Obra de arte de la autoría de Eduardo Del Castillo
Nota: el presente trabajo literario y de contenido histórico fue tomado del capítulo 17, página 407 hasta la 427, del libro El rey del Comise, Los Guloyas y los Cocolos en la industria azucarera de San Pedro de Macorís, segunda edición, de la autoría del periodista y escritor Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo) . Pintura. Obra
de arte de la autoría de Eduardo Del Castillo
Jhon Lambert y los cocolos de Miramar
MI CANTO A MIRAMAR
(E. C. V. -M-).
Miramar, Miramar
barrio pegado al mar
gentes buenas estar
asentando sudorosos negros,
azúcar, guarapo y guay.
Miramar. Miramar
cocolos de ingenios
bailando su danza grupal
loando recordados ancestros
cazados por el blanco brutal
Miramar. Miramar
recibiendo aquellos negros formales
con interrogantes miradas
que surcaron el mar en velamen
Fatigándose en ingenios ajenos
Bergantín y velas al viento
periplo de negros en ocurrido tiempo
insular Sotobarlonlontinos
sed, hambre y esperanza
cruzando el Caribe bravío
sobre encrestadas olas chorreantes
cocolos apretujados
mezclando su jerga inventada
tarareando canciones heredadas,
así
llegaron al Higuamo macorisano
los negros de islas cortas
Miramar. Miramar
tu playa muerta mutilada,
rojos cangrejos aplastados
por el pretérito progreso
Arboledas violadas
flamante época sembrada
Manjar de ostiones y caracoles
saciando apetitos apurados
convite de pobres abandonados
colectiva francachela de desamparados
Miramar. Miramar
Juntando nuevos hermanos
venidos de islas cálidas
Cocolos saltando, gozando,
su extraña danza fogueada
alegrando pascuas esperadas
Retumbando sus tambores africanos
Negros soberanos
de ingenios y cañaverales
disfrazados de contrastantes colores
formaron familia en la barriada
Cocolos Guloyas
alegrando Navidad importada
bebiendo Guavaberry en Nochebuena
y abrazándose en Año Nuevo.
Miramar. Miramar
aplaudiendo contento
a tantos negros pintorescos
integrados a la comarca
de precedidos criollos variados
Óyense cimarronas voces
de esa etnia luchadora
que sobre siglos de batallas
conquistó su libertad
Ríen, danzan, brincan,
agitan su cuerpo
muévanse motivados
por flauta y tambores concitados
Muestran en su tímida sonrisa
la blancura única de sus dientes
indicando sus raíces africanas
El retumbar de su comparsa
incita transeúntes asombrados
uniéndose a su danza pintoresca
reflejando su rostro alegre
en espejitos incrustados
Corre alborotada la chiquillada
¡Cuánta belleza humana
adornando la jornada!
Miramar. Miramar
oliendo guarapo en zafra,
sudores horas cuajadas
haciendo azúcar alada
Flotan sonrisas agradecidas
desde la concurrencia arremolinada
alabando el disfrute baile
Momise, indio y Guloya
Negros sin rencor en la mirada
¡Nobleza de cocolos importados!
Miramar. Miramar
travesuras muchachadas
bañándose en su azulado mar
Memoria de adultas amanecidas
¡Oh playa muerta encantada!
¡Festejo de San Juan!
(E. C. V. -M-).
Jhon
Lambert y los cocolos de Miramar
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)
Lo que actualmente conocemos como
el barrio Miramar, en la ciudad de San Pedro de Macorís, fue una extensión de
grandes potreros pertenecientes a la hacienda del señor Pedro Camarena que
comprendía los hoy sectores de Japón y Las Filipinas. Agregándoseles, a
principio de la década del 80 del siglo XX, los barrios Las Flores, Pedro Justo
Carrión, Las Piedras, Villa Faro y todo el litoral que se extiende hasta la
frontera sur-este, con El Peñón, colindante con El Soco, en la costa del mar
Caribe. Los manglares, bayahondas, cocotales, uveros, almendros y demás
especies de la naturaleza que matizaban los bellos paisajes de esa zona fueron
echados abajo por la invasión incontrolable de cientos de personas que han
conformado el nuevo hábitat social levantado después de la decisión generosa
del cubano Lorenzo Zayas Bazán, en 1897, que permitió y facilitó el primer
asentamiento humano grupal en esta parte de la ciudad.
