ese amor. Uno lo comprende cuando el poeta dedica ese poema último a su madre, una elegía. Un amor diferenciado del erótico. En él nos dice:
“Tengo puesto el atuendo perennidad de los humedales del hombre.
Solamente la distancia de la vida nos separa.”
(Pág. 94)
Los poemas son breves y se destacan por su economía sintáctica donde se suprimen los conectores, y con escasos signos de puntuación que rompe con el discurso convencional. Las imágenes se agolpan como una urdimbre compacta. Nada fácil para el lector común. Son recursos que no siempre comulgo con ellos. No pongo en duda su eficacia escritural. Hay algunos poemas que parecen haber sido escrito para telegrafiarse, otros tienen un tono sentencioso o aforístico. Es un poeta con conciencia de oficio. Si no me equivoco, creo que pertenece a la Generación de los 80 o al grupo de poetas posteriores, sé que nos veíamos en UASD, en Humanidades. Alude Gerardo Castillos, en el prólogo, que los poemas de Félix son antipoemas, no como los de Parra, pero son” una desviación más o menos leve del uso convencional de la lengua, la de Betances es, en gran medida, una negación de la lengua y de su esencial intención comunicativa.”(Pág. 22) Por mi parte, no me interesan esos linderos, pues la vida del poema se caracteriza por sus múltiples significados generándose como un sistema aleatorio.
Betances tienes varios libros de poesía publicados. Éste posee su encanto en tanto que nos sumerge en las metáforas de los amantes ante las batallas perdidas. Quiero terminar con uno de los poemas que, en cierta medida, resume la aventura del poeta:
“Deliran los fantasmas del deseo por las cuerdas de los días. Una oportunidad para enmendar las cicatrices abandonadas en el filo del alma. Como pastizales se levantan las plegarias en los oídos del aire. Un nuevo despertar aguarda a pesar de la inútil crudeza de la felonía.”
(Pág. 89)
Otros poemas del poeta Félix María Betances de la Nuez
Ojos del alba
Brota la maldad de algún rostro
opacando los destellos del arco.
Ominoso quejido ensordecedor
mordiendo los sentidos.
La mano de la brisa
deposita en los ojos del alba
un apacible aroma:
desvaneciendo el temor
que se arrincona en los sueños.
Misericorde el amor que se aferra:
uvas sujetando la extensión del rostro:
el viento lo humedece de azul.
Árbol de luna
Árbol de luna
Estruendo de sueño
Angustia del viento
Esferas del miedo
Correr tras las sombras
Erigirse la noche
Galopar las estrellas
Envejeciendo muros de arena
Llegar al esplendor de la rosa
Agotándose en un beso
Despertarse en los brazos
Abrir la puerta del día
Respirar la verde magia del asombro
Dormitar de las sombras
¡Ay! otrora verdor lunar
dormitando al pie de la sombra
¡Ay! el perfume, la noticia gris.
Galope de amapolas el prado
un árbol escondido en la noche;
escarabajos nocturnos poblando las mejillas.
¡Ay! la lluvia
enredaderas de piedras tejiendo las pestañas.
Abrid las ventanas de mármol
el aire abriga la mortaja de un águila.
Abrid las ventanas de mármol
se mece el alba en una telaraña.
Abrid,
abrid las ventanas de mármol.
Despertar de la frescura
Despertar de la frescura
sentir el júbilo del rocío.
No sirve de nada negarse,
un hombre
siempre será un hombre.
Llegar a los límites del polvo
una piedra cotejando soledad.
Pobre del árbol caído
no hay canto que pueda levantar
a los muertos.
Reliquias de los años
Reliquias de los años
que nunca acabamos de comprender.
Remando aún el rostro
prehistóricas tempestades.
Si estamos aquí
es porque ya nadie nos espera.
Reposo
A Pedro de la Nuez
In memorian
Acércame a tus días
tallados por el bronce
jugueteando a lo inmortal
con el ocio de las sombras.
No hay olvido que pueda despertar
la ceguera de quien duerme.
No hay retorno que duela tanto.
La lámpara de tus manos
se desvanece a gritos.
Recipiente de ecos
¡Oh! Saxofón oculto en las sombras
origen de piedra vegetal orinando las raíces,
como melodía de mal agüero.
Tocad la amargura del silencio
que se enquista en la sangre
como recipiente de ecos.
Sombras ahogando el júbilo en las sombras
pétalos expirando en la cuna del viento.
Tocadme.
