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domingo, 9 de noviembre de 2008

La grandeza de Antonio Gala

La grandeza de Antonio Gala


La grandeza de Antonio Gala

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez

Antonio Gala en diferente escenario, fotos de archivo.

SAN PEDRO DE MACORIS, 27 de febrero de 1995.- Nimbado por el aura mágica de sus palabras tiernas y sencillas, salidas de la profundidad de sus adentros; envuelto en el misterio cautivante de su figura carismática, templada por su vasta concepción filosófica de la vida y de la muerte, nos vino la presencia solemne y gallarda; extraordinaria y majestuosa; prodigiosa, infinita e inmensa del gran Antonio Gala.

Prolifero escritor y periodista, hombre de ideas y letras universales. Español y del mundo. Pluralizado y exclusivo; para arroparnos con sus aterciopeladas palabras, hirsutas y sinceras, sin de menos y sin demás. Justas y precisas. Expresada con magistral elegancia; con suma teatralidad dramatúrgica

Con sencillez hipnótica, con fluidez y soltura sugestiva. Adueñándose del escenario, del auditorio, que quedó anonadado ante el peso moral y espiritual de este solitario hombre que pulveriza conceptos falsos y estridentes. Trepidando sin inmutarse la reciedumbre de su figura enjuta.

En cada gesto y ademanes; en cada movimiento estilístico con que le imprime fuerza a la entonación melodiosa de su discurso — conferencia, fascinante, acentúa la veneración espontánea e instantánea de un público harto de escuchar charlas y conferencias cargadas de estereotipos rutinarios, flemáticos, gastados por su manoseo y contaminados por su impureza.

Frente a él, no hay escape posible, no hay desvaríos fantasiosos ni aburrimientos. El orden esmerado de su palabra, la elegancia de su discurso concluye en un éxtasis de recogimiento y respeto. ¡Hasta aplaudirlo perturba!

Él es la palabra encantada que al escuchar (desde la primera vez) no queremos que se nos escape; que cese ese (su) aluvión de prístinas ideas, puras y sinceras.

Tan fuera de lo ordinario, de lo común; libre de las ataduras ideológicas y de los apremios políticos.

Sólo él puede estar por encima de los Sistemas y de los Estados. De los gobiernos y de los gobernados.

Es la expresión gallarda, orgullosa, soberbia, presuntuosa, arrogante y hasta jactanciosa (a él le cabe y le luce), que se subleva contra los convencionalismos fastidiosos, esquizofrénicos, que nos atrofian y limitan.

Así es la recia personalidad y el hombre social, Antonio Gala. Ese que nos trajo el Seminario Internacional de Comunicación de CODETEL, celebrado del 20 al 24 de febrero de 1995, y que concluyó con su portentosa Conferencia de clausura, y que nos trajo todo un infinito mensaje real y claro conjugado en el peculiar título, “El mito de la libertad”, Por eso nos conceptualizó con honestidad, sin ambages ni miramiento, “el hombre no tiene libertad auténtica”.

En efecto, Antonio Gala dictó una impresionante Conferencia con el tema “El mito de la libertad”, en el referido Seminario dedicado a Don Rafael Herrera.

En ella afirmó la carencia de libertad en el hombre, su condición de sometido a valores y patrones falsos e irresponsables.

“No somos más que seres intercambiables galopando hacia la frustración y la locura”, dijo.

Este apasionado cultor de la soledad nos denuncia con crudeza filosófica los andamiajes intrínsecos que se dan en la multimillonaria publicidad y propaganda comercial y política, que nos aleja de la real libertad y nos convierte en seres idiotizados, engreídos, vanidosos, fastuosos, ridículos, rindiéndoles culto a la riqueza, el consumismo y al morbo. Seres atrapados por “frases, pensamientos y opiniones pre-fabricadas”.

Sólo un alto intelectual con la vasta erudición teórica y conceptual, con criterios firmes, como Antonio Gala, nos puede enriquecer y motivar al proporcionarnos estos criterios de un alcance revolucionario de tan vasta dimensión. Es el discurso de un filósofo y un humanista que vino a transmitirnos su energía de cambio; a enseñarnos la auténtica verdad, esa tan celosamente ocultada con argumentos tejidos interesadamente por quienes se han propuestos “descerebrarnos”.

