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martes, 7 de mayo de 2019

El equívoco de Giovanni Di Prieto sobre Idolatría, de Jimmy Sierra.


El equívoco de Giovanni  Di Prieto sobre Idolatría, de Jimmy Sierra.



Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).
 
San Pedro de Macorís.- martes.-  06.-  de mayo.- 2019.- He leído con interés literario las más de 18 páginas que el prestigioso crítico literario Giovanni Di Prieto le dedicó al libro Idolatría del destacado intelectual dominicano Jimmy Sierra. Tan pronto el amigo Isael  Pérez me hizo entrega de Bestiario Dominicano 3 (Lectura de nove las dominicanas, 2009-2018), la tarde del domingo 14 de abril del presente año, un libro de 342  páginas, esa misma noche comencé su degustación cultural. La obra me encantó, pues, desde que conocí literariamente al autor le he dado seguimiento a su producción intelectual. El italiano es un estupendo escritor, un escritor cuyo contenido genera controversia y debates en torno a las  críticas que le hace a la producción novelística dominicana. Por lo que los no "favorecidos" con sus juicios les saldrán al frente, con razón y en justicia. 

Su Bestiario 3 está prologado por  Miguel Ángel Fornerín, quien hace un  análisis minucioso de la obra. De entrada  indica que "Con la publicación de Bestiario Dominicano 3 (2019), Giovanny Di Prieto cierra su estudio sobre la novelística dominicana. Desde los años ochenta inició su proyecto de leer y analizar  la producción que sobre este género  se habría realizado en el país. En una primera etapa, realizó  un develamiento del pasado de este  tipo de escritura que aparece en los libros  Las mejores novelas dominicanas (1995) y Quince estudios de novelística dominicana (2006), entre muchas más. En este  último libro, espigó una lista de las que considera son las más acabadas dentro de su particular manera de apreciación estética".

El listado  de las novelas evaluadas por Di Prieto  es la siguiente: La reina de Santomé (historia de la vida de provincia), de Guillermo Piña Contreras, Pedro el cruel, de Rafael Peralta Romero, Rostro de sombra, de Víctor Escarramán, Princesa de Capotillo, de Luis R. Santos, Sobre todas las cosas (un romance de altos vuelos), de Gerson R. Franco, Idolatría, de Jimmy Sierra, Amores extraños, de Laureano Guerrero, El camino  de los hombres, de Herman Mella Chavier, Cáceres Placencia, El último guerrillero, de Joel Rivera, No les guardo rencor, papá, de René Rodríguez Soriano, El apátrida, de Roberto Paulino, Elito, de Osiris Madera, La Costa, Apartheid dominicano, de Laureano Guerrero, Amor en las redes, de Vicente Beras, La tercera puerta, de Miguel Rodríguez Checo, Payaso al caer la tarde, de Nan Chevalier, Doña Tina, de Ana María González Puente, La necrópolis de los sueños, de Freddie Johnson, La gente detrás del muro, de José Tomás Pérez, y El degüello de Moca, de Bruno Rosario Candelier. En total son veinte las novelas ponderadas por el audaz crítico literario. 

Entre las veinte novelas escogida en su tercer Bestiario vapulea acremente a Idolatría del, consagrado militante cultural y trabajador social y comunitario, Julio Samuel «Jimmy» Sierra,  natural de  Najayo, San Cristóbal, y criado con fervor en el popular barrio de Villa Juana en la capital dominicana, y quien por su dedicación y entrega  a llegado a ser dramaturgo, director de teatro, cineasta, cuentista, periodista, historiador, abogado, catedrático universitario,  y productor de radio y televisión. Toda una autoridad en el ambiente intelectual,  y por demás,  un infatigable hacedor de cosas en beneficio del país. Un hombre con estas condiciones merece respeto y distinción. 

 En un ensayo biográfico que escribí sobre el poeta, periodista  y novelista  petromacorisano  Freddy Gaton Arce toco de manera somera el libro de Jimmy Sierra, lo refiero dentro de los argumentos  que expongo en el desarrollo teórico que hago en torno a la apropiación  o apropiacionismo  literario.  Al respecto digo: "Ese  apropiacionismo o apropiación en la literatura y el pensamiento intelectual  lo encontramos  en  el más reciente libro  del amigo  Jimmy Sierra, titulado Idolatría, con una extensión de 392 páginas, en el mismo  encontramos retrospecciones que nos refrescan y retroalimentan  al aludir  obras  de Pitaco, del brasileño Guilherme,  anécdota  bíblica de Salomón, alusiones fragmentaria de Bertolt Brecht, del Éxodo del pueblo judío, del recorrido del hebreo Moisés, del  “Quijote” de Cervantes, el poema “Compadre  Mon” de Manuel del Cabral, citas de los siete sabios de Grecia, referencia  de una novela de Voltaire, de Heráclito,  de Nietzsche, Sófocles, Lope de Vega, poema de Walt Whitman, el dramaturgo español Alejandro Casona, y referencias de obras de los escritores  criollo Lipe Collado, Santiago Estrella Veloz. También Juan Bosch, Pablo Neruda,  Carlos Dobal Márquez.  Nos menciona al clásico francés  Honorato de Balzac, al mexicano  Juan Rulfo, a la dominicana  Aida Cartagena Portalatín, al  poeta húngaro Imre Madach, a los historiadores criollos  Emilio Cordero Michel y Emilio Rodríguez Demorizi, entre otros varios autores, con lo cual  tiende a refrescar su obra y a llevar al ánimo del lector por rutas superior al texto en lectura".

Veo Idolatría como la suma de ideas, algunas ya escritas, sobre el curso que ha seguido nuestra historia desde 1961 hasta la fecha. Su contenido es rico, ameno, refrescante y nos retroalimenta en lo cultural y literario. Es un aporte sustancioso y necesario.

 (Foto del periodista, conferencista, escritor, poeta, ensayista, Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo),  autor del presente trabajo)

El hecho de que  a Giovanni Di Prieto se le tenga como una autoridad en el enjuiciamiento de novelas publicadas no le confiere una autoridad absoluta sobre la materia.  Y como errar es de humano, él no es infalible. Así, que las ponderaciones que le hace a la novela Idolatría contiene sintonos dogmáticos.

Idolatría es un encuentro entre el pasado y el presente desde una perspectiva de cambio y transformación social. En esta novelística concurren tres tipo de mentalidad: los vilipendiados que se aferran a su pasividad e inmovilidad  social; los que  con su soberbia de dominación  se niegan a permitir cualquier tipo de cambio o alteración  del sistema político, y los que,  desde  un sentimiento de rebeldía se lanzan a enfrentar, a luchar, por un mundo que le garantice a la mayoría subyugada  mejores condiciones de existencia.

Di Prieto enfatiza que la obra de Sierra  es fundamentalmente de entretención  con lo que tiende a restarle fuerza constructiva  a la misma. Indica. "Podemos clasificar a Idolatría como una novela de fantasía narrativa. Decimos esto porque es muy difícil que pueda  extraerse de ella un propósito específico que no sea  simplemente  el de entretener a los lectores a través de un texto hecho de interminables ocurrencia inventadas por el autor..."  ¡Válgame lo dicho! 

Toda novela en primer lugar tiene el  propósito de entretener al lector, es el primer paso para  interesarlo y le preste la debita atención. Si bien el titulo atrae cuando abrimos la primera página y leemos el primer párrafo instintivamente podemos percibir  la importancia de la obra. La lectura de una novela o un cuento nos saca del aburrimiento, del tedio. Y si en el desarrollo de  su lectura no sentimos ninguna entretención en gastar el tiempo en seguir leyendo perdemos el interés por ella. Cuantos pasajes entretenido hay en Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes,  El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien, y Las mil y una noches,  atribuido a varios autores árabes del siglo X, o las novelas de  Stephen King,  entre otros autores famosos. 

En el caso de Idolatría  la novela rebasa la mera entretención  al  develar un hecho convertido en tabú por sectores de Poder y que insisten en que no se conozca la trama y conspiración que significó esa masacre contra una población indefensa y aferrada a su creencia mundana.  Y esto de por si constituye una moraleja, contrario a lo afirmado por Di Prieto.

El éxito y la relevancia de un escritor no radica en que obtenga el premio nobel o cualquier otra distinción importante. Está en la cantidad de lectores que logra acumular y la resonancia literaria de su obra. Idolatraría se ha pegado como obra y las distintas críticas en la opinión de  los medios de comunicación prueba  su alcance y aceptación social. Además,  Jimmy Sierra no es un improvisado  en estas lides,  su currículum  testifica su preparación, lucidez y veteranía en el ejercicio de escritor. Comenzó de lo pequeño a lo grande, ha superado varias etapas hasta alcanzar un renombre en el ambiente cultural dominicano. 

De manera peyorativa Di Prieto señala que el libro, "es un enjambre de ocurrencias  que nunca suma  a una  verdadera historia coherente". Agregando a seguida, " la obra no tiene otro propósito que no sea el de entretener a los lectores". Falso. El recorrido de la obra transita sobre  varios acontecimientos reales e históricos, entre lo que se destaca La Matanza  de Palma Sola ocurrida en un paraje del  municipio de Las Matas de Farfán, provincia de San Juan de la Maguana, el 28 de diciembre de 1962. 

Jimmy Sierra convierte este acontecimiento real e histórico en un argumento novelesco que en la medida que se va descomponiendo nos introduce por escenarios políticos, religiosos y culturales de amplias connotaciones. Pues lo de Palma Sola en su momento y más allá no puede verse como un simple episodio de sangre y un culto religioso con arraigo popular. No. Según la  historiografía de este hecho tras el mismo hubo una conspiración desestabilizadora para malograr la juramentación del recién electo presidente constitucional profesor Juan Bosch.  Se tomó ese culto pagano como pretexto para desencadenar hechos de fuerza con fines políticos. Y esto lo  trata con habilidad literaria el autor de Idolatría. 

