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viernes, 7 de noviembre de 2008

El pensamiento Cousteau, orientando la conciencia por la vida


El pensamiento Cousteau, orientando la conciencia por la vida

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez

SAN PEDRO DE MACORIS.- Solo el respeto público universal de su acerada conducta y pureza de sentimiento, puesto a prueba, posibilitó que se erigiera en cristalina figura de vanguardia para conducir la exigente lucha por la preservación de la vida de todas las especies posibles.
En medio de la contaminación e inmundicia que flagela el rumbo humano. En medio de la absurda cultura del consumismo alegre y el individualismo impertinente, sórdido e inhumano levantado como estandarte a seguir por un conglomerado humano hostigado y atrapado por el bombardeo publicitario que incita a la inmoralidad y a la destrucción de los valores éticos.


En medio del predominio de egoístas y morbosas pasiones protagonizada a despecho de la solidaridad humana, con un discurso fresco, sencillo, claro, responsable y directo; nos viene el recuerdo, como eje inspirador y guía orientador, de la portentosa, gallarda y esbelta figura del Comandante Jacques Cousteau, ciudadano de Francia y del mundo; oceanógrafo, medio ambientalista y conservacionista, quien por décadas desarrolló una ardua labor en aras de la preservación de la vida de los océanos, mares y ríos del mundo: luchando infatigablemente por que se le respete su vida interior y sus entornos, para hacer de la vida algo más sustancioso, dulce y bello.


Para el Comandante Jacques Cousteau el medio ambiente marino, acuífero y atmosférico tenía un significado e importancia trascendental en la vida de la Tierra, fuente de las demás razones de vida. Para Cousteau la vida del hombre debería ir acompañada con el respeto hacia las demás especies; especies que nacieron millones de años antes que el hombre.

Con ahínco apasionado denunció contundentemente a las multinacionales y transnacionales, a las naciones industrializadas y todopoderosas que irreflexiva y despiadadamente lanzan olímpicamente sus desechos radiactivos y tóxicos en los océanos, mares y ríos del mundo. Cousteau sin caer en la cursilería burguesa ni en el teoricismo dogmático y tautológico, tan en boga en estos tiempos, nos hace sentir su voz clamando y reclamando incesantemente respeto por todas las formas de vida posible.

Con amplio sentido realista pronunció discursos y conferencias conservacionistas en diferentes latitudes del mundo orientando a la sociedad mundial para que haga conciencia de la gravedad del curso destructor por el que se ha encausado la civilización actual. Luchó por la biodiversidad de la vida del planeta Tierra en todos los sentidos con desvelo y alta vocación de servicio y dedicación.

Sin aspaviento vocinglero nos previno contra la catástrofe para que salvemos nuestro amado Planeta Tierra del desastre ecológico. De la hecatombe total. Nos orientó e indicó por donde deberíamos transitar sin lacerar traumaticamente a las demás especies que nos acompañan en la vida, contribuyendo para que no nos convirtamos en simple cenizas o amasijos de escombros.

Era nuestro Jacques Cousteau todo un extraordinario hombre con un pensamiento certero y lúcido. Un acucioso y profundo investigador de los océanos, entregado sin pausa a una práctica tendente a que salvemos todos los géneros de vida posible. Con su altruista conducta nos marcó el sendero para que nos reencontremos con la dignidad de la vida.

El grande hombre que fue Cousteau, a posterior a su deceso, prosigue su avance sosteniendo la antorcha de la razón para que salgamos del túnel pesaroso en que nos ha sumergido el modernismo implacable y la competencia industrializada. Con él; con Cousteau, caminamos por la ruta del rescate de la flora, la fauna, el ecosistema, la biodiversidad de la vida, el medio ambiente, garantías indispensables para disfrutar de una vida plena en salud en todas sus manifestaciones.

“La humanidad ha causado, probablemente, más daño a la Tierra en este siglo que en toda la historia previa del género humano”, expresaba nuestro querido Cousteau, en entrevista que concedió a Natahan Gardels, y que fue recogida en nuestro país por el matutino Listín Diario. En la misma explayó su preocupación por el crecimiento anárquico de la población, que marcha descontroladamente sin metas ni objetivos claros.

Conciente del alcance funesto de esta situación, advirtió que “Hoy día viven en la Tierra 5,600 millones de personas. En menos de 55 años, para el 2050 habrá 10,000 millones.

