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sábado, 20 de abril de 2019

Critica al “Bestiario dominicano” de Giovanni Di Pietro


Desatinos de Giovanni Di Pietro.-

Por: José Carvajal
Publicado: Miércoles, 25 Mayo 2016

República Dominicana,.- 20.- abril.- 2019.- El primer desatino de Giovanni Di Pietro fue no poder explicar el título de “Bestiario dominicano”. Un libro como ese no debió quedarse en la práctica de parafrasear del diccionario o wikipedia el significado de la palabra “bestiario”, como parece que ocurre en la «Nota del autor». Eso constituye una falacia ridícula que empaña cualquier buena intención. Confieso que en principio pensé que se trataba de un trabajo “crítico” serio, pero lamentablemente no logra alcanzar el nivel de un académico de fuste.

Un libro tan pretencioso como “Bestiario…” tampoco se arma de retazos ni sobrantes («…con el paso del tiempo, mucho del material que pensaba incluir lo fui parcelando en las diversas publicaciones que iba dando a la luz. De ahí que, una vez decidiera eliminar los pocos ensayos no relacionados que me quedaban, en esta versión aparezcan exclusivamente los que tratan de la novelística»). En realidad, lo que se espera de Di Pietro es un trabajo sesudo, profundo, y una organización esquemática que se corresponda con los títulos de su investidura académica, aparte de los temas, las técnicas narrativas, las tendencias discursivas y la cantidad de novelas que comenta, algo que hace algunas veces en calidad de crítico y otras como articulista con deficiencias en la redacción. En otras palabras, una obra que pretenda echar una mirada crítica a más de una veintena de novelas exige un cuidado integral, además de reflexiones históricas, literarias, y hasta filosóficas.

Cuando Di Pietro dice que el título de su libro «de ningún modo debería ofender o desconcertar a nadie», es porque ya él mismo había sospechado que podía suceder lo contrario; es decir, “ofender” y “desconcertar” a todos. Quizá la agresividad del título resalta más por el hecho de que se refiere a obras de un solo país y no a la panorámica de una determinada región o continente. Todos los novelistas tocados por Di Pietro son dominicanos, por lo tanto, lo de “bestiario” puede resultar ofensivo y discriminatorio.

Ante esa posibilidad, Di Pietro intenta justificar que en su libro «el término "bestiario" no tiene nada que ver con los autores que se incluyen; tiene que ver, más bien, con las obras analizadas. Este "Bestiario", entonces, es algo así como esas enciclopedias comunes en la Edad Media en las cuales se describía todo tipo de animales exóticos».

Parte del problema está en el “metamensaje”, porque creo que en ninguna de las novelas comentadas aparecen “animales exóticos”.

Otro desatino de Di Pietro es que por alguna razón se empeña en «ayudar a que esa novelística [que él llama nacional] crezca en el aprecio de los lectores». Eso es utopía. Hasta la fecha nadie ha podido explicar por qué un libro gusta más que otro, aunque el primero desborde perfección y el segundo sea un desastre. Camila Henríquez Ureña lo dice mejor: “[…] en materia de lectura a nadie se puede dar normas absolutas; solo se pueden ofrecer ideas y sugestiones. Esto es así porque si se quiere que la lectura sea fructífera debe respetarse en el lector la libertad de apreciación”. Y eso es lo que menos hace Di Pietro al querer imponer pautas de escritura y apreciación no solo a los autores sino también a los lectores de novelas dominicanas.

A mi juicio, ya que se trata de ensayo, el catedrático Di Pietro debió explicar en su «Nota del autor» el porqué escogió las novelas que aparecen en su “Bestiario…”; ¿cuáles son los vasos comunicantes entre unas y otras?, ¿cuáles son los tipos de novelas comentadas?, ¿qué representa cada una de estas obras en lo que él mismo llama la “novelística nacional”?, ¿qué hace nacional a una novela?, ¿cuáles o cuántas generaciones están representadas en estas novelas?, ¿cuál es el lugar que ocupa dicha “novelística nacional” en relación con América Latina y el Caribe?, ¿qué diferencia existe entre las novelas de autores que tienen más de 40 años novelando y los que apenas entran en contacto con el oficio de novelizar?  En fin, una serie de inquietudes que “ayuden” principalmente a fortalecer el respeto que algunos tienen por Di Pietro y su resonancia de crítico implacable, y que oriente al lector común a entender esa narrativa dominicana que tanto obsesiona al académico de origen italiano.

La falta de respuestas a todas mis interrogantes me hacen considerar “Bestiario dominicano” como un libro sin objetivo claro. ¿Cuál es la propuesta del autor? Ninguna, porque a pesar de la «linealidad de método» y la «verticalidad de propósito» que se atribuye el propio Di Pietro, este es un material que carece de importancia. No le sirve de nada a la misma academia a la que pertenece el exponente; no sirve para orientar al extranjero que se interese en las letras dominicanas; no sirve para promocionar a los autores incluidos; y por último, no sirve ni siquiera de guía para el lector vernáculo, a cuyas manos van a parar todas las sandeces que derivan de la desesperación y falta de profesionalismo que siguen convirtiendo nuestra literatura en una tormenta de paja y hojarasca.

http://elcolosodemacoris.com/web/?p=37848

Giovanni Di Pietro: Yo diría que soy un satanás sin cuernos y sin rabo


Dice que muchas de las novelas actuales  se han quedado  dentro de la novela erótica

Tomado del Listín Diario  de 2015/05/15/.

Giovanni Di Pietro: Yo diría que soy un satanás sin cuernos y sin rabo

Escrito por: Néstor Medrano.- Listín Diario

República Dominicana,.- 20.- abril.- 2019.- Su sinceridad intelectual lo llevó al desgarro de la piel de la generalidad de los escritores que fueron mencionados, no por ellos, sino por sus obras, en las ácidas críticas a la novelística dominicana que Giovanni Di Pietro hizo desde los periódicos donde tuvo acceso para desarrollar sus publicaciones y por supuesto, en sus libros.

Es un reconocido investigador, que vivió y probó los sinsabores del mundo literario dominicano y hay quienes opinan que se creó muchos frentes, en un medio donde el elogio y la complacencia, a más de la crítica suave o el comentario amable, marchan junto a la vanidad y al ego súper engolado de creadores ciertos…y falsos.

Al hablar un poco de la “satanización”, de la cual fue objeto, por parte de los escritores dominicanos que no reaccionaron bien ante sus críticas, dice  “que soy un Satanás sin cuernos y sin rabo”.  

Tiene sus ideas sobre lo que se está haciendo en términos literarios en el país, al grado de afirmar  que la mejor novela dominicana no se encuentra en el presente,  como asegura se piensa, sino en el pasado. Esto quiere decir, según plantea, que la gran novelística nacional empieza en el siglo XIX y llega a principios de los años sesenta; de ahí en adelante, sólo decae.

    “Una peculiaridad de los novelistas dominicanos es que casi nunca han elaborado una auténtica obra narrativa que tratara de ver el devenir de la nación e hiciera una crónica de ese devenir. Hay obras aisladas que se elevan a un nivel alto y que se han quedado en la historia literaria sin problemas. Hablo de Enriquillo, de Engracia y Antoñita, de La sangre, de La Mañosa, de Bienvenida y la noche. Son pocas, pero son obras que han hecho historia literaria de manera indiscutible”, puntualiza.

También opina sobre el quehacer literario de la mujer y dice, en relación a las novelistas actuales, que “no he quedado muy impresionado por su producción”.

  “Muchas de ellas se han quedado dentro del molde de la novela erótica. Lo que quiere decir que sólo han hecho pornografía, pero pretendiendo que sea una literatura de tipo feminista”, señala.

 Esta es una entrevista, en la que Giovanni Di Pietro lo expresa todo, sus juicios críticos, sus señalamientos sobre autores jóvenes que lo decepcionaron y sus creencias sobre la identidad dominicana, a continuación, el diálogo:

A Giovanni Di Pietro muchos lo conocimos en términos literarios por sus estudios críticos sobre la novela dominicana, de estos estudios críticos surgieron fuertes controversias y autores dominicanos lo satanizaron desde entonces, ¿todavía tiene los mismos criterios sobre los valores de la novela dominicana?

Yo nunca he tenido una opinión negativa acerca de la novela dominicana, como muchos creen y se obstinan en repetir hasta el cansancio. Simplemente he dicho desde el principio que hay novelas que valen la pena y otras que no lo valen. Entre las últimas hay un número conspicuo que está compuesto de puros desastres, sea porque el novelista no sabía lo que estaba haciendo o porque quería dar gato por liebre.

Los novelistas, especialmente los más jóvenes, se quejan conmigo por una tesis que tengo y que sigo sustentando y que está fundamentada sobre la lectura cuidadosa de las obras que componen la novelística nacional, la cual dice que la mejor novela dominicana no se encuentra en el presente, como se piensa, sino en el pasado. Esto quiere decir que la gran novelística nacional empieza en el siglo XIX y llega a principios de los años sesenta; de ahí en adelante, sólo decae. Es que los novelistas de antes era gente bien formada, que leía y que tenía una cultura. Los que vinieron luego empezaron a improvisar en términos formales y se perdieron por un tiempo en la novela experimental. Imitaron lo que venía de afuera sin considerar si aplicaba y cómo a la realidad del país. De ahí que existen cosas horribles que se justificaron como obras experimentales u obras que supuestamente estaban al día, como las novelas que se inspiraron en el marxismo y en el existencialismo. El autor no sentía con sinceridad ni una ni otra cosa; sólo repetía lo que se hacía en el extranjero y el resultado no podía ser otro que una novela sumamente mediocre y de contenido aproximativo o falso.

Como es obvio, esto no quiere decir que no aparecieran novelistas que sí sabían lo que estaban haciendo y se esforzaran en escribir obras de valía. Toma el ciclo de la “novela bíblica”, por ejemplo. Esa fue una verdadera novelística de altura que reflejaba la realidad inmediata en lo político, lo social y lo moral con relación a lo que ocurría en el país a finales del régimen y a su caída. Es una clase de novelística que tenía futuro, que prometía. Sin embargo, después de esas cuatro obras de Marcio, de Ramón Emilio y de Deive, por alguna razón, todo se fue a pique. Marcio se perdió en la experimentación; Ramón Emilio se calló, y Deive se dedicó a la novela histórica vista como mera reconstrucción de un período o como evasión. O sea, que esas obras no tenían nada que ver con la actualidad candente, que es lo que siempre hace una buena obra.

Una peculiaridad de los novelistas dominicanos es que casi nunca han elaborado una auténtica obra narrativa que tratara de ver el devenir de la nación e hiciera una crónica de ese devenir. Hay obras aisladas que se elevan a un nivel alto y que se han quedado en la historia literaria sin problemas. Hablo de Enriquillo, de Engracia y Antoñita, de La sangre, de La Mañosa, de Bienvenida y la noche. Son pocas, pero son obras que han hecho historia literaria de manera indiscutible. A Cestero podemos considerarlo como un novelista que realizó una obra, si ponemos todas sus novelas juntas. Igual ocurre con Ramón Lacay Polanco, el único que logró escribir novelas existenciales con sentido en el país. Un novelista que tiene una obra es Marcallé Abreu. Es una obra unificada que trata de los cambios políticos, sociales y morales en la sociedad dominicana desde los años setenta hasta el momento. Marcio también tiene una obra. Pero él siempre saca a relucir el cuentecito de Villa Francisca, y prácticamente está contando la misma historia en cada una de sus novelas; claro está, cambiando los personajes. ¿Qué ha ocurrido en la RD desde la caída de Trujillo? Es raro que Marcio entre en ello, y, si lo hace, no es lo que transciende en su obra. Lo que transciende es el tema harto común del trujillismo-antitrujillismo. Lo que quiere decir que su obra no tiene una efectiva unidad. No la tiene porque le falta un propósito claro; yo diría, un mensaje de carácter nacional.

Que se entienda, esto no significa que estoy atacando a Marcio. Ha hecho un trabajo de mucho mérito que siempre le he reconocido. Es que simplemente tengo una debilidad con sus primeras novelas, Judas y El buen ladrón. Lo que digo de Marcio puedo decirlo también de otros novelistas, como Ramón Emilio, por ejemplo, o como Andrés L. Mateo. Entiendo que tengo derecho a esta opinión, pues con ella no estoy atropellando a nadie personalmente; sólo estoy explicando lo que para mí funciona desde mi perspectiva como lector de la novelística del país. El problema es que los novelistas se molestan con estas ideas mías porque confunden lo que es un juicio crítico con un ataque a su propia persona. Mi satanización, como tú lo dices, sale de ahí. Pero yo diría que soy un Satanás sin cuernos y sin rabo.  

¿Cree que ya existe una novela dominicana, o todavía no logran los autores dominicanos el soplo vital que les dé la forma y el fondo para concebir un buen producto literario?

