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jueves, 1 de julio de 2021

Prólogo de Dagoberto Tejeda Ortiz al libro: El rey del Momise, Los Guloyas y los cocolos en la industria azucarera de San Pedro de Macoris, de la autoría del periodista Enrique A. Cabrera Vásquez (Mellizo).


Prólogo

 

Dagoberto Tejeda Ortiz [1]



[1] Dominicano, Sociólogo, folklorista, investigador y escritor. Autor de una veintena de investigaciones, muchas de ellas ampliadas y reeditados como es el caso de El carnaval dominicano: antecedentes, tendencias y perspectivas, publicada en el 2008 y reeditada con una ampliación en el 2021.

 

El escritor Enrique Alberto Cabrera Vásquez (Mellizo), nos entrega un libro en homenaje a Teofilus Chiverton (Primo) “El Rey del Momise”, a los guloyas y a los cocolos en términos generales. Es el resultado de una rigurosa investigación, empujado por su interés en la historia, en la difusión de la cultura popular petromacorisana y el amor por sus ancestros, que con orgullo reconoce.

Aunque diversos investigadores han resaltado la importancia y la trascendencia sobre el aporte de los Cocolos a la vida y a la economía de San Pedro de Macorís, todavía hay falta de conocimientos por numerosas personas y desafíos para su revalorización y su comprensión, con el agravante de distorsiones de informaciones emitidas por personas que se supone que tienen autoridad y, por lo tanto, aparecen como “verdades”.

A pesar de ser integrado al listado oficial de la UNESCO como “Patrimonio oral e intangible de la humanidad” (2005), la cultura cocola sigue siendo desconocida, con inexactitudes y distorsiones trascendentes, razón por la cual, el escritor Cabrera Vásquez, expresa: “Al entrelazar la manera historiográfica la figura de Teofilus Chiverton (Primo) con los cocolos y la industria azucarera del país, y en particular de San Pedro de Macorís, intentamos superar el enfoque romántico e ideologizado de muchos trabajos monográficos, artículos periodísticos, ensayos y libros publicados sobre el tema”.

Creemos que Enrique Alberto logró esta meta, por los aportes que realiza en este libro; resultado de un trabajo minucioso de investigación, donde trasciende la dimensión nostálgica de exaltación de una élite emprendedora y la apología de un sistema explotador en una epopeya de desarrollo capitalista. Su análisis dialéctico, pedagógico, objetivo, va más allá del funcionalismo tradicional, del romanticismo enfermizo, para indicarnos, los antecedentes y razones para la traída de braceros, de trabajadores de las islas inglesas a la industria azucarera de San Pedro de Macorís, cuya explicación debe de realizarse a través de las relaciones de explotación, del desarrollo del capitalismo y de la dimensión de la expansión del imperialismo, para señalar que no hay posibilidad de comprender a la cultura cocola, sino es a partir de su contexto, de su relación en este proceso histórico-cultural.

Desprendido de esta visión ideológica dialéctica, hay aportes fundamentales de este autor para la revalorización de los Cocolos, comenzando con la discusión misma sobre la designación original del vocablo “cocolo”. Para ello, realiza un recorrido citando la definición dada por los diversos autores que han tratado este tema.

Inicia su recorrido con las aclaraciones realizadas por nuestro poeta nacional, el inmenso Pedro Mir, al investigador Julio César Mota Acosta, insertadas en su tesis de grado, en lo que él denominó “Anti-prólogo”, donde Pedro señala la existencia de la palabra “cocolo” con muchos años de anterioridad a la presencia de estos trabajadores de la industria azucarera en San Pedro de Macorís y donde se refería al contenido despectivo aplicado a los haitianos por una élite racista en el país.

En esta perspectiva, Enrique Alberto realiza un recorrido, citando autores, participantes en este debate como Manuel Álvarez Nazario, Carlos Vicente Larrazábal, Emilio Rodríguez Demorizi, Carlos Francisco Elías y Alberto Bayas, con el objetivo de que cada lector conozca y escoja su definición en una visión de la diversidad.