Indica Di Prieto en su mordaz  ataque a Idolatría que la obra  “es una especie de panfleto”. Y sobre ese antojadizo estereotipo fortalece  su percepción crítica. “Por consiguiente, excluido un auténtico propósito de Idolatría, y sabiendo de que sus interminables ocurrencias sólo llevan aburrimiento, es evidente que, como lectores, nos quedamos  exclusivamente  con  esos mensajes que Sierra  insiste en comunicarnos  con la idea de imponer su punto de vista acerca de ciertos temas”. Semejante observación es injusta. Ningún escritor por más que se lo proponga puede imponer sus puntos de vista.  El autor hace su trabajo, y da a conocer sus ideas y por más que insista su efecto dependerá de la capacidad emocional del lector, de su cultura y conciencia personal.  

Sobre este punto es bueno señalar que dado el volumen de Idolatría no puede considerarse un panfleto.  Según el diccionario.  “Los panfletos son publicaciones de escasa extensión que tienen la finalidad de denigrar, difamar, condenar o agredir a alguien” Y agrega. “En ocasiones, se utiliza la noción de panfleto como sinónimo de folleto, volante o catálogo”.  Idolatría no reúne ninguna de esas características. Además, que sepamos nosotros, no denigra, ni injuria,  ni difama.

Tildar la obra de panfletaria es una forma mezquina de minimizarla, de restarle fuerza estética y objetividad en su narración. 

 El crítico de todo escrito literario debe tener la capacidad cultural e intelectual para descifrar todos enigmas que pudiese encontrar en el tema que está tratando. No aventurarse a emitir opiniones a priori y pre concebidas. Las obras literarias, novelas, cuentos, llevan implícitos enigmas interpretativos, y cada lector o critico la enfoca y trata según su visualización.  No existe una coherencia en el trato crítico de cualquier texto. Las apreciaciones parten de conceptos e ideas concebidas en el desarrollo cultural del que lo trate. 

Si bien encontramos en la suma de personajes que integran Idolatría minúsculos rasgos de manierismo en su desarrollo, por encima de todo prima una rápida forma en el desenvolvimiento de los personajes de la obra. A pesar de su falta de educación formal, de su condición campesina, de gente de barrio, muestran una inteligencia de subsistencia encomiable.  

Hay amplio espacio  para particularizar las ocurrencias que se interponen en los hechos, los signos de divinidad, las apariciones “milagrosas”,  que desafían creencias establecidas,  reguardadas, amparadas y protegidas rígidamente  por el Estado Dominicano mediante la suscripción del Concordato de 1954, y que en el culto a Papa Liborio, y a Catagás, desafiando la instauración  de una teocracia absolutista y despóticas basada en la sumisión y el temor, y que significaba una desobediencia que debía ser  castigada de manera cruel, “el día de la masacre de los santos inocentes”.

Idolatría contiene una mezcla de alegoría,  sincretismo y fetichismo populachero expresado en un carnaval de arraigadas creencias. El número 13, las 13 maldiciones y  todo lo que se pueda asociar  a cualquier superstición tiene su espacio cotejado dentro de una urdimbre en la búsqueda de suerte  o de cualquier salida posible ante una situación de desesperanza y amargura. 

Catagás y el dialogo con Teófilo nos va conduciendo a un mundo fantasmagórico, divertido y pintoresco.  Lo que dicen y recomiendan tienen semejanza angelicales. Hay sabiduría, experiencia, e ideas sacadas de las entrañas de lo desconocido.   

Idolatría contribuye a  retroalimentar nuestra  memoria al consignar la bestialidad de los esbirros  y sicarios del Servicio de Inteligencia Militar de la dictadura trujillista  (SIN) y que tuvo dirigido en fechas diferente  por los  tenebrosos y psicópatas  coroneles  Johnny Abbes García y Cándido Torres. Habla de Balá y sus paleros y matones, de la lucha clandestina y de esa juventud resuelta que se lanzó a las calles al grito de Libertad. Libertad.

Es la historia de los últimos años presentada de forma abigarrada  y cruda;  realmente como ha sucedido a lo largo de la república. Con su incoherencia y contradicciones. Una historia teñida de sangre y sacrificio. La historia de la fechoría, los desmanes y las violaciones de una cúpula que todavía hoy incide en el destino del país, quita y pone presidente y se aferra con la fuerza del poder  a todos los bienes usurpados. 
    
Di Prieto reacciona con aire ofendido, disgustado y colérico cuando Idolatría señala. “La Iglesia había sido por más de treinta años uno de los sostenes más firmes de la dictadura de Trujillo e, incluso, se hizo de oídos sordos – se dice que estimuló- el genocidio que este cometió contra los haitianos en mil novecientos treinta y siete. Los Tedeum, celebrado cada año por la salud del “jefe” – como prefería ser llamado el dictador- y  por la perpetuidad de su régimen se contaban por cientos. Todas las iglesias del país fueron centros de adoctrinamiento del trujillismo. A cambio, el jefe había suscrito un concordato con el Vaticano, por medio del cual se declaraba a la Iglesia  como un socio igualitario del Estado, con todos los privilegios inimaginables. Este matrimonio duró hasta que los Estados Unidos, aterrados ante la posibilidad de que surgiera otro Fidel Castro en el Caribe, decidió provocar la salida de Trujillo del poder, diseñando  un proyecto para la eliminación física  del dictador, que sería ejecutado la noche del treinta de mayo de mil novecientos sesenta y uno”. Históricamente  pocas obras o escritores habían expuesto  con esa contundencia aquella alianza eclesiástica. Ese hecho se pasa por alto o se ignora para que se disipe lo más rápido por posible con el paso del tiempo.

Por ello, Di Prieto entiende que esta denuncia, este recordatorio de un importante pasaje de nuestra historia, constituye una animosidad pre establecida por el autor de Idolatría por su condición personal “de ser izquierdista marxista. Atacar a la Iglesia Católica fue en todo momento una obligación para los marxistas. Había que acabar  con el paraíso terrenal, para así  poder crear la utopía marxista en este mundo”. Este razonamiento trata de que el lector  no ubique en su memoria  la larga trayectoria de la cúpula eclesiástica apoyando gobiernos que masacran a los pueblos. Acaso podemos olvidar el apoyo del Vaticano a las dictaduras de Hitler y Mussolini.

Continua su iracunda postura cuando  lee en Idolatría que. “Cuando Cristóbal Colon piso la isla de Haití en diciembre de mil  cuatrocientos noventa y dos, lo primero que hizo fue caer de rodillas junto a todos los que le acompañaban, mientras el padre Boil levantaba una cruz de madera  mirando hacia el cielo para pedir la bendición del todopoderoso. Quedaba así marcado el sino de los nativos de la isla que por la razón  o para  la espada, fueron obligados a adoptar  las creencias de los conquistadores”. 

La llegada de las hordas conquistadoras en 1492 le puso fin a un largo periodo de paz y tranquilidad en la isla  que ellos llamaron La Española. En ese entonces, los nativos tenían sus creencias, costumbres y formas de vida acorde con su naturaleza humana. Y todo fue alterado a sangre y fuego. Fueron esclavizados, sometidos  a abusos y crueldades  y exterminados.  Decir esto es para Di Prieto ser enemigo recalcitrante de su santificada e inmaculada iglesia católica. 

Señala Idolatría. “Hubo un tiempo remoto durante el cual todos los pueblos  tenían su propio dios. Y eran tantos que incluso había uno donde el mismo diablo era  también un dios, que se juntaba con el otro a jugar romí y dorminó, apostando sobre la fidelidad de sus seguidores, poniendo en juago las vidas de estos, sus familias, su honra y sus bienes. Desde entonces, hay un estigma que identifica al hombre sobre la tierra: la concupiscencia. Irremediablemente, la naturaleza humana está inclinada hacia el pecado”. 

De manera persistente  Di Prieto se afana en señalar que Idolatraría  carece de moraleja alguna, porque, según él, no tiene nada que enseñarnos. Es decir, que para este laureado critico el refrescar la memoria sobre la Matanza de Palma Sola, la agitación política ocurrida tras el ajusticiamiento del tirano en mayo de 1961, el golpe de estado contra Juan Bosch, la insurrección armada de Manolo Tavares Justo y sus bravos camaradas del Movimiento 
Revolucionario del 14  Junio (IJ4), en  noviembre-diciembre de 1973, la Revolución de Abril de 1965, convertida luego de la intervención extranjera  del 28 de abril en Guerra Patria y la llegada al poder de Joaquín Balaguer con sus 12 años de asesinatos,  represión y robos, carece de una real enseñanza histórica. Vaya desatino.

Di Prieto en su crítica no se detiene en la substancia del libro, su interés es despotricarlo, ridiculizarlo, restarle espacio en el horizonte literario. 

Al actuar de esta manera  se descalifica a sí mismo como un profesional de la crítica literaria. El papel del crítico es esbozar el contenido de la obra, analizar su estructura estética, la conformación  de la argumentación, los personajes, el narrador,  y sobre todo, la dirección o ruta emprendida en función de su cometido. Con su actitud asume una pose pedante como si fuera el único portador de la verdad crítica.  

Al parecer su obnubilación lo distanció del significado de lo que es realmente una novela. Sobre ello nos limitaremos a señalar lo que dice Wikipedia, la enciclopedia libre. ."La novela es una obra literaria en la que se narra una acción fingida en todo o en parte y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes así como de personajes, pasiones y costumbres, que en muchos casos sirven de insumos para la propia reflexión". 

En efecto, Idolatría reúne ese  propósito,  “causar placer estético a los lectores”. Y esto se logra mediante una  amplia integración de imágenes metafóricas de la cual el lector se va apoderando, interpretando, disfrutando, entreteniéndose, y sacando moralejas que bien puede comparar con la vida real. 