Él
es Jaime Philips (Gambao), un reconocido cocolo del barrio Miramar que ejercía
de practicante de medicina, en esa condición se le veía montado en su bicicleta
recorriendo las calles para atender pacientes a domicilio. Este buen hombre
residía en la calle Luis A Bermúdez, entre la Elías Camarena y Antonio Molano.
El sector que hoy se denomina
barrio Las Flores era conocido como el Monte de Seguirían, que era un señor
mocho de uno de sus brazos y al que los chavales le tenían miedo.
Vistas
frontales de dos confortables residencias del barrio Miramar de San Pedro de
Macorís, en la primera, izquierda, construida entre los años 1920-1930, en
hormigón armado, estilo predominantemente Neoclásico, allí puso su consultorio
el doctor Luis Eduardo Aybar; a finales de la década del 70 del pasado siglo
XX, residió en ella el médico doctor Ponce. Desde hace más de 20 años allí funciona
el Tribunal de Niños, Niñas y adolescentes. En la segunda, derecha, construida
en 1913, por el propietario de todos los terrenos que conforma el sector de
Miramar, Lorenzo Zayas Bazán, a su muerte fue adquirida por Familia Hazim-Peña
que encabezaba Jorgito Hazim.
Según el historiador y poeta
Vinicio Viguera Ozuna, en un artículo periodístico publicado en varios medios
impresos, y reproducido luego en páginas web y blogs digitales, Zayas Bazán
obtuvo esos predios de manos del hacendado Pedro Camarena, "quien la
aparceló en 1897, vendiendo solares a ricos y regalando a pobres, en su mayoría
a los primeros 100 cocolos que arribaron a Macorís, traídos por don Lorenzo en
1877. "En la historia del Barrio Miramar se encuentra el 60% de lo que hizo
grande a la Ciudad de San Pedro de Macorís, y que es hoy recuerdo precioso en
un acervo histórico", sostiene.
Rafael
Antonio Jarvis Joseph, de
padres cocolos,
excelente ser humano,
economista egresado de la Universidad Harvard, comunicador, director y editor
de la revista Ideas, emprendedor, cooperativista, gremialista; su familia fue
emblemática en el barrio Miramar; su hogar produjo maestras y otros miembros
que se destacaron en distintas actividades productivas
Esta realidad histórica ha calado
en el sentimiento de los viejos residentes de San Pedro de Macorís, en el
sentido de que la mayoría de los hombres y mujeres que viven en el barrio
Miramar proceden de familias de origen cocolo. En efecto, en este sector se
estableció una cantidad importante de los negros isleños contratados para
vender su fuerza de trabajo en los ingenios de la provincia, quienes al llegar
fueron distribuidos en los ingenios Consuelo, Porvenir, Santa Fe, Quisqueya y
Miramar. Otros, en menor proporción, fueron ubicados en Barahona y San Luis. El
grueso hizo de los primeros lugares su segunda patria chica.
Imágenes
poco conocidas de un cuartel militar que existió en las afueras del barrio
Miramar, próximo a la costa, en el año 1927, levantado en hormigón armado; en aquellos tiempos hubo
otra instalación semejante en la zona conocida como La Arena, en esa época era
frecuente utilizar el estilo ecléctico, con la característica de mansiones
de praderas. Se dice que La Arena se convirtió en zona de tolerancia en razón
de que al lugar acudían féminas a ofrecer sus servicios sexuales a los marines.
Pronto su alrededor se llenó de negocios de bares, cabaret y otros negocios
afines. El nombre de La Arena le vino porque durante la construcción del
puerto, 1946, el material sacado por la draga durante le ejecución de la obra,
era lanzado en esa zona, que al llenarse de cantidades de ese material, los moradores cercanos identificaron el sector con ese nombre, La
Arena.
El nacimiento del barrio de
Miramar, a partir de 1897, está estrechamente vinculada al boom de la industria
azucarara de finales del siglo XIX y principio del siglo XX. Sus moradores se
nutrieron con la llegada considerable de
negros de las islas del mar Caribe.
