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lunes, 2 de enero de 2023

Jhon Lambert y los cocolos de Miramar. Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)

Obra de arte de la autoría de Eduardo Del Castillo

Nota:  el presente trabajo literario y de contenido histórico fue tomado del capítulo 17, página 407 hasta la 427,  del libro  El rey del Comise, Los Guloyas y los Cocolos en la industria azucarera de San Pedro de Macorís, segunda edición, de la autoría del periodista y escritor Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo) . Pintura. Obra de arte de la autoría de Eduardo Del Castillo

 Jhon Lambert y los cocolos de Miramar


MI CANTO A MIRAMAR

(E. C. V. -M-).

Miramar, Miramar
barrio pegado al mar
gentes buenas estar
asentando sudorosos negros,
azúcar, guarapo y guay.

Miramar. Miramar
cocolos de ingenios
bailando su danza grupal
loando recordados ancestros
cazados por el blanco brutal

Miramar. Miramar
recibiendo aquellos negros formales
con interrogantes miradas
que surcaron el mar en velamen
Fatigándose en ingenios ajenos

Bergantín y velas al viento
periplo de negros en ocurrido tiempo
 insular Sotobarlonlontinos
sed, hambre y esperanza
cruzando el Caribe bravío
sobre encrestadas olas chorreantes

cocolos apretujados
mezclando su jerga inventada
tarareando canciones heredadas,
así
llegaron al Higuamo macorisano
los negros de islas cortas

Miramar. Miramar
tu playa muerta mutilada,
rojos cangrejos aplastados
por el pretérito progreso
Arboledas violadas
flamante época sembrada
 
Manjar de ostiones y caracoles
saciando apetitos apurados
convite de pobres abandonados
colectiva francachela de desamparados

Miramar. Miramar
Juntando nuevos hermanos
venidos de islas cálidas
Cocolos saltando, gozando,
su extraña danza fogueada
alegrando pascuas esperadas
Retumbando sus tambores africanos

Negros soberanos
de ingenios y cañaverales
disfrazados de contrastantes colores
formaron familia en la barriada

Cocolos Guloyas
alegrando Navidad importada
bebiendo Guavaberry en Nochebuena
y abrazándose en Año Nuevo.

Miramar. Miramar
aplaudiendo contento
a tantos negros pintorescos
integrados a la comarca
de precedidos criollos variados

Óyense cimarronas voces
de esa etnia luchadora
que sobre siglos de batallas
conquistó su libertad

Ríen, danzan, brincan,
agitan su cuerpo
 muévanse motivados
por flauta y tambores concitados  

  Muestran en su tímida sonrisa
la blancura única de sus dientes
indicando sus raíces africanas
 
El  retumbar  de su comparsa
incita transeúntes asombrados
uniéndose a su danza pintoresca
reflejando su rostro alegre
en espejitos incrustados

Corre alborotada la chiquillada
¡Cuánta belleza humana
adornando la jornada!

Miramar. Miramar
oliendo guarapo en zafra,
sudores horas cuajadas
haciendo azúcar alada

Flotan sonrisas agradecidas
desde la concurrencia arremolinada
alabando el disfrute baile
 Momise, indio y Guloya  
Negros sin rencor en la mirada
¡Nobleza de cocolos importados!

Miramar. Miramar
travesuras muchachadas
bañándose en su azulado mar
Memoria de adultas amanecidas

¡Oh playa muerta encantada!
¡Festejo de San Juan!

(E. C. V. -M-).

 Jhon Lambert y los cocolos de Miramar

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo) 

Lo que actualmente conocemos como el barrio Miramar, en la ciudad de San Pedro de Macorís, fue una extensión de grandes potreros pertenecientes a la hacienda del señor Pedro Camarena que comprendía los hoy sectores de Japón y Las Filipinas. Agregándoseles, a principio de la década del 80 del siglo XX, los barrios Las Flores, Pedro Justo Carrión, Las Piedras, Villa Faro y todo el litoral que se extiende hasta la frontera sur-este, con El Peñón, colindante con El Soco, en la costa del mar Caribe. Los manglares, bayahondas, cocotales, uveros, almendros y demás especies de la naturaleza que matizaban los bellos paisajes de esa zona fueron echados abajo por la invasión incontrolable de cientos de personas que han conformado el nuevo hábitat social levantado después de la decisión generosa del cubano Lorenzo Zayas Bazán, en 1897, que permitió y facilitó el primer asentamiento humano grupal en esta parte de la ciudad.