La descripción y el análisis de las interioridades de la organización interna de los cocolos es el tema con más distorsiones y deformaciones a nivel tradicional, ya que la mayor parte de los investigadores no han podido penetrar en sus intimidades, muchas de las cuales han estado vedadas al exterior. Como prevención y seguridad, algunas estructuras organizativas de los cocolos eran secretas, clandestinas, conocidas a medias como las interioridades de las logias y sobre todo sobre el “El Saguá”, el cual, de acuerdo con Nadal Walcot, “fue una institución clandestina que velaba por el derecho de todos los negros que venían a las Antillas, a trabajar en República Dominicana”, el cual llevaba un registro de las arbitrariedades y abusos que se cometían contra los cocolos para tomar las medidas de lugar. El Saguá estuvo ligado a las luchas reivindicativas del inmenso Marcus Garvey.

Por su hermetismo con los nativos, los cocolos eran reservados, “chivos”, no daban explicaciones ni permitían divulgaciones de sus intimidades. Por ejemplo, a nivel cultural, la mayor parte del público nativo, incluyendo los investigadores, estaban convencidos de que la única danza de los cocolos que existía era el baile de los guloyas. Sin embargo, esto no respondía a la verdad, ya que realmente existía una hermosa diversidad de los mismos.

Enrique Alberto rompe con esta mitología y se aventura a mostrar la diversidad y la riqueza de los diversos bailes cocolos. Él plantea la existencia del baile de los guloyas, el baile de los indios, el baile del momise, el baile del buey, el baile de los zancos y el calipso. En un momento dado, algunos fueron despareciendo y los últimos tres: el momise, los indios y los guloyas, se fundieron en uno solo que el autor denomina “In-gul-mois”.

De esta manera, apunta el autor de este libro, que “Los guloyas de Donald Hullester Warner Herderson (Linda), con sus personajes bromistas Fado y Yayi, el baile de máscaras de los indios de Nathaniel James Phillips (Chaplín), y el juego de momise de Teofilus Chiverton (Primo), cuyo libreto es una apropiación de la obra mística del británico John Bunyan, El regreso del peregrino (en inglés The Pilgrim´ Progress), han recorrido en trotes bullangueros por diversos sectores populares llevando por doquiera su entretención divertida en las ocasiones puntuales de los días feriados”.

El personaje cocolo que fascinó a Enrique Alberto desde niño fue la enigmática y carismática figura de Teofilus Chiverton, que a nivel popular era conocido como “Primo”. Primo, el Rey Momise, nació en Nevis en el año 1907 y fue contratado para trabajar en el Ingenio Angelina de San Pedro de Macorís como guardafrenos, pasando después a trabajar como conserje, como camillero y finalmente como enfermero en el Hospital Carl Theodore George, propiedad de un médico alemán que se enamoró de San Pedro de Macorís, conocido como “Míster Yor” cuyo nombre realmente era el del centro de salud.

Teofilus Chiverton, (Primo), un trabajador multifacético, creó un grupo de baile de Momise, el cual se mantuvo vigente hasta la década de los años setenta, y que terminó, junto a los bailadores que quedaban del baile de los indios, integrándose, de acuerdo con Cabrera Vásquez, a los guloyas. El Primo, el Rey de los Momise, bailaba con una corona y su figura era la de un monarca. Era un personaje fascinante, imponente, carismático, único, irrepetible. Como todo buen cocolo, era roca izquierda. Oía, pero hablaba muy poco. Recuerdo que, en su grupo, cuando hablaba, eran órdenes lo que daba. Bailaba con donaire y un “fuete” en la mano. Murió el 15 de agosto del 2001.

Diferente de la mayor parte del público y de varios investigadores, Cabrera Vásquez (Mellizo), proclama con insistencia en este libro, al Primo como “El Rey del Momise”, coincidiendo en esto con Nadal Walcot, que lo viene afirmando desde el 1998: “Como muchas veces he explicado, El Primo no es guloya”.