Una novela dominicana existe, pero es una novela del pasado, como explico más arriba, no del presente. Ningún novelista puede lograr un “soplo vital”, si no se identifica en lo profundo con los problemas de su país, problemas políticos, sociales y morales; o sea, si no trata de reflejar en sus obras lo que está ocurriendo con el pueblo y la nación. Para mí, los novelistas dominicanos, especialmente los más recientes, no hacen eso ni sueñan siquiera con hacerlo. Son como avestruces. Ante el descalabro vigente, esconden su cabeza en la arena. Esto no ocurría en el pasado, ni siquiera durante la dictadura de Trujillo. En ese periodo o el novelista criticaba abiertamente al régimen, como en el caso de Requena, en Cementerio sin cruces, y de Pérez Cabral, en Jengibre, o lo hacía por debajo, de forma críptica, como en las obras de González Herrera y Marrero Aristy.

En la actualidad vivimos bajo la tiranía del sistema neoliberal. Entonces, ¿dónde diablos están los novelistas que cuestionan esa tiranía y que denuncian sus innegables crímenes? ¿Quién entre ellos seriamente objeta la corrupción rampante y la inmoralidad que se ha apoderado de la gente en todos los estratos sociales? Aquí y allá aparece alguna novelita que pretende que lo está haciendo, pero de eso se trata, de una novelita que sólo pretende hacerlo. Esto no es lo mismo que enfrentarse con el problema directamente y en lo profundo. De los sesenta a los ochenta, los novelistas dominicanos se dedicaron a tratar un solo tema, el del trujillismo-antitrujillismo. A lo largo de los años noventa, una vez se descubrió la novela erótica, especialmente por parte de las novelistas, no hicieron otra cosa que hablar de coitos, sexo oral y masturbaciones. Mientras tanto, el país se caía  a pedacitos y la gente huía en yola a Puerto Rico. Después de los noventa llegó la novela “light”, y ese es el estólido sendero que la novelística dominicana sigue hasta el momento. La novela “light” no tiene nada de literario; es puro entretenimiento, y lo que se busca es reproducir las más estúpidas tonterías en que el mundo actual se complace. Lo que el novelista “light” quiere es proyectarse en el imaginario de la farándula, aparecer en los programas de televisión y contestar preguntas preparadas de antemano por cretinos que no saben ni siquiera qué es literatura.

Son poquísimos los novelistas que han tratado de romper con este molde, y lo han hecho con mucho trabajo y sacrificio, exponiéndose irreparablemente al aislamiento y al ostracismo. Marcallé Abreu es un ejemplo de lo que digo, y esto aunque le dieran el Premio Nacional este año. ¡Cómo si ese premio tuviera algo que ver con la calidad literaria! Es más bien un premio social que, aparte de darle al escritor algún respaldo en términos de notoriedad, quizás a lo sumo le resuelva algún problema de deudas para pagar un carro o el colegio de los hijos o el apartamento donde vive.

Mucha ha sido la discusión sobre la calidad literaria de los escritores dominicanos, entre los novelistas que ejercen el oficio hay mujeres que publican con cierta asiduidad, ¿son las mujeres las que mejor están ejerciendo el oficio de novelistas?

De nuevo, tradicionalmente las mujeres novelistas eran muchas veces mejores que los hombres. Sueña Pilarín, de Abigaíl Mejía, por ejemplo, vale por muchas novelas escritas por hombres. Caña Dulce, de Marrero de Munné, La Victoria, de Carmen Natalia, y El caballero de la ciudad, de Ludin Lugo, son obras poco estudiadas y generalmente relegadas al olvido simplemente porque fueron escritas por mujeres. Hasta las novelas de Francasci, del todo olvidadas, en muchos aspectos ofrecen más que ciertas novelas escritas por hombres. Como mínimo, estas obras están muy bien escritas y expresan sentimientos y una gran preocupación por temas que son válidos desde la perspectiva nacional y universal. El caballero de la ciudad, por ejemplo, no se limita a la reproducción de la gastada antítesis trujillismo-antitrujillismo, y eso aunque vaya trazando en su trama el desarrollo de la historia del país desde el comienzo de la dictadura hasta su final. 

Con relación a las novelistas actuales, no he quedado muy impresionado por su producción. Muchas de ellas se han quedado dentro del molde de la novela erótica. Lo que quiere decir que sólo han hecho pornografía, pero pretendiendo que sea una literatura de tipo feminista. El feminismo no es más que una ideología, y si la novela de inspiración trujillista o marxista, por ejemplo, era algo reprobable porque nada más reproducía un esquema ideológico absurdo, la novela inspirada por el verbo feminista, quedándose en la mera fase pornográfica, es tan nefasta como los otros dos tipos. Para la novela feminista, el hombre es siempre un sucio abusador; un sujeto que, aunque se crea gran cosa, ni siquiera es capaz fisiológicamente de experimentar, como la mujer, un orgasmo pleno. Todos los hombres que aparecen en estas novelas no son más que zánganos, tontos útiles que las mujeres sólo usan cuando les conviene y desechan sin pensarlo dos veces. O sea, que estamos hablando de fantasías de gente sexualmente reprimida, de cuarentonas dejadas atrás que buscan en la literatura alguna revancha contra los hombres.

¿Por qué Joaquín Balaguer en un ensayo crítico y no Marcio Veloz Maggiolo, Juan Bosch o Manuel del Cabral?

Mi libro Joaquín Balaguer: sin elogios ni condenas no es, en esencia, un ensayo crítico; es la recopilación de varios ensayos sobre aspectos de su obra literaria sin una clara unidad. Yo no doy para elaborar ensayos críticos largos y exhaustivos. Prefiero el ensayo corto y acerca de un tema específico. Es así que funcionan todos mis libros de crítica. Son recopilaciones de ensayos donde analizo ciertas obras o ciertos temas. Por eso, los ensayos que conforman ese libro sobre Balaguer son ensayos escritos en diferentes períodos y según  el interés que tenía en ese momento.

Con relación al porqué  de mí interés por la obra de Balaguer, que es lo que tu pregunta implica, diría que tengo una natural atracción hacia figuras que están olvidadas o que por alguna razón no encajan bien en el canon literario prevaleciente. A mí me interesó la obra de Balaguer por esta segunda razón. Vi en él como literato a una figura que todo el mundo, todo el mundo que no fuera uno de sus aduladores incondicionales, despreciaba. No es un poeta, se decía. O algunos sostenían que Los Carpinteros era una novela excelente. Eso hizo que me interesara en él para averiguar por mi propia cuenta si esas opiniones eran verdaderas. De ahí salieron los ensayos de análisis realizados.

Después quise entender el porqué del odio que se le tenía. Por qué se hacía de todo para estigmatizar su figura.  Mis ensayos acerca de Los que falsificaron la firma de Dios, de Sención, y acerca de Yo y mis condiscípulos fueron una manera de enfrentarme a este asunto. En el ensayo sobre la novela de Sención, yo no critiqué a ese novelista por sus ataques contra Balaguer, sino más bien por la manera trivial en que lo hizo. Que después los acólitos de ese mandatario, dentro de un ambiente de fuerte reyerta política, interpretaran mi ensayo como una defensa de su ídolo, o que los partidarios de la obra de Sención me consideraran un calumniador del novelista, ya eso estuvo fuera de mi alcance. Cada quien vio en mi crítica lo que quiso ver, mientras que yo simplemente estaba tratando de entender el fenómeno de cómo una novela mediocre como esa pudiera recibir tanta atención y cómo pudiera dársele tanta importancia. Todavía hay gente que está rabiosa conmigo por ese ensayo.

O sea, para mí Balaguer era sólo un fenómeno que estudiar, más allá tanto de su ideología, como de la ideología de sus detractores.

A mí me parece que ese libro mío es válido, y quizás sea el más objetivo que se haya escrito sobre la obra de Balaguer. Lástima, pues, que nadie le haya hecho caso y nadie lo mencione. Pero eso es harto común a todos mis libros de crítica. Los que los han leído quizás no se cuenten ni siquiera con los dedos de una mano. 

¿Qué le sugieren estos nombres en la literatura dominicana: Carmen Imbert Brugal, Ligia Minaya, Ángela Hernández, Emilia Pereyra, Martha Rivera, Jeannette Miller, Rita Indiana, lo mejor de la novelística criolla actual escrita por mujeres?

Si eso es lo mejor de la novelística criolla actual escrita por mujeres, yo sólo me río. Hablo de las novelistas que conozco y acerca de las cuales he escrito algo, como Imbert Brugal, Minaya, Pereyra y Rivera. Para que sepas por qué opino así, consulta los ensayos que he escrito sobre ellas. De Miller conozco sólo una novela, y creo que es la única que haya escrito. Me gustó, y ahí está el ensayo explicando por qué. Nunca he leído nada de Ángela Hernández o de Rita Indiana. No opino acerca de ellas, pues. Minaya, de la cual conozco los cuentos y tres novelas, es un caso clínico, especialmente cuando le da con escribir cuentos y novelas eróticos. Los “tambores” de Pereyra en su supuesta novela histórica acerca del pirata Drake no me gustaron para nada. Creo que se equivocó de instrumento musical en este caso.

¿Qué le sugieren estos nombres en la literatura dominicana: Avelino Stanley, Marcio Veloz Maggiolo, Pedro Antonio Valdez, Andrés L. Mateo, Efraím Castillo, Roberto Marcallé, Pedro Vergés, Luis R. Lora, Haffe Serulle, Ray Andújar, José Acosta, lo mejor de la novelística criolla escrita por hombres?

De Avelino me gustaron ciertos cuentos donde criticaba a Balaguer. Sus novelas me dicen muy poco. Avelino y yo hemos tenido polémicas en el pasado. No sé de su parte, pero de la mía siempre lo he considerado un amigo. Sin embargo, la amistad, como muy bien se sabe, no tiene nada que ver con la crítica literaria, la cual, como ejercicio objetivo, está por encima de los sentimientos de amistad y odio que podamos tener hacia cualquier persona.  He criticado acremente ciertas novelas de escritores que considero amigos y no ha sido fácil para mí, ya que todavía demuestran cierto recelo hacia mí.

De Marcio, ya he hablado. Aprecio mucho sus primeras novelas y los cuentos llamados “bíblicos”. He escrito acerca de casi todas sus novelas, de los cuentos “bíblicos” y hasta de una obra teatral suya. Lo considero un novelista que conoce  su asunto, pero que se descuida sobremanera y se repite a menudo. Una novela sobre Villa Francisca, quizás dos, está bien; pero, cuando ya no se sale de ese barrio imaginario, hay algo que falta. ¿O no? Me han gustado algunas novelas para niños. No conozco las últimas cosas que ha publicado.

Esperaba mucho de Pedro Antonio, pero él nunca desarrolló una novelística unificada, sino que se fue de un tema a otro sin profundizar en nada. Aprecié mucho el manejo del lenguaje y de los personajes en El ángel caído, sólo que, más allá de eso, es muy poco lo que esa obra tenía que ofrecer. Es que las novelas de Pedro Antonio, por lo menos las que conozco, no tienen ningún contenido de importancia. Parecen cosas que se le ocurren de un día para otro y que él simplemente decide plasmar en la página escrita. ¿Dónde están sus ideas? ¿Qué es lo que piensa acerca de su país, de la sociedad, del mundo y de la humanidad? A mí me parecen novelas “light” y punto. ¿Acaso debería interesar al lector la manía de ese personaje a quien le gusta oler la ropa íntima de una mujer gorda y fea? La famosa “pelirroja” de La salamandra es un personaje que harta. Se supone que encierra en sí mismo algún tipo de simbolismo; sin embargo, cuando lo miramos de cerca, todo se reduce a una mezcla inconexa de elementos que no se relacionan con nada en específico, a menos que no queramos interesarnos en encuentros sexuales serpentinos en sótanos húmedos o demasiado promiscuos en el baño de una librería dominicana de Nueva York. 

He leído y he escrito sobre todas las novelas de Andrés. Para mí la novela que más  se destaca es todavía La otra Penélope. Digo esto porque es una obra que refleja una relación directa entre él como novelista y el ambiente político y social prevaleciente al finalizar la Guerra de abril y en los doce años de Balaguer. En esta novela, Andrés tiene un discurso bien preciso y de actualidad, exactamente lo que no ocurre en sus otras obras, aunque estén siempre bien escritas y bien elaboradas. 

De Castillo conozco solamente una vieja novela, Curriculum: el síndrome de la visa, una cosa para mí muy aburrida. Como decía cuando escribí acerca de ella, a este novelista le gusta pasarse por un “sabelotodo”, y entonces los personajes que aparecen en esa obra no son personajes libres de decir lo suyo y de actuar como creaciones literarias independientes; son más bien simples muñecos que repiten palabras e ideas que el novelista, como ventrílocuo, pone en sus labios. Además, siempre con relación a esa obra, me chocó que su personaje principal, el cual representa al autor, se saliera con la opinión, externada en beneficio de su hijo, que lo único bueno que las mujeres tienen es lo que llevan entre sus piernas. Esta opinión, salida de la boca de un supuesto guerrillero constitucionalista, nos dice mucho acerca del sentido de la novela. Con tipos como ese, ¿acaso extraña que este país se haya reducido a lo que es ahora?