Este sector social comunitario
alcanzó renombre con la vistosidad cultural de estos cocolos. Aquí fundaron
instituciones religiosas, educativas, deportivas y culturales. Ya hemos
apuntado su contribución y aportes en las áreas educativas, creaciones de
logias y sociedades; los deportes y su gastronomía.
La
familia Dunker Lambert, cocolos del ingenio Angelina que tempranamente se
establecieron en el barrio Miramar, entre los hijos de este matrimonio hay
sindicalistas, políticos y el médico, psiquiatra, salubrista, educador y
terapeuta familiar, doctor José Rafael Dunker Lambert. La familia es
propietaria del Rincón Cocolo.
Por ser tan numerosos ocuparon
espacios de primacía en el barrio Miramar, donde proyectaron sus costumbres y
saberes atractivos. En este sentido, desarrollaron su folklor danzante conocido
en las tres manifestaciones que son Momise, Guloya y los indios, entre otras
creaciones propias. La forma de su espectacular baile movido por el incitado
híbrido sonido ruidoso de desiguales tambores escenificado en la vía pública,
atrajo la atención de la población petromacorisana, que de inmediato, se
involucró con animoso entusiasmo a su colorida y alegre diversión, haciéndola
popular y suya, fomentando magnéticamente a los cocolos por todos los ámbitos
sociales de la ciudad con rapidez.
Al amparo popular los nombres y
apellidos de los cocolos discurrieron en un ambiente pintoresco. Aunque entre
ellos hubo excelentes técnicos, torneros, mecánicos, ebanistas, carpinteros,
trompetistas, saxofonistas, reverendos religiosos de sus creencias, entre otras
particularidades personales. Los lugareños
los fueron identificando más por
su participación en sus expresiones culturales que en los oficios que ejercían.
Los Guloyas, el Momise y Los Indios, calaron hondamente en el gusto de la
población. Las celebraciones tradicionales de la ciudad menguaban su atractivo
sin la presencia ruidosa de las danzas de los cocolos.
No obstante, a lo antes expresado, hay episodios de su accionar
social poco difundidos, como el arte. Y
aunque hemos mencionado los nombres de algunos músicos destacados hubo un joven
en particular cuyo talento artístico lo distinguió por encima del oficio de
zapatero que ejercía para ganarse la vida. Nos referimos a John Lambert, quien
pudo sacar tiempo para desarrollar su habilidad de escultor y pintor. En estas
artes demostró una genuina capacidad creativa especial.
En el año de 1932 John Lambert
pintó un cuadro al óleo haciendo una representación de la Biblia. Mota Acosta
describe con emoción el significado de esa pintura llamándola “La despedida de
Ruth". "Gracias a una afortunada y delicada combinación de colores,
sentimos a flor de piel el ambiente geográfico característico de algunos
lugares de la "tierra prometida". Es decir, la aridez de las montañas
y llanos, la típica vegetación de estos lugares, etc. Se advierte, asimismo,
que el artista conocía la perspectiva y sabía manejar los planos".
"El zapatero pintor también
realizó un retrato de grandes proporciones, de otra artista famosa de aquella
época: Mae West. El artista admiraba locamente a esta actriz de cine. También
realizó un retrato de su padre, pero en lienzo". Mary Jane West, más conocida como Mae West,
nació en Bushwick, Brooklyn, en 1893, y falleció en Hollywood, Los Ángeles, en
1980. Fue una afamada actriz, cantante, comediante, guionista y dramaturga
estadounidense.
Dice Mota Acosta que siendo John
un niño de apenas ocho años desembarcó junto a sus padres, procedentes de la
isla de St. Kitts, en el año 1922. Un año antes de la llegada al país de
Teophilus Chiverton (Primo), el rey del Momise. "Cuando la familia del
pequeño John se radicó en el barrio de Miramar, las aulas del Colegio San
Esteban acogieron a este inquieto niño. Él no sólo se superaba en sus estudios,
sino que también se dedicó a aprender el oficio de zapatero… Es precisamente en
esas dos actividades (estudio y trabajo) donde se le va a desarrollar con
fuerza sostenida, esa pasión por las artes plásticas a que nos referimos más
arriba".