Él es Jaime Philips (Gambao), un reconocido cocolo del barrio Miramar que ejercía de practicante de medicina, en esa condición se le veía montado en su bicicleta recorriendo las calles para atender pacientes a domicilio. Este buen hombre residía en la calle Luis A Bermúdez, entre la Elías Camarena y Antonio Molano.

 El sector que hoy se denomina barrio Las Flores era conocido como el Monte de Seguirían, que era un señor mocho de uno de sus brazos y al que los chavales le tenían miedo.


 Vistas frontales de dos confortables residencias del barrio Miramar de San Pedro de Macorís, en la primera, izquierda, construida entre los años 1920-1930, en hormigón armado, estilo predominantemente Neoclásico, allí puso su consultorio el doctor Luis Eduardo Aybar; a finales de la década del 70 del pasado siglo XX, residió en ella el médico doctor Ponce. Desde hace más de 20 años allí funciona el Tribunal de Niños, Niñas y adolescentes. En la segunda, derecha, construida en 1913, por el propietario de todos los terrenos que conforma el sector de Miramar, Lorenzo Zayas Bazán, a su muerte fue adquirida por Familia Hazim-Peña que encabezaba Jorgito Hazim.


Según el historiador y poeta Vinicio Viguera Ozuna, en un artículo periodístico publicado en varios medios impresos, y reproducido luego en páginas web y blogs digitales, Zayas Bazán obtuvo esos predios de manos del hacendado Pedro Camarena, "quien la aparceló en 1897, vendiendo solares a ricos y regalando a pobres, en su mayoría a los primeros 100 cocolos que arribaron a Macorís, traídos por don Lorenzo en 1877. "En la historia del Barrio Miramar se encuentra el 60% de lo que hizo grande a la Ciudad de San Pedro de Macorís, y que es hoy recuerdo precioso en un acervo histórico", sostiene.

 

Rafael Antonio Jarvis Joseph, de padres cocolos, excelente ser humano, economista egresado de la Universidad Harvard, comunicador, director y editor de la revista Ideas, emprendedor, cooperativista, gremialista; su familia fue emblemática en el barrio Miramar; su hogar produjo maestras y otros miembros que se destacaron en distintas actividades productivas

 

Esta realidad histórica ha calado en el sentimiento de los viejos residentes de San Pedro de Macorís, en el sentido de que la mayoría de los hombres y mujeres que viven en el barrio Miramar proceden de familias de origen cocolo. En efecto, en este sector se estableció una cantidad importante de los negros isleños contratados para vender su fuerza de trabajo en los ingenios de la provincia, quienes al llegar fueron distribuidos en los ingenios Consuelo, Porvenir, Santa Fe, Quisqueya y Miramar. Otros, en menor proporción, fueron ubicados en Barahona y San Luis. El grueso hizo de los primeros lugares su segunda patria chica.


Imágenes poco conocidas de un cuartel militar que existió en las afueras del barrio Miramar, próximo a la costa, en el año 1927, levantado en hormigón armado; en aquellos tiempos hubo otra instalación semejante en la zona conocida como La Arena, en esa época era frecuente utilizar el estilo ecléctico, con la característica de mansiones de praderas. Se dice que La Arena se convirtió en zona de tolerancia en razón de que al lugar acudían féminas a ofrecer sus servicios sexuales a los marines. Pronto su alrededor se llenó de negocios de bares, cabaret y otros negocios afines. El nombre de La Arena le vino porque durante la construcción del puerto, 1946, el material sacado por la draga durante le ejecución de la obra, era lanzado en esa zona, que al llenarse de cantidades de  ese material, los moradores cercanos  identificaron el sector con ese nombre, La Arena.

 

El nacimiento del barrio de Miramar, a partir de 1897, está estrechamente vinculada al boom de la industria azucarara de finales del siglo XIX y principio del siglo XX. Sus moradores se nutrieron con la llegada considerable de  negros de las islas del mar Caribe.

