“El Cisne Negro” de Donald Trump
Escrito por: Tony Raful Tejada.
Martes, 22 de noviembre de 2016.-El hecho insólito fue la victoria de Trump. No es que no pudiera ganar, es que existía la impresión generalizada de que Hillary Clinton ganaría. No es que no estuvieran en disputa con diferencias relativas, es que Hillary siempre estuvo arriba en la mayoría de todas las encuestas, es que todos los debates televisados los ganó Hillary, según las consultas al público después de las discusiones. Es que una parte del Partido Republicano, sobre todo a nivel de líderes y funcionarios sobresalientes, anunciaron que no lo respaldarían, hasta el grado de que Trump llegó a afirmar que le enseñaría al Partido Republicano cómo es que se ganan elecciones. No es que Trump no estuviera en las últimas semanas reduciendo ventajas, es que a pesar de sus errores, de sus declaraciones críticas y duras contra inmigrantes, y otras minorías segregadas, ganó las elecciones de manera sorprendente. Yo escuché a algunos analistas de las elecciones norteamericanas decir que Hillary tenía la mayoría de los votos de los Colegios Electorales, y que era en extremo difícil que Trump pudiera superarla con el conteo tentativo que se hacía por delegados en los distintos estados. No es que él no pudiera ganar como ganó, es que sus declaraciones afectaban a demasiados sectores sociales; constituyeron amenazas de limitaciones y supresión de beneficios sociales a amplios sectores de la vida norteamericana.
El voto popular demostró que Hillary contaba con la mayor simpatía del electorado; por lo tanto, era correcta la percepción de que ganaría, pero no ganó, el sistema de los delegados de los Colegios se impuso mayoritariamente sobre ella. Se trató de dos grandes mayorías en disputa, en polémicas que carecieron de atractivo, donde no había otra opción real con posibilidades que se interpusieran entre ambos. Pero la evaluación de los eventuales delegados de los colegios electorales, siempre reflejó Estado por Estado, una casi insuperable ventaja en beneficio potencial para Hillary. La idea de un Bernie Sanders, acariciada por un electorado joven y progresista, no pudo concretarse, y sus votos, aunque apoyando a Hillary como un mal menor, se diluyeron. El asunto es que el mundo, aturdido con los resultados, no pudo creer la verdad de las votaciones. Para esa parte inmensa de votantes y observadores hubo un “Cisne Negro” en las elecciones del 8 de noviembre.
El azar, esa categoría histórica, se impuso como una resultante aleatoria, impredecible, casual. Nassim Taleb dice que nos comportamos como si los “Cisnes Negros” no existieran: la naturaleza humana no está programada para los “Cisnes Negros”.La historia nos oculta los “Cisnes Negros”, nos da una idea falsa sobre las probabilidades de esos sucesos, es la distorsión de las pruebas silenciosas. Y dice Taleb, en un ejercicio crítico de la mente humana, que... “nos encantan lo tangible, la confirmación, lo palmario, lo real, lo visible, lo concreto, lo visto, lo vivido, lo visual, lo social, lo arraigado, lo que está cargado de sentimientos; lo destacado, lo estereotipado, lo enternecedor, lo teatral, lo romántico, lo superficial, lo oficial, la verborrea que suena a erudiciónÖ por desgracia, en la edición actual del género humano no estamos fabricados para entender asuntos abstractos, necesitamos el contexto. La aleatoriedad y la incertidumbre son abstracciones. Respetamos lo que ha ocurrido, al tiempo que ignoramos lo que pudiera haber ocurrido. En otras palabras, somos superficiales por naturaleza, pero no lo sabemosÖ”.
Un excelente representante, Adriano Espaillat, de visita en el país, que es también su país, afirmó que estuvo sorprendido con los resultados electorales en Estados Unidos. Pienso que el propio Trump estuvo también un poco sorprendido, hasta el grado de que llegó a decir que si no ganaba las elecciones denunciaría un fraude electoral. Este último recurso de la denuncia fue la más patente demostración de debilidad de la candidatura de Trump, tratando de explicar lo que parecía inevitable, la victoria de Hillary.