El conocimiento que el joven John
exhibía era empírico. Su nombre tuvo un giro de interés en el conglomerado
cocolo en razón de que estos no demostraban inclinaciones por este tipo de
cultura, aunque los ancestros africanos de los cocolos sí les daban importancia
tallando la mayor parte de su cultura confeccionando objetos sorprendentes,
según describe la autora Luz María Martínez Montiel. Esta obra trata con profundidad sobre los
africanos en América, los pilares del ritual, la historia del tambor, la
transculturación, el sincretismo o la interculturalidad, las religiones
caribeñas, la santería, el vudú, altares, hombres, dioses y reyes, entre otros
temas.
Mota Acosta concluye su referencia
sobre John Lambert, zapatero y artista plástico, señalando que en las notas que
escribió sobre él solo procura “el mismo propósito que logró Ricardo Wagner con
su ópera “Los Maestros Cantores": Inmortalizar un zapatero.
Los cocolos del barrio Miramar
sembraron su membresía combinando su conducta de bien con sus habilidades
manuales y creaciones culturales. Su sincretismo actuó como engranaje de
fortalecimiento de la identidad dominicana por cuanto los guloyas se han
convertido en propiedad colectiva de la ciudad, arraigándose históricamente
como objeto de pertenencia, insertándose como tradición continua en su
desarrollo. El legado cultural de los guloyas no es exclusivo de sus
progenitores es también de todos los petromacorisanos.
Cocolos
de Miramar. De izquierda a derecha, los hermanos Lionel, Samuel y Franklin
Dunker Lambert, hijos de cocolos, éstos alcanzaron notoriedad como mecánicos y
torneros laborando en los ingenios Angelina y Consuelo, donde sobresalieron por
su activismo sindical por lo que fueron perseguidos, ya en edad se retiraron
del partidarismo político aunque sí mantuvieron sus simpatías e identificación
con los ideales por los cuales lucharon en su juventud, desde esta última
posición se han dedicados al rescate de
los valores culturales de su etnia y al rescate de la memoria histórica de los
asesinados y reprimidos por las dictaduras de Trujillo y Balaguer.
El nombre de los cocolos que le
imprimieron un colorido especial al barrio Miramar no puede ser olvidado jamás.
A continuación, una apretada lista
de los nombres, apodos y apellidos más sonoros de los cocolos cuya presencia
alcanzó una representación llamativa y salerosa en el vocablo, en la
pronunciación de los criollos, que, en muchos casos, distorsionaban de acuerdo
a su interpretación sonora, plasmándolos como continuidad aceptada en la
pronunciación popular.
Jaime Phillips
(Gambao), Williams, Jarvis, Archibald, Clark, Carty, Portorreal, Payne, Potter,
Dunker, Fleck, Lewis, Sioux, Alexander, Parris, Astwood, Wells, Maxwell, Sweet,
Norman, Wilmot, Wilson, Müller, Theodore Mart (pintor), Caine, Liburd, Collins,
Offerman, James, Cooks, Conton,
Hodge, Eduardo Desso, Monkey el
radio técnico, Morrison, Fish, Albrincole, Appleton, Byas, Hughes, White,
Clarence (afinador de piano), Vanderpool, Vicente Pemberton, alias blackaman,
Connor, Belglobels, Bodden, Jaime Kent, John, Charles, Stanley, Brown, Horacio,
Richardson, Pitter, Flanders o Fleming, McDonald, Gumbs, Lambert y
Shutembrannd.
También Pringles,
Taylor, Gervais, Stephen, Sanders, Murray, Bernot, Walcott, Hamilton, Friedman,
Frederick, Tito Müller, Henry, Griffin, Ferdinand, Nadal, Francis, McCarver, M
Jensi o Yeisin Thompson (tocaba la campana en la Iglesia Episcopal), Sony,
Jacob, Bodden, Ronnie, Sony (pianista y Tambien sastre), Evert, Hamlet, Jacob,
Bryan, Claxton, flerek, Alison, Aldo, Spanks, Escoffet, Hamsford, Kelly, Swift,
Duncan, Desson, Stay, Macaw, Cochrane,
Deeken, Juan Lindsay, Parris Edmudisis (Brillantina), Edmon, Stevenson,
Hansen, Rafael Johnson ( pianista), Yanquilon, Borromé, Shephard y Chevalier,
de orígen francés.