Este sector social comunitario alcanzó renombre con la vistosidad cultural de estos cocolos. Aquí fundaron instituciones religiosas, educativas, deportivas y culturales. Ya hemos apuntado su contribución y aportes en las áreas educativas, creaciones de logias y sociedades; los deportes y su gastronomía.


La familia Dunker Lambert, cocolos del ingenio Angelina que tempranamente se establecieron en el barrio Miramar, entre los hijos de este matrimonio hay sindicalistas, políticos y el médico, psiquiatra, salubrista, educador y terapeuta familiar, doctor José Rafael Dunker Lambert. La familia es propietaria del Rincón Cocolo.

Por ser tan numerosos ocuparon espacios de primacía en el barrio Miramar, donde proyectaron sus costumbres y saberes atractivos. En este sentido, desarrollaron su folklor danzante conocido en las tres manifestaciones que son Momise, Guloya y los indios, entre otras creaciones propias. La forma de su espectacular baile movido por el incitado híbrido sonido ruidoso de desiguales tambores escenificado en la vía pública, atrajo la atención de la población petromacorisana, que de inmediato, se involucró con animoso entusiasmo a su colorida y alegre diversión, haciéndola popular y suya, fomentando magnéticamente a los cocolos por todos los ámbitos sociales de la ciudad con rapidez.

 Al amparo popular los nombres y apellidos de los cocolos discurrieron en un ambiente pintoresco. Aunque entre ellos hubo excelentes técnicos, torneros, mecánicos, ebanistas, carpinteros, trompetistas, saxofonistas, reverendos religiosos de sus creencias, entre otras particularidades personales. Los lugareños  los fueron  identificando más por su participación en sus expresiones culturales que en los oficios que ejercían. Los Guloyas, el Momise y Los Indios, calaron hondamente en el gusto de la población. Las celebraciones tradicionales de la ciudad menguaban su atractivo sin la presencia ruidosa de las danzas de los cocolos.

No obstante, a lo antes  expresado, hay episodios de su accionar social poco difundidos,  como el arte. Y aunque hemos mencionado los nombres de algunos músicos destacados hubo un joven en particular cuyo talento artístico lo distinguió por encima del oficio de zapatero que ejercía para ganarse la vida. Nos referimos a John Lambert, quien pudo sacar tiempo para desarrollar su habilidad de escultor y pintor. En estas artes demostró una genuina capacidad creativa especial.

En el año de 1932 John Lambert pintó un cuadro al óleo haciendo una representación de la Biblia. Mota Acosta describe con emoción el significado de esa pintura llamándola “La despedida de Ruth". "Gracias a una afortunada y delicada combinación de colores, sentimos a flor de piel el ambiente geográfico característico de algunos lugares de la "tierra prometida". Es decir, la aridez de las montañas y llanos, la típica vegetación de estos lugares, etc. Se advierte, asimismo, que el artista conocía la perspectiva y sabía manejar los planos". 

"El zapatero pintor también realizó un retrato de grandes proporciones, de otra artista famosa de aquella época: Mae West. El artista admiraba locamente a esta actriz de cine. También realizó un retrato de su padre, pero en lienzo".  Mary Jane West, más conocida como Mae West, nació en Bushwick, Brooklyn, en 1893, y falleció en Hollywood, Los Ángeles, en 1980. Fue una afamada actriz, cantante, comediante, guionista y dramaturga estadounidense.

Dice Mota Acosta que siendo John un niño de apenas ocho años desembarcó junto a sus padres, procedentes de la isla de St. Kitts, en el año 1922. Un año antes de la llegada al país de Teophilus Chiverton (Primo), el rey del Momise. "Cuando la familia del pequeño John se radicó en el barrio de Miramar, las aulas del Colegio San Esteban acogieron a este inquieto niño. Él no sólo se superaba en sus estudios, sino que también se dedicó a aprender el oficio de zapatero… Es precisamente en esas dos actividades (estudio y trabajo) donde se le va a desarrollar con fuerza sostenida, esa pasión por las artes plásticas a que nos referimos más arriba". 