Arrastro la angustia incinerando las sienes.
Dejad escurrir la voz encorvada de bronce,
palabras de sal metálica evaporando el desaliento.
Tocadme. Tocadme.
Dentro de tus ojos
A Ingrid
Dentro de tus ojos
un árbol prolonga el alba.
De este lado del mar
Mírate
Tendiendo a la mitad del ruido.
Aquella quietud de pájaros
anidándote la boca.
Palpitar soberbio escalofrío de luciérnagas.
Los ángeles inquietos no logran reposar su ira.
Ebrio fantasma retornando
en caballos de escombros.
Volver al recuerdo,
de este lado del mar.
Caminos de lágrimas atravesando el cielo.
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Félix Betances nació en Samaná, República Dominicana 17 de marzo de 1962. Cursó la carrera de Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Miembro del Taller Literario César Vallejo. Sus poemas han sido publicados en periódicos y revistas del país. Félix Betances, extrapola la imagen poética, extraída de su asombro frente a la naturaleza, fundada en una búsqueda interior y la explaya, en un discurso que sugiere a partir de su experiencia con la realidad.
El poeta imparte docencia de letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), tanto en su sede principal en la capital, como en el Centro Universitario Regional de San Pedro de Macorís (CURSAPEM), También en un colegio privado.
Ha publicado los poemarios: “Espejismo del sueño, 2009”, “Alucinación de la Mirada, 2013”
“Metáforas del deseo” es la más reciente publicación de Félix Betances
Escrito por: Víctor Bidó
El deseo es el móvil fundamental del ser humano. Es un más allá en pos de algo, y ese algo despierta la aspiración y el logro. Pero también encadena al hombre. La metáfora sería la relación entre esto y aquello. Para que surja el deseo se necesita de un objeto que impulsa al deseante a obtenerlo. De por sí no siempre logramos lo deseado y esto nos produce sufrimiento. Buda estaba en lo cierto: La causa del sufrimiento reside en el deseo. Sin embargo, sin él pastaríamos en un mismo ámbito. Dolor y deseo, uno generando al otro.
El libro de Félix María Betances de la Nuez es tentador por el objeto mismo. En este caso, el deseo está motivado por el amor de los amantes y su perdida. Esto es propio del amante abandonado, ya por el tiempo o la ruptura. Por lo general recordamos el dolor más que los momentos alegres, pero, a la vez, rememoramos éstos como consuelo para un yo nostálgico y melancólico.
“Conformarse con la fecundidad de la meditación del silencio.”
(pág. 85)
Pero este “conformarse” no mitiga la frustración. El silencio mismo es una prolongación de la ausencia. El dolor adquiere diferentes fisonomías, como sombra y plegarias que sólo oye el aire. Las metáforas son los medios de modificar el escenario interior. Una manera de pintar el sufrimiento. Estas imágenes bullen producto del deseo fallido. Para Félix las angustias del amor son llevadas al lenguaje como forma de enmascararlas. Él no cae en un sentimentalismo harto conocido. Busca darnos otra versión, la suya. He ahí su peculiaridad.
“Inaudible frenesí mentor de los sentimientos.” (Deseos)
(Pág. 79)
Para el poeta la felicidad lo deja sin aliento. El pasado, conciencia de la impermanencia, nos hace pensar que todo tiempo pasado fue mejor. ¿Por qué? Porque lo vivido se conserva en la memoria, espacio de la frustración y, a la vez, de reminiscencia de un tiempo considerado feliz. Sabemos que el amor, visto desde la carne, es fugaz, pasajero como todas las demás realidades de la vida. Pero el amor en sí trasciende, va y perdura más allá. No sabemos explicarlo, pero tenemos certeza de su permanencia. Por algo se dice que Dios es amor, y es que la existencia misma está impregnada de ese amor. Uno lo comprende cuando el poeta dedica ese poema último a su madre, una elegía. Un amor diferenciado del erótico. En él nos dice:
“Tengo puesto el atuendo perennidad de los humedales del hombre.
Solamente la distancia de la vida nos separa.”