(Fotos de izquierda a
derecha, Nelson Gumbs Gervais, hijo y nieto de cocolos, alcanzó la alcaldía
de la ciudad, período 1994-98, siendo sustituido por el periodista y escritor,
Sergio Cedeño), además es director del Colegio Nuevos Horizontes, a la derecha, Alejandro Leonel Williams
Cordero, médico odontólogo de profesión, nieto de cocolo, hijo del profesor de
matemáticas Alejandro Williams, nació el 28 de octubre de 1969, se crió en el
barrio El Toconal, en el año 2006 fue electo senador por la provincia de San
Pedro de Macorís, sustituyendo en la curul al hijo de árabe, Josecito Hazim Frappier.)
Además Albot el zapatero, Marner,
Laviest, Prat, Tatarí, Freddy, Connor, Pogson, Lito Bragard, Machavous a los
que la gente les dice los Macabí, John Pulldown Benders, Casey, Martín, Ufre,
Lorenzo Thomas alías Gali, Lundy, Adolfo y Doli Mccabe, apellido de origen
irlandés y escocés, Fonso Henderson (tocaba el triángulo de los guloyas),
Lever, Hoover, Joseph, Jorge Wilson, Leonor, Belgrober, Danter, Alejandro
Müller hermano del guloya Yural, quien murió en el barco Lucola, Philipp,
Ludwig, Emilio George, Sinclair el papá de Marcelo Macclever o Maciver y Manaza
Lenny el papá de Fifi o Fifí.
Les siguen Evert, apellido de
origen holandés, míster Freya o Freyá, un conocido pescador, Onish el pescador,
Louis, Burnett, Mister Yoyó capitán del remolcador Margarita, Yany flautista de
los guloyas, míster Thomas alías “Cero Milla”, míster Alfred maquinista de la
locomotora, Mis Mari la esposa de Cero milla, mis Francisca, la abuela de Lolé,
los Pem, míster Nora, Miss Será, míster Ellis, la esposa de Emilio Georg, Yani
de los Blackaman, George, Cirilo Alexander, Reynolds, Darwin, Harold, Matarran
Pigott, Juan Gumbs, Vigueras o Viguera, Butler, Branck, Robinson, Carey,
Bridgewater, Hicks, Hynes, Rawlins, Welch, Herbert, Vanderhorst, Duruo, Caires,
Bowman, Bass, Lee, Lake, Bryan, Niemen, Morris, White, Dunlop, Smith, Malone,
Arragoné, quien trabajaba en el conductor del Ingenio Porvenir, Saimont Reed,
mecánico en los Molinos, María, Elvira y Malone Brown, quienes Trabajaban en
Casa Cual, Scott, apellido que vino de St. Kitts y que fue distorsionado como
Escoto, Carter, originario de Inglaterra y Escocia, desfigurado al asentarlo en
el Registro Civil de San Pedro de Macorís como Castro, los Pagen o Paine o
Payn(e.), de origen francés y que la gente abreviaba como Paine, Horacio que
proviene de Horatius, Hued una familia árabe, aunque la matriz de este apellido
se encuentra en Escocia, Inglaterra.
Edificio
del Matadero Municipal, construido frente al Mar Caribe, barrio Miramar, año de
1910, durante la presidencia de Ramón Cáceres (Mon) y siendo Gobernador de la
Provincia el General Francisco Rodríguez. Tuvo tres aperturas, la última fue a
mediados de los años 60 del pasado siglo XX, al fondo, derecha, el edificio de
Materias Inflamables. Ambas construcciones fueron demolidas para dar paso al
Malecón de la ciudad.
Hubo dos ingleses o cocolos muy
mencionados en la barriada que al desarrollar una afectividad muy cercana, la
gente tuvo la creencia de que eran hermanos, sensación que era incierta. Nos referimos a Yimí, carbonero de oficio y
Yinyín, dedicado a la pesca. El primero llevaba el apellido Lelo, y el segundo
Brown. Se dice que la fuerte amistad que
los unía estaba sustentada en que llegaron junto al país en la misma embarcación
procedente de la isla inglesa de Saint Kitts. Ambos tuvieron muchos hijos,
residían a poca distancia el uno del otro en la calle Ignacio Arias, entre las
esquinas Antonio Molano y Eusebio Payano. La vinculación de estos dos amigos
cocolos estuvo personalmente imantada al grado que una hija de Yinyín, se unió
conyugalmente con Yimí.