El conocimiento que el joven John exhibía era empírico. Su nombre tuvo un giro de interés en el conglomerado cocolo en razón de que estos no demostraban inclinaciones por este tipo de cultura, aunque los ancestros africanos de los cocolos sí les daban importancia tallando la mayor parte de su cultura confeccionando objetos sorprendentes, según describe la autora Luz María Martínez Montiel.  Esta obra trata con profundidad sobre los africanos en América, los pilares del ritual, la historia del tambor, la transculturación, el sincretismo o la interculturalidad, las religiones caribeñas, la santería, el vudú, altares, hombres, dioses y reyes, entre otros temas.

Mota Acosta concluye su referencia sobre John Lambert, zapatero y artista plástico, señalando que en las notas que escribió sobre él solo procura “el mismo propósito que logró Ricardo Wagner con su ópera “Los Maestros Cantores": Inmortalizar un zapatero.

Los cocolos del barrio Miramar sembraron su membresía combinando su conducta de bien con sus habilidades manuales y creaciones culturales. Su sincretismo actuó como engranaje de fortalecimiento de la identidad dominicana por cuanto los guloyas se han convertido en propiedad colectiva de la ciudad, arraigándose históricamente como objeto de pertenencia, insertándose como tradición continua en su desarrollo. El legado cultural de los guloyas no es exclusivo de sus progenitores es también de todos los petromacorisanos.


Cocolos de Miramar. De izquierda a derecha, los hermanos Lionel, Samuel y Franklin Dunker Lambert, hijos de cocolos, éstos alcanzaron notoriedad como mecánicos y torneros laborando en los ingenios Angelina y Consuelo, donde sobresalieron por su activismo sindical por lo que fueron perseguidos, ya en edad se retiraron del partidarismo político aunque sí mantuvieron sus simpatías e identificación con los ideales por los cuales lucharon en su juventud, desde esta última posición  se han dedicados al rescate de los valores culturales de su etnia y al rescate de la memoria histórica de los asesinados y reprimidos por las dictaduras de Trujillo y Balaguer.

 El nombre de los cocolos que le imprimieron un colorido especial al barrio Miramar no puede ser olvidado jamás.

 A continuación, una apretada lista de los nombres, apodos y apellidos más sonoros de los cocolos cuya presencia alcanzó una representación llamativa y salerosa en el vocablo, en la pronunciación de los criollos, que, en muchos casos, distorsionaban de acuerdo a su interpretación sonora, plasmándolos como continuidad aceptada en la pronunciación popular.

Jaime Phillips (Gambao), Williams, Jarvis, Archibald, Clark, Carty, Portorreal, Payne, Potter, Dunker, Fleck, Lewis, Sioux, Alexander, Parris, Astwood, Wells, Maxwell, Sweet, Norman, Wilmot, Wilson, Müller, Theodore Mart (pintor), Caine, Liburd, Collins, Offerman, James, Cooks, Conton,  Hodge,  Eduardo Desso, Monkey el radio técnico, Morrison, Fish, Albrincole, Appleton, Byas, Hughes, White, Clarence (afinador de piano), Vanderpool, Vicente Pemberton, alias blackaman, Connor, Belglobels, Bodden, Jaime Kent, John, Charles, Stanley, Brown, Horacio, Richardson, Pitter, Flanders o Fleming, McDonald, Gumbs, Lambert y Shutembrannd.

También Pringles, Taylor, Gervais, Stephen, Sanders, Murray, Bernot, Walcott, Hamilton, Friedman, Frederick, Tito Müller, Henry, Griffin, Ferdinand, Nadal, Francis, McCarver, M Jensi o Yeisin Thompson (tocaba la campana en la Iglesia Episcopal), Sony, Jacob, Bodden, Ronnie, Sony (pianista y Tambien sastre), Evert, Hamlet, Jacob, Bryan, Claxton, flerek, Alison, Aldo, Spanks, Escoffet, Hamsford, Kelly, Swift, Duncan, Desson, Stay,  Macaw,  Cochrane,   Deeken, Juan Lindsay, Parris Edmudisis (Brillantina), Edmon, Stevenson, Hansen, Rafael Johnson ( pianista), Yanquilon, Borromé, Shephard y Chevalier, de orígen francés.


