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viernes, 25 de enero de 2008

República Democrática del Congo. Guerra contra las mujeres. Miles violadas


Umoya. Revista Pueblos.
Ahora mismo hay una guerra en el corazón de África, en la República Democrática del Congo, y hasta ahora han muerto allí más personas que en Irak, Afganistán y Darfur juntos. Probablemente no se sabe mucho de esto, pero como informa Anderson Cooper, es el conflicto con mayor número de muertos desde la segunda Guerra Mundial.

En los últimos diez años, más de cuatro millones de personas han muerto y las cifras siguen aumentando. Como Cooper y el equipo de “60 minutos" comprobaron cuando estuvieron allí hace meses, los objetivos más frecuentes de esta guerra silenciada son las mujeres. De hecho, es una guerra contra ellas, y las armas que usan para destruirlas a ellas, sus familias y las comunidades enteras son las violaciones.

El Doctor Denis Mukwege es el director de Hospital Panzi en Congo Oriental. En esta guerra, su hospital está en primera línea. Una de las últimas víctimas que ha atendido es Sifa M’Kitambala. Fue violada por los soldados que asaltaron su pueblo, dos días antes de que llegara el equipo de “60 minutos”. "Ellos la cortaron por muchos sitios”, explica el Doctor Mukwege. Sifa estaba embarazada, pero esto no les importó a sus violadores. Armados con un machete, la cortaron hasta en sus genitales. En los diez años últimos en Congo, cientos de los miles de mujeres han sido violadas. El Hospital Panzi está lleno de ellas.

"¿Todas estas mujeres han sido violadas?”, preguntó Cooper al Doctor Mukwege, que está de pie cerca de un grupo grande de mujeres que esperan. El Dr. dice que todas han sido sus pacientes. Dentro de una semana este lugar estará lleno de nuevos rostros, víctimas nuevas, asegura. "Tienen un profundo dolor. Pero no es el dolor físico solamente. Es dolor psicológico el que se ve. Aquí en el hospital, hemos visto a mujeres que han dejado de vivir", explica el Doctor Mukwege. Y no toda la gente tratada es adulta. "Hay niños. Creo que la más joven tenía tres años", dice Mukwege, “y la mayor, 75.”

Para entender lo que pasa aquí hay que retroceder más de una década, cuando el genocidio que se llevó casi un millón de vidas en la vecina Ruanda se desbordó en el Congo. Desde entonces, el ejército congoleño, con apoyo extranjero, y milicias locales, han estado luchando unos contra otros por el poder y por esta tierra, que tiene algunas de las mayores reservas mundiales de oro, cobre, diamantes y estaño.

El año pasado, más de 500.000 personas fueron desarraigadas. Algunos llegan a campos de refugiados ya saturados, donde dependen de la ayuda de Naciones Unidas para sobrevivir. Un campo que visitó Cooper surgió hace sólo dos meses. Ya estaba atestado, pero siguieron llegando más personas. Llegaban a buscar refugio, un lugar seguro, pero la verdad es que en el Congo no existe algo así para las mujeres.

Hasta en estos campos supuestamente protegidos, hay mujeres que son violadas cada día. "¿La violación ha llegado a ser la norma aquí?", pregunta Cooper a Anneka Van Woudenberg, que es la investigadora más antigua en la observación de Derechos humanos del Congo. "Pienso que lo diferente en el Congo se debe a la extensión de la guerra, porque ha sido tanta la violencia, la violación es ahora diaria, la violación es la norma", responde Van Woudenberg. “Las mujeres son violadas siempre en las guerras. ¿Cuál es la diferencia aquí?", pregunta Cooper. "Creo que lo diferente en el Congo es por la magnitud y la naturaleza sistemática de la guerra y también, por supuesto, la brutalidad. No es violar porque los soldados se han aburrido y no tienen nada que hacer. Es un modo de asegurase que las comunidades aceptan el poder y la autoridad del grupo armado concreto. Es una demostración de terror. Es la utilización de este hecho como arma de guerra", explica.

En Walungu el equipo encontró a Lucienne M’Maroyhi, de 24 años. Estaba en casa una noche con sus dos hijos y su hermano menor cuando seis soldados entraron por la fuerza. La ataron y comenzaron a violarla, uno por uno. "Yo estaba echada en el suelo y, y ellos le dieron una linterna a mi hermano para que les pudiera ver violándome", recuerda ella. "¿Le decían a su hermano que sostuviera la linterna?", pregunta Cooper. "Sí", dice ella. "Me violaron como animales, uno tras otro. Cuando el primero terminaba, me lavaban con agua y me levantaban para que el siguiente pudiera violarme". Estaba convencida de que la matarían, tal como los soldados habían asesinado a sus padres un año antes. Pero, ellos se volvieron a su hermano.

"Quisieron que él me violara, pero lo rechazó, y les dijo, ’no puedo hacerlo. No puedo violar a mi hermana’. Entonces sacaron sus cuchillos y lo apuñalaron hasta matarlo delante de mí", recuerda. Entonces arrastraron a Lucienne por el bosque hasta el campo de los soldados. La hicieron su esclava y fue violada cada día durante ocho meses. Todo ese tiempo, ella no tenía ni idea de dónde estarían sus hijas.

Muchas de las mujeres del hospital del Doctor Mukwege no sólo son culpadas por lo que les ha pasado, las evitan por el miedo de que hayan contraído el VIH y las porque sus violaciones fueron tan violentas que ya no pueden controlar sus funciones corporales. El Doctor Mukwege dice que está haciendo unas cinco operaciones al día.

A menudo sus pacientes tenían hasta objetos en sus vaginas, como botellas rotas, bayonetas. Algunas mujeres habían recibido un tiro entre las piernas por sus violadores. ¿"Por qué hacen esto? ¿Por qué disparan dentro de una mujer?", pregunta Cooper.

En la oficina del fiscal se amontonan las quejas. Nos dijeron que 10 dólares de soborno podrían conseguir que una acusación de violación se investigue, pero pocos casos llegan al tribunal.

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