Ya he hablado acerca de Marcallé Abreu y no voy a repetirlo. A mí me acusan de  decir demasiadas cosas buenas con relación a su obra, pero entiendo que lo que he venido sosteniendo a través de los años en todos los ensayos que le he dedicado se explica. Roberto es el único novelista dominicano que ha tomado en serio el trágico devenir de este país y ha escrito coherentemente acerca de él desde los años setenta hasta hoy. Algún día, si es que este país no se lo traga el mar, la obra de Marcallé habrá que estudiarla a fondo como una preclara ilustración de todas la facetas de una sociedad en franco descalabro, pues él es ese raro tipo de novelista que no esconde su cabeza en la arena como un avestruz, algo que, como ya dije, es lo que hacen en su casi totalidad todos los demás. Roberto ha creado y sigue creando un apurado mural de la historia de la nación dominicana en los tiempos modernos.

Hasta el momento, Pedro Vergés se queda en lo que siempre ha sido y es: un novelista de una sola novela, Sólo cenizas hallarás (bolero). Él lleva años anunciando otra novela, me parece que una continuación de ésta, pero que nunca aparece. Que Sólo cenizas hallarás tiene sus méritos, no lo pongo en duda, pues hasta le ganó un importante premio en España. Pero a este país se le conoce por producir narradores y poetas que ganan los laureles de los premios internacionales, sólo para luego quedarse descansando tranquilamente bajo su sombra y nunca realizar una auténtica obra. En lo personal, encontré a esta novela un tanto aburrida, con la escena de los pollos del sargento como quizás la única nota de interés a causa de la vena humorística que de ella se desprende.

De Lora no conozco ni el nombre. Nunca me ha llegado una obra suya y nunca la he visto en ninguna bibliografía. ¿Será un novelista imaginario? Hasta esto es posible dentro de esa fauna y flora que caracterizan la novelística dominicana y, pues, no me extrañaría en lo más mínimo que así fuera. Digo esto porque sé de poetas a quienes se les llama poetas, pero que han escrito y publicado sólo un raquítico poemita en alguna revista desconocida, a lo mejor digital nada más.

De Haffe Serulle conozco sólo dos de sus primeras novelas, El vuelo de los imperios y Matar al presidente. Para mí no fueron gran cosa. Pero, ¿qué vale mi opinión? Es una entre tantas, quizás estas más calificadas que la mía.

De Andújar conozco Candela. Cuando escribí sobre ella dije que me gustaba cómo este novelista manejaba el lenguaje y que sabía crear personajes, pero que la suya era una novela “soft porn”, ya que no tenía nada que ofrecer, con la excepción de una larga sarta de coitos. No he cambiado mi opinión en lo más mínimo. Que una novela tenga un coito aquí, allá y acullá, no lo cuestiono; sin embargo, que se reduzca exclusivamente a eso es algo lamentable. Además, Andújar parece ser uno de esos escritores “light” que tiene su séquito de fanáticos, como si fuera una estrella de la farándula televisiva. Esta camada de escritores hace siempre mucha bulla, pero todavía queda por verse de qué son capaces en términos de una literatura seria, hecha de obras rigurosas que reflejen ideas.

Leí que a José Acosta se le otorgó el Premio de Las Américas este año. Cuando vi la noticia, me quedé perplejo, pues no me explicaba cómo alguien tan laureado en las letras continentales pudiera escribir esa novela sobre la cual acababa de escribir, La multitud, una obra llena de inverosimilitudes, confusión y muchísima pretensión intelectual. Después un amigo me comentó que ese premio se les otorgaba exclusivamente a escritores de habla española en Nueva York, lo que cambió toda la perspectiva. O sea, que su premio, aunque fuera anunciado como tal en los periódicos dominicanos, no tenía nada que ver con la literatura continental. Acosta había ganado sólo contra unos cuantos pelagatos de novelistas de habla hispana en la Gran Manzana y ya. 

¿Es Giovanni Di Pietro un revolucionario de la Literatura, un maestro o un luchador que todavía sueña con la utopía de la novela con argumento, la que cuenta historias más allá del trasfondo light?

Yo no soy ningún revolucionario en la literatura, pues insisto que los que quieren escribir bien tienen que tener un dominio de su asunto y un pensamiento y esto es posible sólo regresando a los clásicos, los de la literatura dominicana, que los hay, como los de otras literaturas y, en especial, de la gran tradición europea que se remonta a los griegos y los romanos. Dime tú, ¿cómo es posible para un joven novelista dominicano escribir cosas buenas sin conocer la obra de Galván, de Billini, de Bosch, de Marrero Aristy, entre otros? A mí me tocó en una ocasión escuchar una conversación en que un mequetrefe de la UASD se ufanaba de no haber leído el Quijote porque, como lo expresaba, era una obra ya pasada de moda. ¡Más despistado de ahí en la literatura, ni el mismito “hijo de Límber”, como se diría en buen dominicano!

¿Novela con argumento? ¿Y por qué no? ¿Acaso tiene sentido leer 300 páginas que no dicen ni comunican nada, aunque estén bien y hasta brillantemente escritas? Todas las grandes obras literarias de la humanidad son obras con argumento. Que en este mundo “light” del criminal relativismo neoliberal se entienda que una novela no tiene que tener argumento, que su conjunto conste sólo de palabras compuestas casi al azar, está fuera de mi alcance entender. A este tipo de escritura la he denominado “escritura masturbadora”, y eso es exactamente lo que es.

Yo quiero aprender de una novela, tanto en términos del manejo del lenguaje y de los personajes como en términos de ideas. ¿Por qué tengo que gastar tiempo en algo que no tiene sentido, que no me dice nada acerca de nada? Entonces, en ese caso, leer una novela es como mirar muñequitos en la televisión. Me extrañaría mucho que Cervantes escribiera el Quijote con eso en mente.  Pero esto es lo que los cerebros y los corazones vacíos andan buscando cuando promueven la literatura “light” como válida. Para mí es una situación para llorar, si no para pegarse un tiro por la frustración de ver tamaño desierto cultural entre la gente de hoy. 

En épocas pasadas se fomentaron los grupos y las capillas literarias, de los cuales existen historias de rupturas entre autores de la literatura fundamental de nuestro país, lucha de egos, muchos fueron excluidos y marginados, otros encumbrados, ¿cree usted que ha sido separada la paja del trigo o seguimos reburujados?

La literatura de todos los países y en todos los tiempos está y ha estado llena de “prime donne”, puesto que la gran mayoría de los que escriben tienden a la vanidad más lastimosa. El único grupo que sobrepasa a los escritores es el de la farándula del cine y de la televisión. En la cultura “light” que nos gastamos, ya no existe mucha diferencia entre un escritor y una vedette cualquiera. Ambos se venden al mayor postor. Ambos no tienen nada que ofrecer. De modo que hay autores que envidian y odian a otros; grupos que hacen lo mismo; vacas sagradas que no dejan que un pobre muchacho que apenas está empezando pueda acceder aunque sea un segundo al brillo de la fama.

Nadie se percata que la esencia del grande escritor es su humildad, la idea que nunca ha logrado esa excelencia que busca y que la opinión del vulgo y de los críticos nunca debería tener peso con los resultados de su obra.

En cuanto a separar la paja del trigo, es lo que quise hacer yo con mi crítica desde el principio; pero, mira dónde me ha llevado: lo de ser un  paría por excelencia. No es poco decir que a mí, por lo que he tratado de hacer, se me ha llamado de todo, de “italianito” a “sapo” y a “culebra”, y en una memorable ocasión alguien, sin duda un novelista rencoroso, hasta me sacó la lengua en la calle.

Ironizaba un profesor mío de filosofía que el tiempo selecciona. Entiendo, pues, que algún día mi crítica será reivindicada de alguna forma, pese a lo poco que en verdad pueda contar.

¿Qué opina del desdén que se muestra desde muchos ámbitos hacia los autores dominicanos y las preferencias de autores del exterior sobre nuestros escritores, es cierto que esto se debe a que tienen una mayor calidad o que se trata de una realidad impuesta por las propias deficiencias sistémicas del país?

Mucho del problema se lo buscaron los mismos escritores dominicanos. No los buenos, ya que sus obra raras veces salen del país, sino los malos, siempre listos para promover sus adefesios a todo lo largo y ancho del globo terráqueo. La literatura dominicana tiene obras de sobra que están a la par y hasta les ganan a cualquier obra literaria producida en el extranjero; sin embargo, éstas no se conocen o se conocen muy poco. Los diferentes gobiernos, con la excepción –¡valga ironía!– del gobierno de Trujillo, no han hecho nada para que la cultura y la literatura dominicanas se conozcan fuera de sus fronteras.  De ahí que tengamos esa singular situación en que un eximio poeta como Franklin Mieses Burgos, no se conozca fuera del país ni siquiera por nombre. Una plétora de poetastros se dedicó a tacharlo de trujillista como máximo y de poeta desinteresado en los asuntos políticos y sociales como mínimo y, sin haberlo leído nunca o leído sólo a medias, acabó relegándolo al olvido.

Es que la literatura dominicana tampoco se conoce dentro del mismo país. Cuando me interesé en la obra de Sanz-Lajara, por ejemplo, ninguno me sabía decir que Caonex era una novela.  Nadie había oído hablar de ella y nadie la había leído. Todos me decían que El derrumbe, de García-Godoy era una novela, mientras se trata de un libro de sociología. A Over se la lee como una novela social, o de la caña, como se dice, cuando en verdad es una obra en la cual Marrero Aristy cuestiona de forma tajante la dictadura de Trujillo. Avelino Stanley considera Bienvenida y la noche, de Rueda, una crónica en vez de una novela. Sostener eso a secas es como estar en la luna. Como es obvio, no faltarían infinitos otros ejemplos.

La excelencia de la literatura dominicana ante las demás literaturas es evidente a todos los que quieran admitirlo. ¿Acaso no cuenta con Bosch, con Marrero Aristy, con Lacay Polanco, con Rueda, con Freddy Gatón Arce, con Mieses Burgos, con Máximo Avilés Blonda, con Lupo Hernández Rueda, con Fernández Spencer, con Manuel Del Cabral, con León David, con Federico Henríquez Gratereaux y un largo etcétera? ¿Y no cuenta con ese gran humanista que fue Pedro Henríquez Ureña? Es que los países desventurados como la República Dominicana sufren de un complejo de inferioridad. En consecuencia, se creen que todo lo que llega de fuera es mejor y que hay que preferirlo a lo que se produce en suelo patrio.

A esto se remedia sólo exportando obras de indudable excelencia, no las obras mediocres que dañan la reputación del país, su cultura y literatura.

¿Podemos competir desde nuestra realidad actual en un mundo editorial cada vez más competitivo y signado por poderosas casas editoriales, que en nuestros mundos literarios locales se rigen por el grupismo y la exclusión, y de ahí su fracaso local?

Hay que ser realistas. Ya nadie le hace caso a la literatura. Los jóvenes no leen por estar metidos constantemente con su nariz en los celulares. Las universidades han fracasado por completo, pues se convirtieron en centro de almacenamiento de jóvenes desempleados que ni siquiera tienen la esperanza de encontrar trabajo y en escuelas técnicas con el criterio de que lo que hay que hacer es producir en serie la misma clase de gente para que le sirva al mercado. ¿Una formación académica humanística? ¡Ni en sueño! Y entonces, ante esta realidad, ¿cómo esperar que el libro y la lectura tengan un futuro? Un pelotero vale más que un escritor. Así un narcotraficante.  Es a eso a que nos hemos reducido.

No hay que hacerse ilusiones, pues. El libro y la lectura se convertirán en cosas de pocos muy pronto; la imagen prevalecerá sobre la palabra escrita, pues ya es prácticamente lo único que esos jóvenes de quienes hablo conocen. El que quiera hacer literatura en el futuro –y ya esto está ocurriendo– tiene que hacerlo con criterio puramente personal, como una vocación a la cual no puede y no sabe renunciar, so pena de perder su identidad más íntima. El escritor se encerrará en sí mismo y en su propio mundo y tratará de salvar lo salvable, exactamente como ocurrió en la Edad Media. Quizás después, mucho tiempo después, la gente se acordará de que una vez hubo algo llamado literatura y que ésta era buena para su alma y, pues, recapacitará. Es la única esperanza que nos queda, según mi entender.

Es así. Hay que observar el fenómeno de una forma desapasionada. ¿Quién diablos lee en estos tiempos? ¿Quién le da importancia a la literatura? Antes un niño esperaba la Navidad para que le regalaran un libro; ahora, es el iPhone u otro tonto artilugio como ese. ¡Es que los jóvenes tienen el e-book, se me dice! Eso es pura basura. Dime cuántos jóvenes bajan a Dostoievski o a Manzoni o a Homero o a Virgilio o a Dante. Si algo bajan, es a Dan Brown y a libros de autoayuda; los más son videos y canciones de contenido muy dudoso.

En las universidades, ya los estudiantes no saben qué es ni dónde se encuentra la biblioteca. Donde yo soy profesor, ese lugar ni siquiera lleva el nombre de biblioteca y es como si la universidad se avergonzara de llamarla así, empleando el eufemismo de  “Centro de recursos para el aprendizaje”. Hace años, cuando hacía mi maestría en Canadá, la lucha de los estudiantes era para que la biblioteca se quedara abierta hasta la medianoche y así aprovecharla mejor. Eso de que ahora todo está en la red y uno tiene acceso rápido a lo que quiere es otra necedad. La red es un enorme vertedero en el cual las cosas que sirven se ahogan en basura y donde a los estudiantes, que ya no hacen investigación de ninguna clase, se les hace muy cuesta arriba distinguir una cosa de la otra. Sólo la lectura de libros esencialmente en papel, que se puedan tocar, estrujar, hasta echar en el zafacón si queremos, enseña a pensar y a sentir emociones, justamente lo que se necesita para que este mundo deje de ser esa cloaca en que se ha vuelto.