(Fotos de izquierda a derecha,  Nelson Gumbs Gervais,  hijo y nieto de cocolos, alcanzó la alcaldía de la ciudad, período 1994-98, siendo sustituido por el periodista y escritor, Sergio Cedeño), además es director del Colegio Nuevos Horizontes,  a la derecha, Alejandro Leonel Williams Cordero, médico odontólogo de profesión, nieto de cocolo, hijo del profesor de matemáticas Alejandro Williams, nació el 28 de octubre de 1969, se crió en el barrio El Toconal, en el año 2006 fue electo senador por la provincia de San Pedro de Macorís, sustituyendo en la curul al hijo de árabe, Josecito Hazim Frappier.)

 Además Albot el zapatero, Marner, Laviest, Prat, Tatarí, Freddy, Connor, Pogson, Lito Bragard, Machavous a los que la gente les dice los Macabí, John Pulldown Benders, Casey, Martín, Ufre, Lorenzo Thomas alías Gali, Lundy, Adolfo y Doli Mccabe, apellido de origen irlandés y escocés, Fonso Henderson (tocaba el triángulo de los guloyas), Lever, Hoover, Joseph, Jorge Wilson, Leonor, Belgrober, Danter, Alejandro Müller hermano del guloya Yural, quien murió en el barco Lucola, Philipp, Ludwig, Emilio George, Sinclair el papá de Marcelo Macclever o Maciver y Manaza Lenny el papá de Fifi o Fifí.

Les siguen Evert, apellido de origen holandés, míster Freya o Freyá, un conocido pescador, Onish el pescador, Louis, Burnett, Mister Yoyó capitán del remolcador Margarita, Yany flautista de los guloyas, míster Thomas alías “Cero Milla”, míster Alfred maquinista de la locomotora, Mis Mari la esposa de Cero milla, mis Francisca, la abuela de Lolé, los Pem, míster Nora, Miss Será, míster Ellis, la esposa de Emilio Georg, Yani de los Blackaman, George, Cirilo Alexander, Reynolds, Darwin, Harold, Matarran Pigott, Juan Gumbs, Vigueras o Viguera, Butler, Branck, Robinson, Carey, Bridgewater, Hicks, Hynes, Rawlins, Welch, Herbert, Vanderhorst, Duruo, Caires, Bowman, Bass, Lee, Lake, Bryan, Niemen, Morris, White, Dunlop, Smith, Malone, Arragoné, quien trabajaba en el conductor del Ingenio Porvenir, Saimont Reed, mecánico en los Molinos, María, Elvira y Malone Brown, quienes Trabajaban en Casa Cual, Scott, apellido que vino de St. Kitts y que fue distorsionado como Escoto, Carter, originario de Inglaterra y Escocia, desfigurado al asentarlo en el Registro Civil de San Pedro de Macorís como Castro, los Pagen o Paine o Payn(e.), de origen francés y que la gente abreviaba como Paine, Horacio que proviene de Horatius, Hued una familia árabe, aunque la matriz de este apellido se encuentra en Escocia, Inglaterra.


Edificio del Matadero Municipal, construido frente al Mar Caribe, barrio Miramar, año de 1910, durante la presidencia de Ramón Cáceres (Mon) y siendo Gobernador de la Provincia el General Francisco Rodríguez. Tuvo tres aperturas, la última fue a mediados de los años 60 del pasado siglo XX, al fondo, derecha, el edificio de Materias Inflamables. Ambas construcciones fueron demolidas para dar paso al Malecón de la ciudad.

Hubo dos ingleses o cocolos muy mencionados en la barriada que al desarrollar una afectividad muy cercana, la gente tuvo la creencia de que eran hermanos, sensación que era incierta.  Nos referimos a Yimí, carbonero de oficio y Yinyín, dedicado a la pesca. El primero llevaba el apellido Lelo, y el segundo Brown.  Se dice que la fuerte amistad que los unía estaba sustentada en que llegaron junto al país en la misma embarcación procedente de la isla inglesa de Saint Kitts. Ambos tuvieron muchos hijos, residían a poca distancia el uno del otro en la calle Ignacio Arias, entre las esquinas Antonio Molano y Eusebio Payano. La vinculación de estos dos amigos cocolos estuvo personalmente imantada al grado que una hija de Yinyín, se unió conyugalmente con Yimí.