También tenemos el caso de doña
Rosa, cuyo verdadero nombre era Sephora Christophorus, apellido que en su
variante español o castellano suena Cristóbal y que significa portador de
Cristo o el que lleva a Cristo. Residía en la calle Zayas Bazán casi esquina
Eusebio Payano, al lado de la familia Sierra Mateo.
Dentro de este amplio grupo de
nombres, apellidos y apodos, hay algunos que se convirtieron en insignia frente
a los demás como Jarvis, Dunker, Appleton, Clark, James, Fleck, Archibald,
Liburd, Collins, Byas, Hughes, Richardson, McDonald, Gumbs, Claxton, Offerman,
Paine y Bryan.
Hospital
San Antonio, ubicado en la calle presidente Henríquez del barrio Miramar, fue
construido en el año de 1921, siglo XX, obra del arquitecto Jaime Malla,
ordenado por su propietario Míster Yor, Carl -Theodor Georg, este afamado
médico de nacionalidad alemana, vendió su finca de caña que tenía en El Soco,
con esos recursos construyó el centro de salud.
Interesado en brindar servicios de calidad contrató los servicios de los
reputados médicos, Francisco Moscoso Puello, Luis Eduardo Aybar y Arturo
Grullón. La mayoría de los camilleros, conserjes, jardineros y enfermeros eran
cocolos. Este sanatorio contaba con unas
725 camas, era el más grande del país y de la región del Caribe.
También hubo familia de apellidos
de origen castellano, árabe, italiano y de otras nacionalidades como Borrell,
Serrallés, Betancourt, Santelises, Feris, Sierra, Saldaña, Maduro, Uffre, Cedeño,
Leonor, Parra, Saladín, Frías, Astacio, Guzmán, Hinojosa, Burgos, Delanoy,
Mejía, Conveniencia, Pérez, Rodríguez, Cabrera y el enjambre de Curet del
barrio Japón. También procedente de Italia como Piccirillo que la gente
simplificaba diciendo Pichirilo.
El pimentoso cocolo Rafael Wilson,
apodado Rafaelito Amalia o El Cuadroso, que al igual que los Albrincole y
William, residían en el sector El Toconal, cercano a la zona de tolerancia
conocida como La Arena, por donde también vivían numerosos cocolos.
Al igual que estos inolvidables
cocolos otras figuras de la ciudad contribuyeron con la grandeza de San Pedro
de Macorís. Sería mezquino e injusto no mencionarlos, tales son las
aportaciones de consagradas educadoras como Camila Álvarez, Casimira Hereaux,
Isabel Rojo, las hermanas Estelvina y Domitilia Richiez Ducoudray; Nitín Sasso,
Cornelia Vicioso, Consuelo Brea, América Cestero, Mercedes Mendoza, Susana
Duvergé, Cheché Mon, Altagracia Domínguez, Consuelo Montalvo, Concepción Zayas,
Mercedes Mendoza, Filomena Gómez, Petronila Angélica Gómez, Enriqueta Acevedo,
Dalila Richiez, Romana González, Francisca Vallejo, América
Angulo Guridi y Anacaona Moscoso Puello de Sánchez.
También los educadores Leopoldo
Richiez, Rafael Augusto Sánchez, Santiago Lamela Díaz, Mario Caminero Sánchez,
Baldemaro Rijo, Arístides Castillo, Liquito Leonor, Emilio A. Morel, Gustavo
Julio Henríquez, Rafael Richiez Acevedo, el boricua Arturo Salgueiro Fon y
Quiterio Berroa.
Si bien los cocolos del barrio
Miramar sobresalieron por la calidad de su conducta, dentro de su pintoresca mezcla hubo algunos
cuyas formas particulares los hizo popular, verbigracia, Champlomito, Yampetró,
Charly Cabeza, Julito el Pulpo, Soní, Botá, míster Cash, que era un señor de
copiosa barba blanca y dueño de una inmensa crianza de chivos y cabras y líder
de una iglesia de cocolos situada en la calle Luis Valera esquina Antonio
Molano, del barrio, entre otros.