Las casas editoriales crean sus escritores y los lanzan al mercado. La idea es ganar dinero, mucho dinero, y de ningún modo estimular la cultura entre la gente. De ahí que escritores mediocres y sin ideas siempre estén en la lista de los más vendidos. Antes, un editor era un editor; tenía un proyecto cultural que llevaba a cabo. Ahora, es sólo el dueño de la imprenta asesorado por un ejército de expertos en mercadeo.

¿Qué escritor o escritora dominicana satisfacen a Giovanni Di Pietro en términos de su obra?

¿Hablamos de una obra, un libro en específico, o la obra de toda una vida? Hay una diferencia. Muchos escritores dominicanos tienen una obra en específico que encuentro admirable; pocos, muy pocos, especialmente entre los nuevos, una obra caracterizada por el trabajo tesonero de una vida o parte de esa vida.

A mí, como ya se ha podido deducir de lo que he dicho hasta ahora, me gustan los viejos. Dame un González Herrera o un Haím H. López-Penha o un Sanz-Lajara o un Lacay Polanco cualquier día y estoy contento; no le hago mucho caso a las “Distinguidas señoras”, las “salamandras”, los “tambores”, los “bólidos”, los “días de todos”, los “palomos”, los “tiempos muertos”, las “he olvidado tu nombre”, las “mariposas de arena”, las “te veré caer”, las “cornalinas” y congéneres, pues los encuentro tontos y aburridos, cosas tan “light” que se desvanecen en un santiamén en el aire. No quiero ofender a nadie, pero ¿por qué perder el tiempo en tales cosas, cuando puedo leer a Bosch, a Billini, a Cestero, a Galván? Tenemos que invertir nuestro tiempo sabiamente en este mundo donde ya el tiempo del cual disponemos es siempre menor cada día.

¿Han sido responsables los intelectuales dominicanos con su realidad, sus valores o traidores como denuncia Manuel Núñez en su libro El Ocaso de la Nación Dominicana, al minimizar las luchas patrióticas de la Independencia y la Restauración ante las tropas haitianas?

Aquí, en este país, se reconoce el derecho de los haitianos a defender su patria y hasta de imponer sus intereses a los demás. Sin embargo, se les niega tajantemente ese mismo derecho a los dominicanos. ¡Ah, es que eres antihaitiano!, grita cierta gente. ¡Estás contra los derechos humanos! Pero los derechos humanos tienen que ser válidos para todos, para el ciudadano de un país y para el “otro” también, o ya no son derechos humanos. Es que la defensa de los derechos humanos se ha convertido en una nueva ideología, como lo fueron el capitalismo y el comunismo antes, y, además, en una enorme fuente de lucro para oenegés de todo tipo. Pero, explícame cómo un gobierno, cualquiera de ellos, puede subvencionar sin problema a una asociación que aboga por la limitación de sus poderes y hasta por su misma destrucción. Es un absurdo; sin embargo, es exactamente lo que ocurre, aquí en República Dominicana como en España o Italia. Que la defensa de los derechos humanos es una ideología al servicio de los intereses del sistema neoliberal, el cual no cree en los estados nacionales y quiere eliminarlos, es evidente  por el hecho de que se encuentra por todos los lados del globo. Si no fuera así, no lo estaría. Hay que respetar los derechos del “otro”, pero sin irrespetar nuestros propios derechos. Es bonito hablar de un mundo globalizado donde no existan diferencias étnicas. Lo único que eso es válido sólo para los países poderosos, los cuales tienen su agenda ideológica y quieren imponerla a rajatabla a cada país.  

La agenda desnacionalizadora está en manos de intelectuales de ascendencia izquierdista en todos los países donde se registra este cambio. Al caer el muro de Berlín, los intelectuales que vivían del cuento de la revolución socialista se encontraron sin causa y, peor aún, sin recursos, los cuales les provenían de la Unión Soviética. Habían cambiado los tiempos; la historia había supuestamente llegado a su fin; entonces, parafraseando a Lenin, ¿qué hacer? Había que buscar el pan de cada día, y eso se alcanzaba o sudando la gota gorda trabajando, algo a lo cual no estaban bien dispuestos, o buscándose otro amo, el cual, encargándolos de una nueva cruzada, les haría posible tener unos cuartos en el bolsillo con que tomarse una cervecita en el Malecón con sus amigos. Los intelectuales izquierdistas optaron, pues, por venderse. Y se vendieron exactamente a sus viejos enemigos, esos mismos contra los cuales habían luchado desde el siglo pasado. Éstos, contentos, se hicieron los generosos y les encargaron de crear oenegés de supuesta ayuda humanitaria, partes de una fantasiosa sociedad civil inventada por ellos, las cuales se dedicarían a socavar al estado nacional y sentar las bases por una nueva utopía, la del mundo globalizado donde, de nuevo, el cordero se acostaría con el lobo.

Esa es la gente que hoy gestiona el poder en muchos países. Son personas sin escrúpulos que se venden siempre al mayor postor, que se olvidaron de su historia y consideran la palabra “patria” como una palabra sucia. No estoy exagerando. En Italia, por ejemplo, los que gestionan el poder para los banqueros y los intereses extranjeros son todos excomunistas. Desaparecido el glorioso PCI de Antonio Gramsci, muerto en prisión,  y no exactamente por culpa de los fascistas de Mussolini, se insertaron rápido en otros partidos que anteriormente habían combatido. Cuando éstos colapsaron, se pasaron al movimiento de Berlusconi. Al apagarse la estrella política de este payaso, se inventaron un nuevo partido, llamado el Partido Democrático, ahora en el poder, el cual no solo hizo campaña  empleando la mismita imagen de Obama, sino que, ganadas las elecciones, se dedicó a vender a intereses foráneos todas las industrias y todos los servicios del país a precio de vaca muerta, dizque para hacerlos más productivos privatizándolos. Ahora, en mi patria, ni el queso Parmigiano es de producción nacional, el idioma está por desaparecer por la adopción a nivel oficial de términos ingleses que nadie entiende, y, con el idioma, también desaparece la identidad del mismo pueblo, la cual sufre bajo los efectos de la masiva inmigración ilegal incontrolada, estimulada esencialmente por entes internacionales bajo el amparo de esos dichosos “derechos humanos” de una sola vía. Napolitano, el expresidente, un viejo decrépito que nunca trabajó un solo día en su vida, pues la dedicó toda al PCI, cuando ministro de defensa en uno de los gobiernos de coalición, se fue a Washington a firmar  acuerdos para que los gringos, como si no les bastaran las 123 bases militares que tienen  en el territorio desde el fin de la Segunda guerra mundial, pudieran abrir otras donde almacenar sus armas nucleares. Yo me avergüenzo de mi país ya. Ese no es el país de Dante, de Petrarca, de Maquiavelo, de Boccacio, de Ariosto, de Miguel Ángel, de Da Vinci, de Leopardi, de Manzoni, de Carducci, de D’Annunzio y así por el estilo; es un país esclavo, un país que dejó de entender lo que significa la palabra “patria”, la cual los únicos que la emplearon con cierto acierto y contenido noble fueron, ironía del caso, solamente los que se llamaron fascistas.

Yo leo las entregas de Manuel Núñez religiosamente, y me da mucha pena. Me da pena porque los demás intelectuales dominicanos lo han dejado sólo ante no tanto las pretensiones de un estado fallido en todos los sentidos, como el de Haití, sino también ante los ataques inmisericordes de los “vendepatrias” y los racistas a la inversa. A él lo han llamado de todo, sólo porque piensa de manera diferente. Dicen que se vendió a los Vincho; pero, quienes lo dicen, ¿no se vendieron a los intereses extranjeros que quieren acabar con este país? Manuel por lo menos alzó su voz, y uno puede o no estar de acuerdo con sus tesis; la gran mayoría de los intelectuales, ¿qué ha hecho? Muchos de ellos se hacen los desentendidos, y esconden su cabeza de avestruz en la arena del olvido; otros, no hablan por tenerle miedo a perder su visa gringa; otros más, no les interesa un comino el futuro de su patria, pues están convencidos de que la globalización significa que ellos pueden entrar y salir por las puertas anchas del poder mundial sin que se les recrimine el color de su piel o el lugar de donde provienen. Son todos ilusos. El que no defiende lo suyo, lo pierde. Yo le sugiero a cualquiera que consulte los mapas de Palestina de principios del siglo XX hasta la fecha para que se dé cuenta de lo que la inmigración incontrolada en masa bajo el amparo de los supuestos derechos humanos significa en términos de la viabilidad de una nación. 

¿Qué opina de la situación actual de los escritores dominicanos? ¿Quién es escritor, el que escribe o el que publica?

Escritor es el que escribe bien, tiene algo importante que decir y también publica. Ahora mismo, se trata de publicar uno mismo, ya que es difícil que alguna entidad se interese en gastar dinero para publicarte algo, a menos que no se trate de un libro seguro en cuanto a ganancias pecuniarias se refiere. Yo prácticamente he costeado casi todas mis publicaciones. Saco el libro porque quiero sacarlo y porque entiendo que aporta algo y es una gran satisfacción personal para mí. Sé de antemano que ese libro no se va a vender, pero no me echo atrás; sigo en esa senda para ver el resultado final, aunque siempre me quede insatisfecho porque, una vez el libro está impreso, quiero cambiar todo, en términos de la escritura, no en términos del contenido,  con el cual siempre estoy conforme.

Mi situación es la misma de casi todos los escritores dominicanos. De esta situación de penuria para sacar libros no se salvan ni siquiera las vacas sagradas de la literatura nacional; se salvan sólo los expolíticos que, al haber hecho fortuna gracias al saqueo del erario público, les da con meterse a literatos.  Organizan puestas en circulación espectaculares, con un montón de escritores y críticos de su entorno que lo alaban y suben su obra a las nubes, pero sin ningún fundamento estético serio y duradero. Yo, por ejemplo, creo que he publicado unos nueve poemarios, pero ¿quién les ha hecho caso? Me la paso acabando con las novelas de otra gente; sin embargo, ¿acaso a alguien se le ha ocurrido hacer lo mismo con las dos novelas que publiqué algunos años atrás?

Pero, al final, nada de eso importa. Importa que el que escribe se dé un buen gustazo publicando sus libros. Si después, en un lejano futuro, algo quedará de ellos, bien hecho estaría; si no, quedaría sólo el hecho de haber hecho las cosas, como rezaba esa canción, “a mi manera”.

Quien conoce su obra y su accionar como intelectual comprometido sabe que tiene un pensamiento de defensa,  sin sectarismos ni extremismos del interés y soberanía nacionales, ¿qué opinión le merecen las posiciones asumidas por los literatos de origen dominicano Junot Díaz y Julia Álvarez ante las campañas contra RD y la problemática haitiana?

Junot y Julia son solamente dos globos inflados y, como tales, han dado muestra desde el inicio de tomar el camino hasta desinflarse. Por eso tienen tanto interés en meterse en asuntos de las oenegés antinacionales. Mantienen de esa forma una fachada de popularidad que ya no les pertenece. Junot escribió cuentos pasados de moda, pero que los críticos gringos, por asuntos de política interna, instrumentalizaron y promovieron en medio mundo. Había que descubrir la así llamada “Latino literature”, pues era lo políticamente correcto a finales de los ochentas y principios de los noventas. Ocurrió lo mismo con Julia, con anterioridad a Junot. Ésta se la pasa reescribiendo siempre la misma novela, con personajes que llevan otros nombres, y si quedará algo de ella, será sólo esa novelita titulada How the García Girls Lost their Accents, que ya nadie lee. Al desaparecer el breve boom de la “Latino literature”, ¿cómo mantener la notoriedad que habían alcanzado de la noche a la mañana? Simple, subirse al carro vencedor de las oenegés, convirtiéndose así en los representantes internacionales de los “vendepatrias”.

Yo no entiendo cómo alguien pueda ir en contra de su propio país. No es que tenga que defenderlo cuando hace cosas malas, pero atacarlo sin misericordia y con resentimiento por una situación insoportable y que necesita de la ayuda de mentes lúcidas para que se resuelva de una manera inteligente, es inconcebible. Pero ellos, como todos los “vendepatrias”, pertenecen a esa pequeña burguesía trepadora, de la cual hablaba Bosch, a la cual le faltan los más elementales ideales nacionales. El propósito en la vida de los que la componen es exclusivamente el de convertirse en ricos y famosos. 

Si se me objetara que yo, como extranjero, no tengo derecho a hablar sobre asuntos dominicanos como Junot y Julia, quienes lo son, diría que están equivocados. Yo, como mínimo, mal o bueno que sea, escribo en español; ellos, lo hacen en un idioma extranjero. Yo tengo una obra dominicana que ni el uno ni la otra tienen y, pues, tengo más derecho a opinar que ambos sobre esos asuntos. Además, tengo esposa e hijos dominicanos y malviví en este país dando clasecitas en la UASD y otros centros educativos como cualquier pluriempleado dominicano. Ellos, ¿qué hicieron? Sólo escalar importantes puestos docentes en una universidad y un colegio de élites, eso es todo.