El primo que nació y se crio en Nevis, conoció allí el baile del Momise y en San Pedro de Macorís creó un grupo de baile, que era diferente a todos los demás bailes cocolos, convirtiéndose en su líder, en símbolo y en leyenda.

Aunque este libro es un homenaje a este personaje fascinante, realmente es un análisis a un momento histórico determinante en el desarrollo de San Pedro de Macorís y de la región Este, pero, sobre todo, es un libro donde los protagonistas son los trabajadores inmigrantes de las islas inglesas, en relaciones de explotación, como expresión representativa del Caribe, en el accionar de la dinámica del crecimiento del capitalismo y la expansión del imperialismo en la región en esta época.

Este libro es un aporte al conocimiento de los cocolos que va más allá de una nostalgia para la vuelta imposible de una realidad que es historia o para quedarnos atrapados en un pasado de huida. Todo lo contrario, es su conocimiento para seguir adelante y redefinir hacia dónde vamos como provincia, como región y como país.

En el contenido de este importante e interesante libro, cultural, literario e histórico, se problematiza, reseñando dimensiones de incidencia de los cocolos en la vida de San Pedro de Macorís, como es la conversión religiosa de estos inmigrantes, su aporte a la enseñanza educativa, a la creación de logias y sociedades de beneficencia, a la gastronomía, a los deportes, al arte, a la literatura y aportando sobre la presencia y la incidencia de Marcus Garvey.

Este no es un libro escrito por encomienda, por paga y menos una apología al “desarrollo”, a la modernización, al crecimiento económico, dentro de la mitología del surgimiento de “la danza de los millones”, que solo existió como esplendor para una minoría, es una incursión irreverente, profanadora, valiente, para desmitificar una historia oficial contada al revés.

Realmente es un aporte valioso, pedagógico-educativo, desde una perspectiva crítica, una visión dialéctica y una pasión de amor por su pueblo, por su provincia, por su región y el país. Este es un libro para su divulgación en escuelas, colegios, universidades, instituciones culturales y organizaciones populares, donde la Alcaldía de la ciudad de San Pedro de Macorís debe tener una responsabilidad determinante, para colocar a los cocolos en su justa dimensión histórica y valorar a los guloyas como expresión cultural de la humanidad, como los proclamó la UNESCO en el 2005.

Felicitamos el nacimiento de este libro; un libro polémico, cuestionador, inconforme, es una invitación a la búsqueda y a la discusión, pero es un libro honesto, sincero y provocador, sin prejuicios, resultado de una exhaustiva investigación. Esa es su fascinación, en un momento necesario, cuando más que nunca son necesarias las historias locales, cuando es imprescindible conocer de dónde venimos y hacia dónde vamos, para redefinir nuestros patrimonios y nuestros héroes, para definir nuestra identidad nacional, siendo necesaria la ruptura de una historia nacional al revés como desafío, acudiendo a la verdad para ser libres y felices, para construir una nueva sociedad para todos.

 

lunes, 21 de junio de 2021

Adolfo Nadal Walcot: ¡Proclama insular caribeña, para larga vida de un cimarrón estético!

 Adolfo Nadal Walcot: ¡Proclama insular caribeña, para larga vida de un cimarrón estético!

 Escrito por Carlos Francisco -Cucho- Elías.

 " Yo no voy a morirme. Salgo
ahora, en este día lleno de volcanes
hacia la multitud, hacia la vida. "...

                        Pablo Neruda. / Voy a Vivir del Canto General-1949
" No duerme el árbol de mis juegos.
En su prudencia se establece faro vegetal,
que en la oscuridad vigila "...

           ( Norberto James / Árbol de mis juegos del Libro Vivir-1981.).


1 / DE QUÉ VAS. ADOLFO RAY NADAL WALCOTT SIGILOSO CIMARRON ESTETICO MULTI INSULAR Y GRIOT. ¿POR FIN DE QUE VAS?

De qué vas Cocolo del alma y fuelles escondidos, de qué vas hermano de aventuras inenarrables, cabalgando en el mejor humor de los siglos y la bruma, de qué vas cocolo intrépido, con sabor insular en un apetito de isla sobre isla, que nadie te quita.