Di Prieto pretende que cualquier novela, obra literaria, en este caso Idolatría, debe ser de su agrado, de lo contrario él se siente con la autoridad para pulverizarla. Y esto es monstruosamente negativo.
Cada escritor tiene su público, lo que le gusta a uno no puede porque agradarle a otro. A cuántos no le gusta  Avelino Stanley,  Andrés L. Mateo, Ofelia Berrido, Tony Raful, o Freddy Gatón Arce.  Y por esa antipatía de cualquier lector esos autores  no pueden ser considerados malos o mediocres.  La simpatía o identificación hacia cualquier autor es de libre albedrío personal.  “Para los gustos están los colores”.

Di Prieto  indica en su acérrimo enjuiciamiento que Idolatría  gira en tres temas específicos: la ideología marxista "a la cual  Sierra se siente personalmente ligado; el segundo, con la Iglesia Católica, a la cual critica desde su punto de vista ideológico, el tercero,  con el nacionalismo dominicano, que, como el globista que es, condena irrevocablemente". Y a seguida pasa a analizar esa situación. 

En el mundo social nada escapa a la lucha de clase. Las relaciones culturales y literarias, el ejercicio de las mismas, está inmersa en ese entrechoque de intereses. De manera acalorada se vierten ideas y conceptos que ponen de manifiesto  los dos mundos enfrentados: el adherente al sistema capitalista global de dominación  y los que lo enfrentan decididamente. La rivalidad política contamina, nubla y enturbia la producción de ideas sosegadas, cada quien se autoproclama portador de la verdad y de la razón. Sin embargo, por encima de esas vertientes, hay una humanidad que padece desigualdad, opresión, explotación y marginación. Hay  naciones y pueblos que sufren el robo y saqueo de sus riquezas, que son sometidos a regímenes dictatoriales, que se le conculcan sus derechos y son víctimas de atropellos  y oprobios aplastantes. Y quien tiene alguna dosis de sensibilidad reacciona, protesta, reclama y lucha. 

Cuando el hombre pensante observa esta realidad se inclina por identificarse con causas  nobles. Se integra a la lucha, se suma a la trinchera del honor y la dignidad, y en consecuencia, sus escritos, novelas, cuentos, ensayos, poesía, recoge ese sentir, lo transforma en palabras de aliento y esperanza. 

Eso es lo que enseña Idolatría, las vicisitudes y tormento de un pueblo y de una nación que desde la declaración de Independencia escrita por José Núñez De Cáceres  aquel 1ro  de diciembre de 1821, en la que proclamó con fervor patriótico “No más dependencia, no más humillación, no más sometimiento al capricho y veleidad del Gabinete de Madrid”.

Entonces para  el señor Di Prieto el ser marxista o simpatizar con esa corriente del pensamiento crítico constituye un vergüenza, un crimen, una ofensa para la humanidad. ¡Vaya sectarismo e irracionalismo fundamentalista! ¡Que pensamiento reaccionario y ultraconservador!

La actitud de Di prieto se asemeja a la de un inquisidor de la época colonial  que a rajatabla trataba de imponer su criterio, distorsionando hechos y tergiversando lo ocurrido. 

Exhibiendo una pose de superioridad intelectual  dice: “El historiador más sólido del país, Emilio Cordero Michel, empujó a la Academia de Historia de la Republica  Dominicana a reconocer oficialmente el aporte de los haitianos a la nación dominicana, especialmente durante el período  de la guerra restauradora contra España, la verdadera  independencia dominicana” . 

La verdad histórica es que para lograr la separación del yugo haitiano en 1822 hubo una alianza entre Los Trinitarios que  aprovecharon tácticamente el repudio popular contra Boyer y lo utilizaron. Matías Ramón Mella personalmente participó como enviado en esos aprestos. Se reunió  con el general reformista Charles Herrad y consiguió de este apoyo para la causa emancipadora. Otra acuerdo de unidad coyuntural obtuvieron  con los hateros liderado por Pedro Santana, afinidad que posibilitó el grito de intendencia o separación de Haití la noche del 27 de febrero de 1844. 

Restarle calidad  y menospreciar una obra literaria pariendo de supuesto o real vinculo ideológico y militancia política de cualquier  autor  constituye un error  garrafal, por cuanto, toda obra debe medirse por su contenido estético, mensaje humano y valor cultural. Dentro de mis escritores preferidos tengo al italiano  De Annunzio, al argentino Jorge Luis Borges y al peruano-español Mario Vargas Llosa, entre los primeros. De sus obras aprendo.  

No se puede considerar la grandeza y calidad de un autor solo cuando escribe para favorecer a determinadas elites o justifica atrocidades de las clases gobernante. Máximo Gorki se le reconoció como un extraordinario escritor a pesar de su simpatía bolchevique;  así como el francés Louis Althusser, que rechazo el Premio Nobel de Literatura, en 1964. Y Pablo Neruda confeso comunista (Marxista Leninista) fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, el 21 de octubre de 1971. Sobre la militancia ideológica se impone la calidad en todos los terrenos. 

 Pero podemos agregar más, “¿Dónde queda la militancia encomiable de Pavese cuando uno lee conmovido el desgarrador testimonio que es El oficio de vivir; cómo se oculta el liberalismo de Thomas Mann en La montaña mágica; qué clase de militancia ideológica se presume en el desasosegador relato La metamorfosis, de Kafka; cómo no admirar los poemas de Residencia en la tierra, de Neruda, frente a los del Canto General? ¿Qué ideología se sustenta en el centón de libros de Gómez de la Serna? ¿Quién ha divisado algún atisbo de componente ideológico al uso en las excelsas páginas de Borges o en ese manual de Historia literaria española que es La novela de un literato, de Cansinos Assens? Joyce, que despreció hasta el último minuto de su vida el feroz nacionalismo irlandés, dejó a Dublín enmarcado en el libro de oro de la prosa del siglo XX”.  

Si Di Prieto hablara solamente de las limitaciones de la obra y cualquier deficiencia en su estructura no estaríamos abordando las criticas demoledoras que le hiciera en su Bestiario 3 a Idolatría;  desde la página 103 hasta la 121. 

Él tiene derecho a criticar cualquier desliz que le encuentre a la obra,  a cualquier libro de novela, pero no a estigmatizarla. A arrinconarla. A despreciarla de manera tan funesta.  Al hacerlo pierde su autenticidad como crítico y asume una actitud personal de encono, prejuicio y  beligerancia innecesaria contra el autor.

Cuando Sierra aborda el papel desempeñado por  los principales protagonistas  de los acontecimientos de carácter histórico que reseña en Idolatría se sustenta  en el  pensamiento materialista dialectico e histórico y que sirve de contención a las posibles retractaciones,  ideal para enfrentar cualquier gazmoñería mal intencionada y mezquina por demás. 

El  rumano parisense Lucien Goldman explica que la  "función del crítico literario será encontrar una homología de estructura que se establece entre la ideología de un grupo social concreto y el pensamiento que se desarrolla en una obra literaria."

Goldman señala que "la literatura, además de la realidad y el texto hay que tener en cuenta al escritor. El autor, a través del lenguaje, es capaz de crear una visión de mundo propia, es decir, un universo que significa un conjunto coherente de problemas y respuestas, y su misión es conseguir que dicha visión de mundo sea llevada al extremo y se articule mediante una representación estructurada".

"Si esa es la función del escritor, el crítico debe deducir de los propios textos la visión del mundo y extrapolarla a una estructura más amplia que es posible identificar en determinadas tendencias de un grupo social, es decir, el realismo es “la creación de un mundo cuya estructura es análoga a la estructura esencial de la realidad social en el seno de la cual la obra ha sido escrita”.

El  ruso Jorge Plejanov escribió en 1898 su ensayo  El papel del individuo en la historia, en el que conceptualizó: “Los individuos pueden influir en los destinos de la sociedad. A veces, su influencia llega a ser muy considerable, pero tanto la posibilidad misma de esta influencia como sus proporciones son determinadas por la organización de la sociedad, por la correlación de las fuerzas que en ella actúan. El carácter del individuo constituye un ‘factor' del desarrollo social sólo allí, sólo entonces y exclusivamente en el grado en que lo permiten las relaciones sociales".

De acuerdo a Di Prieto toda la argumentación de Idolatría gira en tres ejes, el marxismo del autor, la iglesia católica y el nacionalismo. Veamos: Recordar y denunciar el Concordato entre la Iglesia Católica y la tiranía mesiánica de Rafael Leónidas Trujillo Molina es una afrenta, una ofensa, un agravio  merecedor de la peor condena.
También, el asumir una postura anti xenofóbica, humana, acorde con la denuncia contra la famosa Sentencia 168-13, que le quita la nacionalidad dominicana  a los nacidos en el país desde el año 1929 por el mero hecho de ser  hijos de padres indocumentados. Un acto inhumano y violador de los Derechos Humanos, significa para Di Prieto una actitud reprochable. Y por último, simpatizar  con el marxismo encarna la peor postura y causas sociales y políticas. A lo mejor si Jimmy Sierra hubiese externado postulados favorable a Hitler, Mussolini, Pinochet o Balaguer, éste lo hubiera pasado por alto.

En nuestra historia está fresca la campaña demoledora contra el gobierno  constitucional de Juan Bosch que desarrollo la iglesia Católica expresada en las llamadas manifestaciones de reafirmación cristiana, al frente de la cual estaban los sectores más oscuro y reaccionarios del país.  ¿Porque muestra un teoricismo histérico el señor Di Prieto cuando se dice de manera clara que Bosch fue derrocado mediante un contubernio entre la Iglesia Católica  la oligarquía?  ¿Porque se ofende cuando se denuncia el régimen de los 12 años del presidente Balaguer?  ¿Por qué de  su odio contra el marxismo?  ¿Desde cuándo un escritor por ser marxista debe ser premeditadamente descalificado?