¿Existe una novela dominicana? ¿Quién la escribió?

Hay varias novelas dominicanas que son seminales, que es lo que me imagino quieres decir. Enriquillo es una de ellas. Lo es La Mañosa. También lo es La sangre. Hasta lo es una novela como Caonex, de Sanz-Lajara, pese a su verbo trujillista o quizás gracias a ese mismo verbo. Sólo hay que escarbar en la novelística del país, como lo he hecho, para darse cuenta de ello. ¿Acaso no es seminal Engracia y Antoñita, de Billini? Es un fascinante documento del liberalismo palabrero dominicano decimonónico. Y son novelas seminales las denominadas “novelas bíblicas”. Ahora bien, que muchas veces estas novelas no hayan tenido una gran influencia en el desarrollo de la novelística actual es otro asunto. Esto se lo achaco a la falta de preparación de los novelistas de hoy, los cuales prefieren ir de caza en otros predios en vez de los suyos.

¿Qué opina de los autores jóvenes dominicanos?

No hay mucho de qué opinar, pues la vasta mayoría de ellos está completamente despistada. Prefieren lo ajeno a lo propio y no es de esa forma que se pueda crear una novelística profunda y con sentido. Si no conozco mis raíces, no conozco nada y nada lograré. Aquí hay jóvenes que se la pasan inventando historias acerca de Nueva York y Chicago o algún lugar fantasioso, cuando su país se está cayendo a pedacitos. La crisis actual de la sociedad dominicana haría óptimo material para una novelística de altura, pero los jóvenes están desperdiciando esa oportunidad y se dedican a escribir novelitas estúpidas y “light” que no dicen nada a nadie. 

¿Qué opina de las intervenciones de los intelectuales dominicanos en las redes, se abusa de Facebook, los temas que tratan son frívolos, inducen al debate o deberían alejarse un poco?

Yo no entiendo por qué diablos la gente se viste y se desviste públicamente en Facebook, Ya no existe vergüenza ni decoro. Si me tiro un pedo, automáticamente asumo que debería interesarle a todo el mundo, y ahí pongo en Facebook la gran noticia: “Hoy, 10 de abril, 2000 y tanto, exactamente a las siete de la mañana, hora local, me tiré un pedo mientras cagaba en el baño.” La cosa es así de absurdo. El auténtico escritor no tiene ninguna necesidad de publicitar su ego así como ahora lo hacen muchos escritores jóvenes y no tan jóvenes. Leer esas páginas, siempre llenas de elogios desmedidos, a menos que no sea ataques rabiosos contra otros, es la cosa más aburrida que hay. Es tiempo perdido que no se recuperará nunca más. ¿Para qué leer tonterías y chismes en las redes, cuando podemos leer aunque sea medio verso de Dante?

Finalmente, ¿Quién es Giovanni Di Pietro?, que los niños, los adolescentes y los jóvenes puedan entender las razones de su pensamiento y de sus actitudes intelectuales de escritor comprometido con una causa posiblemente perdida.

Giovanni Di Pietro es simplemente un tipo que se esforzó en escribir cosas honestas acerca de la literatura dominicana y hacerlo contra viento y marea. Un tipo que nunca tuvo ninguna hacha que afilar, aunque a menudo se le haya acusado de eso. Trató de ser sincero con todos, no escondió nada y siempre dio sus opiniones apegadas a la máxima objetividad. Tuvo amigos y muchos enemigos. A estos últimos, nunca entendió por qué los tuviera, ya que de ningún modo se propuso convertirlos en lo que son. Pensó que este país es digno de mejor suerte y trató de contribuir a que lo fuera a través de su trabajo como docente y sus ensayos críticos. Jamás pidió que le dieran alguna recompensa por lo que hizo. No fue un santo, pero tampoco ese demonio que cierta gente se obstina en ver en él. Ante el silogismo constantemente expreso, o sea, que dominicano es sinónimo de mediocre, se dedicó a dar pruebas de todo lo contrario. Para hacerlo, sacó del olvido a muchos escritores y reconoció la importancia de otros cuando nadie quería reconocérsela. Enseñó en la UASD y la UNPHU y moldeó para bien las mentes de sus estudiantes. Muchos de éstos sufrieron con él por las exigencias que les hacía; sin embargo, con el tiempo y la reflexión, entendieron que aprendieron algo valioso de la cultura y la vida en sus clases. Hizo una crítica que nunca resulta aburrida, pues entendió que la práctica de esa disciplina implica ofrecer las pruebas por todo cuanto se sostiene y no abusar nunca de los lectores. Giovanni es un tipo que entiende que es preferible ser buena persona a ser buen escritor sin valores humanos, si tal cosa es posible. Aunque su causa estuviera perdida, y a sabiendas de ello, jamás se convirtió en un ser indiferente y siempre trató de hacerle frente a cualquier reto que se le presentara en la vida.

Deme cinco nombres que crea merecen obtener el Premio Nacional de Literatura de la Fundación Corripio y el Ministerio de Cultura en el 2016.

No tengo cinco nombres, pues ya se les entregó ese galardón a unos cuantos que consideraba dignos de recibirlo. Los que tengo y he tenido desde hace largo tiempo son dos: Federico Henríquez Gratereaux y León David. Digo esto porque entiendo que el Premio Nacional, para que tenga prestigio, tiene que ser otorgado a personas que han realizado una obra literaria extraordinaria por toda una vida. ¿Acaso hay mejor ensayista que Federico? A León lo desprecia mucha gente, pero yo le he dedicado no pocos ensayos porque, que les guste o no a ciertos personeros, él tomó una decisión importante en su vida como escritor que es, que ante el horrible descalabro del país en todos los sentidos, lo que tenía que hacer como artista de la palabra era salvar el lenguaje de la aproximación y del embrutecimiento vigentes.  Al pobre lo han tachado de elitista, que es un término altamente ofensivo en ese medio farandulero que caracteriza la cultura dominicana presente.

 Biografía activa

Italiano de origen, realizó sus estudios en Canadá (Ph, D. McGill University). Fue profesor de literatura italiana en Concordia University y en Queen’s University y profesora de Literatura Inglesa y Norteamericana en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, así como en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña.

 Entre sus libros publicados se encuentran los poemarios Poemas oníricos y más; El libro del unicornio, Cánticos del amor y del tiempo, Il mio spirito, Abtología poética 1998-2005. Parodias clásicas; Dante, infierno; En el umbral: Sulla soglia y por El Camino de la desesperanza, además de sus estudios críticos sobre la Literatura dominicana.

domingo, 31 de marzo de 2019

Mi andar libertario

 Mi andar libertario

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez

San Pedro de Macorís, 29, marzo, 2019.- 


Su costumbre cobarde es lapidar por la espalda
Vivir de traición en traición
De ingratitud  sobre ingratitud
Su borrasca ruidosa asusta a los vacilantes.

Orgias de  blasfemias ilustran su presencia
Yo escupo rebelde  su concierto  de maldad
Mi saga  lo empequeñece y atormenta
Aquí estoy, enhiesto, firme, desafiante,
hasta que la sombra del tiempo absorba mi aliento

Indoblegable ante su carga de egoístas consumados
Continuo mi andar libertario; franqueo de mi esculpida lucidez
Mi elocuencia abre conciencia, denuncia su disfraz airoso
Idiotas postrados en su inclemencia escuchan su indecencia

No callaré. No recularé. Ante su felonía maldita
Simuladores desesperados en su evidencia
Mi credencial fue fraguada en un horno de honor
Seré su sal en su álveo de odio y maldad
La épica coloreada de verde, rojo y negro
Ondea pletórica en la profundidad de mi conciencia

domingo, 24 de marzo de 2019

El valor del sigilo.

El valor del sigilo.

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez

San Pedro de Macorís,.- sábado 23 de marzo, 2019.- 
Foto del periodista y escritor Enrique Cabrera Vásquez


Todos se divertían. Nos divertíamos.
Liberación de la faena docente.
Colectivo disfrute del encuentro
Festejando cumpleaños venidos en la ocasión
Alegría social entre quesos, vinos y jamón.   

Sobre el ruido  de la algazara veía su mirada.
Su ojo café, dulce y melodioso
Su  aroma de flores y sus pasos de aliento.
Avivando mis sentidos rumbo al amanecer

Sentía que  el rojo del vino
era  su sangre corriendo dentro de mí
Que el manjar  en mi paladar
era el sabor de sus labios en mí soñar

Visiblemente no estaba en el festejo, ya lo dije;
pero estaba allí, al igual que ellos.
Sentada a mi lado, controlando mi instinto
Susurrándome al oído el valor del sigilo.

domingo, 17 de marzo de 2019

Iván García Guerra: Yo… y mi trabajo

Iván García Guerra:  Yo… y mi trabajo

 
Iván García Guerra, palabras de gratitud: Gracias, mi pueblo amado, por permitirme presentarme ante ustedes, luego de tantos años en exilio.
El prestigioso y afamado intelectual dominicano, nacido en San Pedro de Macorís, Iván García Guerra, tuvo a bien escribir el ensayo personal que a continuación reproducimos. Fue su conferencia que leyó el viernes último, 15 de marzo, en el salón principal de eventos y actividades del centro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) de San Pedro de Macorís. 



He aquí la rica pieza literaria, cultural e histórica, que el autor tituló, "Yo… y mi trabajo".

Yo… y mi trabajo

Nací, hace ya 81 años, el 26 de Febrero del 1938, en San Pedro de Macorís, República Dominicana, segundo hijo de Toribio Lorenzo García García, montecristeño, doctor en medicina, y Estela Guerra Martínez, macorisana del Éste, simplemente ama de casa.   Fui bautizado como Néstor Toribio Iván; pero, para mi suerte, sólo el último nombre sigue sino reconocido.

Nos trasladamos a la Ciudad de Santo Domingo en el 1944, año en que era  conmemorado el primer centenario de la fundación de nuestra República, y aquí he vivido la mayor parte de mi vida.

Mi infancia, adolescencia e inicio de la juventud transcurrieron sin grandes incidencias, de manera similar a cualquier otro individuo de la mediana clase media; sin lujos y sin notables carencias. Estudié primero en una escuelita frente a mi casa de la calle19 de marzo, de la cual no recuerdo ni siquiera el nombre; ésta fue absorbida por la escuela Salomé Ureña, antes de que se convirtiera en un Liceo Para Señoritas.  De ahí pasé al primer Colegio de la Salle en la calle Padre Billini frente a la Iglesia y Convento de los Dominicos; institución que luego sería mudada, con todo y alumnos, incluido yo, a su actual localización en la prolongación de la Avenida Bolívar.  De ahí pasé al Colegio Santo Tomás, también localizado en la Zona Colonial, frente a la iglesia Regina Angelorum.  Y acabaría el bachillerato en el Liceo Presidente Trujillo, hoy Juan Pablo Duarte.

¿Por qué tantos saltos?...   No estoy seguro; pero me supongo que fue porque no era un buen estudiante, y mis progenitores buscaban un lugar que me acomodara.

En mis primeros años deseé ser como San Francisco de Asís, desprendido de materialidades, amoroso con humanos y animales, y etcétera… pero no muy después me incliné por la hermosa tendencia dentro de la cual, sin duda, había nacido: el Arte.
La plástica llegó primero, y el muchachito fue inscrito en la Escuela de Bellas Artes, al lado de la Iglesia de las Mercedes; allí se amistó con el carboncillo, la acuarela, el pastel y hasta el óleo.   Pero apareció el sonido melódico, y el adolescente se mudó a la Escuela Elemental de Música, frente a la Capilla de los Remedios, enredándose entonces con redondas, blancas, negras, corcheas, semicorcheas, fusas y semifusas.

Sólo entonces apareció la palabra dicha… desde un escenario.

Inicié mi carrera como actor a los diecisiete años, en el 1955.

A petición de una asociación católica, la Sociedad Altagracia de Jesús Obrero, Julio Frances, escapado de la tiranía de Franco en España y vecino de mi casa, dirige un auto sacramental, “El Gran Teatro del Mundo” de Pedro Calderón de la barca, y yo, entre otros vecinos y amigos, soy parte del elenco, asumiendo el personaje que representa la pobreza.   El crítico Santiago Lamela Geler habla del brillante futuro que le espera alguien que se estrena con tanto brillo, y yo, crédulo… o complacido, ya no pararé de actuar.

Luego de seis personajes secundarios, corriendo el año 1957, un poema, si es que puedo llamarlo así, surge en medio de unos tragos entre amigos.   Celebrábamos… cualquier cosa (no eran necesarios eventos especiales para divertirse).   Mis colegas Parmenio García Troncoso (Payeyo) y Máximo Avilés Blonda Acosta (Piripipí), leen entusiasmados algunos de sus trabajos poéticos.   Y de repente me agita algo cercano a la envidia, un sentimiento que no reconocía común en mí: “yo soy tan solo un simple actor, pienso, mientras ellos deleitan a los demás con sus textos”.   Voy al baño, y en segundos, creo, escribo en una servilleta de papel lo siguiente:
“Una lápida negra / y una estatua blanca;
una espada de sol sobre cenizas;
mariposas y avispas y quizás una rosa:
dulce esperanza”.