Eres el auténtico Cimarrón estético, Griot Deli, pocos lo han descubierto.

 Tus textos e imágenes hacen esa lirica función, no tan naif como se podría pensar, es probable que no sea posible captar el famoso odio a la corona, pero si una cierta distancia a la mentalidad colonial, que nunca aceptamos en nuestro amado Ghettos de Miramar.

 ¿Alguien quiere negarlo? No hay problemas, dígale Míster Nadal Walcot, que aquí lo esperaremos, entre Miramar y las sabanas de cañaverales, esas verdes hojas de sierras en los bordes de clorofila.

Eran cañas como banderas de un paisaje, que llevamos tatuado en el alma, y que usted Míster Nadal Walcot, con excelente y grafica locura poética, ha tatuado en muchas paredes de Republica Dominicana.
Pero y usted señor Walcot de qué va, pero por Dios de qué va este Cocolo insigne de altas confesiones de viajes poliglotas, descubridor de puertos desconocidos, con la temible arma de marfil afilada,  instalada en esa carcajada mortal de simpatía por necesidad y otras volutas azules.
¿Dónde quedó nuestra Arcadia en ese Miramar entre Zayas Bazán y los Basas, Enrique Rijo y calle Sánchez, dónde Míster Walcot?

Presidente Jiménez y su polvareda y la silente bicicleta, es Belkis, que deslizaba al padre de Luis Moneró más campante que J. Walker.

Implantados los Dunker siguen firmes, de hierro colado, defendiendo el fuerte, hasta las próximas tormentas de amasijos de concretos y vecinos desconocidos.

Oh Míster  Nadal Walcot: el valor de nuestra Arcadia, aquella de frutos Berry y los árboles de ponseré, aquel manzano verde amarillo que poblaban nuestros amplios patios de Miramar venidos por la mar desde Saint Martin / Sint Maarten. Anguilla o Tórtola, Saint Kidd. Monserrat. Saint Thomas. Aruba. San Cristóbal y Nieves. San Vicente las granadinas. Santa Lucia, otros le conocerían como  jujube (*)...

 Recordamos como aquella vez nos trajo todos esos almibarados   abuelos y locomotoras, de repente sacó una larga espada líquida de guavaberry , metal oscuro y denso y mirando a Ana Tomé, sin inmutarse, declaró el Centro Cultura Hispánico tierra conquistada, pero cuidado, que pudo ser al servicio de otro reino, el de la reina de Inglaterra (Remember Gibraltar Walcot, Remember)
Míster Nadal Walcot, recuérdelo bien, aquella noche hicimos el juramento: La mejor nostalgia será esa alegría del presente que impulsa unas terribles ganas de vivir, para hacer estallar el mundo en sus mejores zonas del corazón. Por favor recuérdelo bien, no falte a ese juramento, Ana Gallo nos miraba con ojos oscuros y claro, con un alucine flipón y flipante que tiempos Ray, que tiempos Ray.

  2 / EL MITO DOMINGUEZ CHARRO: MISTER NADAL WALCOTT, CUENTELE USTED, LAS MENTIRAS ESCONDIDAS, CUENTELES.

Ray, no te miro como el viejo negro del puerto de Domínguez Charro. Ray no eres ese, sumiso, eres el luchador sonriente de siempre, no te miro con una pipa y una maldita soledad entre brumas, aquel cansancio del alma con lirismo esbozado por el poeta en su inocencia ideológica, pero con una mirada humana sobre un pobre sujeto de puerto, que dormita entre la mar y sus vicios de olas impertinentes, nácar y geométricos espejos de sal.

No te veo así Adolfo Ray Nadal Walcot. Porque detrás de tan celebrados versos, ad nauseam, está tu anti retrato, Ray: habla con tu fuerza de hombre entendido de tu tiempo, aguantando como un boxeador bailarín, los candelazos de la historia, qué coño buscaría en el África, aquella África cuyo retorno lo ofrecía el  Ku Klux Klan  (KKK)   y que el Garveyismo vendía por tu San Pedro de Macorís, tu Mosquito y Sol, nuestro Mosquito y Sol. Mitos para encubrir mentiras.