La condena al papel desempeñado por  la Iglesia Católica  en la trama golpista está sustentada en un libro de un  escritor de reconocida actitud anti comunista y muy vinculado a esa misma iglesia, Miguel Guerrero, quien señala " que ningún otro sector trabajó tan incansablemente contra Bosch para “tumbarlo como la Iglesia Católica”. De hecho, precisa que  esa animadversión perduró años después del golpe, como lo prueban documentos y acciones de la propia Iglesia cuando Bosch intentó en otras ocasiones  ganar la Presidencia". Entonces porque Di Prieto no cuestiona esas puntualizaciones como lo hace ardientemente contra Jimmy Sierra al que acusa de sentir una  animosidad  hacia  Iglesia.  A la clara se nota un prejuicio enceguecedor. 

De igual manera le condena al autor de Idolatría el haber insertado en algunas páginas la campaña sucia contra el líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), José Francisco Peña Gómez, víctima de una campaña sucia y rastrera,  acompañada  de una parafernalia  apabullante que agitó los ánimos e impulsó  calumnias y mentiras, montadas por  los sectores más retrógrados y perversos de la sociedad nacional, y que al final le restó voto  e impidió que ganaras las elecciones de los años 1994-96. 

También, le enrostra  a Sierra  cierto cariño  hacia los papas Juan XX111, “al cual, como reza el texto, “le rinde tributo”, y a Juan Pablo 1, Luciano, o sea, al “que fue asesinado en la propia Casa de Dios,”. “Pero esto se explica, ya que  el primero  fue el así llamado “papa bueno”, y el que indujo el Concilio Vaticano 11, y el segundo, que sólo duró algunos meses, supuestamente  trató de enderezar los entuertos del Banco Vaticano. Vale decir que, para Sierra, ambos son papas que tenían  cierta afinidad con su tendencia ideológica. Por lo menos, es así como los ve hace tiempo la óptica izquierdista”. 

 En esos criterios hay un abierto cuestionamiento ideológico contra Sierra. Una necedad morbosa con el propósito de  evidenciarlo frente a poderes faticos afines a los intereses eclesiásticos.  Y lo hace en un momento tenso de la situación internacional  y con la revitalización del fascismo y la ultra derecha exacerbado y agrediendo toda disidencia y violentando la Carta de las Naciones, interviniendo militarmente y amenazando  con el exterminio a sus oponentes. La actual tensión internacional supera el ambiente de la Guerra Fría       
Destaca que Sierra maneja el realismo mágico  "a las mil maravillas" para enrostrarle  que "pese  a todos los fuegos pirotécnicos de los cuales es capaz, al final, es muy poco lo que podemos sacar de él". Una subestimación  a la capacidad intelectual del autor de Idolatría y una muestra de que lo que hace no es una crítica a la estructura estética de la obra sino una persecución baja con tintes egoísta.

 Comprobado  al decir que  no sanciona lo que Sierra hace en su novela, "sino porque ya los lectores están hartos de obras que  no dicen nada, que carecen de ideas y sentimientos, y sólo pretenden establecer su reputación a través del manejo de esa técnica por parte de sus autores". Pero contrario a ello Idolatría dice demasiado cosas interesantes.

El desmentido a las pretensiones de Di Prieto en su descalificación de Idolatría está en la cantidad de panel, encuentros, coloquios  tertulias y mesas redondas que se han producido en el país, en Nueva York y Puerto Rico en torno a la obra de Jimmy Sierra. Más de un centenar de escritores, intelectuales y periodistas han participado de los mismos, dando favorables opiniones. A ello habría que sumarle la cantidad de artículos periodísticos al respecto. Quizás nunca en la historia de los últimos 20 años una  novela  había acaparado tanta atención.  Y esto de por si constituye un triunfo y un reconocimiento de la crítica seria en el ambiente literario y cultural. 

Esta novela ha sido tan impactante, sorprendente y llamativa que el  periodista, novelista, poeta, escritor, profesor universitario Rafael Peralta Romero, quien además posee una especialidad en Lengua Española y Literatura en la UASD, escribió sobre Idolatría lo siguiente: "La mixtura cultural que hace Jimmy en la historia de Gatagás, investido de poder por Liborio, conlleva una cosmovisión de la sociedad dominicana que no era posible ser explicada por sociólogo alguno. Como tampoco podía explicar nadie la sociedad española del siglo XVII como lo hizo Miguel de Cervantes con su enjundioso y a la vez divertido libro Don Quijote de la Mancha".

Y agrega. "El autor no olvida que se trata de una novela y ha puesto todo lo necesario para que la obra funja como tal, incluidas las visiones proféticas, al estilo Apocalipsis, la recreación de sucesos reales y la burla a otros hechos y personas. Jimmy Sierra ha querido seguir la ruta de don Quijote y Sancho, con una obra divertida y rica de contenido".

Jimmy Sierra siempre se ha caracterizado por un comportamiento humilde, asequible, franco y directo. Altamente solidario y profundamente humano. Todos sus trabajos  así como su larga trayectoria cultural han estado al servicio del pueblo sin pasar factura. Su talento está demostrado en diferentes escenarios donde ha puesto a prueba su reciedumbre y vocación social. No necesita  subterfugio ni mascara  para demostrar su capacidad y condiciones literarias.
 
Epiloga sus "demoledoras" critica  cuestionando las ponderaciones hecha a Idolatría por los conocidos intelectuales dominicano Ignacio Nova, Diógenes Cepedas, Bruno Rosario Candelier, Manuel Núñez, Juan Bolívar Díaz, Odalís Pérez, Mateo Morrison, Jeannette Miller, José -Dorin- Cabrera, Leonte Brea, Silvio Torre Saillan, Luis Beiro, y Tonny Raful. 

A cada opinión  de los intelectuales arriba mencionado le hace un comentario de censura, interpreta sus opiniones. Dice sobre ellos: “Encontramos que todas, absolutamente todas, son opiniones  que pretenden elevar la obra  y al mismo autor a espacios siderales. 

Según esas opiniones, Idolatría es una obra que no solo marca un hito en la novelística nacional, sino que se quedará en el tiempo  como un astro refulgente en el campo. Leer algunas de ellas  es, simple y llanamente, bastante cómico”. ¿Habrá envidia y egoísmo en tan temerario cuestionamiento?   
  
No hay razones para censurar esas opiniones loables a la novela Idolatría. Por lo regular los autores recurren a escritores amigos o relacionados para que escriban  algo sobre su obra, es parte de la promoción de la misma.  Además,  tratan con ello de fortalecer su imagen de escritor. No veo ningún pecado en ello. Bestiario 3   está prologado por  Miguel Ángel Fornerín, un brillante poeta, escritor y crítico literario nativo de la ciudad de Higüey y residente desde hace varios años en la vecina isla de Puerto Rico, y quien es un gran amigo de Di Prieto. Y hay que tener en cuenta de que “entre bomberos no se pisan la manguera”.

Reconozco que en el ambiente literario se produce, en muchos casos, un intercambio de adulonería y lisonjas, algunas pre-fabricadas, donde lo artificial se presenta como algo novedoso y de alto vuelo. 

En la parte final de sus criticas  asume una defensiva posición autocritica cuando señala: “Es difícil no estar de acuerdo con lo que se dice aquí, en esta muestra de opiniones críticas. Después de todo, cada crítico, dentro de su función, no hace más que llevar agua a su propio molino. Que lo quiera o no, es así como funciona la crítica literaria en general en todos los rincones del mundo, y pretender la absoluta objetividad de los críticos es un puro disparate”. O sea que  para Di Prieto despedazar  cargado de prejuicio un libro, una obra literaria es normal.

Pero como él mismo dice  que cada crítico, dentro de su función, no hace más que llevar agua a su propio molino, y como este mundo es de doble vía,  a los críticos también se le critica,  en un trabajo titulado Desatinos de Giovanni Di Pietro, escrito por José Carvajal, de quien Néstor Medrano dice que es  "uno de esos escrutadores intelectuales que no acomoda a nadie en sus juicios o criterios con respecto a la literatura que se realiza en República Dominicana",  y que fue reproducido en el blog EL COLOSO DE MACORIX, 


Éste le sale al frente al Bestiario 3,  señalando que,   "el primer desatino de Giovanni Di Pietro fue no poder explicar el título de “Bestiario dominicano”. Un libro como ese no debió quedarse en la práctica de parafrasear del diccionario o Wikipedia el significado de la palabra “bestiario”, como parece que ocurre en la «Nota del autor». Eso constituye una falacia ridícula que empaña cualquier buena intención. Confieso que en principio pensé que se trataba de un trabajo “crítico” serio, pero lamentablemente no logra alcanzar el nivel de un académico de fuste".

Y sigue indicando. "Cuando Di Pietro dice que el título de su libro «de ningún modo debería ofender o desconcertar a nadie», es porque ya él mismo había sospechado que podía suceder lo contrario; es decir, “ofender” y “desconcertar” a todos. Quizá la agresividad del título resalta más por el hecho de que se refiere a obras de un solo país y no a la panorámica de una determinada región o continente. Todos los novelistas tocados por Di Pietro son dominicanos, por lo tanto, lo de “bestiario” puede resultar ofensivo y discriminatorio".