Gala no es un improvisado. No es un visionario fanatizado catapultador de sacrificios y acciones heroica. Su vuelo ha sido dialéctico.

Es la resultante de un intrincado proceso cáustico y reflexivo. Raúl del Pozo nos dice de él que le enseñó a España a ponerse los pantalones.

“Es Antonio Gala, la moneda de un dios arrogante con dos caras, una oculta, pesimista, que dice “no”. No a la OTAN, no a la video-guerra, no a la corrupción.

Hay otro Gala, anarquista comprensivo, que dice “sí” al amor y a la libertad, con un estilo lírico, Juan-romoniano de sensibilidad latina y andaluza”.

“Es narrador poeta, dramaturgo, conferenciante, de conciencia moral muy despierta, cuando comenta la política es burlesco, gallardo, cáustico.

Cuando trata de los sentimientos y de los paisajes, la melancolía o la muerte, lo hace con precisión del hombre que ha vivido todas las pasiones.

Pero en los dos Galas, en el agitador y en el poeta, encontramos sobre todo esa belleza conmovedora, que ha sabido conectar con la sensibilidad contemporánea que lo ha erigido como ídolo…”. Dice.

Así, a grosso modo, nos describe Pozo a este formidable pensador español y universal nacido el 2 de octubre de 1936. Licenciado en Filosofía y Letras, Derecho y Ciencia Políticas y Económicas. Con gran vocación cultural y literaria, que ha cultivado todos los géneros literarios: ensayo, novela, poesía, teatro, periodismo, conferencia, guión televisado y cinematográfico.

Autor de Enemigo Íntimo (1963), Los Verdes Campos de Edén ( 1963), ganador del Premio Nacional de Teatro, Soneto de la Zubia, Testamento Solsticio de Invierno, Si los Padres Hablaran, Anillos para una Dama ( 1973); Las Citaras Colgadas de los Árboles ( 1974); por Qué Corre Ulises? ( 1975); Petra Ragalada (1980); Carmen, musical estrenado en 1968, etc.

Se le debe también el libreto de la ópera Cristóbal Colón y adaptaciones teatrales de Claudel, Albee y Ocasey.

Sus obras han sido traducidas a las lenguas más importantes. Con su primera novela, El manuscrito Carmesí, ha obtenido el Premio Planeta 1990.

El  Gala humanista y poeta más que comprender al género lo evalúa; trata de rescatarlo del vórtice de la tecnología nociva e inhumana.

Lo reconoce como un todo particular y general, con sus alti-bajos y proceso de etapa en la vida “la más solitaria”, “en que es pura esperanza o pura desesperación”.

En el alto vuelo de su palabra, de su mensaje gratificante que reconforta y reivindica las ansias libertarias del hombre, nos traza las pautas de la auténtica liberación. Esa que no es cupón ni trama.

Nos orienta hacia la vía de la salvación, de la “libertad auténtica”, la que debe apoyarse en la “personalidad verdadera e irrepetible en cada ser humano”.

Nos plantea que el hombre se reencontrará consigo mismo y con la Naturaleza en cuanto Naturaleza deba ser obedecida y no aniquilada. “De esta forma el trabajo se convertiría en un acto de creación, no en un castigo”, dice.

“De esta forma, el amor llegará a ser lo que es: una unión con el otro, una afirmación del otro en uno y viceversa, no en una eliminación de nuestros nombres personales, sino en una captación de ellos”.

Es esta la síntesis meridiana, sucinta y elocuente de su magno pensamiento poético, filosófico y humanista.

Gala viene a ser quizás un Krishnamurti, ese otro estupendo pensador espiritual y humanístico que nos diferencia claramente la verdad de la realidad, y nos enrumba por la delicada pendiente de la reflexión y la meditación, para que procuremos el auto liberación auténtica frente a una realidad social traumática y contaminada por la descomposición.

Y es que la privilegiada condición de poeta de Gala  le permite ese nivel único de superioridad humana, le permite ser dios para encontrarse con el auténtico Dios.

El desmitificado de los dogmas mitológicos y los ritos estúpidos como absurdos. El Dios libre de contaminación y de ataduras espuria.