Pero no Ray Nadal Walcot, pero no Adolfo Nadal Walcot, o como diría desde algún páramo cielo cercano, la inolvidable Margot Paradas: " Ay no que va ", dícese, imposible, no te vemos en estos versos ingenuos, pero digno de reflexionar en otra clave del cimarronaje estético, tu cimarronaje estético:
“Viejo Negro del puerto / retorna en el espíritu / a tu selva sagrada / Emborráchate en la leva piragua imaginaria / de tu inconsciente mártir, - y llora inconsolable- / que en esta noche lánguida / sólo un millón de estrellas verán correr tus lágrimas /...

Cuando el poeta se compadecía no pensaba en ti, ese no es tu retrato y para buen entendedor y mejor lector, se trataba de otro contexto, en aquel donde unos vivos mercaderes, ante el asedio de los linchamientos en el
 Sur en América Del Norte, vendían " títulos de propiedad " a seres en pánico, luchando por su vida, títulos falsos porque las tierras no existían.

La leyenda poética, así ha quedado y el estribillo se hizo canción:
 “Insúflate en la nada, / penetra los abismos insondables, / fija la indescriptible quietud de tu mirada / y acorta la jornada redentora / de tu retorno al África / "


Cuéntele usted mismo Nadal Walcot, cuénteles, que, en la diversidad del África, madre patria despedaza por la trata negrera y sus largos confines de sangre y galeras, andamos como los perros en la fiesta de los anos, sabemos que el gran destierro nos une en una memoria de dolor, que no debe ser obstáculo, para trascender y mostrar, por ejemplo: ese talento suyo Adolfo Nadal Walcot.


Aquel imaginario, con todo respeto y contexto de Domínguez Charro, negaba a los secuestrados de sus tierras el derecho de construir nueva donde habían llegado. El mito del retorno al África, tiene muchas mentiras detrás, tratado en este país como un " pequeño folk petromacorisano ", pues no, y usted lo sabe Míster Nadal Walcot...


Lo que sucede, cuéntelo usted señor-míster Nadal Walcot:
Nuestra lógica de cocolos indelebles nos lleva a una flema de madre y padre en un tiempo de racionalidad, donde la miseria era tomada con la filosofía de que el futuro se construye no se espera, la nuestra claro, donde el sacrificio personal inherente a toda gestión, evita el paternalismo y la queja mientras viene el tiempo, cuéntelo usted Nadal Walcot, cuéntelo.


Integrados a esta tierra, a este caos fabuloso y RDiano, nos hemos ganado esta tierra que ningún nacionalismo financiado, terrorista de gentilicios y armonía multiétnica, podrá arrebatarnos, porque todo lo vivido míster Walcot es tiempo ganado, gozado y sufrido meditado en todo caso.


3 / CUANDO TU LOCA LOCOMOTORA ES UNA FIESTA TROPICAL, MISTER NADAL WALCOTT Y NO PARA, NO PARA!!...

 

En los vagones de la locomotora el 7 de Santa Fe, Gregorio Elías hace nubes de vapor entre sus sueños, la fiesta de nuestro Cimarrón estético, ha comenzado. Se puso cachondón míster Nadal Walcot. Guayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy.
Ohhh Sotavento y Barlovento. Música de acero metileno.

Y entonces, viene la sonrisa de hombre que no envejece, mito exterior que pretende no mirar la aspiración del alma y necear con la piel. Pero que siga la música, porque en la pintura de Walcot, África sigue viva y esos trazos de plumilla hablan del éxodo de Zaire y son más que una preocupada canción de unidad africana de Bob Marley.

La Locomotora sigue a millón: Alberto Byas saluda a Marino (Maximiliano Gómez) Heriberto Penn dirige su banda infantil.

