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martes, 9 de diciembre de 2025

Guaro Tililín deambulando por las calles del pueblo buscando trabajo o algo quehacer, queda maravillado con el puerto

Guaro Tililín deambulando por las calles del pueblo buscando trabajo o algo quehacer, queda maravillado con el puerto Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo) Solitariamente Guaro Tililín siguió caminando por algunos tramos de la ciudad curioseando los locales comerciales, pasada las seis de la tarde el panorama estaba sombrío, la mayoría de los negocios se hallaban cerrados y los pocos locales abiertos comenzaban a imitarlos, además, se sentía cansado, por lo que decidió preguntar por un lugar apropiado para pasar la noche y dejar la averiguación para el día siguiente, pues dispondría de mayor tiempo. Se detuvo en un pequeño quiosco y pidió una cajita de chicles Adams para aliviar el mal olor bucal, seguido abordó al dependiente preguntándole por un hotel o pensión de bajo precio, éste le indicó, según su criterio, cuál debería escoger. Se llevó de su consejo y caminó en la dirección recomendada. Se apersonó a la posada "Brisa Nueva" y solicitó el costo por dormir, lo encontró demasiado alto para su bolsillo y abandonó el lugar, circuló alrededor de la zona procurando uno que se ajustara a su precario presupuesto; así fue a parar a un destartalado hotelucho cobijado de zinc y lleno de comején, cucarachas, hormigas y zumbidos de mosquitos con sus picadas ardorosas. El local era propiedad de un ciudadano chino. No tuvo otra opción, lo imponía su pobre economía. Allí pasó su primera noche. Con el pequeño ahorro que cargaba Guaro Tililín pagó las dos primeras noches de hotel, el cual estaba ubicado en las proximidades del Mercado Público, luego buscó algo mejor, entonces alquiló una habitación para viajero a un costo de tres pesos mensuales. A partir del instante que rentó la habitación de viajero su aventura giró por senderos indescifrables, él, un extraño incursionando en tierra ajena, tratando de encontrar un trabajo que lo condujera por un horizonte de prosperidad y bien. Debía comportarse con valentía y coraje en aras del triunfo, se dijo. Al día siguiente decidió andar por la ciudad con más calma. Anduvo y anduvo deteniéndose por instantes para contemplar las grandes casas de madera de dos y tres niveles, las construcciones de arquitectura victoriana, los grandes edificios de estilo gótico, con sus diseños y fachadas hermosas y atractivas, mostrando llamativos balcones y figuras geométricas; las tiendas de ropas, zapatos, misceláneas, chucherías, y múltiples comercios y negocios que contribuían con el colorido y el bullicio de la ciudad. Los bares y restaurantes de chinos y dominicanos con su variado menú gastronómico. Por esas construcciones ostentosas la ciudad recibió en el momento cumbre de su fulgor el nombre de “París Chiquito”. Otros nombres con la que fue adornada la ciudad: “Macorís Millonario”, “La Tacita de Oro “, “El París Chiquito”, “La Suiza Dominicana”, “Macorís del Oriente”, “Macorís del Mar”, “Macorís de Los Bellos Atardeceres Románticos”, “La Ciudad de Los Poetas” . Tililín había salido a las ocho de la mañana de la casa donde tenía la habitación rentada dispuesto a concretizar algo sólido que le garantizara lo más pronto posible acomodarse en un trabajo. El paseo le sirvió para comenzar a identificarse con la ciudad. El su primer día —había llegado la prima noche anterior— inició el recorrido despacio para no sudar la ropa ya que no tenía mucha y le resultaría incomodo lavarla. Fue mirando las calles con detenimiento acariciado por la brisa matutina; el resplandor del sol sobre yerbas y árboles iba notando el panorama. Realmente era su primer día formal en la ciudad. Al salir a la calle se percató de lo novedoso y atractivo del paisaje. Pasada la noche anterior de agua y nubarrones no se vislumbraba asomo de nuevas lluvias, la luz solar tendía a prolongarse dándole fortaleza a la vida para que todos pudiesen disfrutar del escenario contemplado. Recordamos que aquella prima noche cuando Guaro Tintilín llegó a la ciudad de los Bellos Atardeceres la ciudad estaba brumosa y bajo el azote de la lluvia. En esta nueva mañana la naturaleza exhibía sus galas primorosas, incluso se veía la alegría en la mirada de la gente dejando escapar en su sonrisa una inteligencia de versados. Los llamados pudientes se mostraban cooperadores con los demás socializando con todo el que lo abordaba sin perjuicio alguno. Existía una voluntad espontánea de servir y compartir ideas y necesidades. Esta interrelación social contrastante inspiraba confianza a los huéspedes quienes de inmediato se sentían justipreciados motivándolo a quedarse allí para probar suerte por la mejora de su existencia personal y social. Quizás la mezcla étnica que fluía contribuía a esta particular situación de acercamiento humano. Había una conciencia colectiva de que el medio respiraba una atmósfera de integración social cónsona con su heterogénea laboriosidad industrial; todos se necesitaban en ese esfuerzo común de empujar el crecimiento y desarrollo en auge creciente. A partir del día inolvidable cuando los pies de Guaro Tililín pisaron la ciudad, tan pronto pudo acomodarse en un lugar dormitorio, y posterior a la noche de su llegada, entre siete y ocho de la mañana, comenzó a salir a caminar buscando suerte, en ese andar monótono, despacio, observó a distancia una gigantesca edificación suntuosa y atractiva de cuyo techo sobresalía una cruz enorme que a la distancia llamó poderosamente su atención, se trataba de la portentosa construcción de la Iglesia Parroquial levantada a finales del siglo diez y nueve en honor a San Pedro Apóstol, proclamado patrono espiritual del poblado; se cuenta que originalmente fue una modesta construcción en tablas de palmas y techada de yagua levantada en 1856, iniciativa atribuida al padre Pedro Carrasco Capeller, oriundo de San José de los Llanos, la humilde edificación fue destruida por brizas huracanadas en 1865, luego de reconstruida fue devorada por un incendio ocurrido en 1896. Tras ese suceso espiritualmente doloroso se aunaron esfuerzo y voluntad bajo el liderazgo del padre Felipe Romero, el síndico Juan Larancuent, y el presidente del ayuntamiento Francisco Nicolás, los tres asumieron la construcción de un nuevo templo católico en el mismo lugar, no conforme en 1902 el gobernador de la ciudad general Fernando Chalas junto a las autoridades del ayuntamiento constituyeron la Junta de Fábrica del Templo Católico San Pedro Apóstol, en su nuevo diseño le añadieron una torre de ladrillo y colocaron un reloj gigante que diera la hora, tomando en cuenta el valor del tiempo y que la casi totalidad de los residentes carecían de un reloj. Esta modificación estuvo a cargo del ingeniero francés Eduardo García, un experto en arquitectura gótico-francés. Ocho años después, en 1910, los curas decidieron modernizarla, para ello, idearon una nueva edificación en mampostería, sistema de construcción muy usado en aquel tiempo; inicialmente la obra estaba a cargo el del mismo arquitecto Eduardo García, pero sorpresivamente falleció por lo que los curas trajeron al arquitecto checo-estadounidense Antonin Nechodoma, quien confeccionó el templo católico con una fachada estilo neogótico y un interior románico. En 1918 llegó una avanzada de frailes Franciscanos Capuchinos, al frente de Fray Cristóbal de Úbeda. La llegada en 1920 del sacerdote Fray Venancio de Escija, quien además de crear el primer coro de voces mistas de la iglesia y organizar la congregación Hijas de María, le dio un nuevo empuje al proyecto al convertirse en promotor en la captación de dinero y la agilización de los trabajos para que la obra se terminara con mayor rapidez. Escija asumió un rol protagónico de primera, bajo su celosa supervisión fue elevada la altura del techo y se le hizo el piso en mármol carrara. Sobre la fachada principal de la iglesia se destaca un rosetón mostrando el escudo franciscano, que, junto a la bóveda central, perfilan una mezcla ecléctica medieval, cuyos elementos conforman una arquitectura emblemática con signos históricos, según reseñas publicadas. El proceso de construcción terminó en la década de los años 50 del siglo XX, gracia al apoyo económico del gobierno. El principal impulsador en la captación de dinero y agilización de los trabajos para que la obra se terminara con mayor rapidez de tiempo fue el sacerdote Fray Venancio de Escija, quien llegó a Macorís en 1920.
El arquitecto checo Antonin Nechodoma (1877-1928). Después de la inauguración de la regia, majestuosa y moderna edificación religiosa han pasado varios sacerdotes o curas en su labor epistolar promoviendo el convencimiento hacia la fe católica, encontrándose entre ellos Fray Joaquín de Andújar, Fray Cipriano de Utrera, Fray Juan de Utrera, Fray Lorenzo, Fray Bernandino de Conil, Fray Norberto de Villa Vicioso, Fray Justo de Verja, el padre Esteban Carrasco; el padre De Pozo Blanco, el padre Fidel, el padre Fray Gumersindo de Granada, y Fray Máximo Rodríguez, cuya presencia y ejercicio sacerdotal son recordado con admiración y respeto por los feligreses.
La impresiónate iglesia está situada en un triángulo conformado por las Avenidas Independencia, Francisco Domínguez Charro y la calle Anacona Moscoso, y justo, en la parte oeste, se encuentra el Parque Salvador, espacio histórico donde se erigió el primer monumento a los Padres de la Patria: Duarte, Sánchez y Mella, el 27 de febrero de 1911. A lo lejos más que su impresionante arquitectura sobre la cobija atrae la enorme cruz de hierro arriba del exterior de su alto campanario. El interior de la misma luce sombrío y sobrio con efigies en oro, plata y bronce, simbolizando los Santos o Ángeles adorados por la feligresía católica. Al entrar al recinto religioso se percibe un ambiente de solemnidad sacramental obligando al respeto imponiendo la reverencia a los visitantes de persignarse y hacer al aire la señal de la cruz. El misterio de su culto se desarrolla en ceremoniosos rituales en latín dirigido armónicamente por el sacerdote de turno, el rito sirve para recaudar ofrendas y comprometer a los creyentes con la fe dogmatizada. El poder de sugestión de la Iglesia Católica es claramente visible, ejerce una influencia espiritual, social y política sobre el Estado, máxime desde la firma del concordato entre la Iglesia Católica y la dictadura de Trujillo en 1954, el cual implicó varios beneficios económicos y privilegios a favor de sus clérigos. Previo, la misma institución eclesiástica con sede en el Vaticano, lugar de donde ejerce el dominio absoluto sobre sus súbditos, había hecho lo mismo con los dictadores Benito Mussolini, de Italia, y Adolfo Hitler, de Alemania. A partir del tratado acordado con el régimen de Trujillo la religión católica fue declarada como creencia oficial por el Estado y gobierno dominicano. En los primeros días Guaro Tintilín anduvo lentamente disfrutando el paisaje aunque sin un norte preciso, desorientado, iba y venía por las calles, durante los recorridos se entretenía leyendo los letreros comerciales y toda la publicidad y propaganda que encontraba a su paso, con ello reafirmaba su capacidad de lectura; difícilmente mancaba su horario de salida de la modesta pensión donde estaba alojado, regularmente entre la siete y ocho de la mañana, sin rumbo fijo, sin orientación armónica, a veces y sin proponérselo regresaba al inicio de las intersecciones recorridas, la situación de encontrarse en un pueblo extraño lo hacía desconfiar un poco de los transeúntes, empero, la necesidad comunicativa lo obligaba a flexibilizar esa actitud antes transeúntes de mayor edad, confiado de que al hacerle cualquier pregunta le responderían con seriedad, no vacilaba detenerlo a su paso para inquirirle, preguntarle, interrogarlo, y averiguar los detalles relevantes del entorno, lo hacía con el único interés de entablar alguna conversación, socializar, buscando alguna forma de empatizar con los ciudadanos del lugar a riesgo de que el interlocutor lo considerase necio o trivial; necesitaba hablar con alguien, que lo conocieran, hacer amistad y cuanto antes mejor, para su concebido proyecto de vida. A Guaro Tililín le llamó la atención el modo competitivo de los comerciantes criollos con los extranjeros, éstos últimos, fluctuaban entre