También tenemos el caso de doña Rosa, cuyo verdadero nombre era Sephora Christophorus, apellido que en su variante español o castellano suena Cristóbal y que significa portador de Cristo o el que lleva a Cristo. Residía en la calle Zayas Bazán casi esquina Eusebio Payano, al lado de la familia Sierra Mateo.

Dentro de este amplio grupo de nombres, apellidos y apodos, hay algunos que se convirtieron en insignia frente a los demás como Jarvis, Dunker, Appleton, Clark, James, Fleck, Archibald, Liburd, Collins, Byas, Hughes, Richardson, McDonald, Gumbs, Claxton, Offerman, Paine y Bryan.

Hospital San Antonio, ubicado en la calle presidente Henríquez del barrio Miramar, fue construido en el año de 1921, siglo XX, obra del arquitecto Jaime Malla, ordenado por su propietario Míster Yor, Carl -Theodor Georg, este afamado médico de nacionalidad alemana, vendió su finca de caña que tenía en El Soco, con esos recursos construyó el centro de salud.  Interesado en brindar servicios de calidad contrató los servicios de los reputados médicos, Francisco Moscoso Puello, Luis Eduardo Aybar y Arturo Grullón. La mayoría de los camilleros, conserjes, jardineros y enfermeros eran cocolos.  Este sanatorio contaba con unas 725 camas, era el más grande del país y de la región del Caribe.

También hubo familia de apellidos de origen castellano, árabe, italiano y de otras nacionalidades como Borrell, Serrallés, Betancourt, Santelises, Feris, Sierra, Saldaña, Maduro, Uffre, Cedeño, Leonor, Parra, Saladín, Frías, Astacio, Guzmán, Hinojosa, Burgos, Delanoy, Mejía, Conveniencia, Pérez, Rodríguez, Cabrera y el enjambre de Curet del barrio Japón. También procedente de Italia como Piccirillo que la gente simplificaba diciendo Pichirilo.

El pimentoso cocolo Rafael Wilson, apodado Rafaelito Amalia o El Cuadroso, que al igual que los Albrincole y William, residían en el sector El Toconal, cercano a la zona de tolerancia conocida como La Arena, por donde también vivían numerosos cocolos.

Al igual que estos inolvidables cocolos otras figuras de la ciudad contribuyeron con la grandeza de San Pedro de Macorís. Sería mezquino e injusto no mencionarlos, tales son las aportaciones de consagradas educadoras como Camila Álvarez, Casimira Hereaux, Isabel Rojo, las hermanas Estelvina y Domitilia Richiez Ducoudray; Nitín Sasso, Cornelia Vicioso, Consuelo Brea, América Cestero, Mercedes Mendoza, Susana Duvergé, Cheché Mon, Altagracia Domínguez, Consuelo Montalvo, Concepción Zayas, Mercedes Mendoza, Filomena Gómez, Petronila Angélica Gómez, Enriqueta Acevedo, Dalila Richiez, Romana  González,  Francisca Vallejo,   América   Angulo   Guridi    y Anacaona Moscoso Puello de Sánchez.

También los educadores Leopoldo Richiez, Rafael Augusto Sánchez, Santiago Lamela Díaz, Mario Caminero Sánchez, Baldemaro Rijo, Arístides Castillo, Liquito Leonor, Emilio A. Morel, Gustavo Julio Henríquez, Rafael Richiez Acevedo, el boricua Arturo Salgueiro Fon y Quiterio Berroa.

Si bien los cocolos del barrio Miramar sobresalieron por la calidad de su conducta,  dentro de su pintoresca mezcla hubo algunos cuyas formas particulares los hizo popular, verbigracia, Champlomito, Yampetró, Charly Cabeza, Julito el Pulpo, Soní, Botá, míster Cash, que era un señor de copiosa barba blanca y dueño de una inmensa crianza de chivos y cabras y líder de una iglesia de cocolos situada en la calle Luis Valera esquina Antonio Molano, del barrio, entre otros.