Y agrega. "La falta de respuestas a todas mis interrogantes me hacen considerar “Bestiario dominicano” como un libro sin objetivo claro. ¿Cuál es la propuesta del autor? Ninguna, porque a pesar de la «linealidad de método» y la «verticalidad de propósito» que se atribuye el propio Di Pietro, este es un material que carece de importancia. No le sirve de nada a la misma academia a la que pertenece el exponente; no sirve para orientar al extranjero que se interese en las letras dominicanas; no sirve para promocionar a los autores incluidos; y por último, no sirve ni siquiera de guía para el lector vernáculo, a cuyas manos van a parar todas las sandeces que derivan de la desesperación y falta de profesionalismo que siguen convirtiendo nuestra literatura en una tormenta de paja y hojarasca".

En una entrevista que el reconocido escritor y poeta León David le hizo a Miguel Ángel Fornerín, canchanchan de Di Prieto,  y publicada en el periódico  Hoy, el 22 julio, 2005, el prologuista  de Bestiario 3, expone en la primera parte de la conversación lo siguiente.  "Pienso que la crítica literaria es parte importantísima de la crítica cultural. Así que como Pedro Henríquez Ureña, un modelo muy nuestro, creo que la crítica debe ser cultural en la medida en que es una cavilación sobre los pasos del hombre. La literatura es una de las distintas representaciones de esa característica indiscutible de lo humano: su condición simbólica..."

Al  montón de cuestionamiento que le hace Di Prieto a la obra de Jimmy Sierra bien les caben estas líneas  de la página 285 de Idolatría. “Los que odian van a ciegas por la vida con los puños cerrados, golpeando a diestra y siniestra sin importarles  quien caiga”.

 “Atrapen todos sus odios, todas sus frustraciones y hagan una pira. Y no se detengan hasta verlo todo convertido en cenizas: el odio es solo humo. Y si  lo dejamos fuera, se extinguirá al concluir la llama que lo engendra”.    




                

sábado, 20 de abril de 2019

Critica al “Bestiario dominicano” de Giovanni Di Pietro


Desatinos de Giovanni Di Pietro.-

Por: José Carvajal
Publicado: Miércoles, 25 Mayo 2016

República Dominicana,.- 20.- abril.- 2019.- El primer desatino de Giovanni Di Pietro fue no poder explicar el título de “Bestiario dominicano”. Un libro como ese no debió quedarse en la práctica de parafrasear del diccionario o wikipedia el significado de la palabra “bestiario”, como parece que ocurre en la «Nota del autor». Eso constituye una falacia ridícula que empaña cualquier buena intención. Confieso que en principio pensé que se trataba de un trabajo “crítico” serio, pero lamentablemente no logra alcanzar el nivel de un académico de fuste.

Un libro tan pretencioso como “Bestiario…” tampoco se arma de retazos ni sobrantes («…con el paso del tiempo, mucho del material que pensaba incluir lo fui parcelando en las diversas publicaciones que iba dando a la luz. De ahí que, una vez decidiera eliminar los pocos ensayos no relacionados que me quedaban, en esta versión aparezcan exclusivamente los que tratan de la novelística»). En realidad, lo que se espera de Di Pietro es un trabajo sesudo, profundo, y una organización esquemática que se corresponda con los títulos de su investidura académica, aparte de los temas, las técnicas narrativas, las tendencias discursivas y la cantidad de novelas que comenta, algo que hace algunas veces en calidad de crítico y otras como articulista con deficiencias en la redacción. En otras palabras, una obra que pretenda echar una mirada crítica a más de una veintena de novelas exige un cuidado integral, además de reflexiones históricas, literarias, y hasta filosóficas.

Cuando Di Pietro dice que el título de su libro «de ningún modo debería ofender o desconcertar a nadie», es porque ya él mismo había sospechado que podía suceder lo contrario; es decir, “ofender” y “desconcertar” a todos. Quizá la agresividad del título resalta más por el hecho de que se refiere a obras de un solo país y no a la panorámica de una determinada región o continente. Todos los novelistas tocados por Di Pietro son dominicanos, por lo tanto, lo de “bestiario” puede resultar ofensivo y discriminatorio.

Ante esa posibilidad, Di Pietro intenta justificar que en su libro «el término "bestiario" no tiene nada que ver con los autores que se incluyen; tiene que ver, más bien, con las obras analizadas. Este "Bestiario", entonces, es algo así como esas enciclopedias comunes en la Edad Media en las cuales se describía todo tipo de animales exóticos».

Parte del problema está en el “metamensaje”, porque creo que en ninguna de las novelas comentadas aparecen “animales exóticos”.

Otro desatino de Di Pietro es que por alguna razón se empeña en «ayudar a que esa novelística [que él llama nacional] crezca en el aprecio de los lectores». Eso es utopía. Hasta la fecha nadie ha podido explicar por qué un libro gusta más que otro, aunque el primero desborde perfección y el segundo sea un desastre. Camila Henríquez Ureña lo dice mejor: “[…] en materia de lectura a nadie se puede dar normas absolutas; solo se pueden ofrecer ideas y sugestiones. Esto es así porque si se quiere que la lectura sea fructífera debe respetarse en el lector la libertad de apreciación”. Y eso es lo que menos hace Di Pietro al querer imponer pautas de escritura y apreciación no solo a los autores sino también a los lectores de novelas dominicanas.

A mi juicio, ya que se trata de ensayo, el catedrático Di Pietro debió explicar en su «Nota del autor» el porqué escogió las novelas que aparecen en su “Bestiario…”; ¿cuáles son los vasos comunicantes entre unas y otras?, ¿cuáles son los tipos de novelas comentadas?, ¿qué representa cada una de estas obras en lo que él mismo llama la “novelística nacional”?, ¿qué hace nacional a una novela?, ¿cuáles o cuántas generaciones están representadas en estas novelas?, ¿cuál es el lugar que ocupa dicha “novelística nacional” en relación con América Latina y el Caribe?, ¿qué diferencia existe entre las novelas de autores que tienen más de 40 años novelando y los que apenas entran en contacto con el oficio de novelizar?  En fin, una serie de inquietudes que “ayuden” principalmente a fortalecer el respeto que algunos tienen por Di Pietro y su resonancia de crítico implacable, y que oriente al lector común a entender esa narrativa dominicana que tanto obsesiona al académico de origen italiano.

La falta de respuestas a todas mis interrogantes me hacen considerar “Bestiario dominicano” como un libro sin objetivo claro. ¿Cuál es la propuesta del autor? Ninguna, porque a pesar de la «linealidad de método» y la «verticalidad de propósito» que se atribuye el propio Di Pietro, este es un material que carece de importancia. No le sirve de nada a la misma academia a la que pertenece el exponente; no sirve para orientar al extranjero que se interese en las letras dominicanas; no sirve para promocionar a los autores incluidos; y por último, no sirve ni siquiera de guía para el lector vernáculo, a cuyas manos van a parar todas las sandeces que derivan de la desesperación y falta de profesionalismo que siguen convirtiendo nuestra literatura en una tormenta de paja y hojarasca.

http://elcolosodemacoris.com/web/?p=37848

Giovanni Di Pietro: Yo diría que soy un satanás sin cuernos y sin rabo


Dice que muchas de las novelas actuales  se han quedado  dentro de la novela erótica

Tomado del Listín Diario  de 2015/05/15/.

Giovanni Di Pietro: Yo diría que soy un satanás sin cuernos y sin rabo

Escrito por: Néstor Medrano.- Listín Diario

República Dominicana,.- 20.- abril.- 2019.- Su sinceridad intelectual lo llevó al desgarro de la piel de la generalidad de los escritores que fueron mencionados, no por ellos, sino por sus obras, en las ácidas críticas a la novelística dominicana que Giovanni Di Pietro hizo desde los periódicos donde tuvo acceso para desarrollar sus publicaciones y por supuesto, en sus libros.

Es un reconocido investigador, que vivió y probó los sinsabores del mundo literario dominicano y hay quienes opinan que se creó muchos frentes, en un medio donde el elogio y la complacencia, a más de la crítica suave o el comentario amable, marchan junto a la vanidad y al ego súper engolado de creadores ciertos…y falsos.

Al hablar un poco de la “satanización”, de la cual fue objeto, por parte de los escritores dominicanos que no reaccionaron bien ante sus críticas, dice  “que soy un Satanás sin cuernos y sin rabo”.  

Tiene sus ideas sobre lo que se está haciendo en términos literarios en el país, al grado de afirmar  que la mejor novela dominicana no se encuentra en el presente,  como asegura se piensa, sino en el pasado. Esto quiere decir, según plantea, que la gran novelística nacional empieza en el siglo XIX y llega a principios de los años sesenta; de ahí en adelante, sólo decae.

    “Una peculiaridad de los novelistas dominicanos es que casi nunca han elaborado una auténtica obra narrativa que tratara de ver el devenir de la nación e hiciera una crónica de ese devenir. Hay obras aisladas que se elevan a un nivel alto y que se han quedado en la historia literaria sin problemas. Hablo de Enriquillo, de Engracia y Antoñita, de La sangre, de La Mañosa, de Bienvenida y la noche. Son pocas, pero son obras que han hecho historia literaria de manera indiscutible”, puntualiza.

También opina sobre el quehacer literario de la mujer y dice, en relación a las novelistas actuales, que “no he quedado muy impresionado por su producción”.

  “Muchas de ellas se han quedado dentro del molde de la novela erótica. Lo que quiere decir que sólo han hecho pornografía, pero pretendiendo que sea una literatura de tipo feminista”, señala.

 Esta es una entrevista, en la que Giovanni Di Pietro lo expresa todo, sus juicios críticos, sus señalamientos sobre autores jóvenes que lo decepcionaron y sus creencias sobre la identidad dominicana, a continuación, el diálogo:

A Giovanni Di Pietro muchos lo conocimos en términos literarios por sus estudios críticos sobre la novela dominicana, de estos estudios críticos surgieron fuertes controversias y autores dominicanos lo satanizaron desde entonces, ¿todavía tiene los mismos criterios sobre los valores de la novela dominicana?