árabes llegado del Líbano y Siria, a los que por lo regular les decían turcos, sin ser realmente de allá, de Turquía; también españoles y chinos, la mayoría abría su establecimiento ya sea de ropa, zapatos, misceláneas, ferretería, cafetería o restaurantes, en horario comprendido de siete y media a ocho de la mañana, apresurándose en sacar y exhibir los muebles en las aceras de los negocios junto a otras mercancías, mostrándoselas y ofertándoselas en venta a los peatones. La principal área comercial de la ciudad se ensanchaba con la dinámica operacional de esos establecimientos. Las disputas por la primacía ante los clientes agradaban a los compradores quienes sacaban beneficios del regateo de ofertas y demandas por los enseres deseado. En los momentos en que Guaro Tililín se detenía brevemente delante de algunos escaparates y vitrinas a contemplar las exhibiciones de ventas de zapatos, camisas, ropas femeninas y masculinas y de niños, entre otros efectos y artículos en particular, disfrutaba viendo los maniquíes con su parecido de figura femenina o masculina, lo que veía lo sorprendía y maravillaba con ingenuidad, al ver su rostro reflejado en la vidriera sonreía feliz y volvía a mezclarse con los transeúntes con entusiasmo de vida. Agotaba las horas con parsimonia, matando el tiempo, mirando en todas direcciones, buscando quizás algún rostro conocido, alguien que pudiera acompañarlo en su aventura. Si esto ocurriese, le daría más seguridad y confianza en sí mismo, renovaría su espíritu emprendedor y tendría mayor fuerza de ánimo en la meta de su propósito. El segundo día de estar Guaro Tililín en la ciudad y mientras andaba lentamente por la céntrica área comercial contemplando el panorama citadino cruzó por un triángulo de intersecciones, deteniéndose y poniendo su atención al ver sobrevolando a baja altura varias palomas las cuales batían sus alas al tiempo de circular sobre la cabeza de los transeúntes, el sonido de sus aleteos atrajo su interés, nunca antes había contemplado con llamativa particularidad el vuelo de palomas, en esta ocasión se percató en las singularidades de sus variados colores: gris azulado, con rayas negras en las alas, y con punta de la cola negra; el grupo de aves constituían una distinción atractiva. Las inofensivas avecillas giraban aglutinadas en circunferencia cerrada, descendían con artística precisión al suelo de donde tomaban con el pico cualquier porción de alimento, era un juego repetido y constante. Aquella inesperada diversión lo hechizó.
Vista Panorámica de la calle Duarte, entonces principal centro comercial de San Pedro de Macorís, y cuya pujanza económica fue motivo referencial de la época, atrayendo a aquellos con deseos de progresar, como el caso de Guaro Tililín. Postal de la década de 1920. Fuente: Imágenes de la Historia de San Pedro de Macorís Cada vez que Guaro Tililín avanzaba en su andar callejero se maravillaba de las altas edificaciones y docenas de almacenes y tiendas repletos de productos, artículos comestibles y bebidas, motivando mediante un perifoneo rudimentario a los cientos de transeúntes a detenerse frente a su establecimiento a comprarles cualquier mercancía. Nunca antes había visto una ciudad de esta dimensión y laboriosidad creciente, aparte de la capital, con tanta riqueza material y disponibilidad de trabajo. Estaba anonadado. En ese ir y venir, matando el tiempo, Guaro Tililín se encontró con el famoso puerto ubicado en la desembocadura del río Higuamo, envejecido en su existencia histórica, rígido sobre su inmensa mole de hormigón de concreto y hierro sosteniendo la imponente estructura de su creación el 25 de mayo de 1933, el levantamiento de su estructura comenzó en 1923; una obra ejecutada por la empresa Eduardo Depietri. Aquella inauguración fue un acontecimiento esplendoroso, igual como su remodelación, ampliación y actualización, por la exigencia de su demanda operacional, trabajos que estuvieron a cargo del famoso constructor puertorriqueño Félix Benítez Rexach, en 1946. Y desde entonces, el muelle o puerto, acentúa su presencia dominante sobre el río Higuamo, vigilando en silencio entradas y salidas de embarcaciones de diferentes tamaños y calados enseñando banderas de naciones lejanas. Firme en sí mismo, recogiendo la fatiga extendida de los centenares de trabajadores portuarios y las pesadas anclas de los barcos lanzadas al fondo del milenario río con una superficie de mil 161 kilómetros, la estructura levantada conocida por el nombre de puerto o muelle, soportando inflexible el insistente oleaje procedente del Mar Caribe en ruta indetenible hacia la desembocadura de la riada; así como el furor ocasional devenido de los vientos ciclónicos propios de la zona tropical. Sobre su duro pavimento calentado por el sol o empapado por aguaceros inesperados compiten por la vida centenares de trabajadores y vendedores ambulantes, puestos de ventas de comidas y numerosas prostitutas haciéndoles ojos bonitos a los marinos mercantes. Un ajetreo imparable de gente moviéndose frente buques y embarcaciones de cargas, sean estos grandes, pequeños, medianos o bajel, un espectáculo formado por diversos navíos concentrados en el amplio entorno productivo; un contrastante ambiente de hombres necesitados por conseguir una oportunidad laboral, llegando a diario a ese movido centro de operaciones manuales y técnicas apurados en encontrar el sustento diario. Un espacio donde no hay tiempo para compasiones lastimeras ni penurias ajenas. Todos pujan por ganarse un puesto de trabajo, dispuesto a hacer algo que le garantice la obtención inmediata de dinero para la subsistencia personal y familiar.
Primera foto: una vista parcial del puerto o muelle de San Pedro de Macorís del año de 1917. Fuente: Postal del año 1917. Libro " República Dominicana ; Un viaje a través de postales antiguas , 1900-1930" / Sócrates S. Solano. Segunda foto. una vista del puerto o muelle correspondiente al año de 1925. Fuente: AGN. IMÁGENES DE NUESTRA HISTORIA. Tercera imagen. una vista parcial del muro protector del muelle o puerto, tramo rivera del rio Higuamo o Macorís, margen oriental tomada en la década del año 1910. Cuarta imagen, el muelle visto en el año de 1904. El necesitado y apurado Guaro Tililín contempló detenidamente las entradas y salidas de las grandes máquinas de vapor y de diésel, procedente de los ingenios cargadas con pesados sacos de azúcar y cuyos vagones eran colocados justo frente al buque, donde los muelleros amarraban e introducían alzándolos mediante un güinche, era entretenido ver las maniobras izando y bajando los sacos de azúcar, y las operaciones de motocarga y grúas; el ir y venir de los trenes de cargas, grandes aparato de hierro desplazándose sobre líneas de rieles despidiendo humo negro a su paso, avanzando y retrocediendo, hasta ubicarse en la posición exacta, ideal para levantar los pesados sacos de azúcar. Los movimientos de la enorme mole de hierro producían fuertes vibraciones sobre el suelo claramente percibido por los pies de quienes se desplazaban la superficie del muelle. Sintióse maravillado por la sincronizada combinación entre hombres y máquinas y todo el ajetreo laboral del entorno. Cual forastero observó pacientemente el ambiente del entorno, una mezcla de sudores, fatigas, esfuerzos de músculos, chistes, risas, y rápidos intercambios de saludos entre los conocidos. Aquella operatividad de dispares labores de parte de los involucrados atraía su curiosidad. Allí cada quien estaba dedicado en su faena, los que gestionaban un espacio, como su caso, se veían compelido a ingeniárselas e interactuar; hacer amistades, demostrar en el terreno sus habilidades competitivas. Para él, eso era de película. ¡Quedó electrizado! Una vista panorámica de la Avenida España, año de 1918, área del litoral del puerto o muelle de la ciudad de San Pedro de Macorís, cuyo nombre fue cambiado por la del poeta Francisco Domínguez. Al Charro. Al fondo puede visualizarse la torre o campanario de la iglesia San Pedro Apóstol. Fuente: Sócrates A. Solano, Libro "REPUBLICA DOMINICANA ; UN VIAJE A TRAVES DE POSTALES ANTIGUAS" / 1900-1930 .IMÁGENES DE NUESTRA HISTORIA Por espacio aproximado de más tres horas estuvo Guaro Tililín apreciando el dinámico ajetreo de las operaciones del puerto petro-macorisano. Notó que la mayoría de las labores más rentables las realizaban estibadores, hombres fornidos, que halaban y cargaban sacos de más de 300 libras de los vagones de las máquinas de vapor llegadas de los ingenios azucareros; también había peones cargando y descargando camiones llenos de mercancías. Era una laboriosidad asfixiante. Entonces comprendió que su fortaleza física distaba mucho para optar por una posición de empleo en aquel lugar, eso era para personas musculosas, y él, no tenía esa facultad especial que se requería para sumarse a ese proceso productivo. Era mejor pensar en algo acorde con su condición personal, que no requiriera de tanto esfuerzo y vitalidad de energía como los muelleros o trabajadores portuarios. Contemplar en su faena agotadora a esos trabajadores de color negro provocaba una sensación de admiración, eran hombres especiales, trabajadores únicos en su labor fatigosa ignoraba; un poeta de la ciudad lo había homenajeado en silencio septembrino bajo un poniente de horas recibidas, cincelándolo con gotas de sudores recogidas a escondidas de un suelo empapado de salitre y aire polífono de respiraciones mezclada, duras espaldas cromada por el sol, negreando más su piel, herencia de lejanas procedencias, lo veía apurando el paso sobre el duro pavimento donde competían otros muchos pasos cargando sueños y esperanza. El poeta lo definió “Viejo negro del puerto”, eternizando su sombra esparcida sobre el tiempo, precisando como sondeaban la distancia buscando algún rastro de su antepasado africano. Vista panorámica del entonces “Calle El Correo" 1912, actual Calle Salcedo, centro de la ciudad, donde se estableció la primera oficina del Telégrafo del país, Nótese los postes con las líneas telegráficas. Fuente de la imagen Imágenes de Nuestra Historia, R.D En su andaduras y accesos, yendo y viniendo de un lugar para otro, en aras de hacer alguna amistad, buscando socializar con personas de la ciudad, una tarde, ya abrumado por la impaciencia, decidió sentarse a descansar sobre un asiento del Parque Julia, que era el nombre de la madre del jefe que gobernaba el país, tras lanzar un bostezo de vagancia se percató de que tres hombres dialogaban en alta voz, discutían sobre historia, porfiaban sus ideas. Esto llamó de inmediato su atención, estaban tan cerca que escuchaba clarito sus enfrentadas voces. Era la primera vez desde su llegada al pueblo que veía una disputa cultural: tres personas inteligentes refutándose acaloradamente, intentando cada cual en imponer su criterio. El intercambio de palabras se prolongó por dos horas, la entrada de la noche sorprendió a los individuos pulseando su razonamiento. Ninguno cedió en su parecer.