El radical aumento del consumo que generará la necesidad de atender este desorbitado crecimiento producirá una presión casi fatal en los recursos de la Tierra”. Estas afirmaciones muestran el desvelo del pensamiento Cousteau por la capacidad de vida de la Tierra, evidenciando con ello la magnitud de su preocupación y la necesidad de que tomáramos en cuenta sus ideas en pro de la vida.

Ya no es sòlo la rápida eliminación de la capa de ozono lo que nos conduce hacia tiempos horribles y traumáticos sino la falta de conciencia cultural para conducirnos adecuadamente en procura de las formas naturales de alimentación y subsistencia.

El afán desmedido por malograr la vida ha estado yuxtapuesto a determinados estadios de conceptos políticos y filosóficos. El mismo Cousteau lo visualizó cuando señaló que ni siquiera la planificación comunista, utilizada como la mejor forma de existencia y preservación pudo encontrar el camino del rescate por la vida. Al respecto nos dice, “un sistema centralmente planificado no podía competir con las demandas del mercado”.

En efecto, es en la demanda de un mercado cada día más exigente en que se encuentran las bases que nos conduce al desastre total. La demanda impulsada por la cultura del consumo alegre y anárquico es lo que lleva a la humanidad al deterioro de la vida. La cultura del consumismo descontrolado, caótico, prevalece como símbolo de poder social.

Cousteau considera “que es un trabajo de la sociedad y no del individuo el controlar el consumismo destructivo”. Denunció que el “sistema de mercado está llegando a preocuparse cada vez más por cosas que no existen que por las que existen realmente. Los derivados financieros que son, esencialmente, especulación sobre especulación epitomizan la distancia que existe entre el mercado y la realidad. La corteza de hielo polar, para poner un ejemplo, se está derritiendo ahora como consecuencia del calentamiento general de la Tierra...”.

El consumo por el consumo se ha convertido en la razón de existir de las sociedades de hoy. La acelerada y protagónica competencia individual del género humano gastando desenfrenadamente, cual impulso psicológico.

No importa su precio en vida humana, animal o cualquier tipo de especies. No importa que se allane el camino al desastre. El pensamiento Cousteau cree que por medio de la educación hacia los jóvenes valores humanos podríamos hacer conciencia y detener la tragedia. “Nuestras esperanzas descansan en la juventud y en la educación”.

No todo está perdido. Es verdad que vivimos el predominio de la inversión de valores y que la prisa por llegar nos limita la capacidad de razonar con frialdad y detenimiento. “Los estudiantes de hoy están presionados hacia la rampa social de pensar a corto plazo”, nos indica el comandante Cousteau.

Creyó con alto sentido de conciencia humana que las sociedades y el hombre podrán despertar de este letargo olímpico del inmediatismo. ¿Es posible?... Quienes dirigen el mundo de hoy se muestran indolentes e insensibles; para ellos sólo hay espacio para saciar sus egos torcidos y satisfacer sus caprichos inicuos.

Sí, hoy se atenta alegremente contra la vida humana sin ningún reparo ni miramiento, con mucho más facilidad se puede eliminar la vida ecológica, animal o del medio ambiente. No hay nadie que detenga este gangrenado progreso involutivo, expresión elocuente de nuestra mediocridad y atraso.

Estamos en tránsito hacia la destrucción de todas las formas de vida. Al parecer ello constituye la única motivación de existencia de los que hoy, por designios de las circunstancias históricas, conducen los destinos del mundo.

No obstante este cuadro desgarrador y dantesco, esta disposición por destruir, el mensaje de Cousteau solivianta los criterios calenturientos y nos brinda la posibilidad de volver sobre nuestros pasos y detener esta carrera galopante por protagonizar el exterminio y la barbarie.

¡Hay que salvar a la Tierra porque con ello nos salvamos todos! Tremolemos con entusiasmo las ideas salvadora de Cousteau y hagamos una humanidad más humana y conciente de su presencia en el Cosmos planetario.

Por la vida, por todas las formas de vidas posibles, abracemos el pensamiento Cousteau y con ello le demos valor eterno a la vida. A toda la vida del planeta Tierra.

Nota. Este trabajo ensayo fue publicado en el periódico semanario El Coloso de Macorix, en su edición correspondiente al 11 de Febrero del año de 1997, en su página cinco (5.) En el internet varias páginas web de Europa y Sur América lo han reproducido

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