Primo el Guloya da un salto y René del Risco sonríe desde la Aurora. Carlos Ramos trombonea como elefante ebrio sin atril.

Que siga la música y con ellas los versos obsesivos del poeta que en la distancia se integra al convivio con la sentencia profética: “Me niego a negarme/desasociándome de este mortal/ que exhibe sus flaquezas/” Norberto James…

De qué va Ray Adolfo Nadal Walcot, este Cimarrón estético, de pinturas difíciles, retratos de cuerpos en posturas insospechadas, rollo de papel debajo del brazo y esa cólera terrible, míster Walcot en aquel delirio insular, cuando te cierran tus propias fronteras y tienes que abrir otras fronteras que no te son propia.

 ¿De qué vas hermano?

Sotavento o Barlovento, islas y anunciadores de carnavales eternos, que siga este calipso nuevo entre hispano y cocolo vía Andalucía, el mejor lugar para entrar, con flamenco de bulerías interminables que no pare, porque anuncia esa visión de futuro retenido: que la humanidad que viene será ecuménica y diversa o no será. Que no pare la locomotora y sus humos de colores (CFE).

 

(*): En los últimos tiempos algunos reportajes de diarios dominicanos nos han traído la especie de que el ponseré ha sido traído al país por taiwaneses. No tengo elementos de prueba para rebatir esos dos reportajes: uno del Caribe en el 2003 publicado el 8 de enero. Otro en el Listín Diario, publicado el 20 de mayo del 2008. En cambio, muchos crecimos sabiendo que la fruta había venido del Caribe menor.




sábado, 12 de junio de 2021

Contra el olvido: Nadal Walcot

 Contra el olvido: Nadal Walcot

Escrito por Dagoberto Tejeda Ortiz

Santo Domingo, sábado 20 de junio, 2021.- La apertura de los puertos por parte del Congreso Nacional a partir del 1867, transformó a “Mosquitisol”, un poblado de pescadores, que bautizaron posteriormente como San Pedro de Macorís,  en un centro importante para la comercialización de cocos, plátanos, tabaco y pescado con la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana.

Para aprovechar este mercado, algunos emprendedores en trapiches comenzaron a producir azúcar en pequeña escala para el consumo de este mercado capitalino.  Esta situación se transformó con la llegada de Juan Amechasurra, un comerciante cubano especializado en la producción azucarera, el cual trajo cañas cubanas y para procesarlas fundó, en1876,  el Ingenio Angelina, en la margen oriental del río Higuamo.

La demanda del mercado internacional y los excelentes resultados de este Ingenio, contribuyó a la fundación del Ingenio Cristóbal Colón, el Ingenio Santa Fe, el Ingenio Puerto Rico, el Ingenio Quisqueya, el Ingenio Consuelo, entre otros, convirtiendo a San Pedro de Macorís económicamente en el centro productor de azúcar más importante del país.  Esta prospera industria azucarera, expresión de progreso y desarrollo fue responsable del auge de “la danza de los millones”, transformando a San Pedro de Macorís y dinamizando la economía nacional.

Los bajos salarios, la negación de subirlo, los altos niveles de explotación y las pésimas condiciones para vivir en los ingenios, ahuyentaron a los trabajadores dominicanos para el corte y proceso de la producción azucarera, lo que obligó a los propietarios a traer trabajadores de la caña de otros lugares.  Apelaron a la traída de haitianos y obreros de las islas inglesas, donde la tecnología había dejado el efecto de un gran desempleo  Llegaron a San Pedro de Macorís, trabajadores de St. Kits, Antigua, Tórtola, etc., los cuales fueron recibidos hostilmente y despectivamente, bautizándolos de “cocolos”.  Esta industria azucarera fascinó al imperialismo, apoderándose de ella, aunque surgieron los gavilleros, campesinos en lucha, con respuestas contestatarias.

 

El  desarrollo de San Pedro de Macorís, el surgimiento de la “danza de los millones”, se produjo por el sudor, la sangre y la generosidad de estos “cocolos”, que ofrendaron sus vidas e enriquecieron a la cultura petromacorisana con su música, su gastronomía, su folklore, su orgullo de pertenencia y su identidad.