Las fotos muestran cómo era la arquitectura del parque principal de la ciudad entonces rodeado por vetustos edificios de gran valor cultural e histórico. Guaro Tililín permaneció sentado sobre el banco el mismo tiempo que duró la discusión, cuando el grupo se separó, uno de ellos, el que más tiempo permanecía de pie, los otros se sentaban y paraban, según el calor de su exposición, al salirse éste para dirigirse a su hogar tuvo la cortesía de saludarlo con la cabeza acompañándolo con un ademan amistoso de su brazo derecho, Tililín reaccionó rápido diciéndole, —oiga señor, excúseme, deténgase por favor, sé que usted va rápido, acabo de presenciar y oír la larga discusión que sostenían ustedes, veo que son personas muy inteligentes, quisiera aprovechar para felicitarlo por su capacidad. Yo me llamo Guaro, no soy de aquí, vine hace cuatro días a este pueblo y me encantaría hacerme amigo de persona como ustedes, vuelvo y le pido perdone mi atrevimiento, pero sentía el deseo de decirle esto. Miguel Alfonzo Mendoza (Piris), que era el hombre al que Guaro Tililín detuvo para felicitar frenó sus pasos y lo miró inquisitivamente con rapidez, la prisa que llevaba para llegar a su casa impedía que se detuviera por más tiempo, por lo que le respondió, — no me molesta que me pregunte, pero yo soy el que le pido excusa pues como ve ya es tarde, van a dar las 10 de la noche, tengo hambre y voy a la casa a cenar y a dormir, pero si usted anda por aquí me veras mañana, siempre estoy por esta área, mi nombre es Miguel Alfonzo Mendoza, pero todos me conocen por Piris, soy maestro y periodista, cuando vuelva a verme tenga la confianza de pararme así podremos hablar con más tiempo.— Y tras decir estas últimas palabras reanudó sus pasos camino hacia su residencia. Y así fue, el reencuentro sucedió dos días después de aquella noche cuando Guaro Tililín fue testigo de la encendida discusión de los tres hombres de curtida inteligencia, ocurrió a eso de las nueve de la mañana en la que volvieron a encontrarse, Piris caminaba por una de las calles céntrica de la ciudad, próximo al parque Julia; Guaro Tililín que también andaba merodeando, identificó al maestro y periodista quien venía en vía contraria sobre la misma acera por donde él transitaba, al divisarlo espero que tuviera cerca para abordarlo. — Hey, periodista, no me recuerda, soy el hombre que lo vio hace dos noches discutiendo de historia en el Parque. Piris inmediatamente se recordó de Tililín por lo que se detuvo en medio de la acera y le respondió, —oh, si, claro que me acuerdo de ti, te dije que frecuento por esta zona del parque y los comercios y que podríamos volver a encontrarnos, si no vas rápido vayamos al parque allí podríamos sentarnos y charlar con más tiempo—. Ambos se pusieron de acuerdo y se dirigieron al lugar sugerido por Piris. Allí sentados iniciaron un apacible y ameno diálogo de socialización amistosa. Esa mañana fue testigo y soporte en el tiempo de la entablada y prolongada confraternidad que se desarrollaría entre Piris y Guaro Tililín, de que el segundo sacaría gran provecho instructivo, aprendiendo del primero interesantes episodios de la historia de Macorís, del país y parte del mundo. En los días siguientes Guaro Tililín también conoció e igualmente fraternizó con Bernot Berry, a quien apodaban el Frances, por ser hijo de padre francés y considerado un hombre muy instruido, igualmente con los periodistas Américo Salazar, Exequiel Kaza, Pimpín Bobea, Ruiz Tolentino, Luis Girón y los hermanos Santana, éstos últimos editaban el semanario El Este; regularmente todos acostumbraban a reunirse en el Parque Julia, donde formaban una ronda de discusiones sobre diversos temas sociales, deportivos, gastronómicos; historia y geografía. Las discusiones culturales que se originaban entre ellos interesaron al joven forastero motivándolo a frecuentar el parque en las horas en que éstos se reunían en su tertulia, tratando de llegar antes que ellos para situarse en un asiento cercano para escuchar clarito los debates teóricos que éstos desarrollaban, por este móvil se apresuraba cercano a ese momento en llegar antes de las seis de la tarde. Guaro Tililín disfrutaba con encanto las polémicas disputas teóricas que montaban esos señores, cada quien interesado en imponer su visión y versión de las cosas que decías. Particularmente acudían al lugar la siguiente noche recargado de energía intelectual, previamente quizás se la pasaban leyendo, actualizándose, buscando informaciones en los periódicos El Caribe, Listín Diario, o La Nación, los medios de comunicación impresos de la época, leyéndolos para sustentar las explicaciones de las ideas que presentarían. También se nutrían escuchando y viendo prestigiosos programas radiales y de televisión que entrevistaban a connotados profesionales o intelectuales. En verdad los personajes mencionados celebraban encuentros enciclopédicos. Tililín se atiborraba culturalmente de esos enfrentamientos verbales, reteniéndolo en su memoria prodigiosa, comparándolas con aquellas charlas personales que sostenía con su amigo y vecino, el maestro Clemente Pujols. Debemos consignar como referente de información histórica que a finales del siglo diez y nueve y los primero veinticinco años del siglo veinte hubo medios de prensa en las principales provincias de la Región Este: Higüey, El Seybo y San Pedro de Macorís; en algunos de esos espacios de prensa periodistas y eruditos de esos lugares publicaban en los medios locales artículos de carácter social, literario, poético y científico. A través de esos trabajos se conoció el nivel de formación educacional de hombres y mujeres que luego han sido reconocidos en la historia por su valor intelectual y aportes literarios. En Higüey circulaba el periódico “ El Civismo”; en el Seibo “El Oriental” y “Plus Ultra”; mientras La Sultana del Este tenía “Diario de Macorís”, “Boletín Mercantil”, la revista “Fémina”, “Gaceta del Este”, “Humor y Comercio”, “La Palma” ; “El Semáforo”; “El Este”,, y El Diario de Macorís, éste último fue considerado en su momento el medio de prensa más importante de la región Este, fue fundado por los hermanos Horacio y Néstor Febles el 16 de octubre de 1922, teniendo como administrador a Enrique Cambier. Su aparición indicó un precedente en el periodismo de San Pedro de Macorís al ejercer un papel de importancia política en la primera reelección de Rafael Leónidas Trujillo Molina en 1934, siendo el vocero del régimen en la provincia, enviando con exclusividad sus periodistas a cubrir las actividades del oficialista Partido Dominicano, constituido el 16 de agosto de 1931. Cuando salieron los primeros periódicos la gente lo llamó prensa porque eran escritos confeccionado en una imprenta, la cual apareció en nuestro país a principio del 1800, de inmediato los creyentes aprovecharon para imprimir las oraciones que promovían la imploración a la Virgen María, por consiguiente, imprimieron la llamada Novena, fue lo primero que se le ocurrió imprimir, esa oración circulaba manuscrita de mano en mano desde 1738, al tipografiarla tuvo mayor difusión. Este histórico trabajo se realizó en el primer taller de clisado que hubo en la isla propiedad del francés André Joseph Blocquerst. En esa época los opositores al gobierno de turno o los contrincantes en la escena política difundían escritos manuscriticos confeccionados por personas de reconocida capacidad cultural, que lo eran poco, los cuales eran contratados para esos deberes, así surgieron los primeros pasquines o panfletos que eran hojas suelta, es decir un escrito de una página, que eran repartido y distribuido entre la población, o mejor se lo hacían llegar a aquellos que podían reaccionar, responder o sentirse afectado por el escrito, a esos escritos le decían ensaladillas y estaban prohibidos por el gobierno de turno. Una de las hojas manuscrita de amplia circulación en 1837 fue elaborada por los Trinitarios, identificada como “dominicano-español”, la autoría es atribuida al patricio José María Serra. Dos años antes de la proclamación de la Republica en 1844, Manuel María Valencia publicó el opúsculo “La Verdad y nada más”, denunciando duramente la tiranía haitiana encabezada por Jean Pierre Boyer. Otro manuscrito popular fue “El Grillo Dominicano”, una hoja también manuscrita que apareció en 1843. Ese tipo de publicaciones circulaban de manera clandestina. Los primeros periódicos propiamente dominicano aparecieron en 1821, El Telégrafo Constitucional de Santo Domingo, fundado el 5 de abril, y El Duende. fundado el 15 de abril. Época histórica de la Independencia Efímera de José Núñez de Cáceres. Tras la creación de la Republica Dominicana surge el 19 de septiembre de 1845 el “dominicano”; y en 1851 es fundado “El Correo del Cibao”, convirtiéndose en el primer medio impreso de la Región del Cibao, hasta que el 16 de noviembre de 1915 sale La Información, un diario de la ciudad de Santiago de amplio alcance regional. Regularmente durante los primeros días de estar Guaro Tililín en la ciudad de su sueño y anhelo combatía el aburrimiento callejeando por la ciudad, conociéndola cada día más, captando la idiosincrasia de su gente, asimilando su costumbre; siempre esperanzado en encontrarse con alguien que tuviera algún rasgo simpático afines a sus necesidades y pudiera interesarse por su problema. Salía del hotelucho donde estaba hospedado pasado las siete de la mañana, si bien estaba acostumbrado a levantarse tempranito, como en su pueblito de vida rural, aguantaba sobre la cama el paso de las horas escuchando por radio la emisora La Voz Dominicana que a esa hora temprano ponía un programa de variadas canciones de rancheras y boleros con los cantantes de más resonancia y popularidad del momento; evitaba salir al pasillo para no perturbar el ambiente de los huéspedes, tampoco participaba del desayuno que ofertaban por carecer de dinero suficiente, por ello cuando lo consideraba oportuno salía de la habitación y partía hacia la calle a aventurar suerte, a buscársela. Ya conocía el puerto y su entorno, aun así, una vez más decidió volver hacia ese embarcadero y desembarcadero de cosas y mercancías. No se cansaba contemplando el movimiento de los afanosos trabajadores y las embarcaciones cargando y descargando efectos comerciales. El desfile matinal de hombres por docenas yendo hacia sus respectivas labores en el área del puerto atraía su atención con fascinación, allí pululaban centenares de gente cruzándose en un ir y venir incesante, los que ya tenían alguna responsabilidad laboral caminaban más de prisa para llegar a tiempo a su puesto de desempeño, ignorando a los innumerables desempleados que buscaban una oportunidad de enganche, y a los numerosos vagabundos hambrientos y necesitados de compasión humana; también se veía a los marineros acondicionamiento los buques, dándoles mantenimiento. El lugar era un hervidero de transeúntes cuyo accionar personal competía por alcanzar un espacio ocupacional o una humana atención solidaria. Si, el puerto, ese puerto Petro-macorisano, lo atraía misteriosamente, quizás era el sudor salado de los fornidos negros isleños castigados por el sol estampado en sus fuertes brazos de atávicos quehaceres herrumbrosos. Veía emocionado a aquellos trabajadores de lejanas tierras de mar entregados en diarias faenas, dormitando su cansancio acumulado entre proa y popa de buques de diversas banderas y procedencias, y a los muelleros endulzando su pobreza embriagada con azúcar prieta derramada; descansando el almuerzo llevado bajo sombra de árboles centenarios; deshaciendo sus sueños de amores entre rieles de tránsito de máquinas y el duro pavimento de cemento importado. Guaro Tililín continuó en su caminar. Así, un buen día de su acostumbrado itinerario y mirando las rutinarias operaciones desarrollada sobre el puerto almorzó un plato de arroz con habichuelas roja y carne de res en uno de los negocios de ventas de comida que existía en el área, para luego reanudar su caminata con la ilusión de encontrar un empleo que se adaptara a sus aptitudes. Con ese pensamiento abandonaba la zona del atracadero marítimo meditando sobre sus condiciones físicas, diciéndose que las tareas que ejecutaban los obreros en el andén del puerto eran superiores a su capacidad muscular, por lo que debía buscar algo que requiriera de menor corpulencia humana. Durante el regreso hacia el hotel su vista se iba recreando y deleitando, contemplando las viejas edificaciones con sus arquitecturas maravillosas; la circulación de los peatones y vehículos, y, sobre todo, la vistosidad de las tiendas y negocios del centro de la ciudad con sus letreros lumínicos; sus estanterías y escaparates repletos de mercancías y artículos ofertándoselos a los que pasaban por sus perímetros. Sintió una admiración especial por la ciudad. Se enamoró de su esplendor. Mientras Guaro Tililín paseaba por la ciudad fue percibiendo el desenvolvimiento social y la dinámica económica que la envolvía, explorando la forma de agradar y serle simpático a la gente para conseguir un empleo. Indagaba informaciones. Preguntaba y repreguntaba sin agotarse, consideraba que ello significaba reducir sus penurias, y, sobre todo, que ya se le agotaba el poco dinero que había traído en su viaje. Trató de emplear con mayor eficiencia su psicología interactuando con cualquiera de la persona que detenía a su paso para obtener datos en función de sus necesidades. No podía fracasar. * * * * * * * * Texto tomado de las páginas 194 hasta la 207 de la novela Guaro, el cochero Tililín (novela ensayística e intrahistórica), de la autoría de Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo). Una obra literaria con 472 páginas, 99,804 palabras, 920 párrafos, y 13,579 líneas. Próximamente en el mercado literario.