No voy a analizar la pobreza de los enfrentamientos discursivos. Por momentos pensaba en Sanders. Qué diferente hubiese sido él, en la formulación de propuestas, en la crítica al sistema y las enmiendas para superar los largos períodos de crisis. Sanders hubiese sido otro “Cisne Negro”, pero los “cisnes negros” no tienen ideología, simplemente ocurren, es el azar, pueden ser Hitler o Trujillo, Fidel o Chávez, el Papa Francisco o Balaguer, héroes o villanos. Pero esos “cisnes negros” cambiaron la historia para bien o para mal. El enjuiciamiento ideológico no implica definición del fenómeno. Hasta Marx y Engels, creadores del llamado “socialismo científico”, en el siglo 19, tuvieron que aceptar los “cisnes negros”, estatuyendo el concepto del azar en la historia, lo que Maquiavelo llamaba la “fortuna” en la vida política de los hombres.
La realidad es que vivimos un momento de expectación por el rumbo de la administración Trump. Este singular magnate del éxito comercial, demostró tener agallas, la vehemencia requerida para alcanzar el cielo con las manos.
Algunos dirán que la falta de escrúpulos y una lengua suelta no respetaron altares. Pero su insistencia, en gran medida, su cuestionamiento de la globalización, en cuanto negación del marco nacional y el pensamiento conservador norteamericano, su persistencia de ofertas para un electorado blanco y para ciertos segmentos empobrecidos de la población norteamericana, así como su enfoque radical en el asunto de las zonas francas y pérdidas de empleos para el norteamericano común, prendieron hasta crear el “cisne negro”, es decir, lo inesperado, lo improbable, lo aleatorio, lo que no se esperaba, y sobre todo, lo que no se deseaba, por el nivel de incertidumbre que exhala el discurso provocador y temerario del vencedor.
Foto del poteta y escritor autor del presente trabajo
Escrito por: Tony Raful Tejada.
Martes, 22 de noviembre de 2016.-El hecho insólito fue la victoria de Trump. No es que no pudiera ganar, es que existía la impresión generalizada de que Hillary Clinton ganaría. No es que no estuvieran en disputa con diferencias relativas, es que Hillary siempre estuvo arriba en la mayoría de todas las encuestas, es que todos los debates televisados los ganó Hillary, según las consultas al público después de las discusiones. Es que una parte del Partido Republicano, sobre todo a nivel de líderes y funcionarios sobresalientes, anunciaron que no lo respaldarían, hasta el grado de que Trump llegó a afirmar que le enseñaría al Partido Republicano cómo es que se ganan elecciones. No es que Trump no estuviera en las últimas semanas reduciendo ventajas, es que a pesar de sus errores, de sus declaraciones críticas y duras contra inmigrantes, y otras minorías segregadas, ganó las elecciones de manera sorprendente. Yo escuché a algunos analistas de las elecciones norteamericanas decir que Hillary tenía la mayoría de los votos de los Colegios Electorales, y que era en extremo difícil que Trump pudiera superarla con el conteo tentativo que se hacía por delegados en los distintos estados. No es que él no pudiera ganar como ganó, es que sus declaraciones afectaban a demasiados sectores sociales; constituyeron amenazas de limitaciones y supresión de beneficios sociales a amplios sectores de la vida norteamericana.
El voto popular demostró que Hillary contaba con la mayor simpatía del electorado; por lo tanto, era correcta la percepción de que ganaría, pero no ganó, el sistema de los delegados de los Colegios se impuso mayoritariamente sobre ella. Se trató de dos grandes mayorías en disputa, en polémicas que carecieron de atractivo, donde no había otra opción real con posibilidades que se interpusieran entre ambos. Pero la evaluación de los eventuales delegados de los colegios electorales, siempre reflejó Estado por Estado, una casi insuperable ventaja en beneficio potencial para Hillary. La idea de un Bernie Sanders, acariciada por un electorado joven y progresista, no pudo concretarse, y sus votos, aunque apoyando a Hillary como un mal menor, se diluyeron. El asunto es que el mundo, aturdido con los resultados, no pudo creer la verdad de las votaciones. Para esa parte inmensa de votantes y observadores hubo un “Cisne Negro” en las elecciones del 8 de noviembre.
