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domingo, 6 de julio de 2014

El PRD. Un partido desintegrándose


Escrito por: FabioHerrera Miniño, ingeniero. Reside en Santo Domingo.
  
Foto del autor del presente artículo de opinión

REPUBLICA DOMINICANA.- Se cumplen hoy 53 años de la llegada de la primera avanzada de los dirigentes del PRD, Nicolás Silfa, Ángel Miolán y Ramón Castillo, para aprovechar la apertura que se iba produciendo en el país después de la muerte de Trujillo, ocurrida tan solo 36 días antes, para de esa manera iniciar un proceso de democratización a contrapelo de los remanentes de la dictadura, que a toda costa procuraban sostenerla.

Los dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), fundado en el exilio en 1939, encontraron un campo fértil, lleno del entusiasmo de la ciudadanía, que vivía nuevos aires de libertad, de la cual no conocían nada por haber crecido bajo un régimen dictatorial, que por tener un partido único pisoteaba el derecho a disentir, permitiendo solo una adhesión ciega sin disensiones, obedientes al poder dictatorial.

En el desarrollo de la vida política, después de la llegada de los dirigentes perredeístas, y el PRD en crecimiento con sus centenares de adhesiones diarias, brotaba la Unión Cívica Nacional como agrupación patriótica, los socialcristianos haciendo pininos, los comunistas agrupándose para su añorada revolución y los jóvenes héroes del 14de Junio surgidos de las cárceles de la dictadura comenzaron a darle forma visible a su organización, debatiéndose desde entonces en los egos en conflicto de sus dirigentes.

La vida dominicana de entonces comenzaba a tomar una nueva orientación, que desde 1961 impulsó a esas generaciones hacia un fervor político, que todavía persiste pese al desencanto de ver tanta podredumbre de los políticos, aprovechándose del disfrute del poder para enriquecerse y hundir cada vez más al resto de la población en la pobreza y la marginación.

Ese PRD del 1961 se afianzó como el partido preferido de todos los sectores de clase media, de los jornaleros, de los campesinos, de los militares y de los pobres, soñando con un país sin privilegios e instituciones para trabajar por el bien común. Su triunfo en las elecciones de diciembre de 1962 afianzó una superioridad y preferencia nacional, pero desde ese entonces la ceguera, tozudez y ambiciones de sus dirigentes fueron más que suficientes para llevarla al colapso en los eventos electorales del siglo XXI, que hasta el día de hoy vemos cómo se procura hundirlo definitivamente con la increíble insistencia de uno de sus seudolíderes, empecinado en llevarse entre las uñas al partido, secuestrándolo y apropiándose de la presidencia del partido para asegurar una candidatura que cada vez tiene menos aceptación en la ciudadanía.

El presidente actual del PRD cree que tales percepciones, de su poca aceptación, son falsas. Sin carisma, atropella y se burla de la organización de una manera burda, y con poca elegancia, secuestra por completo al PRD para llevarse en el bolsillo la presidencia del partido, así como la añorada candidatura presidencial para el evento de mayo del 2016.

Ese supuesto triunfo se le pone más lejos por el convencimiento de la gente, de que un político con tan grandes ambiciones de llegar al poder como sea, está creyendo en una popularidad que no tiene y hundiéndose en el lodo de sus apetencias personales.

Un partido doblegado, indómito en su quehacer político y cívico de antaño, pese a tantas derrotas electorales por sus malas cabezas y ambiciones que los ciegan, se le impide crearse un mínimo de credibilidad y de buenas intenciones. Desde el seno de sus organismos partidarios, evidencia una desesperación por alcanzar el poder para recuperar todo lo perdido desde el 2004, cuando fueron desplazados del mismo.

El poder se le aleja cada vez más por la inestabilidad emocional e incapacidad de ocultar las verdaderas intenciones de sus miembros, de arrasar como sea con los recursos nacionales, si alguna vez de nuevo llegaran al gobierno.

En este aniversario de la llegada al país de la avanzada del PRD, para iniciar la democratización, sería una ocasión propicia de rectificaciones, ya que todavía hay dirigentes serios y valiosos creyentes en su partido. Se evitaría ver el partido, de pasado glorioso, descuartizado por las ambiciones. Se busca convertirlo en una marioneta similar a lo que en la actualidad son los reformistas, respondiendo a sus amos peledeístas. Ahora existe un PRD dispuesto a desplazarlos en la entrega a esa sumisión morada.

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