domingo, 2 de noviembre de 2025

Los Mellizos Cabrera en tv 1/11/25

Programa producido por los mellizos gemelos de San Pedro de Macorís, Alberto y Enrique Cabrera Vásquez, del sábado 1ro de noviembre de 2025. En este espacio por YouTube estos dos reconocidos periodistas de San Pedro de Macorís critican con dureza la cultura de robo y corrupcion de los funcionarios públicos frente a la política de ética, transparencia y cero impunidades, que practica el presidente Luis Abinader, también denuncian la irracionalidad de la oposición que apuesta al caos y a la desestabilización difundiendo falsos positivos por las redes social Los Mellizos Cabrera en tv 1/11/25

domingo, 10 de agosto de 2025

Caña y Azúcar en la poesía de Pedro Mir. Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez

Caña y Azúcar en la poesía de Pedro Mir Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez SAN PEDRO DE MACORIS.- Recoger las penurias y vicisitudes de la vida de los bateyes azucareros dominicano constituyó en un momento dado una proeza desafiante. El imperio del silencio o la aceptación por razones conservadora del estado de cosa era algo común en aquellos tiempos de dominio faraónico del Trujillismo inhumano, delincuente, perverso y cruel. Había poco espacio para asumir una actitud crítica; la mayoría aceptaba el autoritarismo con sumisión y resignación imperturbable. Los pequeños focos disidentes se movían nerviosamente con sigilo en la clandestinidad. Una cultura de miedo y desconfianza predominaba en la geografía nacional. Cualquier tendencia hacia la rebeldía constituía una osadía y una hazaña temeraria. (Foto.- El periodista, ensayista, crítico literario, político y poeta Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo), mientras lee su conferencia, Caña y Azúcar en la poesía de Pedro Mir, en el salón América Bermúdez del Ayuntamiento de San Pedro de Macorís, la noche del viernes 8 de noviembre del 2013. Sentado a su derecha, el escritor, poeta y profesor de Letras de la UASD, Félix Betances de la Nuez, quien tuvo a bien presentar al expositor, destacando su perfil intelectual. (Foto: Brenda Cabrera Reyes) Pedro Mir grabó en su conciencia aquella vida caracterizada por la miseria, el hambre y la pobreza extrema. Las más significativas poesías de Pedro Mir recogen el cuadro espeluznante de aquella época de opresión y terror que rebajaba la auto estima y conducía a la gente hacia un estado de postración humillante. Al hablar de la bella producción literaria de Pedro Mir nos vemos compelido de manera sucinta a realizar un recorrido histórico de las distintas corrientes y manifestaciones artísticas del pensamiento literario universal más relevantes y que de una manera u otra pudieron haber tenido alguna influencia en la brega poética de nuestro querido y venerado Poeta Nacional, tales como El Romanticismo, El Realismo, El Modernismo, El Naturalismo, El Costumbrismo y El Criollismo. El Romanticismo surgió en el siglo XV111 (1813) en Alemania con el manifiesto de Madame de Stael, visto como respuesta revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasismo. Esta corriente literaria puso énfasis en los sentimientos al tiempo que destacó el uso de la lengua propia y vernácula en los trabajos literarios y culturales desde una visión propia desconociendo los esquemas establecidos durante el Neoclasicismo, para colocar en primer plano «la fantasía, la imaginación y las fuerzas irracionales del espíritu», y cuyos destacados exponentes fueran el polímata suizo- francés Jacques Rousseau (1712 -1778), y el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe ( 1749-1832), el primero, priorizó «la conciencia del yo como entidad autónoma y fantástica»; y el segundo, von Goethe , cuya capacidad creativa abarcó todas las facetas de la literatura, fue un gran exponentes del romanticismo alemán, calificado por George Eliot como "el más grande hombre de letras alemán", estampó su impronta de poeta, novelista, dramaturgo, físico, filósofo, científico, botánico, pintor y un gran conocedor de la música, la anatomía, la química y la astrología; en Werther, nos dibujó el "mal del siglo", y en su "Fausto" que terminó un año antes de morir, "buscó un sueño imposible de inmortalidad". El Romanticismo rompió con la imitación y emprendió la búsqueda de lo propio a partir de la peculiar realidad intrínseca en cada memoria y en la cultura del pueblo. «El poeta romántico oscila entre su conocimiento intuitivo de la realidad y la conciencia de su propósito de expresión artística». «El Romanticismo arranca de aquel sujeto que la Ilustración reivindica frente al hombre que el cartesianismo deja en manos del Ser Supremo». «Diderot y Rousseau rehabilitan la sensibilidad, la pasión y el amor por la naturaleza».
El Realismo, apareció en Francia ha mediado del siglo XIX (1825) como corriente literaria que confrontó en lo estético e ideológico al Romanticismo representado en las obras de Balzac y Stendhal cuya producción literaria conformó una estética cuestionadora de la realidad social reproduciendo en la misma la situación social real del momento basada en la sencillez y la sinceridad. «El realismo pretende la reproducción exacta, completa, sincera, del ambiente social de la época en que vivimos». «... Esta reproducción debe ser lo más sencilla posible para que todos la comprendan». El Naturalismo, surgido en Francia con Emile Zola «en el prólogo de su novela “Therese Raquin” y “Le Roman Experimental” (1880)». Los investigadores y estudiosos de esta corriente literaria señalan que en su desarrollo y repercusión influyó «el Positivismo de Augusto Comte, el Utilitarismo de Bentham y Stuart Mill; el Evolucionismo físico de Darwin y social de Hébert Spencer que niega la espiritualidad del hombre al rechazar la intervención divina, así como el materialismo histórico de Marx y Engels». Para ilustrar la fuerza literaria del Naturalismo sus teóricos presentan el cuadro humano y social de la novela “La Metamorfosis” de Franz Kafka «donde se narran los conflictos del hombre moderno, la sociedad, la incomprensión, el desamor, la incapacidad de comprender al mundo exterior, la frustración de no ser como se quisiera, la mecanización de la vida, lo absurdo, todo esto de una manera insospechada concuerda con el estudio serio y detallado de los problemas sociales a que se refieren los novelistas del Naturalismo». El Modernismo es una corriente literaria finisecular del siglo XIX que nació formalmente con el libro de poesía Azul del poeta nicaragüense Rubén Darío (1890-1910), lo cual supuso un movimiento estético contra el Realismo, imprimiéndole fuerza atractiva al Arte, la belleza, lo exótico y lo exquisito, cuyas nuevas manifestaciones estéticas expresan una sentida inconformidad frente a toda procacidad. En 1940 El modernismo hispanoamericano irrumpió con destello impresionante. El boom de sus protagonistas descolló con fuerza preciosista cimentado en una poesía expresiva de hondo contenido humano y volcado sentimientos nacionalistas y patrióticos. Su auge alcanzó un paroxismo de tal magnitud que los medios lo bautizaron como el realismo mágico en la literatura universal. Los herederos del nicaragüense Rubén Darío, del cubano José Martí y del colombiano José Asunción Silva, revolucionaron el pensamiento poético y literario desde una perspectiva de transformaciones socio-económicas apetecidas por las naciones colonizadas por las potencias occidentales. En este contexto referencial debemos destacar los aportes de Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Rómulo Vallejo, Miguel Ángel Asturia, Juan Rulfo, Alejo Carpentier, José Carlos Mariátegui, Cesar Vallejo, Mario Vargas Llosa, Horacio Silvestre Quiroga Forteza, Juan Carlos Onetti, Ciro Alegría Bazán, José María Águeda, Jorge Icasa, conocido como (el Ñaño), Juan Manuel Puig, y nuestro Pedro Mir. Una publicación digital que analiza esta corriente literaria en Latinoamérica consagra como autores influenciados por Rubén Darío a, «Amado Nervo, (mexicano), Alfonso Reyes Ochoa, (mexicano), Carlos Reyles, (uruguayo), Enrique Rodríguez Larreta, (argentino), Leopoldo Lugones, (argentino), Julio Herrera y Reissig, (uruguayo) Enrique Gómez Carrillo, (guatemalteco) José María Vargas Vila (colombiano) y Rufino Blanco Fombona, (venezolano)». Los paréntesis son míos. Destaca el mismo trabajo que; «En España se integraron plenamente en la vida cultural, compartiendo tertulias, proyectos y sensibilidad con poetas modernistas como Salvador Rueda, Juan Ramón Jiménez, Manuel Machado y Eduardo Marquina y Francisco Villaespesa, entre otros». El costumbrismo cuya corriente rescata las costumbres populares de los pueblos representada objetivamente en la dimensional obra la Comedia Humana (1842) del francés Honoré de Balzac, y que ya anteriormente vimos en El Libro de buen amor, también llamado Libro del Arcipreste o Libro de los cantares, (1330 1343), y que se había manifestado en la Edad Media y el Siglo de Oro, en La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades novela española anónima, escrita en primera persona y en estilo epistolar, así como las célebres novelas Rinconete y Cortadillo y Don Quijote, de Miguel de Cervantes. El costumbrismo y el Criollismo despertaron el interés y la simpatía de los intelectuales dominicanos, contribuyendo al desarrollo del sentimiento poético nacional. Con