El azar, esa categoría histórica, se impuso como una resultante aleatoria, impredecible, casual. Nassim Taleb dice que nos comportamos como si los “Cisnes Negros” no existieran: la naturaleza humana no está programada para los “Cisnes Negros”.La historia nos oculta los “Cisnes Negros”, nos da una idea falsa sobre las probabilidades de esos sucesos, es la distorsión de las pruebas silenciosas. Y dice Taleb, en un ejercicio crítico de la mente humana, que... “nos encantan lo tangible, la confirmación, lo palmario, lo real, lo visible, lo concreto, lo visto, lo vivido, lo visual, lo social, lo arraigado, lo que está cargado de sentimientos; lo destacado, lo estereotipado, lo enternecedor, lo teatral, lo romántico, lo superficial, lo oficial, la verborrea que suena a erudiciónÖ por desgracia, en la edición actual del género humano no estamos fabricados para entender asuntos abstractos, necesitamos el contexto. La aleatoriedad y la incertidumbre son abstracciones. Respetamos lo que ha ocurrido, al tiempo que ignoramos lo que pudiera haber ocurrido. En otras palabras, somos superficiales por naturaleza, pero no lo sabemosÖ”.
Un excelente representante, Adriano Espaillat, de visita en el país, que es también su país, afirmó que estuvo sorprendido con los resultados electorales en Estados Unidos. Pienso que el propio Trump estuvo también un poco sorprendido, hasta el grado de que llegó a decir que si no ganaba las elecciones denunciaría un fraude electoral. Este último recurso de la denuncia fue la más patente demostración de debilidad de la candidatura de Trump, tratando de explicar lo que parecía inevitable, la victoria de Hillary.
No voy a analizar la pobreza de los enfrentamientos discursivos. Por momentos pensaba en Sanders. Qué diferente hubiese sido él, en la formulación de propuestas, en la crítica al sistema y las enmiendas para superar los largos períodos de crisis. Sanders hubiese sido otro “Cisne Negro”, pero los “cisnes negros” no tienen ideología, simplemente ocurren, es el azar, pueden ser Hitler o Trujillo, Fidel o Chávez, el Papa Francisco o Balaguer, héroes o villanos. Pero esos “cisnes negros” cambiaron la historia para bien o para mal. El enjuiciamiento ideológico no implica definición del fenómeno. Hasta Marx y Engels, creadores del llamado “socialismo científico”, en el siglo 19, tuvieron que aceptar los “cisnes negros”, estatuyendo el concepto del azar en la historia, lo que Maquiavelo llamaba la “fortuna” en la vida política de los hombres.
La realidad es que vivimos un momento de expectación por el rumbo de la administración Trump. Este singular magnate del éxito comercial, demostró tener agallas, la vehemencia requerida para alcanzar el cielo con las manos.
Algunos dirán que la falta de escrúpulos y una lengua suelta no respetaron altares. Pero su insistencia, en gran medida, su cuestionamiento de la globalización, en cuanto negación del marco nacional y el pensamiento conservador norteamericano, su persistencia de ofertas para un electorado blanco y para ciertos segmentos empobrecidos de la población norteamericana, así como su enfoque radical en el asunto de las zonas francas y pérdidas de empleos para el norteamericano común, prendieron hasta crear el “cisne negro”, es decir, lo inesperado, lo improbable, lo aleatorio, lo que no se esperaba, y sobre todo, lo que no se deseaba, por el nivel de incertidumbre que exhala el discurso provocador y temerario del vencedor.
Foto del poteta y escritor autor del presente trabajo |
Foto del poteta y escritor autor del presente trabajo