(Pág. 94)
Los poemas son breves y se destacan por su economía sintáctica donde se suprimen los conectores, y con escasos signos de puntuación que rompe con el discurso convencional. Las imágenes se agolpan como una urdimbre compacta. Nada fácil para el lector común. Son recursos que no siempre comulgo con ellos. No pongo en duda su eficacia escritural. Hay algunos poemas que parecen haber sido escrito para telegrafiarse, otros tienen un tono sentencioso o aforístico. Es un poeta con conciencia de oficio. Si no me equivoco, creo que pertenece a la Generación de los 80 o al grupo de poetas posteriores, sé que nos veíamos en UASD, en Humanidades. Alude Gerardo Castillos, en el prólogo, que los poemas de Félix son antipoemas, no como los de Parra, pero son” una desviación más o menos leve del uso convencional de la lengua, la de Betances es, en gran medida, una negación de la lengua y de su esencial intención comunicativa.”(Pág. 22) Por mi parte, no me interesan esos linderos, pues la vida del poema se caracteriza por sus múltiples significados generándose como un sistema aleatorio.
Betances tienes varios libros de poesía publicados. Éste posee su encanto en tanto que nos sumerge en las metáforas de los amantes ante las batallas perdidas. Quiero terminar con uno de los poemas que, en cierta medida, resume la aventura del poeta:
“Deliran los fantasmas del deseo por las cuerdas de los días. Una oportunidad para enmendar las cicatrices abandonadas en el filo del alma. Como pastizales se levantan las plegarias en los oídos del aire. Un nuevo despertar aguarda a pesar de la inútil crudeza de la felonía.”
(Pág. 89)
Otros poemas del poeta Félix María Betances de la Nuez
Ojos del alba
Brota la maldad de algún rostro
opacando los destellos del arco.
Ominoso quejido ensordecedor
mordiendo los sentidos.
La mano de la brisa
deposita en los ojos del alba
un apacible aroma:
desvaneciendo el temor
que se arrincona en los sueños.
Misericorde el amor que se aferra:
uvas sujetando la extensión del rostro:
el viento lo humedece de azul.
Árbol de luna
Árbol de luna
Estruendo de sueño
Angustia del viento
Esferas del miedo
Correr tras las sombras
Erigirse la noche
Galopar las estrellas
Envejeciendo muros de arena
Llegar al esplendor de la rosa
Agotándose en un beso
Despertarse en los brazos
Abrir la puerta del día
Respirar la verde magia del asombro
Dormitar de las sombras
¡Ay! otrora verdor lunar
dormitando al pie de la sombra
¡Ay! el perfume, la noticia gris.
Galope de amapolas el prado
un árbol escondido en la noche;
escarabajos nocturnos poblando las mejillas.
¡Ay! la lluvia
enredaderas de piedras tejiendo las pestañas.
Abrid las ventanas de mármol
el aire abriga la mortaja de un águila.
Abrid las ventanas de mármol
se mece el alba en una telaraña.
Abrid,
abrid las ventanas de mármol.
Despertar de la frescura
Despertar de la frescura
sentir el júbilo del rocío.
No sirve de nada negarse,
un hombre
siempre será un hombre.
Llegar a los límites del polvo
una piedra cotejando soledad.
Pobre del árbol caído
no hay canto que pueda levantar
a los muertos.
Reliquias de los años
Reliquias de los años
que nunca acabamos de comprender.
Remando aún el rostro
prehistóricas tempestades.
Si estamos aquí
es porque ya nadie nos espera.
Reposo
A Pedro de la Nuez
In memorian
Acércame a tus días
tallados por el bronce
jugueteando a lo inmortal
con el ocio de las sombras.
No hay olvido que pueda despertar
la ceguera de quien duerme.
No hay retorno que duela tanto.
La lámpara de tus manos
se desvanece a gritos.
Recipiente de ecos
¡Oh! Saxofón oculto en las sombras
origen de piedra vegetal orinando las raíces,
como melodía de mal agüero.
Tocad la amargura del silencio
que se enquista en la sangre
como recipiente de ecos.
Sombras ahogando el júbilo en las sombras
pétalos expirando en la cuna del viento.
Tocadme.
Arrastro la angustia incinerando las sienes.
Dejad escurrir la voz encorvada de bronce,
palabras de sal metálica evaporando el desaliento.
Tocadme. Tocadme.
Dentro de tus ojos
A Ingrid
Dentro de tus ojos
un árbol prolonga el alba.
De este lado del mar
Mírate
Tendiendo a la mitad del ruido.
Aquella quietud de pájaros
anidándote la boca.
Palpitar soberbio escalofrío de luciérnagas.
Los ángeles inquietos no logran reposar su ira.
Ebrio fantasma retornando
en caballos de escombros.
Volver al recuerdo,
de este lado del mar.
Caminos de lágrimas atravesando el cielo.
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