estas dos últimas manifestaciones literarias la intelectualidad dominicana de avanzada le dio sentido a la identidad nacional impulsando la cultura popular expresada en género como la décima, la improvisación poética, la salve y las manifestaciones sincréticas y cuyos exponentes más conocidos fueron Juan Antonio Alix, Emilio Gil Fernández y Meso Mónica. En los años 1942 y 1943, apareció en nuestro país una corriente literaria conocida como La Poesía Sorprendida. Dicho movimiento, si se le pudiera llamar así, estuvo encarnado en los Triálogos de los respetables poetas Domingo Moreno Jiménez, Mariano Lebrón Saviñón y el chileno que residía en esos tiempos en República Dominicana Alberto Baeza Flores. Los trabajos de este grupo se publicaban en la revista La Poesía Sorprendida. A este núcleo se agregaron más tarde Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce y el poeta y pintor español Eugenio Fernández Granell, quienes «bajo el lema de "Poesía con el hombre universal", dejaron formalmente constituido el grupo». Los poetas Sorprendidos basaron su accionar en la universalización del arte proclamado en el primer acápite de su Manifiestos literarios: "Estamos por una poesía universal única forma de ser propia; con lo clásico de ayer, de hoy y de mañana; la creación sin límites, sin fronteras y permanente; con el mundo misterioso del hombre, universal, secreto, solitario e íntimo, creador siempre". (El autor de este ensayo, periodista Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo), posa junto al destacado escritor y poeta de La Poesía Sorprendida don Mariano Lebrón Saviñón.). No podemos ignorar el impacto del positivismo de Auguste Comte en el pensamiento crítico dominicano cuyas ideas señalaban que el espíritu humano había superado los estados teológico, metafísico y positivo. Sabidos que Pedro Julio Mir Valentín (3 de junio de 1913 - 11 de julio de 2000), desarrolló su talento literario cultivando cuatro géneros: la poesía, el cuento, la novela y el ensayo. Conceptualizo la poesía filosóficamente desde los valores primarios que cultivó en su formación familiar; cual modernista, le dio vida social y presencia humana en las metáforas de su vasta producción lirica a la angustia humana y la desigualdad social ante una realidad inconmovible que persiste imperturbable en la reproducción de un estado de cosas bochornoso y nefasto. Y desde su privilegiado pináculo le cantó a la vida, a los trabajadores de los ingenios azucareros, a la azarosa vida en los bateyes, a los campesinos sin tierras, a los obreros explotados y oprimidos; al amor, a la mujer dominicana excluida e ignorada, al sentimiento dominicano, a la patria dominicana, al simple hombre del pueblo, a la sociedad nacional; en suma, Pedro Mir aquilató la poesía desde una perspectiva modernista barnizándola con su peculiar sello estético, blandiéndola con alta conciencia y asumiéndola como un género literario trascendente. Esta particularidad vanguardista lo transformó en un pluralizado poeta que descolló más allá de la rutina y el convencionalismo acomodaticio de la hipocresía y la simulación social. La fuerza de su destello poético subvirtió el silencio cómplice de la insensibilidad humana motivando el entusiasmo y el interés por la justicia social. Su cautivante prosa poética fecundo los anhelos de cambio social dándole sustancia a la llama política que se esparcía en suelo patrio y en la arena del exilio obligado. Su abrazo a la noble causa de justicia social lo condujo a ese instante único de la emoción imprevista e intacta de la que se refirió en una ocasión el superbo Federico García Lorca. Con esta carga consagrada impulsó su ejercicio poético identificando su prosa con las ansias revolucionarias de su tiempo. Su aura traspasó nuestra frontera para orgullo nacional, y es, que la magnitud de sus versos le confirió presencia universal. La grandeza del poeta está en su alta sensibilidad humana y su definido compromiso social. Su sublime condición lo acredita moralmente para escarapelar el cuadro social de dolor, opresión, angustia y sufrimiento que castiga al género humano. Sus versos tañen los sueños del hombre nuevo, ese que le canta a la vida con optimismo y confianza; porque como exclamara poéticamente Rafael Alberti «en la tierra no hay nadie que esté solo si está cantando». …«Nada hay solitario en la tierra creemos el hombre nuevo cantando...». La poesía de Pedro Mir más que glorificar la vida asume un camino de compromiso con los anhelos de felicidad, amor y paz del ser humano. La reciedumbre del poeta lo convierte en paragua protectora ante las lloviznas cristalizada de los canallas. Tramonta onírica que subvierte la suma de impotencia que limita la fluidez del sentimiento azotado por la ignominia, la infamia y la traición emanadas del egoísmo y la codicia humana. Quien sino el POETA con su POESIA; luminosa presencia de sueños altos para inflarnos esperanza, valor, coraje, y amor por la vida. En la foto de arriba. El destacado caricaturista e intelectual dominicano Dato Pagan, junto al periodista, ensayista, crítico literario, poeta y político Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo). El renombrado prosista colombiano y de nuestra América y de mi predilección en mi osada juventud, José María Vargas Vilas, proclamó en un trance de rebelde pesimismo que la vida es una emboscada y la esperanza su cómplice y que guiado por esta última entramos a esa selva de traiciones que es la vida. Creo, al contrario, que la vida es lucha, encanto y dulzura. Si esto fuera así, si viéramos la vida como una corrida de emociones intensas entonces jamás tendríamos a un Pedro Mir. El menú poético de Pedro Mir lo situó en la delantera de aquellas bucólicas églogas con que muchos poetas e intelectuales trataron de pasar desapercibido ante el escarnio y sinuosidad propio de la tiranía Trujillista Foto de .José María Vargas Vilas. El destacado poeta y crítico literario español, miembro de la llamada Generación del 27, Luis Cernuda, proclamó en una ocasión vibrante que para el poeta la muerte es la victoria. Y en efecto así es. En un ensayo que publique en la edición de marzo de 1993, en el periódico Macorix, en sus páginas 7 y 8 y que Luego ha sido publicado en varias páginas web de la internet, titulado «Yo quisiera como los poetas y humanistas universales traspasar las estrellas y ser infinito en el tiempo», destacó con ahínco en el mismo, que el ser poeta constituye un mérito y una categoría «especial (muy especial y única), reservada a una selectiva y privilegiada capa de la especie humana». En ese ensayo indiqué que «solo los aedas tienen ese peculiar lenguaje que comunica al hombre con la naturaleza, votiva energía de donde emana fecunda creación de vida. Sólo ellos y nada más que ellos tienen esa especialidad excepcional, ese poder esotérico, mágico y solemne de entender, valorar y comprender la fuerza y la razón de la Naturaleza en todo su esplendor ». Establecí en el citado ensayo que en los poetas y humanistas «la muerte jamás existe. Son auténticos y verdaderos protagonistas de la vida, prohombres dotados de una integridad y dignidad ejemplarizante. Nunca mueren». Por tales razones filosóficas y humanas proclamo con hondo sabor poético que don Pedro Mir trascendió como un poeta cósmico, vibrante, inmenso y profundo. Bitácora de inciensos volando sobre las nubes atrapando el tiempo de los tiempos para esparcirse con donaire sobre la conciencia de la patria. Verdor espeso de donde mana con esplendidez toda inspiración, cual flor abriendo sus tallos desafiando la tosca insensibilidad de los desalmados. Con la luminosa palpitación de su canto poético derrotó la levedad de la vida. La producción literaria de nuestro eterno Pedro Mir esta cimentada en una sentida y expresiva sensibilidad humana y social. Y por lo tanto la dura vida existencial en la faena cotidiana en los bateyes e ingenios azucareros no podía estar ausente en la misma. La semblanza biográfica de nuestro Poeta Nacional nacido en San Pedro de Macorís en 1913 y fallecido en 2000 destaca que era «Hijo de un cubano y una puertorriqueña, vivió en un área dedicada al cultivo de la caña de azúcar. Esta mezcla de razas y culturas que le tocó vivir se manifiesta en su labor de poeta, que se puede ver reflejada en muchos de sus mejores poemas». En la literatura dominicana encontramos autores sociales paradigmáticos como Francisco Angulo Guridi, Ramón Marero Aristy y su novela Over y Francisco Mocoso Puello con su libro Caña y Bueyes. Nuestro Pedro Mir también abordó desde su prisma critico social el drama desigual y burlesco de la distribución de la tierra en su libro «Cuando amaban las tierras comuneras» (1978), un retrato social del drama humano que marcó ese execrable episodio rapiñado. Pedro Mir denunció en su canto poético las infrahumanas condiciones de vida característica en los bateyes azucarero. Lo exacerba en su «Contra canto a wat Whitman» donde proclama con orgullo su auténtico origen, «Yo, un hijo del Caribe, precisamente antillano. Producto primitivo de una ingenua criatura borinqueña y un obrero cubano, nacido justamente, y pobremente, en suelo quisqueyano...» En su poema, Si alguien quiere saber cuál es mi patria, en la que nos convoca a pelear por ella, nuestro paterno Pedro Mir nos expresa sueltamente: «Si alguien quiere saber cuál es mi patria