De la isla de Anegada, llegó a San Pedro de Macorís, Ashton A. Nadal, lleno de sueños y de ilusiones, quien despertó un día fascinado por la belleza de Mary Jones, una hermosa negra dominicana, descendiente de San Martin.  De ese romance, el 30 de abril de 1945, nació en el Ingenio Consuelo, Adolfo Nadal Walcot.
 
Todavía con pantalones cortos, Nadal vivía fascinado por las locomotoras del Ingenio,  mientras comenzaba a elaborar bocetos imprecisos de las mismas, entró como ayudante de su tío al taller de reparaciones de locomotoras, pasando luego a desempeñarse como guardafrenos. Ashton, su padre, era una artista de la sastrería.  Un árabe lo descubrió y del Ingenio Consuelo se lo llevó con la familia para Barahona.  Allí, Nadal, que había vivido en las entrañas del Ingenio, en el Batey Central,  sufrió la explotación cotidiana y asumir conciencia de una azúcar amarga y salobre..

 

Con la eliminación de la dictadura trujillista, Nadal fue a vivir a la ciudad de Santo Domingo.  Allí, se integró como militante al Movimiento Popular Dominicano (MPD), partido revolucionario, donde se reencontró con Maximiliano Gómez, el Moreno, un obrero de San Pedro de Macorís, el líder más fascinante de la izquierda dominicana y con Monchín Pineda, líder también del MPD, ambos oriundos del Ingenio Consuelo.

En abril del 65, Nadal tomó el fusil y estaba en las trincheras de la dignidad, defendiendo la soberanía nacional, enfrentando a los interventores norteamericanos, que mancillaban la Patria.  En los funestos años de la dictadura ilustrada Balaguerista, cayó preso y logró su liberación cuando se produjo el canje de prisioneros políticos por el agregado militar gringo.  Nadal, fue a México y de ahí pasó a Holanda por un periodo de diez años de exilio.  En Holanda se reencontró con sus ancestros, la locomotora, los rieles, el Ingenio, los tambores, la religión, la música y las danzas, eternizando con su pintura naif a sus cocolos, sus sueños, lamentos, rebeldías, luchas y esperanzas.


A su regreso al país, a su Ingenio Consuelo, en 1978, Nadal se dedicó a difundir la cultura cocola, clandestinizada y desvalorizada, con una dimensión pictórica original, convirtiéndose en el pintor más trascendente de la cultura cocola en nuestro país.

 

Nadal, cocolo al fin, ha sido un rebelde, un cimarrón, que asumió conciencia de sus esencias expresado  a través de su arte maíz, de sus ancestros africanos, de su identidad cocola, de su negritud, enarbolando las banderas de su orgullo, de su dignidad y de su identidad,  está solo, abandonado, languideciendo en San Pedro de Macorís, acompañado de sus familiares, amigos., su dignidad y sus recuerdos.

Por irresponsabilidad, por prejuicios, por negligencia, por la falta de visión de los responsables de la cultura popular del país, se nos va poco a poco y se lleva su arte y su creatividad, por no haberle proporcionado ni siquiera la posibilidad de que convirtiera su vivienda, que nunca ha tenido, en un taller popular del arte cocolo.



Hoy, cuando identificarse como cocolo es un orgullo, Nadal no ha transigido.  Repite con el poeta Norberto  James:
                                                            “Me niego a negar este rostro
                                                              que como bandera enarbolo
                                                              esta voz que proyecto
                                                              estos  gestos que encarno
                                                              estas raíces por la que me nutro
                                                              y soy”.

Nadal, amigo del alma, pintor  de nostalgias,  creador de leyendas, símbolo cocolo,  patrimonio nacional,  cimarrón de luces, hacedor de esperanzas, constructor de utopías, bandera de rebeldía y  testimonio de libertad, te saludo con admiración, rabia  y tristeza, lleno de recuerdos, sonrisas y nostalgia.
 














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