Yo nunca he tenido una opinión negativa acerca de la novela dominicana, como muchos creen y se obstinan en repetir hasta el cansancio. Simplemente he dicho desde el principio que hay novelas que valen la pena y otras que no lo valen. Entre las últimas hay un número conspicuo que está compuesto de puros desastres, sea porque el novelista no sabía lo que estaba haciendo o porque quería dar gato por liebre.

Los novelistas, especialmente los más jóvenes, se quejan conmigo por una tesis que tengo y que sigo sustentando y que está fundamentada sobre la lectura cuidadosa de las obras que componen la novelística nacional, la cual dice que la mejor novela dominicana no se encuentra en el presente, como se piensa, sino en el pasado. Esto quiere decir que la gran novelística nacional empieza en el siglo XIX y llega a principios de los años sesenta; de ahí en adelante, sólo decae. Es que los novelistas de antes era gente bien formada, que leía y que tenía una cultura. Los que vinieron luego empezaron a improvisar en términos formales y se perdieron por un tiempo en la novela experimental. Imitaron lo que venía de afuera sin considerar si aplicaba y cómo a la realidad del país. De ahí que existen cosas horribles que se justificaron como obras experimentales u obras que supuestamente estaban al día, como las novelas que se inspiraron en el marxismo y en el existencialismo. El autor no sentía con sinceridad ni una ni otra cosa; sólo repetía lo que se hacía en el extranjero y el resultado no podía ser otro que una novela sumamente mediocre y de contenido aproximativo o falso.

Como es obvio, esto no quiere decir que no aparecieran novelistas que sí sabían lo que estaban haciendo y se esforzaran en escribir obras de valía. Toma el ciclo de la “novela bíblica”, por ejemplo. Esa fue una verdadera novelística de altura que reflejaba la realidad inmediata en lo político, lo social y lo moral con relación a lo que ocurría en el país a finales del régimen y a su caída. Es una clase de novelística que tenía futuro, que prometía. Sin embargo, después de esas cuatro obras de Marcio, de Ramón Emilio y de Deive, por alguna razón, todo se fue a pique. Marcio se perdió en la experimentación; Ramón Emilio se calló, y Deive se dedicó a la novela histórica vista como mera reconstrucción de un período o como evasión. O sea, que esas obras no tenían nada que ver con la actualidad candente, que es lo que siempre hace una buena obra.

Una peculiaridad de los novelistas dominicanos es que casi nunca han elaborado una auténtica obra narrativa que tratara de ver el devenir de la nación e hiciera una crónica de ese devenir. Hay obras aisladas que se elevan a un nivel alto y que se han quedado en la historia literaria sin problemas. Hablo de Enriquillo, de Engracia y Antoñita, de La sangre, de La Mañosa, de Bienvenida y la noche. Son pocas, pero son obras que han hecho historia literaria de manera indiscutible. A Cestero podemos considerarlo como un novelista que realizó una obra, si ponemos todas sus novelas juntas. Igual ocurre con Ramón Lacay Polanco, el único que logró escribir novelas existenciales con sentido en el país. Un novelista que tiene una obra es Marcallé Abreu. Es una obra unificada que trata de los cambios políticos, sociales y morales en la sociedad dominicana desde los años setenta hasta el momento. Marcio también tiene una obra. Pero él siempre saca a relucir el cuentecito de Villa Francisca, y prácticamente está contando la misma historia en cada una de sus novelas; claro está, cambiando los personajes. ¿Qué ha ocurrido en la RD desde la caída de Trujillo? Es raro que Marcio entre en ello, y, si lo hace, no es lo que transciende en su obra. Lo que transciende es el tema harto común del trujillismo-antitrujillismo. Lo que quiere decir que su obra no tiene una efectiva unidad. No la tiene porque le falta un propósito claro; yo diría, un mensaje de carácter nacional.

Que se entienda, esto no significa que estoy atacando a Marcio. Ha hecho un trabajo de mucho mérito que siempre le he reconocido. Es que simplemente tengo una debilidad con sus primeras novelas, Judas y El buen ladrón. Lo que digo de Marcio puedo decirlo también de otros novelistas, como Ramón Emilio, por ejemplo, o como Andrés L. Mateo. Entiendo que tengo derecho a esta opinión, pues con ella no estoy atropellando a nadie personalmente; sólo estoy explicando lo que para mí funciona desde mi perspectiva como lector de la novelística del país. El problema es que los novelistas se molestan con estas ideas mías porque confunden lo que es un juicio crítico con un ataque a su propia persona. Mi satanización, como tú lo dices, sale de ahí. Pero yo diría que soy un Satanás sin cuernos y sin rabo.  

¿Cree que ya existe una novela dominicana, o todavía no logran los autores dominicanos el soplo vital que les dé la forma y el fondo para concebir un buen producto literario?

Una novela dominicana existe, pero es una novela del pasado, como explico más arriba, no del presente. Ningún novelista puede lograr un “soplo vital”, si no se identifica en lo profundo con los problemas de su país, problemas políticos, sociales y morales; o sea, si no trata de reflejar en sus obras lo que está ocurriendo con el pueblo y la nación. Para mí, los novelistas dominicanos, especialmente los más recientes, no hacen eso ni sueñan siquiera con hacerlo. Son como avestruces. Ante el descalabro vigente, esconden su cabeza en la arena. Esto no ocurría en el pasado, ni siquiera durante la dictadura de Trujillo. En ese periodo o el novelista criticaba abiertamente al régimen, como en el caso de Requena, en Cementerio sin cruces, y de Pérez Cabral, en Jengibre, o lo hacía por debajo, de forma críptica, como en las obras de González Herrera y Marrero Aristy.

En la actualidad vivimos bajo la tiranía del sistema neoliberal. Entonces, ¿dónde diablos están los novelistas que cuestionan esa tiranía y que denuncian sus innegables crímenes? ¿Quién entre ellos seriamente objeta la corrupción rampante y la inmoralidad que se ha apoderado de la gente en todos los estratos sociales? Aquí y allá aparece alguna novelita que pretende que lo está haciendo, pero de eso se trata, de una novelita que sólo pretende hacerlo. Esto no es lo mismo que enfrentarse con el problema directamente y en lo profundo. De los sesenta a los ochenta, los novelistas dominicanos se dedicaron a tratar un solo tema, el del trujillismo-antitrujillismo. A lo largo de los años noventa, una vez se descubrió la novela erótica, especialmente por parte de las novelistas, no hicieron otra cosa que hablar de coitos, sexo oral y masturbaciones. Mientras tanto, el país se caía  a pedacitos y la gente huía en yola a Puerto Rico. Después de los noventa llegó la novela “light”, y ese es el estólido sendero que la novelística dominicana sigue hasta el momento. La novela “light” no tiene nada de literario; es puro entretenimiento, y lo que se busca es reproducir las más estúpidas tonterías en que el mundo actual se complace. Lo que el novelista “light” quiere es proyectarse en el imaginario de la farándula, aparecer en los programas de televisión y contestar preguntas preparadas de antemano por cretinos que no saben ni siquiera qué es literatura.

Son poquísimos los novelistas que han tratado de romper con este molde, y lo han hecho con mucho trabajo y sacrificio, exponiéndose irreparablemente al aislamiento y al ostracismo. Marcallé Abreu es un ejemplo de lo que digo, y esto aunque le dieran el Premio Nacional este año. ¡Cómo si ese premio tuviera algo que ver con la calidad literaria! Es más bien un premio social que, aparte de darle al escritor algún respaldo en términos de notoriedad, quizás a lo sumo le resuelva algún problema de deudas para pagar un carro o el colegio de los hijos o el apartamento donde vive.

Mucha ha sido la discusión sobre la calidad literaria de los escritores dominicanos, entre los novelistas que ejercen el oficio hay mujeres que publican con cierta asiduidad, ¿son las mujeres las que mejor están ejerciendo el oficio de novelistas?

De nuevo, tradicionalmente las mujeres novelistas eran muchas veces mejores que los hombres. Sueña Pilarín, de Abigaíl Mejía, por ejemplo, vale por muchas novelas escritas por hombres. Caña Dulce, de Marrero de Munné, La Victoria, de Carmen Natalia, y El caballero de la ciudad, de Ludin Lugo, son obras poco estudiadas y generalmente relegadas al olvido simplemente porque fueron escritas por mujeres. Hasta las novelas de Francasci, del todo olvidadas, en muchos aspectos ofrecen más que ciertas novelas escritas por hombres. Como mínimo, estas obras están muy bien escritas y expresan sentimientos y una gran preocupación por temas que son válidos desde la perspectiva nacional y universal. El caballero de la ciudad, por ejemplo, no se limita a la reproducción de la gastada antítesis trujillismo-antitrujillismo, y eso aunque vaya trazando en su trama el desarrollo de la historia del país desde el comienzo de la dictadura hasta su final. 

Con relación a las novelistas actuales, no he quedado muy impresionado por su producción. Muchas de ellas se han quedado dentro del molde de la novela erótica. Lo que quiere decir que sólo han hecho pornografía, pero pretendiendo que sea una literatura de tipo feminista. El feminismo no es más que una ideología, y si la novela de inspiración trujillista o marxista, por ejemplo, era algo reprobable porque nada más reproducía un esquema ideológico absurdo, la novela inspirada por el verbo feminista, quedándose en la mera fase pornográfica, es tan nefasta como los otros dos tipos. Para la novela feminista, el hombre es siempre un sucio abusador; un sujeto que, aunque se crea gran cosa, ni siquiera es capaz fisiológicamente de experimentar, como la mujer, un orgasmo pleno. Todos los hombres que aparecen en estas novelas no son más que zánganos, tontos útiles que las mujeres sólo usan cuando les conviene y desechan sin pensarlo dos veces. O sea, que estamos hablando de fantasías de gente sexualmente reprimida, de cuarentonas dejadas atrás que buscan en la literatura alguna revancha contra los hombres.