Me lo aprendo en segundos y, de vuelta a la reunión, representando un accidental desgano, lo recito en un momento de silencio, como algo que me venía de repente a la mente, entre otras cosas que, miento, había escrito…
¡Maravilla… gusta a los  rivalizados amigos y a los demás que allí están!

¡Shazam!...¡También yo era escritor”  

Y ya no me detendría.

Siguió mi primer rabioso encuentro con aquella máquina portátil que aporreaba muy torpemente, y produje una serie de cuentos de los cuales permanecen tres, bajo el título general “Mientras el alba no llegaba”.

Son los meses finales de la dictadura, cuando ocurren aprisionamientos y torturas de muchos compañeros.   Todos los intentos de lograr la libertad parecen inútiles y terminados.   Respiro una tristeza que colinda con la depresión   El mismo tono de “enamorado de la muerte” que tiene aquel versito inicial está en cierta forma presente en ellos.

En “Agonía”, el primero, surge un reflejo de mi desencanto con la religión católica y resulta casi blasfemo.   Se refiere a Jesús, María y José (sí, aquellos); pero en el presente y en la República Dominicana.   El viejo está muriendo y nos enteramos de que no es el padre del exitoso hijo que llegará al final; la esposa salió preñada de un panadero que para buenos entendedores es el anunciador Arcángel Gabriel.   Algo así como un chisme ateo.

El segundo, “La tentativa”, tiene elementos biográficos aunque ciertos detalles pertenezcan a la imaginación o al deseo.   Estoy en Santiago de los Caballeros, quiero integrarme a las guerrillas libertadoras, dispuesto me despido casi de manera simbólica de un amigo judío que vive por allá.   Me voy a las montañas… Y todo resulta un vergonzoso y deprimente fracaso.

“¡Paz… paz… paz!”, es el tercero y mejor logrado.   Reelabora algo sucedido en la entrada del Exconvento de los Dominicos donde yo era cantante del coro que dirigía Rafael Bello Peguero (Rafaelito), hoy sacerdote. El final trágico que cae sobre un sacerdote proclama que ni siquiera los buenos deseos pueden sobrevivir en aquellas circunstancias.

Estilísticamente podrían estar afectados por la influencia de León Tolstoi, y se percibe cierto tufillo a existencialismo.

En enero del 1958, los de mi grupo: Armando Hoepelman Ripley, Juan Carlos Jiménez, el ecuatoriano Abelardo Llépez, Rafael Vásquez, Ina Moreaux y yo, fundamos “ARTEDRA”, Taller de Estudio y Representaciones teatrales, casi como una protesta contra las actuaciones del Teatro Oficial, las cuales considerábamos anticuadas  y acartonadas.   Recién había aparecido en el cine James Dean, el primer actor del famoso “método” que conocíamos, y estábamos deslumbrados con su brillante actuación naturalista.   Decidimos estudiar al creador de este sistema, y en un viaje que hice a Puerto Rico consigo sus libros “El método” y “Un actor se prepara”…   ¡Adelante…   En semanas o meses de lecturas, ejercicios e intentos no logramos prácticamente nada.   Hoepelman bromea: “¡Que pendejos estamos; los rusos comen caviar y beben vodka; nosotros nos emborrachamos con ron y comemos mangú; ¿cómo nos va a funcionar esta mierda?!”   Nos reímos hasta orinarnos y luego, un tanto desilusionados, cerramos los libros.   Pero yo, cabeza dura, aparte y pacientemente, puedo decir que “traduzco” lo que había sido creado para una cerrada civilización nórdica a una actual conceptualización abierta y tropical.

En enero del 1959 me estreno como adaptador y director con la lectura escenificada de un fragmento de "La tragedia de Julio César”, de William Shakespeare, en la Galería del Palacio de Bellas Artes-   Una protesta libertaria disfrazada: nuestro texto termina con la muerte del dictador y la frase dicha por mí, representando el personaje de Marco Antonio: “Maldad, ya estás en pie; ¡sigue el curso que quieras!”,

A inicios del 1960 me uno a la conspiración anti trujillista que sería conocida como Movimiento Clandestino 14 de Junio, en honor a los expedicionarios que en esa fecha llegaron al país en el 1959, procurando el derrocamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina.

Los días 26, 27, 28 y 29 de abril, presentamos en el Auditórium del Palacio de Bellas Artes, “Espigas Maduras”, obra de Franklin Domínguez, bajo la dirección de su autor.   Mi personaje es Danilo, el que debía decir “tanto tiempo soportándote”; frase que en las posteriores presentaciones, envalentonado, convierto en “treinta años soportándote”.

La obra fue presentada en el Teatro Colón de Santiago, en el Auditórium del Politécnico Loyola de San Cristóbal, y de nuevo en Bellas Artes.   La reacción del público, en todas las ocasiones a sala llena, había sido el temeroso silencio.   Pero cuando nos tocó en el Teatro Peravia de San Francisco de Macorís, los que allí colmaban la sala, automáticamente se pusieron de pie y aplaudieron y vociferaron consignas estrepitosamente.   El dueño o encargado del teatro se nos acercó, mientras saludábamos agradecidos en el escenario, y nos susurró que saliéramos tranquilitos por la salida trasera del local, rápido y en silencio, pues en la parte frontal nos esperaban los sicarios del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

¡Cuánta alegría; habíamos logrado contagiar a cientos de personas nuestro entusiasmo por la libertad!
En el apresurado regreso a la Capital, lo recuerdo claramente, jubiloso, rompí  en pedacitos los obligados carnets de inscripción en el trujillista Partido Dominicano y el del Servicio Militar Obligatorio.   Estaba saboreando en ese momento la libertad que aún no habíamos logrado.

Sin ser del todo consciente devengo cómplice del ajusticiamiento del opresor: trabajaba en la emisora oficial, “Radio Caribe”, y, según decidieron los conspiradores de allá, debía yo formar parte del grupo que se apoderaría del local para dar la noticia cuando Trujillo fuera depuesto…

Y… ¡la tiranía termina!...   A pesar de los largos y lentos preparativos me parece que sucede de manera abrupta.   Aquella noche del 30 de mayo del 1961 voy a la emisora  para cumplir con mi deber y espero a los demás, pero estos no llegan.   Los defensores del régimen, que obviamente ya están enterados se mueven temerosos, furiosos, agresivos… y yo… con el rabo entre las piernas… me dirijo a mi casa, nerviosamente expectante.  

Alrededor del mediodía siguiente puedo gritar estentóreamente, desde el balcón de mi casa; “Libertad, libertad, libertad”.

En cierta manera un tanto ilusoria siento que la vida ha cambiado fundamentalmente.   Despierto a lo que siento como una novísima realidad y mis pensamientos se deslizan a los problemas del mundo exterior al cual, me parece, pertenecemos desde aquel momento.

Nuestra primera obra representada, en el 1962, es “Muertos Sin Sepultura” de Jean Paul Sartre, dirigida por Luis José Germán (Niní) en el Auditórium del Palacio de Bellas Artes; un montaje patrocinado por la Comisión de Cultura y Propaganda de la Agrupación Política 14 de Junio.   La obra ha  sido actualizada; nuestra versión se desarrolla en nuestro país en el recién pasado presente; los personajes somos prisioneros de la Cárcel de la 40”.   Un gran triunfo.

En cuanto a mi producción literaria siguen otros tres cuentos que se acercan a un estilo más personal: “Cualquier día”, “La persecución” y “El ocaso de Piscis”, que le da el nombre a esta trilogía.

En ellos se proyectan aspectos de la guerra fría y sus bombas espantosas en el primero, el mundo comprable a una absurda jaula de zoológico en el segundo, y en el tercero, más bien una novela corta, a la realidad de un inevitable apocalipsis.
Los días o meses que siguen están demasiado involucrados en conspiraciones, protestas callejeras, y a mis tempranas y exitosas experiencias escénicas, para dar cabida a la escritura.

¡Estoy viviendo de verdad!    Y paralelamente a mi vida artística continuará una burbujeante participación en la política, fundamentalmente callejera (entiéndase: mítines, manifestaciones y protestas).

Todo culminará con el éxito de la elección del Primer Presidente Democrático, Juan Bosch Gaviño.      Alguien que ya había conocido en el Instituto de Educación Política de Costa Rica, donde fui enviado por la Agrupación 14 de Junio para que estudiara liderazgo.   ¡Imagínense ustedes!

Llega entonces el momento de mi entrada en la  literatura teatral, y de nuevo es el impulso aquel sentimiento de rivalidad que aparecía en momentos precisos y determinantes.  

Está en preparación el Primer Festival de Teatro de Autores Dominicanos.   Como actor del Teatro Escuela de Arte Nacional, al que ya pertenezco, participo en una de las reuniones preparatorias de este magno evento.   Mis amigos, Máximo Avilés Blonda, Manuel Rueda, Marcio Veloz Maggiolo y Héctor Incháustegui Cabral, gente que admiro intelectualmente, participarán con sus obras, y yo no tengo ninguna.   Sin pensarlo ni media vez pregunto por qué no incluyen una pieza mía.   Me dicen que no sabían que yo escribiera teatro; pero que traiga una muestra el próximo día; y que si es bueno el producto lo incluirán.   Demasiado tarde me doy cuenta del lío en que estoy metido y me despido, ¡a mil!, de ellos, prometiéndoles que cumpliré.   Corro a mi casa y sin saludar, ni comer ni dormir, lucho con la de lentísima máquina de escribir, y a la diez de la mañana me presento con “Más Allá de la Búsqueda”.

No veré su estreno porque viajo, enviado por el Señor Presidente de la República, al Goethe Institut de Berlín Tegel, para estudiar “Radio y Televisión como medios de difusión cultural”.   La idea de él era que a mi regreso me ocupara de la Dirección de la televisora oficial…   Y lograda la instrucción, saliendo de allá, luego de discursear orgullosamente sobre “el milagro de la República Dominicana, similar al milagro de la recuperación alemana luego de la segunda guerra mundial”… me entero del Golpe de Estado dado en contra de mi mecenas.

Mi madre, temerosa, me pide telefónicamente que no vuelva al país; a mis compañeros, me asegura ella,  los están tomando presos y hasta hubo varias muertes.   Yo le contesto que precisamente por eso tengo que regresar; no debo dejarlos solos en las tales circunstancias.  Y lo hago.  Y nada me sucede.

Muchos años después me enteraré, conscientemente, de la importancia que para mí ha tenido aquella mi primera obra a cuyo estreno no pude asistir.   Presenciándola en un montaje realizado por Claudio Rivera traigo a la conciencia que aquellas pocas páginas han constituido un compromiso inviolable que funcionó en el subconsciente; un contrato conmigo mismo.   Además es algo internamente autobiográfico.   Presenta de manera diferida y metafóricamente cual es la relación entre mi consciencia y mi obra literaria.   Este Prometeo que es mi ser interior; está dolido y alarmado por los terribles resultados que han rodeado mi participación abierta en la vida política: prisiones y muertes, dolores, luto, lamentaciones.

Cito un soliloquio de la pieza:

“Prometeo:    Yo viví en un mundo de ilusiones, una vez…  Inocente en mi niñez prolongada, todo era para mí alegría, belleza, distracción, disipación; todo estaba bien, nada pensaba…  Y cierto día, inesperadamente, un lamento indescriptible llegó hasta mis oídos; un lamento que rogaba por justicia o por piedad a falta de ella.   Era el hombre que lloraba su dolor hasta el momento para mí desconocido.   Las cuerdas más sensibles de mi ser parecieron quebrarse, y desde lo más profundo de mí mismo nació un quejido que se acrecentó a cada instante y se unió al lamento de mi hermano.   Ya no hubo más paz: nació la protesta.   Pensé y trabajé sin descanso, hasta el agotamiento, y encontré palabras que decir a los que suplicaban.  Se crearon bandos, y los hombres se colocaron unos en frente de los otros.  Hubo sangre entre ellos, y encontré a mis hermanos más desesperados aún.   Me alejé de los hombres;  busqué la distancia; creí descansar… Pasado el tiempo fueron a buscarme.  “Necesitamos de ti”, me dijeron, “sólo tu pareces ver clara”…  Y era tal su miseria y abandono que marché con ellos…  Pensé que la situación no podía empeorarse…  ¡Oh, Pandora, cuán equivocado estaba; como fui engañado!: el odio creció como una nube negra sobre la tierra.   Escuché quejidos, gritos, alaridos.   La faz del mundo se convirtió en una masa sanguinolenta de brazos, dedos, piernas y cabezas mutiladas…   Y el amor se alejó más en cada pausa…  Todo por mi culpa; soy un apestado; nací con alimañas en el cerebro.  Tú no las ves; pero yo las siento.   Las siento a cada instante.  En este momento, las siento.  No puedes comprenderlo; pero es verdad: contamino todo lo que toco; todo lo que se me acerca.”