no la busque, no pregunte por ella. Siga el rastro goteante por el mapa y su efigie de patas imperfectas». «...y allí donde la sombra se presenta, donde el tiempo castiga y desmorona, ya no la busque, no pregunte por ella. Su propia sangre, su órbita querida, su instantáneo chispazo de presencia, su funeral de risa y de sonrisa...» «...y aún no hay quien lo sepa! ¡Tanto acero y fulgor de resistir y aún no hay quien lo vea!) No, no la busque. Si alguien quiere saber cuál es mi patria, no pregunte por ella...» En su poema Domini, exclama: «En tu peñón solitario lleno de olvido y dolor, estrictamente salario, perpetuamente sudor. En tu girón de archipiélago de ron y cañaveral, chupado por el murciélago numeroso del central». Otro fragmento del poema dice: «cierra el horizonte y vas solo como un galeote solo y sin brisa quizás Domini, no estás solo, no estás solo, Domini del ecuador hasta el polo el mundo lucha por ti. Y que tus golpes los cargas en tu solitaria piel, y que tus noches amargas te son solas, te son hiel Domini, no estás solo, no estás solo, Domini. Te acosa el hambre y el dolo, solo que tú no estás solo, y hoy que miran hacia ti tantos hombres y mujeres ¿qué te pasa, Domini? Hay un mundo de quehaceres.» Sigue diciendo en otro fragmente del mismo poema, «...y tú en tu cañaveral y la tierra y el bohío fueran todos del central y el hambre y los goterones de sangre y lágrimas y sudor agrio, en los terrones de tu patria, para ti fueran solamente. Fueran solo de tu soledad...» Otro estremecedor fragmento del poema dice: ...«y tú en tu cañaveral y la tierra y el bohío fueran todos del central y el hambre y los goterones de sangre y lágrimas y sudor agrio, en los terrones de tu patria, para ti fueran solamente. Fueran solo de tu soledad. En su poema «La vida manda que pueble estos caminos», nos dice: «...Por estas horas vienen estos caminos de sangre, temblorosos hacia la gente, traen su viejo bulto de sudor, su angustia, sus jornales de luto sobre las sienes traen su vieja rabia de color y el último recio lenguaje de color y su fiebre traen sus brazos torcidos como la brisa de las banderas, el sudor asustado como el brocal de un pozo y el viejo paño de lágrimas y el puñal de cruz y la muerte. Estos viejos caminos cruzan las horas largas, vienen hacia los hombres, los vuelven amargos, los hacen madurar en acida madurez de fruta cálida y agreste, y a veces les distribuyen horizontes rojos de espinas y amapolas rebeldes...» Y termina el poema diciendo: « ¡La vida manda que pueble estos caminos oscuros!... Yo quería una verde provincia de pan y frutas erguida sobre un mapa reciente, junto al agua de piedras que el puño alcanza, y el afán alcanza y el sudor contiene... La vida manda que pueble estos caminos: manda que pueble estos caminos y entonces sale esta voz de sombras y de raíces amargas y de mariposas de fiebre, de esta garganta tupida de raíces amargas y de encendidas mariposas de fiebre». En el poema Tarantela, indica claramente que es un canto nostálgico por su Macorís del Mar, del viejo Macorís donde hubo el primer aeropuerto y el primer muelle, un fragmento del mismo dice: «...Unidad de las anclas y las hélices, Estimadas en toda su alegría navegadora...» Dice también, «Unidad de las olas en todas sus volubles golondrinas. Unidad de las lanchas y de las redes en la luna del pez y de la anguila, sobrelecho del mangle y blancas hojas. En todas sus repúblicas reunidas. Cal de huesos, nocturna belladona, sustancia de la flor más escondida, y toda la unidad de los colores. De todo mar, de toda travesía. Unidad de la concha y de la arena, unidad de la mujer y campesina. Y a veces de zagala y tejedora, desadora lunar y mal vestida. Unidad de las calles y las casas». Y termina diciendo: ...«y acaso de la gente empobrecida, del suburbio y la escuela y unidad de todos los rincones de esta isla. De este duro peñón, e este pedazo de hueso de clavícula extendida desde un lado del mar al otro lado de una orilla salobre a la otra orilla. Unidad de las lágrimas y el beso de alerón de aeroplano y parabrisas, de la clase firmeza y de la clase fraternidad y de la clase espiga y de la clase laborada y de la clase sola y desnudamente campesina y desde luego de la clase triunfo o de la clase obrera que es la misma. Unida de también y cuanto anhelo de aquello que soporto y que tenía hace ya largo tiempo menos sangre. Y ahora tiene más sangre y menos vida. Unidad de lo cierto y lo sonado contenido en ¡que amor! y me querías porque un buque que parte hacia la noche se hunde con las luces encendidas. Unidad, unida, tronco liviano pero fuerte, materia pensativa, alborozo unidad, fiesta unidad, sortilegio unidad que yo quería para un país amargo pero amado, para una consistente tentativa para un pueblo dolor, una isla sueño, toda en trance de amor y de rodillas». Pero es en su poético himno grandioso Hay un País en el Mundo donde Pedro Mir define su naturaleza como poeta social vanguardista. En esta magistral pieza poética denuncia con alto sentido humano la urdimbre del tinglado que cimentó la industria azucarera dominicana desde finales del siglo XIX (1868) y que se incentivó en el siglo XX (en 1957) cuando el régimen de Trujillo adquirió mediantes artimañas, terror psicológico, fraude y represión, la mayoría de los centrales azucareros. Pedro Mir taladró el cuadro de desigualdad social para incentivar la auto estima aletargada por la ignorancia y el analfabetismo. Denuncio en su poesía la crudeza de la vida rural promovida por el afán de lucro de los ricos propietarios y la codicia sin límites ni escrúpulos del tirano general Rafael Leónidas Trujillo. Veamos algunos fragmentos de Hay un país en el Mundo: «Hay un país en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol. Oriundo de la noche». «Colocado en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol». «Algún amor creerá que en este fluvial país en que la tierra brota, y se derrama y cruje como una vena rota, donde el día tiene su triunfo verdadero, irán los campesinos con asombro y apero a cultivar cantando su franja propietaria». «Hay un país en el mundo donde un campesino breve, seco y agrio muere y muerde descalzo su polvo derruido, y la tierra no alcanza para su bronca muerte.» « ¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido. Es un país pequeño y agredido. «Sencillamente triste, triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije: sencillamente triste y oprimido». «Decid al viento los apellidos de los ladrones y las cavernas y abrid los ojos donde un desastre los campesinos no tienen tierra». «Miro un brusco tropel de raíles son del ingenio sus soportes de verde aborigen son del ingenio y las mansas montañas de origen son del ingenio y la caña y la yerba y el mimbre son del ingenio y los muelles y el agua y el liquen son del ingenio y el camino y sus dos cicatrices son del ingenio y los pueblos pequeños y vírgenes son del ingenio». «Quiero ver su amargura necesaria donde el hombre y la res y el surco duermen y adelgazan los sueños en el germen de quietud que eterniza la plegaria. Después no quiero más que paz». «Un nido de constructiva paz en cada palma. Y quizás a propósito del alma el enjambre de besos y el olvido». «Este sentido poema ilustra por si solo la profundidad del pensamiento social de Pedro Mir. Un hombre comprometido con toda causa de bien. Un dominicano excelente y ejemplar». La pasión del poeta esta en el tesón de su entusiasmo espiritual. Y Pedro Mir acrisoló en la fuerza dialéctica de su impronta poética el furor subyacente de un pueblo acosado terriblemente por la ignominia trujillista y la desigualdad social más acuciante. He aquí el valor histórico de la poesía social de este bardo estupendo y maravilloso. Ante el acopio majestuoso de este señero poeta de imaginación prodigiosa cuyos versos carismáticos nos envuelven en un deleite de exquisitez deslumbrante, reafirmo mi compromiso de amor por la humanidad al tiempo de continuar aportando todo cuanto mi posibilidad humana pueda ofertar en aras de la redención de los oprimidos y explotados en este sistema corrupto, perverso y fraudulento conducidos por bribones. Me reconforta. Me place y me retroalimenta consignar en el privilegiado sitial de mi exclusividad interior el nombre y la figura de este estandarte de dignidad y honra. Porque como sentenciara Nikolái Obstrovski en su novela Así se templó el acero: Toda la vida y todas las fuerzas hay que entregarla a lo más hermoso del mundo, a la lucha por la liberación de la humanidad. Ya lo dije en mi citado ensayo arriba mencionado. «Por ellos, por los poetas, por esos seres bellísimos y puros, carguemos resueltamente contra el muro de la maldad y el odio construido por seres siniestros, por monstruos irracionales, por renacuajos que nunca debieron haber nacidos. Jamás». Hoy arropado por el aliento poético de don Pedro Mir recogemos sus versos inagotables para cantarle clarinada de gratitud; semblanza del alma humana terciada en el corazón de la tierra, soldado vehemente de la patria universal esparciendo sus frescas palabras de vida desde la cima de su Huracán Neruda, desde donde proclamó con hondo sentimiento humano: «…Una aurora para todos los hombres. Para todos los países, Para todos los tiempos…». Gracias, de ustedes: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo). San Pedro de Macorís.