¿Por qué Joaquín Balaguer en un ensayo crítico y no Marcio Veloz Maggiolo, Juan Bosch o Manuel del Cabral?

Mi libro Joaquín Balaguer: sin elogios ni condenas no es, en esencia, un ensayo crítico; es la recopilación de varios ensayos sobre aspectos de su obra literaria sin una clara unidad. Yo no doy para elaborar ensayos críticos largos y exhaustivos. Prefiero el ensayo corto y acerca de un tema específico. Es así que funcionan todos mis libros de crítica. Son recopilaciones de ensayos donde analizo ciertas obras o ciertos temas. Por eso, los ensayos que conforman ese libro sobre Balaguer son ensayos escritos en diferentes períodos y según  el interés que tenía en ese momento.

Con relación al porqué  de mí interés por la obra de Balaguer, que es lo que tu pregunta implica, diría que tengo una natural atracción hacia figuras que están olvidadas o que por alguna razón no encajan bien en el canon literario prevaleciente. A mí me interesó la obra de Balaguer por esta segunda razón. Vi en él como literato a una figura que todo el mundo, todo el mundo que no fuera uno de sus aduladores incondicionales, despreciaba. No es un poeta, se decía. O algunos sostenían que Los Carpinteros era una novela excelente. Eso hizo que me interesara en él para averiguar por mi propia cuenta si esas opiniones eran verdaderas. De ahí salieron los ensayos de análisis realizados.

Después quise entender el porqué del odio que se le tenía. Por qué se hacía de todo para estigmatizar su figura.  Mis ensayos acerca de Los que falsificaron la firma de Dios, de Sención, y acerca de Yo y mis condiscípulos fueron una manera de enfrentarme a este asunto. En el ensayo sobre la novela de Sención, yo no critiqué a ese novelista por sus ataques contra Balaguer, sino más bien por la manera trivial en que lo hizo. Que después los acólitos de ese mandatario, dentro de un ambiente de fuerte reyerta política, interpretaran mi ensayo como una defensa de su ídolo, o que los partidarios de la obra de Sención me consideraran un calumniador del novelista, ya eso estuvo fuera de mi alcance. Cada quien vio en mi crítica lo que quiso ver, mientras que yo simplemente estaba tratando de entender el fenómeno de cómo una novela mediocre como esa pudiera recibir tanta atención y cómo pudiera dársele tanta importancia. Todavía hay gente que está rabiosa conmigo por ese ensayo.

O sea, para mí Balaguer era sólo un fenómeno que estudiar, más allá tanto de su ideología, como de la ideología de sus detractores.

A mí me parece que ese libro mío es válido, y quizás sea el más objetivo que se haya escrito sobre la obra de Balaguer. Lástima, pues, que nadie le haya hecho caso y nadie lo mencione. Pero eso es harto común a todos mis libros de crítica. Los que los han leído quizás no se cuenten ni siquiera con los dedos de una mano. 

¿Qué le sugieren estos nombres en la literatura dominicana: Carmen Imbert Brugal, Ligia Minaya, Ángela Hernández, Emilia Pereyra, Martha Rivera, Jeannette Miller, Rita Indiana, lo mejor de la novelística criolla actual escrita por mujeres?

Si eso es lo mejor de la novelística criolla actual escrita por mujeres, yo sólo me río. Hablo de las novelistas que conozco y acerca de las cuales he escrito algo, como Imbert Brugal, Minaya, Pereyra y Rivera. Para que sepas por qué opino así, consulta los ensayos que he escrito sobre ellas. De Miller conozco sólo una novela, y creo que es la única que haya escrito. Me gustó, y ahí está el ensayo explicando por qué. Nunca he leído nada de Ángela Hernández o de Rita Indiana. No opino acerca de ellas, pues. Minaya, de la cual conozco los cuentos y tres novelas, es un caso clínico, especialmente cuando le da con escribir cuentos y novelas eróticos. Los “tambores” de Pereyra en su supuesta novela histórica acerca del pirata Drake no me gustaron para nada. Creo que se equivocó de instrumento musical en este caso.

¿Qué le sugieren estos nombres en la literatura dominicana: Avelino Stanley, Marcio Veloz Maggiolo, Pedro Antonio Valdez, Andrés L. Mateo, Efraím Castillo, Roberto Marcallé, Pedro Vergés, Luis R. Lora, Haffe Serulle, Ray Andújar, José Acosta, lo mejor de la novelística criolla escrita por hombres?

De Avelino me gustaron ciertos cuentos donde criticaba a Balaguer. Sus novelas me dicen muy poco. Avelino y yo hemos tenido polémicas en el pasado. No sé de su parte, pero de la mía siempre lo he considerado un amigo. Sin embargo, la amistad, como muy bien se sabe, no tiene nada que ver con la crítica literaria, la cual, como ejercicio objetivo, está por encima de los sentimientos de amistad y odio que podamos tener hacia cualquier persona.  He criticado acremente ciertas novelas de escritores que considero amigos y no ha sido fácil para mí, ya que todavía demuestran cierto recelo hacia mí.

De Marcio, ya he hablado. Aprecio mucho sus primeras novelas y los cuentos llamados “bíblicos”. He escrito acerca de casi todas sus novelas, de los cuentos “bíblicos” y hasta de una obra teatral suya. Lo considero un novelista que conoce  su asunto, pero que se descuida sobremanera y se repite a menudo. Una novela sobre Villa Francisca, quizás dos, está bien; pero, cuando ya no se sale de ese barrio imaginario, hay algo que falta. ¿O no? Me han gustado algunas novelas para niños. No conozco las últimas cosas que ha publicado.

Esperaba mucho de Pedro Antonio, pero él nunca desarrolló una novelística unificada, sino que se fue de un tema a otro sin profundizar en nada. Aprecié mucho el manejo del lenguaje y de los personajes en El ángel caído, sólo que, más allá de eso, es muy poco lo que esa obra tenía que ofrecer. Es que las novelas de Pedro Antonio, por lo menos las que conozco, no tienen ningún contenido de importancia. Parecen cosas que se le ocurren de un día para otro y que él simplemente decide plasmar en la página escrita. ¿Dónde están sus ideas? ¿Qué es lo que piensa acerca de su país, de la sociedad, del mundo y de la humanidad? A mí me parecen novelas “light” y punto. ¿Acaso debería interesar al lector la manía de ese personaje a quien le gusta oler la ropa íntima de una mujer gorda y fea? La famosa “pelirroja” de La salamandra es un personaje que harta. Se supone que encierra en sí mismo algún tipo de simbolismo; sin embargo, cuando lo miramos de cerca, todo se reduce a una mezcla inconexa de elementos que no se relacionan con nada en específico, a menos que no queramos interesarnos en encuentros sexuales serpentinos en sótanos húmedos o demasiado promiscuos en el baño de una librería dominicana de Nueva York. 

He leído y he escrito sobre todas las novelas de Andrés. Para mí la novela que más  se destaca es todavía La otra Penélope. Digo esto porque es una obra que refleja una relación directa entre él como novelista y el ambiente político y social prevaleciente al finalizar la Guerra de abril y en los doce años de Balaguer. En esta novela, Andrés tiene un discurso bien preciso y de actualidad, exactamente lo que no ocurre en sus otras obras, aunque estén siempre bien escritas y bien elaboradas. 

De Castillo conozco solamente una vieja novela, Curriculum: el síndrome de la visa, una cosa para mí muy aburrida. Como decía cuando escribí acerca de ella, a este novelista le gusta pasarse por un “sabelotodo”, y entonces los personajes que aparecen en esa obra no son personajes libres de decir lo suyo y de actuar como creaciones literarias independientes; son más bien simples muñecos que repiten palabras e ideas que el novelista, como ventrílocuo, pone en sus labios. Además, siempre con relación a esa obra, me chocó que su personaje principal, el cual representa al autor, se saliera con la opinión, externada en beneficio de su hijo, que lo único bueno que las mujeres tienen es lo que llevan entre sus piernas. Esta opinión, salida de la boca de un supuesto guerrillero constitucionalista, nos dice mucho acerca del sentido de la novela. Con tipos como ese, ¿acaso extraña que este país se haya reducido a lo que es ahora?

Ya he hablado acerca de Marcallé Abreu y no voy a repetirlo. A mí me acusan de  decir demasiadas cosas buenas con relación a su obra, pero entiendo que lo que he venido sosteniendo a través de los años en todos los ensayos que le he dedicado se explica. Roberto es el único novelista dominicano que ha tomado en serio el trágico devenir de este país y ha escrito coherentemente acerca de él desde los años setenta hasta hoy. Algún día, si es que este país no se lo traga el mar, la obra de Marcallé habrá que estudiarla a fondo como una preclara ilustración de todas la facetas de una sociedad en franco descalabro, pues él es ese raro tipo de novelista que no esconde su cabeza en la arena como un avestruz, algo que, como ya dije, es lo que hacen en su casi totalidad todos los demás. Roberto ha creado y sigue creando un apurado mural de la historia de la nación dominicana en los tiempos modernos.

Hasta el momento, Pedro Vergés se queda en lo que siempre ha sido y es: un novelista de una sola novela, Sólo cenizas hallarás (bolero). Él lleva años anunciando otra novela, me parece que una continuación de ésta, pero que nunca aparece. Que Sólo cenizas hallarás tiene sus méritos, no lo pongo en duda, pues hasta le ganó un importante premio en España. Pero a este país se le conoce por producir narradores y poetas que ganan los laureles de los premios internacionales, sólo para luego quedarse descansando tranquilamente bajo su sombra y nunca realizar una auténtica obra. En lo personal, encontré a esta novela un tanto aburrida, con la escena de los pollos del sargento como quizás la única nota de interés a causa de la vena humorística que de ella se desprende.