Mas otro elemento de mis tripas espirituales, Pandora (una especie de positiva  conciencia), lo convence de que aquel remordimiento es bazofia, que lo que vale es seguir insistiendo y, de esa manera, salgo a la luz dispuesto a enfrentar lo que sea.
Nueva cita:

“Pandora:    Tu dolor es mi dolor y tu alegría será mi alegría.  He comenzado a ser tú mismo; a formar parte de ti.
Prometeo:    ¿Otra vez la muerte y la desgracia?
Pandora:    No importan.
Prometeo:    ¿Y entonces?
Pandora:    ¿Tengo yo que decírtelo?
Prometeo:    No.
Pandora:    Gracias…   ¿Sabes realmente lo que nos espera?
Prometeo:    Nos espera un largo camino hacia el calvario.
Pandora:    Sí.
Prometeo:    Nos espera la soledad entre los hombres.
Pandora:    La incomprensión.
Prometeo:    Los escupitajos en la cara.
Pandora:    Una pesada cruz.
Prometeo:    La vergüenza de toda la tierra.
Pandora:    Nos espera un lanzazo entre las costillas.
Prometeo:    Vamos.
Pandora:    Hacia afuera.
Prometeo:    Vamos.
Pandora:    ¡Fuerza, Prometeo!
Prometeo:    La tenemos… sólo somos uno.
Pandora:    Sí…  ¡Somos el dolor del mundo, que busca    desesperadamente… algo que lo destruya!”
Y luego de esta declaración de guerra permanente (digámoslo así), me siento obligado a referirme un poco  a la intención por la cual escribo.

Lo acostumbrado en la literatura, más que en cualquier otra actividad artística, es que el autor refleje en la obra que produce sus pensamientos, su tiempo, su país (su entorno más bien), sus circunstancias y sólo en algunos casos los detalles de su vida. Para hacer esto he debido ahondar en mis pensamientos y en sus razones de ser; analizar si lo que hago ha estado al día en algún momento o si he sido un testarudo desfasado; si mis escritos corresponden a las costumbres o a las necesidades del país en que ha nacido o si he dado la espalda a mi nacionalidad y mi raza; si he recibido influencias de mi entorno y de las corrientes internacionales o si he sido más bien original o independiente; y, en fin, en cuál manera está presente mi vida en esas muchas páginas o si estoy completamente ausente en ellas.

Debí clasificar mis trabajos con docta mirada crítica; ajustar mis recuerdos sistemáticamente, y repasar la  historia de mi ser interno y sus reflejos en el exterior.  ¡No poca cosa!

Y además, como si esto fuera poco, gracias a ese análisis he podido comprobar que las manifestaciones de mi vida toda son manifestaciones sinceras de mi patriotismo y de mi amor por la humanidad.

Pero volvamos a mi regreso al país después del “coup d’état”.   Las calles parecen  ignorar lo sucedido.   Todo se desenvuelve como una insensible y estúpida rutina.

La religiosidad antigua resucita, como si buscara un consuelo con cierto presentimiento de que no lo lograré.   Un aguacero de cuentos de los cuales sólo quedan: “Miércoles de cenizas” (La muerte en las ergástulas de un querido amigo, Juan Carlos Jiménez), “Domingo de palmas” (una crítica a los curas) y “Sábado de gloria” (La resurrección de la libertad que se antoja imposible; pero que aún así se resiste a morir).

Estos títulos son recogidos bajo la sombrilla “Semana Santa”.

Y de repente mi estado de ánimo se inflama de rabia; Jean Paul Sartre y Albert Camus, con su militante existencialismo, hierven en mi sopa…   En ese desagradable estado es producida la tercera colección de mi narrativa; según el estilo de los casi cuentos de Marcio Veloz Maggiolo, aunque ya es posible decir que he desarrollado un estilo más propio.

“Cuentos de la esperanza escondida”, es su titulación agrupadora.   No reniego de la ilusión, pero ésta no puede sobrevivir expeditamente:

“Si algo te ofende” (mi deseo de no ser ya más un testigo); “En espera de turno” (la improbable eventualidad de que pudiera cerrar los ojos a la maldad); “La Parálisis” (el deseo de morir, ¡de nuevo “enamorado de la muerte”!¡); “Un trago largo” (el ansia de embriagarme para amortizar los pensamientos); y “Error de cálculo” (la aceptación del sacrifico en pro de los ideales).
Mis datos biográficos no aparecen; pero puede trazarse la ruta recorrida por mis emociones y pensamientos.
La metafórica biografía de mis ideas y emociones continúa.

En 1964 es creada la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos; yo estoy en ella.

En ese mismo año, por las ondas de Radio Televisión Dominicana y con el patrocinio de los familiares de los héroes de Maimón, Constanza y Estero Hondo, presento mi texto. “La Raza Inmortal”.  En él soy el director y actúo como Octavio.
También son proyectadas televisivamente, en formatos de miniserie: “Marianela”, de Benito Pérez Galdós” (adaptación mía y actúo como Pablo): “El Zoológico de Cristal”, de Tennessee Williams (Adaptación y Tom); “Más Allá del Horizonte”, de Eugene O´Neill (Adaptación y Robert); “Espectros”, de Hendrick Ibsen (Adaptación y Osvaldo); “El Buen Ladrón”, de Marcio Veloz Maggiolo (Adaptación y Dimas); “En la Ardiente Oscuridad”, de Antonio Buero Vallejo; (Adaptación e Ignacio); y “El Deseo Bajos los Olmos”, de Eugene O´Neill (Adaptación y Eben).

Llevo para esos años unos 26 personajes.

Y nacen paralelamente mis cuatro siguientes obras teatrales: los dramas épicos “Don Quijote de todo el Mundo” y “Un Héroe más para la Mitología”; colindando con la incoherencia “Los hijos del Fénix” y “Fábula de los cinco Caminantes”.   Esta última, la escribo en marzo del 1965, días antes del inicio de la Guerra de Abril, con un trazado que ronda el Teatro del Absurdo, es un retrato premonitorio de la contienda bélica, sus angustias, sus muertes y sus resultados.

Las cinco primeras obras serán publicadas en el 1967 bajo el título “Mas allá de la búsqueda” en la colección Contemporáneos de la Universidad Católica Madre y Maestra.

Si se comparan la narrativa con las obras para la escena, hay en éstas mucho mayor agresividad, una clara intención de agitar, de cambiar ideas y de sugerir o imponer otros comportamientos.

¡Cuánto me afecta aquella Guerra Patria!   Tomo notas vehementes de todo lo que sucede; pero el 3 de Septiembre cuando salgo de la zona constitucionalista para entregar el Poder a Héctor García Godoy…

Si, fui Presidente de la República por algunas horas…

Se quedan aquellos papeles en el Edificio Copello (donde trabajé y dormí aquellos cuatro meses), en una gaveta de lo que era mi escritorio, mi mesa para comer y ocasionalmente hasta mi cama.   Cuando puedo volver a entrar se los han llevado supongo que las fuerzas invasoras.

Dejo de escribir por un tiempo, abatido quizás, o puede que desilusionado.  Pero la necesidad de comunicarme repunta, más temprano que tarde, y evoco los  papeles perdidos con el título de “La guerra no es para nosotros”: ahí están dos transcripciones, las únicas que conservé “Jimmy, Sammy y Johnny”, que apareció en un bolsillo de “EL” pantalón vaquero,  y “Oscar”, que se lo había prestado a René del Risco; ambos trozos biográficos.

Y el resto son reconstrucciones, simples recuerdos del dolor y la gloria: “La cuneta”, “Mi querido Moreno”, “El muerto dieciocho”, “Los palomos”, “El inútil”, “No eres un hombre, hijo”, “Estática”, “Ataúdes al por mayor”, “Por ladrón”, “Ahora, cuando por primera vez”, “Unos imposibles ojos azules”, mas el que da el título al libro: “La guerra no es para nosotros”.   Retratos, la mayoría, de aquellos compatriotas que iban a quejarse en una mezcla de pedido de ayuda, de protesta y de desahogo.
Otro, el que no he mencionado, “Vivir es buena razón”, es absolutamente biográfico y narra dolorosamente un encuentro agresivo con mi padre en el marco de la divisoria guerra.

Luego, como despertando de aquella sorda e inmóvil pesadilla, de improviso, me convierto en catedrático sin tener título universitario: pasan dos años en la Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago de los Caballeros y un tercero, el 1969, en el Colegio de Oswego de la New York University.   El consulado yanqui parece ignorar u olvidar mi activa oposición a su gobierno, y la American Association of University professors, certifica que he sido admitido en la membresía activa efectiva a partir de esa fecha y, además, el United States Department of Justice, Immigration and Naturalization, cambia mi estado legal para permitirme la docencia en el territorio norteamericano.

Un año y pico de vida Neoyorquina me resultan más que suficiente (me sentía como un pulpo en un garaje)… y regreso a mi patria.

Inicio mi trabajo publicitario, y en los próximos años trabajaré, como Director Creativo en Young & Rubicam Damaris, Fénix, Bergés Peña, Taller Creativo… ¡en casi todas las publicitarias!.

De esa época, alrededor del 1968, permanece “Trilogía del perenne sacrificio o Travesía de un rio hacia el olvido”, que recoge “Muriendo”, “Remuriendo” y “Quizás nunca vivió”.   El segundo de estos cuentos merece un premio en el Concurso del grupo La Máscara.   Ahí está la semblanza alegórica que narra tres de mis muertes no físicas; pero sí de mis ilusiones.

En marzo y abril del 1968 participo en una gira por diversos centros universitarios de los Estados Unidos, acompañando al Grupo de Teatro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en esa época dirigido por Máximo Avilés Blonda.   Participo en calidad de actor, director y dramaturgo.   Son las obras “Estamos de Acuerdo, Sí Señor”, de Rafael Vásquez (en la cual actúo como Señor 1); “El Cáncer Nuestro de Cada Día”, de Marcio Veloz Maggiolo (director y personaje principal), “Yo Bertolt Brecht”, de Máximo Avilés Blonda y “Fábula de los Cinco Caminantes” (mía), ambas dirigida por Avilés.

En cuanto a la escritura sigue “Querer, ¿para qué?”, el mundo griego inunda mi espacio, cuatro historias del período clásico escritas con una corrección que me aleja de los impulsos innovadores y violentos.  “Dos negros sucios”, “Cognac y un poco de inocencia”, “Un bar llamado…” y “Una forma de vencer”.   Corresponden a los personajes originales, Medea, Electra, Hipólito y Antígona, que en mi trabajo renacen en la República Dominicana durante la Era de Trujillo.

En el 1971 conozco a Francisca María de la Asunción Brenes Guridi, mi Frances, y unos meses después, en marzo del 1972, contraigo matrimonio con ella un Domingo de Palmas.  Nuestra luna de miel se desarrolla en dos capítulos, el primero en una casa de campo de Puerto Plata, y el segundo en Ciudad México.

De la época siguiente, en la dramaturgia surgen dos tragedias “Andrómaca” (inspirada en la homónima de Eurípides), obra que mereciera mi primer Premio de Teatro Cristóbal de Llerena, y “Soberbia” (inspirada en el “Áyax” de Sófocles).   Ambas,  actualizaciones en el ambiente dominicano de la época de la Guerra de la Restauración.

La más reciente colección de relatos, “Siglo  veinte”, es escrita sin prisa con amplios espacios de tiempo entre ellos.   “Ícaro”, otro de mis particulares derrotas, “Siglo veinte”, una novela corta que se refiere a los conflictos internacionales de la guerra fría; “El chillido de la nalgada”, que dentro del concepto de la migración haitiana, destaca, en una estructura contada al revés, la imposibilidad de cambiar el destino; y “Memorias del futuro”, relativa a mi abuelo materno, que colinda con una semblanza a la vez real y parabólica.

En los mismos años surgen las obras teatrales, “Los tiranos” e “Interioridades” y “Muerte del héroe”, algo así como una trilogía crítica sobre el poder político.   Estas, más los cinco textos  teatrales del inicio son publicados en “Teatro 1963 - 1981”.

También escribo dirijo y actúo en “Solitud” y “Demasiado Tarde”; dos monólogos profundamente autobiográficos.   Se refieren al inolvidable conflicto entre mi padre y yo; el primero desde mi punto de vista y el segundo según las experiencias de él.   Es un  hermoso inicio del entendimiento entre ambos.

Más cercana, aparece “Carta a Trujillo”, obra sobre la dignidad en tiempos de tiranía.

Y casi como una culminación de aquel pasado, surge una prima de aquella “Fabula”, “Natifixión”, no tan farsa; pero definitivamente libre e igualmente creativa.   Se desarrolla en algún lugar local parecido a Constanza, y trata de los egoísmos humanos y de su falta de solidaridad.   Es, entre mis obras, una de las que más me gusta.

Surge de repente en un rebote de espiritualidad cristiana: “El Milagro de la Navidad”, rotundo éxito que representa el nacimiento de Jesús.   La escribí mientras trabajaba en la publicitaria “Cumbre” de Freddy Ginebra, para el cliente “Brugal y Compañía” y fue presentada durante dos años dentro de la Zona. Colonial, en el patio del Museo de las Casas Reales y luego en el exterior de la Torre del Homenaje de la Fortaleza Ozama.
 
Pero ahora lleva veintisiete años siendo repetida en la Navidad del Banco Popular Dominicano. 