lunes, 27 de noviembre de 2023

Momise, Guloyas e indios en el accionar conducente de Teophilus Chiverton (Primo

 Momise, Guloyas e indios,  en el accionar conducente de Teophilus Chiverton (Primo

(Texto tomado de las páginas 213 hasta la 219, del libro El rey del Momise, Los Guloyas y los Cocolos en la industria azucarera de San Pedro de Macorís, de la autoría de Enrique Cabrera Vásquez

"La música y la danza siempre están unidas en la vida de los negros. Cuando no bailan, los asistentes se mueven al ritmo de la música con gestos de baile, ya sean éstos con la cabeza, los pies o con tribulaciones de todo el cuerpo. En África se canta y se baila por motivos de alegría, de duelo, de veneración o de entretención. En los pueblos primitivos la música es tocada tanto por los especialistas como por todo el pueblo. Todos los acontecimientos familiares, como nací miento, boda y muerte dan motivo a su ejercicio. También existen en África trovadores, ¡sí, trovadores negros! Sus cantos nos iluminan sobre tiempos pasados, nos cuentan las migra cines de los pueblos del Norte, que llegaron hasta el gran codo del Níger; cuentan la formación de los grandes imperios negros y cantan sobre los tiempos en los que los hombres todavía convivían con los dioses”.99. Hans Helfritz, “Música y danzas con máscaras en el África occidental”, Revista Musí cal chilena, No. 14 (73), 90-96. pág. 90 https://revistamusicalchilena.uchile.cl › artele › view


El baile del Momise

El Momise aunque es interpretado mediante sonidos de insgumentos de origen africano, no narra nada que lo vincule al  oprobio y a la explotación de los ancestros africanos; lo que sí demuestra es la deformación interior que los afectó como resultado  de la adhesión de los negros esclavos a la creencia religiosa de los  colonizadores, que en un principio pudo verse como una táctica  de supervivencia, pero que en su traspaso generacional ha perdido  el sentido histórico de su aceptación táctica; sus descendientes  cocolos de San Pedro de Macorís la han adoptado con fastuoso convencimiento personal.

La actuación teatral del memorable enfrentamiento entre el joven cuidador de ovejas, llamado David, nacido en una tribu de Judá, de la ciudad de Belén, y el temido filisteo llamado Goliat, según la leyenda y mitología bíblica, al ser glorificada y venerado por los cocolos descendientes de africanos, quienes, al cultivar la leyenda imaginaria masificada popularmente en la historia cristiana, la han proyectado como algo propio. David y Goliat nunca fueron parte de adoración en las lejanas tierras de donde fueron traídos los africanos a este continente; la adopción de ese sentimiento hay que verlo como expresión de religiosidad popular de la que nos habla Luz María Martínez Montiel, en su texto “El exilio de los dioses religiones afro hispanas”.100.