No podemos olvidar las figuras de Tex el luchador, un curazaleño que se destacó en la lucha contra los remanentes del trujillato militando en el Movimiento revolucionario14 de Junio (IJ4); Papá cintura, un excelente ebanista que cuando se daba su jumo se paseaba por el barrio voceando pleberías; Capitán, un cochero, que cuando se emborrachaba, el caballo iba sin la brújula de su conductor  llevando el coche a su hogar; don Víctor, un fabricante de ataúdes, al que por ese  oficio,  los vecinos veían con recelo; Golí, un barbero del barrio que en vez de usar agua para afeitar, le untaba saliva al cliente, además, alcanzó fama por sacar los cangrejos de las cuevas con sus manos sin ningún tipo de protección; viejo Willy, el cochero preferido del médico alemán míster Yor (Carl Theodor Konrad Ludwig Georg), el viejo Samuel, que andaba por las calles ofertando en venta la producción de su hortaliza; los hermanos Crisóstomo apodados los Guayacanes; Papacito el cojo, que andaba con su guitarra al hombro y, en lugares donde había grupo de personas, se paraba a tocar su aparato de madera cantando canciones de su autoría y de populares conjuntos cubanos y dominicanos, entre otros.

Algo que gustaba a los residentes de la barriada era la existencia en los patios residenciales y solares “abandonados”, que por lo regular eran bastante amplios, de árboles frútale, en la zona abundaban matas de cundeamor o cundeamor, un fruto comestible amargo, de aspecto alargado y verrugas en su cáscara y que tiende a cambiar  al color verde y luego al amarrillo, su masa comestible es carnosa, de color rojo cuando madura. Los vecinos recomendaban su uso medicinal para casos de diabetes y anemia atribuyéndoles contenido de hierro, fósforo y calcio. También tostaban o molían las hojas secas, aplicándolas sobre quemaduras.

El árbol frutal más codicioso era la chirimoya cuya demanda competía con el Anón y el Mamón. De limoncillos, guayabas, ponseré o jujube   jobos y cerezas.  Es más, las familias de los otros sectores deseaban mudarse al barrio para que sus chicos pudieran disfrutar las delicias de esos apetitosos productos frutales.

Tampoco debemos pasar por alto en esta narración los aportes de otros grupos migratorios al desarrollo económico, social e histórico de San Pedro de Macorís. No mencionarlos sería una mezquindad imperdonable que se prestaría a especulaciones chismosas de que su exclusión obedece a razones prejuiciadas. Por ello incluimos la llegada de españoles, árabes, cubanos, italianos y puertorriqueños, que al igual que los cocolos, han aportado su presencia de plusvalía para el engrandecimiento de La Sultana del Este. Ni dejar de reconocer la importancia económica en la industria azucarera de la mano de trabajo haitiana, braceros del corte de la caña por cuya labor, muy mal pagada, se obtienen miles de quintales de su cosecha destinándola al molino para convertirla en azúcar. Dinero puro.

"San Pedro vive de sus sueños, la riqueza se pierde como por arte de magia y ahora solo hay miseria. Trujillo sube al poder y su resentimiento de juventud se transforma en odio y desprecio para la ciudad del Higuamo; en sus treinta y tantos años de Gobierno no hará absolutamente nada por un pueblo que agoniza. Solo un síndico, don Enrique Mejía, sin dinero, casi con sus propias manos, hará un remedo de cloacas para evitar las inundaciones. Hoy es un personaje olvidado por nuestro pueblo”. Fuente de la cita: Antonio Zaglul Elmúdesi (Toñito). Vol. 131 Obras Selectas, Tomo I Antonio Zaglul 1 300. Archivo General de la Nación. Versión digital.

 Nota: Es de importancia consignar como información histórica que entre los primeros habitantes residentes que tuvo San Pedro de Macorís figuran Luis Valera, José Bernardino, cuyos nombres engalanan dos de las principales calles del barrio Miramar. Junto a ellos se establecieron también Vicente Ordóñez, uno de los fundadores del ingenio Santa Fe, Bernardino Castillo, Domingo Saber, Ignacio Quírico, Juan Eusebio Leoncio, Higinio Rodríguez, Mariano Santana, Ramón González (a) portugués, Francisco Alonso (a) Tío Pancho, Marcos Rodríguez, Miguel Agesta, Alejandro Grigg, Anita Contreras, Rafael Castillo y Simón Orgé.

 


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