Productos de mis actividades como tallerista de actuación y como una necesidad de  tener material para que mis alumnos pudieran comprobar sus habilidades y la efectividad de la materia impartida, retomé la mayoría de los relatos de la Guerra Patria del 65, y los convertí en monólogos, con los títulos cambiados.  “Retratos de una Guerra” y “Otros retratos”, que reúnen “Memorias de abril” (Premio Cristóbal de LLerena por segunda ocasión) y “Más Retratos”, que reúnen: “Regalo” (la historia con mi padre), “Cada cual lucha a su manera”, “Eres un hombre, hijo”, “Qué tiene de malo”, “interferencia”, “Derecho a vivir”, “Las cosas no son así”, “El muerto dieciocho”, “Unos tragos lo resuelven todo”, y “El ayer de un palomo”.   También tres creaciones nuevas; “La esposa de agosto”, “Padrenuestro”, y “En esos momentos no me podía pasar nada malo”.   Esta última, escrita expresamente para una niña, única entre un grupo de mayores, la cual también quería examinarse de actuación.

Dentro del mismo tema están una tragedia “Vivir, buena razón”, y una sátira “Azul imposible”.

La lista de actuaciones sigue ampliándose exitosamente, tanto en el teatro como en la televisión: “Un tal Judas” (en dos versiones), “El deseo bajo los olmos” (también en dos versiones), “Más allá del horizonte” (en dos ocasiones), “Se busca un hombre honesto”, “Los Existencialistas” y “Los judíos”, “Proceso a la historia”, “En la ardiente oscuridad”, “El deseo bajo los olmos” (en dos versiones); “Julio César”, “Habitación 203”, “Entre alambradas” y “Mas allá del horizonte”, “Esperando a Godot”, “Los actores”, “Entremés del gato barcino”, “El hombre de barro”, “Un héroe más para la mitología”, “Cuando los héroes quedaron solos”, “El león en invierno” (en dos ocasiones), “Edipo Rey”, “El Zarpazo”, “La ópera de tres centavos”, y “La morsa”.

Me place confesar que en el 1976 me conecto con un personaje, que reconozco y agradezco como eje de mi vida en la actuación; nuestro gran héroe nacional en la obra patriótica “Duarte, fundador de una república” de mi amado colega Franklin Domínguez.   Mi carrera de actor queda dividida en una ante y un después que altera hasta mi existencia privada.

Entre mis actuaciones por estos tiempos, están: “Anillos para una dama”, “Abelardo y Eloísa”, “Lisístrata odia la política”, “Rashomon”, “La sangre”, grabación, “La novicia rebelde”, “Interioridades”, “Filoctetes”, “La herencia del Doncel”, “Epifanía”, grabación, “Marat Sade”, “Julio César”, “La gaviota”, “Los tiranos”. “El peregrino”, “Christopher Columbus”, filme,, “La cena de los cardenales”, “Soberbia”, “Duarte”, “El milagro de la navidad”, “Himno Nacional”, grabación, “Colón Cristóbal, el genovés alucinado”, “Espigas maduras”, “Don Quijote”, “Entre Dios y el diablo”, “El sucesor”, “Palmeras al viento”, “Ifigenia en Áulide”, “Cartas a Theo·, “Edipo Rey”, “La eterna Eva y el insoportable Adán”, “Edipo Rey”, “Salomé”, “Juego mortal”, “Pinocho”. “Mistiblú”, “Viaje de un largo día hacia la noche”, “La cena de los cardenales”, “Pasión en las calles”, “Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?”, “Tambores y castañuelas”. “Las alegres comadres de Windsor”, “El peregrino”, “La controversia de Valladolid”, “Espigas maduras”, “En casa de Romeo, Julieta de palo”, “Interioridades”. “Driming of Julia”, filme, “Solitud”, “Duarte”, “Amadeus”, “El flautista de Hamelin”. “Don Juan Tenorio”, “El Decamerón”, “Compadre Mon”, “Atrapados por el-ámbar”, “La controversia de Valladolid”, “La novicia rebelde”, “Fábula de los cinco caminantes”, “Pedro”, “Los actores”, “¿Qué tiene de malo?”, “El peregrino”, “Demasiado lejos”, “Tú puedes hacerlo”, “Los piratas de Barba Negra”, “Viniendo de la muerte”, “Elemental, querido amigo”, “Don Quijote”, “El beso de la mujer araña”, “The lost city”, filme,. “La bella y la bestia”, “Julio César”. “Prohibido suicidarse  en primavera”, “El flautista de Hamelín”, “Mi novia está de madre”, filme, “Los locos también piensan”, filme, “Violinista en el tejado”, “Carta a Trujillo”, “Un recuerdo para todos los tiempos”, “Cartas a Salomé”, “El graduado”. “Amadeus”, “Canción de Navidad” y “Cuento de Navidad”.

En septiembre del 2013 decido publicar, como libros de texto, los apuntes de mis talleres de educación teatral: “Manual de Actuación”  y “Manual de Dramaturgia”, los cuales me han resultado muy útiles pues quedan como memorándums para los alumnos.

Un extraño paréntesis, mi participación como Maestro de Drama del Colegio Saint Michael, me permite comprobar mis conocimientos del inglés con las traducciones de dos obras y la creación de siete más, directamente en ese idioma: “The chain”, “Dishonesty”, “The Making of…As you ass me” (Versión de “Proceso por la sombra de un burro”), “Chistmas Gospel” (traducción de “El milagro de la Navidad”), “Epiphany”, “Anyone´s son”, “Life is but a dream”, “Forgive us Will, or the commitment of Romeo and Julieta”, y “This is not a play”.

También escribo obras escénicas, cuatro, para el grupo creado y dirigido por mí en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña: “Mas que palabras”, "El sermón de Adviento", “Algo nació en noviembre” y “Albores de esperanza”.

Y de repente, sin que recuerde las razones específicas, oblitero la dramaturgia y la narrativa y los poemas, para reunir y publicar las conferencias, charlas y textos de los talleres ofrecidos durante un largo tiempo.   Publico en noviembre del 2015, “Hablando con mi gente”.   Compuesto por un montón de textos entre los cuales hay trabajos sobre teatro, por supuesto; pero que alcanza temas muy dispares como la Guerra de abril y el amor.   Son estos: Sobre colegas y amigos: “Franklin Domínguez... ¡¿Y por qué?!”; “Máximo Avilés Blonda Acosta”; “Batallando. Comentario estudioso sobre la obra de William Mejía”; “Monodramas y Trivialidades, de José Adolfo Pichardo!”; “Ángel Haché. Un reconocimiento”; “León David”; “Jacinto Gimbernard Pellerano; un humano admirable”; “Jacques Viau”; “Manuel Rueda, un maestro en el teatro”; Compromisos ocasionales: “Antología del Teatro Dominicano”; “Puesta en circulación de seis obras por la Editora Nacional”; “Divagaciones sobre la “Dramaturgia como Proceso Escriptural”; “Ponencia sobre actuación”; “Teatro comercial versus el que no lo es”; “Periodismo y Teatro”; “¿Somos Directores?”, “El teatro, arte idóneo en la transformación social”; “La importancia de la identidad”; “Mensaje para el Día Mundial del Teatro 2014”; “Yo… y lo que escribo”; Defendiendo nuestra Dramaturgia: “Un diagnóstico de la dramaturgia dominicana”; “Lo dominicano en nuestro teatro”; “Los héroes en nuestra dramaturgia”; “Teatro Político”; “Presente y futuro del teatro dominicano”; La pareja Bosch Quidiello: “Juan Bosch, Maestro de la Narrativa Latinoamericana”; Miguel  Collado”; “¿Por qué Don Juan es un ejemplo?”; “Algo sobre un sol que nos dice la hora”; “Sobre Doña Carmen y su "Reloj de Sol”; Temas diversos: “Literatura y Teatro”; “Algo sobre la identidad Latinoamericana en el teatro”; “El siglo XX, cien años de iconoclasia”; “Historia, mitología y tragedia en Grecia”; “Carnaval y Teatro”; “Macorís y los Cocolos”; “La otra guerra de abril”; “Mi Conde”: “El amor”; “Sueños y Realidades”; Sobre mí: “Cuestionario (Freddy Ginebra)”, “Entrevista a Iván García Guerra (Ramón Tejeda Read)” y “Conversando con Iván García (León David)”.

Mis más recientes actuaciones son: “El hombre de la Mancha”, “Sermón de adviento”, “La mujer de negro”, “Los sueños de Lincoln”, “Máximo Gómez, hijo del destino”, filme, “Réquiem por la noche de un viernes”, “Visitando a Mr. Green”, “Cats”, tres filmes más: “Duarte, traición y gloria”, “Del color de la noche”, “No hay más remedio”, y dos lecturas: “La escandalosa y muy contada historia de la casta Susana o las increíbles peripecias de la virtud” y “El túnel”.

El 11 de febrero del 2016, en una emergencia, fui objeto de una operación de corazón abierto durante la cual me conectaron a una máquina de derivación cardiopulmonar.   Terminada la cirugía, al desconectar la bomba, mi corazón, dejó de latir por cinco minutos, virtualmente muerto.   Cuando supe de mí, alrededor de un mes después, por primera vez en mi larga vida me di cuenta de que se nacía para morir, y no teníamos idea de cuando esto sucedería.   Decidí  pues apurar el paso en la escritura y publicación que quedaba pendiente:

Surgió entonces, en agosto del 2018, el tomo “En torno a la libertad”, que reúne una bastante extensa creación relacionada con los acontecimientos sociales de nuestro país: “El Hombre de Barro”, “Proceso por la sombra de un burro”, “Un Héroe más para la mitología”, “Andrómaca”, “Soberbia”, “Volaremos hacia el sol”, “Romance Criollo”, “Alba de Patria”, “Carta al tirano”, “Epílogo”, “Vivir, buena Razón”, “Un azul imposible”, “Introducción a “Regalo””, “Regalo”, “Introducción a “Cada cual lucha a su manera””, “Cada cual lucha a su manera”, “Introducción a “Eres un hombre, hijo””, “Eres un hombre, hijo”, “Introducción a “¿Qué tiene de malo?””, “¿Qué tiene de malo?”, “Introducción a “Interferencia”, “Interferencia”. “Introducción a “Derecho a vivir””, “Derecho a vivir”, “Introducción a “¡Las cosas no son así!””, “¡Las cosas no son así!”, “Invitación a la persistencia”, “El muerto dieciocho”, “Padrenuestro”, “Unos tragos lo resuelven todo”, “La novia de agosto”, “El ayer de un palomo”, “En esos momentos no me podía pasar nada malo”; ¿¿Valió la pena??: “Trilogía del perenne sacrificio o travesía de un río hacia el olvido”: “Muriendo”, “Remuriendo” y. ”Quizás nunca vivió”.

Y en noviembre del 2018 brota “De amor y penar”, un libro que agrupa la mayoría de mi producción poética, desde el 1958 hasta la fecha de su publicación.   Son los poemas: “Memorias provincianas de un niño feliz”, “Dulce Esperanza”; “Hombre equivocado”, “Sigo adelante”, “Creo en mí”, “Bodas”, “Triunfo del Amor”, “Es dulce recordar”, “Concepción”, “Canto a Lakshmi”, “Arrullo”, “Tú”, “Canon a tres voces”, “Amada”, “Así”, “Qué puedo yo entregarte?”, “Ahora te lo pido”, “Tú y yo”, “Tu presencia”, “Gracias”, “Tú puedes hacer cambiar la gente”, “El asunto”, “Un Himno a la esperanza”, “Es”, “Altar de Luz”, “Voz del alma”, “Mansión interior”, “Eres”, “Resurrección”, “Persistencia de la alegría”, “Soledad”, “Cansancio”, “Aquí estoy”, “En un día del padre”, “Vida cortada”, “Al comienzo de un año”, “Frente al Mar Caribe”, “Réquiem para una ciudad”, “Con la voz del pueblo”, “Diecinueve de Mayo”, “Prefiero imaginarte”, “Oda fugaz al libro sempiterno”, “Pedro nuestro”, “El amor sigue presente”, “Al comienzo de un año”, “Te declaro mi amigo”, “Como el correr de un río”. “A quien no cree en el amor”, “Llamo a quien no me llama”, “No me interesa saber que es el amor”, “Somos uno los tres” y “Sencillamente”.

Existen otros varios títulos, todavía en gavetas, que no escapan a las tendencias descritas y no agregan nada notoriamente diferente a lo que he analizado.

¿Y cuáles son los resultados?

En la casi totalidad de mis creaciones he permanecido al día y no me parece haber estado desfasado temáticamente, ni en cuanto al estilo.   No le he dado las espaldas a mi nacionalidad y mi raza, y mis tipos son indudablemente dominicanos, aún en las pocas ocasiones en que he trabajado con temas de la Hélade.   Como todo escritor he tenido influencias de las corrientes internacionales; pero siempre he intentado crear un estilo propio que resulte original e independiente.

Y, finalmente; aunque pocas veces en los detalles biográficos, he estado presente con testaruda constancia en todo cuanto se refiere a mi vida interior.  Podría decir que mi trabajo artístico y literario, constituye un relato alegórico de mi alma.
No sé si los críticos externos estarán de acuerdo con esta apreciación; pero, ¿qué se va a hacer?   ¡Así es la vida!

Gracias, mi pueblo amado, por permitirme presentarme ante ustedes, luego de tantos años en exilio.

Y ahora, si necesitan alguna aclaración, aquí estoy para intentar traer la luz.

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