No podemos olvidar las figuras de
Tex el luchador, un curazaleño que se destacó en la lucha contra los remanentes
del trujillato militando en el Movimiento revolucionario14 de Junio (IJ4); Papá
cintura, un excelente ebanista que cuando se daba su jumo se paseaba por el
barrio voceando pleberías; Capitán, un cochero, que cuando se emborrachaba, el
caballo iba sin la brújula de su conductor
llevando el coche a su hogar; don Víctor, un fabricante de ataúdes, al
que por ese oficio, los vecinos veían con recelo; Golí, un
barbero del barrio que en vez de usar agua para afeitar, le untaba saliva al
cliente, además, alcanzó fama por sacar los cangrejos de las cuevas con sus
manos sin ningún tipo de protección; viejo Willy, el cochero preferido del
médico alemán míster Yor (Carl Theodor Konrad Ludwig Georg), el viejo Samuel,
que andaba por las calles ofertando en venta la producción de su hortaliza; los
hermanos Crisóstomo apodados los Guayacanes; Papacito el cojo, que andaba con
su guitarra al hombro y, en lugares donde había grupo de personas, se paraba a
tocar su aparato de madera cantando canciones de su autoría y de populares
conjuntos cubanos y dominicanos, entre otros.
Algo que gustaba a los residentes
de la barriada era la existencia en los patios residenciales y solares
“abandonados”, que por lo regular eran bastante amplios, de árboles frútale, en
la zona abundaban matas de cundeamor o cundeamor, un fruto comestible amargo,
de aspecto alargado y verrugas en su cáscara y que tiende a cambiar al color verde y luego al amarrillo, su masa
comestible es carnosa, de color rojo cuando madura. Los vecinos recomendaban su
uso medicinal para casos de diabetes y anemia atribuyéndoles contenido de
hierro, fósforo y calcio. También tostaban o molían las hojas secas,
aplicándolas sobre quemaduras.
El árbol frutal más codicioso era
la chirimoya cuya demanda competía con el Anón y el Mamón. De limoncillos,
guayabas, ponseré o jujube jobos y
cerezas. Es más, las familias de los
otros sectores deseaban mudarse al barrio para que sus chicos pudieran
disfrutar las delicias de esos apetitosos productos frutales.
Tampoco debemos pasar por alto en
esta narración los aportes de otros grupos migratorios al desarrollo económico,
social e histórico de San Pedro de Macorís. No mencionarlos sería una
mezquindad imperdonable que se prestaría a especulaciones chismosas de que su
exclusión obedece a razones prejuiciadas. Por ello incluimos la llegada de
españoles, árabes, cubanos, italianos y puertorriqueños, que al igual que los
cocolos, han aportado su presencia de plusvalía para el engrandecimiento de La
Sultana del Este. Ni dejar de reconocer la importancia económica en la
industria azucarera de la mano de trabajo haitiana, braceros del corte de la
caña por cuya labor, muy mal pagada, se obtienen miles de quintales de su
cosecha destinándola al molino para convertirla en azúcar. Dinero puro.
"San Pedro vive de sus
sueños, la riqueza se pierde como por arte de magia y ahora solo hay miseria.
Trujillo sube al poder y su resentimiento de juventud se transforma en odio y
desprecio para la ciudad del Higuamo; en sus treinta y tantos años de Gobierno
no hará absolutamente nada por un pueblo que agoniza. Solo un síndico, don
Enrique Mejía, sin dinero, casi con sus propias manos, hará un remedo de
cloacas para evitar las inundaciones. Hoy es un personaje olvidado por nuestro
pueblo”. Fuente de la cita: Antonio Zaglul Elmúdesi (Toñito). Vol. 131 Obras
Selectas, Tomo I Antonio Zaglul 1 300. Archivo General de la Nación. Versión digital.
Nota: Es de importancia consignar
como información histórica que entre los primeros habitantes residentes que
tuvo San Pedro de Macorís figuran Luis Valera, José Bernardino, cuyos nombres
engalanan dos de las principales calles del barrio Miramar. Junto a ellos se
establecieron también Vicente Ordóñez, uno de los fundadores del ingenio Santa
Fe, Bernardino Castillo, Domingo Saber, Ignacio Quírico, Juan Eusebio Leoncio,
Higinio Rodríguez, Mariano Santana, Ramón González (a) portugués, Francisco
Alonso (a) Tío Pancho, Marcos Rodríguez, Miguel Agesta, Alejandro Grigg, Anita
Contreras, Rafael Castillo y Simón Orgé.