Foto. - Gerald George, mejor conocido por el apodo de Yural fue, hasta su muerte, la segunda figura emblemática del Momise.

Este baile dramatizado demuestra que un débil puede derrotar en combate a su oponente mucho más fuerte si lo hace con asta cita e inteligencia; es una metáfora de la vida que indica que, si el débil es valiente, decidido y hábil, tiene grandes posibilidades de salir victorioso en la lucha. David derrotó a Goliat con una piedra dentro de una onda. La moraleja es aleccionadora. Todo monstruo tiene su Talón de Aquiles.


 Oportuna elucidación para enfocar sobre la proliferada confió sión existente entre los términos “Guloya” (Buloyer), “Momise” y “Los Indios”. Pues bien, los tres tienen representaciones diferentes que se pueden notar no solo en la movilidad bailable, sino en el rito no de la música. La coreografía que escenifican Los Guloyas es de mayor rapidez que la utilizada en el Momise, mientras que la de Los Indios tiene un dinamismo más presuroso, incluso se le permite al protagonista improvisaciones animosas. Esencialmente los tres están destinados a producir entre danzantes y espectadores una cercanía excitante y deliciosa. Con su gracia y colorido procuran provocar un atractivo de identificación correspondiente con la necesidad de alegrar y deleitar a todas las partes envueltas en la jarana de la cabriola que aviva los ánimos y espanta la tristeza, el enojo y la amargura. En su ambiente todo es diversión y festividad aclamada.

Las danzas que ejecutan los cocolos a través de sus manifestaciones artísticas y estéticas llevan un mensaje implícito que evidencia su sensibilidad frente a cualquier atropello o injusticia. Es, al mismo tiempo, una connotación intangible de valores culturales heredados a los que les dan una continuidad devota; para ellos mantener siempre fresca en su memoria el calvario de sus antepasados, constituye una obligación sagrada. La esencia del contenido de los bailes de los cocolos tiene el propósito de llevar al ánimo de concurrentes un pensamiento de justicia, en ellos, difunden la defensa de la mujer ante cualquier atropello, motivan para enfrentar abusos de los fuerte contra el débil, constituyen mensajes de conciencia y optimismo para triunfar frente al despotismo, y enseñan el valor de la rebeldía para imponerse sobre toda iniquidad  aplicada por la maldad desde el poder usurpado. Quizás sean las voces de sus antepasados hablando de la esclavitud sufrida, tras metida en la continuidad de su sangre, esa que es herencia de su procedencia histórica y que muestran con altivez a través de sus costumbres animosas, danzando su simbolismo para que todos se enteren que sobre ellos perdura el legado de los suyos.

En el Momise montan un juego tomado de definidos pasajes de la biblia que mezclan con referencias costumbristas de la Inglaterra medieval, así como componentes culturales de origen africano. La bailable pieza teatral deja al descubierto la transfiguración sufrida en sus creencias originales al resaltar figuras mitológicas del libro sagrado de los cristianos, como David y Goliath ¿Acaso sería una parodia satírica de la adhesión impuesta por los despiadados amos colonos mediante castigos, torturas y crueldades horripilantes a sus  antepasados? ¡Quién sabe!

En esta colorida expresión cultural aparece un gigante que rapta a una mujer, la que luego es rescatada por un héroe, una réplica de la popular novela del autor inglés John Bunyan, El progreso del Pere grano, escrita en 1678, y cuya alegoría narra como el delincuente es enfrentado y vencido por un héroe oportuno. El episodio es parte de la lucha de los cristianos de la época por llegar a la ciudad de la Salvación, una ficción teológica destinada a elevar el convencí miento de los creyentes para que estén prestos a cualquier sacrificio por la causa cultivada.

El conjunto de negros disfrazados que dirigía Teophilus Chiverton (Primo) era acompañado en su actuación por un grupo  instrumental integrado por un gran tambor, un redoblante, un pequeño triángulo de metal de mano y una flauta que va guiando los altibajos del sonido en la compactación melodiosa.

La indumentaria escénica lleva zapatillas (tenis), prendas feme niñas como medias, medios fondos, faldas de colores llamativos y blusas de seda; sobre la cabeza se ponen un pañuelo multicolor cuyo tamaño le cubre los cabellos que son cubiertos por un gorro de cartón semejante a un yelmo, sin alerón ni babera, que compre tan con lentejuelas, espejitos insertados en una pequeña clámide, hilos dorados y cintas de colores variados.

Dentro del grupo danzante del Momise se distingue la figura del conocido como Yural, cuyo lienzo tiene una característica Ani mal en la parte delantera y en la mano un palo polícromo cercano a un metro de longitud.

Teophilus Chiverton (Primo), por su condición especial, exhibe  en su cabeza su corona de rey, sobre su espalda un esplendente manto y en sus manos y brazos bambolea un foete imponente indicativo de su autoridad genuina. En sentido general,  este es el arreglo que conforma el espectáculo folclórico del Momise configurado por el conjunto guiado por el cocolo Teophilus Chiverton (Primo. Pero todavía más...”de todos los bailes cocolos el Momise es el que más ha calado en el alma dominicana y es el que tiene más características de obtener “su carta de ciudadanía” en nuestro país, por dos razones poderosas: primero, por la responsabilidad y devoción de su dirigente, y, segundo, porque ha encontrado continuadores dominicanos”.101

Ese razonamiento, cargado de optimismo, ha sido contradicho por la espaciosa trascendencia del significado histórico y cultural  del galardón dado a los Guloyas por la UNESCO en noviembre de 2005, al reconocerlo como Patrimonio Oral e Intangible de la  Humanidad, un lauro universal que al extenderse en la apreciasión social tiende opacar sobremanera el nombre del gran mentor Teophilus Chiverton (Primo). Para la generación de la década del 2000 en adelante la figura sobresaliente en el ámbito socio-culto real entre todos los cocolos, no es la de ese enfermero y servidor capaz, sino la de Donald Hullester Warner Henderson (Linda), englobándolo como el guloya mayor. Y si en alguna oportunidad es destacado el nombre de Chiverton (Primo) es por la insistencia de algunos eruditos interesados en hacer aportaciones puntuales y esclarecedoras para dejar bien claro que, aunque se destacaron esas atribuciones selectivas, jugaron roles desiguales en la afinidad de sus funciones. 

(Texto tomado de las páginas 213 hasta la 219, del libro El rey del Momise, Los Guloyas y los Cocolos en la industria azucarera de San Pedro de Macorís, de la autoría de Enrique Cabrera Vásquez





lunes, 20 de febrero de 2023

Anhelos libertarios

 

Anhelos libertarios


(Página 96 hasta la 98, del libro, El rey del Momise, Los Guloyas y los Cocolos en la industria azucarera de San Pedro de Macorís, segunda edición, 2023, autor, Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).

 


 

Abraza el negro su étnica esencia

mézclala con anhelos libertarios

mira el firmamento y toca

su cuerpo atormentado

castigado por ser esclavo

 Abre los brazos a la esperanza

 que huye de su ámbito,

sueña la lejanía de sus raíces

mpotente se estremece derrotado

 



 



 Pentagrama de espaldas torturadas
hombres rebelándose al silencio despótico
levitando sufrimientos consumados
Cuerpos curtidos en miserias centelleantes
desfallecidos en su dolor acumulado
 

 

 Negros evadiendo la mirada del amo blanco
cotejando la inspiración de sus tambores
Germen musical de su clan alegre

 

 Renaciendo del trabajo esclavo
cultivan rayos sol de fuego
saciando los placeres del instinto
entre plantaciones ensangrentadas
de pérdidas batallas libertarias

 

siglos de espanto y terror
cruzándose las respiraciones
sexo híbrido en islas holladas,
cuerpos imantados.
Diversidad encontrándose en El Caribe esclavo

 

fugaces instantes somnolientos
vórtice libertad imaginada
continuidad del sufrimiento
sobre mansedumbre subyugada



 Atrapado,
encadenado al tiranizado suplicio
no valió que huyera despavorido
cayó cual animal preciado

 

 Les echaban perros rastreadores
iban tras sus olores únicos
no había escapatoria
del blanco negrero,

arrogante criminal contumaz;
espécimen tenebroso y abominable

 

 Había que esconderse a sus pasos
huir por caminos misteriosos
bosques y estepas inmensas
intentando salvarse de sus garras

 

 

 Y desde el primer lazo atado
caminaron los negros maniatados
en minas de oro y plata,
plantaciones de cañas y algodón,
rivalizando con indígenas enyugados

 


 Negros de África
traídos a las islas del Caribe
encadenados pies y manos
unidos en un solo elemento,
haciéndoles azúcar y riqueza
al insaciable amo blanco

 

 Trabajo bajo suplicios
vastas jornadas inclementes,
latigazos, tormentos, dolor,
presentes en su anatómica totalidad
mancillando la dignidad secuestrada

No había piedad en su maldad,
ni retroceder canallada,
ni compasión por los asesinados,
ni justicia para los potentados,
ni arrepentimientos penosos
 

Era el reino de los blancos
compitiendo por peculio y oro
acumulando capital y riqueza,
Sudores de negros avasallados

Amo y señor de los desdichados
eran los blancos invasores
Bacanal de sangre tiranizada
Regodeo frente a la hoguera
del desdichado
Clímax de riqueza asaltada
glorificadas en las alcurnias
Estigma maldito de las monarquías imperiales


(E. C. V. -M-)

 

 

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