El que nos brinda la auténtica libertad, surgida del rescate de nuestra voluntad. De la justipreciación de nuestra peculiar condición humana.

La que nos separa diametralmente de las ideologías fosilizadas; de los tabúes anquilosantes. En el encuentro del camino que nos matrimonia con fuerza de luz con la Naturaleza, la única Madre de todas las creaciones. He aquí la profundidad de la impronta de Gala. El vuelo indetenible de su infinito pensamiento.

Con Krishnamurdi aprendimos que además de los principios activos del hombre como el temor y el placer, existe el del sufrimiento. Y con Gala podemos objetivizar que la libertad que nos viene de afuera, no de nuestra intimidad reflexiva, es un mito. Una prisión.

“Y que cuando mayor sea la pérdida de identidad, más profunda y más honda será la exigencia de servidumbre. Porque el hombre actual se pregunta, si no soy lo que los otros piensan, que seré? Nadie, nada”

He aquí su anatema cautivante contra la inversión humana y social. El sello gomigrafo de su mensaje revolucionario y subversivo, que se enfrenta a la ideología de la mediocridad, del miedo y los dogmas. Al conservadurismo clerical y religioso y al radicalismo insensato y fascista.

Al socialismo caricaturesco y desalmado y al capitalismo inhumano e individualista. Al colectivismo forzado y a la violencia irreflexiva y emocional.

Gala, el inmenso Gala, apóstol de la legítima libertad, esa que ha sido malograda en los foros internacionales rindiéndoles culto a los egos torcidos de la bestialidad humana.

Con Gala negamos los insípidos criterios conceptuales carcomidos por la barbarie. Con claridad, valentía y seguridad nos orienta para que tremolemos nuestra voluntad adormecida, indecisa y vacilante. “Para que trabaje y se instale libremente en la vida y produzca sus beneficios”.

Cual cirujano introduce el bisturí en la profundidad del sentimiento personal para extirpar el cáncer expresado en la falsa libertad; la impuesta por las bayonetas y las bombas. La construida en hoteles de lujos y brindis publicitados.

Nos predica la auténtica libertad: la que debe surgir de la emancipación de nuestro interior; de nuestra propia liberación espiritual; la que debe surgir del amor por la humanidad y por la madre Naturaleza.

Con él iniciamos el camino para procurarnos un auténtico camino luminoso, negando la libertad surgida de los genocidios y los holocaustos. Esa que nos proporciona esta bárbara sociedad conducida por orangutanes.

La exposición clara de su palabra hecha conferencia electrizó a todo el gran auditorio que nos dimos cita en el confortable y amplio salón Anacaona del Hotel Jaragua, en Santo Domingo, convidados por el Seminario Periodístico Internacional de CODETEL.

Y no era para menos; vertió su palabra sin ningún desperdicio propia de un hombre de dimensiones cósmicas, como él.

Caló y penetró el hondón del alma humana. Soliviantó nuestra conciencia adormecida y endrogada por los invertidos mensajes pre-fabricados por los actuales regentes del mundo.

Su palabra nos estimula a luchar contra el odio y la deshumana competencia consumista.

Antonio Gala no es un nuevo Mesías pero si el portador de un rectilíneo mensaje crítico, hermoso y dulce que nos llena de satisfacción humana.

En él se manifiesta una propuesta clara y profunda de libertad y de amor.

Es la voz apasionada de un heraldo iluminado que carga con vehemencia contra el muro de la oscuridad para que resplandezca la luz; para que se abra paso la esperanza.

Y habrá libertad sin cadenas ni condiciones: sin convencionalismos ni cumplidos hipócritas. Sin precios en oro ni especies materiales. Sólo conquistada con la práctica de la moral y de la decencia. Con el respeto por la condición humana.

Esa libertad de la que nos habla Gala surgirá para quedarse siempre. Así será. Así lo desea la humanidad.

Nota al pie: este ensayo de crítica literaria se publicó primeramente en el periódico provincial-regional Macorix, página (7) siete, edición segunda quincena de febrero de 1995. Y publicado en la página Web, LOS INVITADOS DEL JARDIN, de Antonio Gala y en Poemas y Relatos, en la Web Derivas Charles Baudelaire y en viejoblues, entre otras muchas  páginas Web





 

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