De Lora no conozco ni el nombre. Nunca me ha llegado una obra suya y nunca la he visto en ninguna bibliografía. ¿Será un novelista imaginario? Hasta esto es posible dentro de esa fauna y flora que caracterizan la novelística dominicana y, pues, no me extrañaría en lo más mínimo que así fuera. Digo esto porque sé de poetas a quienes se les llama poetas, pero que han escrito y publicado sólo un raquítico poemita en alguna revista desconocida, a lo mejor digital nada más.

De Haffe Serulle conozco sólo dos de sus primeras novelas, El vuelo de los imperios y Matar al presidente. Para mí no fueron gran cosa. Pero, ¿qué vale mi opinión? Es una entre tantas, quizás estas más calificadas que la mía.

De Andújar conozco Candela. Cuando escribí sobre ella dije que me gustaba cómo este novelista manejaba el lenguaje y que sabía crear personajes, pero que la suya era una novela “soft porn”, ya que no tenía nada que ofrecer, con la excepción de una larga sarta de coitos. No he cambiado mi opinión en lo más mínimo. Que una novela tenga un coito aquí, allá y acullá, no lo cuestiono; sin embargo, que se reduzca exclusivamente a eso es algo lamentable. Además, Andújar parece ser uno de esos escritores “light” que tiene su séquito de fanáticos, como si fuera una estrella de la farándula televisiva. Esta camada de escritores hace siempre mucha bulla, pero todavía queda por verse de qué son capaces en términos de una literatura seria, hecha de obras rigurosas que reflejen ideas.

Leí que a José Acosta se le otorgó el Premio de Las Américas este año. Cuando vi la noticia, me quedé perplejo, pues no me explicaba cómo alguien tan laureado en las letras continentales pudiera escribir esa novela sobre la cual acababa de escribir, La multitud, una obra llena de inverosimilitudes, confusión y muchísima pretensión intelectual. Después un amigo me comentó que ese premio se les otorgaba exclusivamente a escritores de habla española en Nueva York, lo que cambió toda la perspectiva. O sea, que su premio, aunque fuera anunciado como tal en los periódicos dominicanos, no tenía nada que ver con la literatura continental. Acosta había ganado sólo contra unos cuantos pelagatos de novelistas de habla hispana en la Gran Manzana y ya. 

¿Es Giovanni Di Pietro un revolucionario de la Literatura, un maestro o un luchador que todavía sueña con la utopía de la novela con argumento, la que cuenta historias más allá del trasfondo light?

Yo no soy ningún revolucionario en la literatura, pues insisto que los que quieren escribir bien tienen que tener un dominio de su asunto y un pensamiento y esto es posible sólo regresando a los clásicos, los de la literatura dominicana, que los hay, como los de otras literaturas y, en especial, de la gran tradición europea que se remonta a los griegos y los romanos. Dime tú, ¿cómo es posible para un joven novelista dominicano escribir cosas buenas sin conocer la obra de Galván, de Billini, de Bosch, de Marrero Aristy, entre otros? A mí me tocó en una ocasión escuchar una conversación en que un mequetrefe de la UASD se ufanaba de no haber leído el Quijote porque, como lo expresaba, era una obra ya pasada de moda. ¡Más despistado de ahí en la literatura, ni el mismito “hijo de Límber”, como se diría en buen dominicano!

¿Novela con argumento? ¿Y por qué no? ¿Acaso tiene sentido leer 300 páginas que no dicen ni comunican nada, aunque estén bien y hasta brillantemente escritas? Todas las grandes obras literarias de la humanidad son obras con argumento. Que en este mundo “light” del criminal relativismo neoliberal se entienda que una novela no tiene que tener argumento, que su conjunto conste sólo de palabras compuestas casi al azar, está fuera de mi alcance entender. A este tipo de escritura la he denominado “escritura masturbadora”, y eso es exactamente lo que es.

Yo quiero aprender de una novela, tanto en términos del manejo del lenguaje y de los personajes como en términos de ideas. ¿Por qué tengo que gastar tiempo en algo que no tiene sentido, que no me dice nada acerca de nada? Entonces, en ese caso, leer una novela es como mirar muñequitos en la televisión. Me extrañaría mucho que Cervantes escribiera el Quijote con eso en mente.  Pero esto es lo que los cerebros y los corazones vacíos andan buscando cuando promueven la literatura “light” como válida. Para mí es una situación para llorar, si no para pegarse un tiro por la frustración de ver tamaño desierto cultural entre la gente de hoy. 

En épocas pasadas se fomentaron los grupos y las capillas literarias, de los cuales existen historias de rupturas entre autores de la literatura fundamental de nuestro país, lucha de egos, muchos fueron excluidos y marginados, otros encumbrados, ¿cree usted que ha sido separada la paja del trigo o seguimos reburujados?

La literatura de todos los países y en todos los tiempos está y ha estado llena de “prime donne”, puesto que la gran mayoría de los que escriben tienden a la vanidad más lastimosa. El único grupo que sobrepasa a los escritores es el de la farándula del cine y de la televisión. En la cultura “light” que nos gastamos, ya no existe mucha diferencia entre un escritor y una vedette cualquiera. Ambos se venden al mayor postor. Ambos no tienen nada que ofrecer. De modo que hay autores que envidian y odian a otros; grupos que hacen lo mismo; vacas sagradas que no dejan que un pobre muchacho que apenas está empezando pueda acceder aunque sea un segundo al brillo de la fama.

Nadie se percata que la esencia del grande escritor es su humildad, la idea que nunca ha logrado esa excelencia que busca y que la opinión del vulgo y de los críticos nunca debería tener peso con los resultados de su obra.

En cuanto a separar la paja del trigo, es lo que quise hacer yo con mi crítica desde el principio; pero, mira dónde me ha llevado: lo de ser un  paría por excelencia. No es poco decir que a mí, por lo que he tratado de hacer, se me ha llamado de todo, de “italianito” a “sapo” y a “culebra”, y en una memorable ocasión alguien, sin duda un novelista rencoroso, hasta me sacó la lengua en la calle.

Ironizaba un profesor mío de filosofía que el tiempo selecciona. Entiendo, pues, que algún día mi crítica será reivindicada de alguna forma, pese a lo poco que en verdad pueda contar.

¿Qué opina del desdén que se muestra desde muchos ámbitos hacia los autores dominicanos y las preferencias de autores del exterior sobre nuestros escritores, es cierto que esto se debe a que tienen una mayor calidad o que se trata de una realidad impuesta por las propias deficiencias sistémicas del país?

Mucho del problema se lo buscaron los mismos escritores dominicanos. No los buenos, ya que sus obra raras veces salen del país, sino los malos, siempre listos para promover sus adefesios a todo lo largo y ancho del globo terráqueo. La literatura dominicana tiene obras de sobra que están a la par y hasta les ganan a cualquier obra literaria producida en el extranjero; sin embargo, éstas no se conocen o se conocen muy poco. Los diferentes gobiernos, con la excepción –¡valga ironía!– del gobierno de Trujillo, no han hecho nada para que la cultura y la literatura dominicanas se conozcan fuera de sus fronteras.  De ahí que tengamos esa singular situación en que un eximio poeta como Franklin Mieses Burgos, no se conozca fuera del país ni siquiera por nombre. Una plétora de poetastros se dedicó a tacharlo de trujillista como máximo y de poeta desinteresado en los asuntos políticos y sociales como mínimo y, sin haberlo leído nunca o leído sólo a medias, acabó relegándolo al olvido.

Es que la literatura dominicana tampoco se conoce dentro del mismo país. Cuando me interesé en la obra de Sanz-Lajara, por ejemplo, ninguno me sabía decir que Caonex era una novela.  Nadie había oído hablar de ella y nadie la había leído. Todos me decían que El derrumbe, de García-Godoy era una novela, mientras se trata de un libro de sociología. A Over se la lee como una novela social, o de la caña, como se dice, cuando en verdad es una obra en la cual Marrero Aristy cuestiona de forma tajante la dictadura de Trujillo. Avelino Stanley considera Bienvenida y la noche, de Rueda, una crónica en vez de una novela. Sostener eso a secas es como estar en la luna. Como es obvio, no faltarían infinitos otros ejemplos.

La excelencia de la literatura dominicana ante las demás literaturas es evidente a todos los que quieran admitirlo. ¿Acaso no cuenta con Bosch, con Marrero Aristy, con Lacay Polanco, con Rueda, con Freddy Gatón Arce, con Mieses Burgos, con Máximo Avilés Blonda, con Lupo Hernández Rueda, con Fernández Spencer, con Manuel Del Cabral, con León David, con Federico Henríquez Gratereaux y un largo etcétera? ¿Y no cuenta con ese gran humanista que fue Pedro Henríquez Ureña? Es que los países desventurados como la República Dominicana sufren de un complejo de inferioridad. En consecuencia, se creen que todo lo que llega de fuera es mejor y que hay que preferirlo a lo que se produce en suelo patrio.

A esto se remedia sólo exportando obras de indudable excelencia, no las obras mediocres que dañan la reputación del país, su cultura y literatura.

¿Podemos competir desde nuestra realidad actual en un mundo editorial cada vez más competitivo y signado por poderosas casas editoriales, que en nuestros mundos literarios locales se rigen por el grupismo y la exclusión, y de ahí su fracaso local?

Hay que ser realistas. Ya nadie le hace caso a la literatura. Los jóvenes no leen por estar metidos constantemente con su nariz en los celulares. Las universidades han fracasado por completo, pues se convirtieron en centro de almacenamiento de jóvenes desempleados que ni siquiera tienen la esperanza de encontrar trabajo y en escuelas técnicas con el criterio de que lo que hay que hacer es producir en serie la misma clase de gente para que le sirva al mercado. ¿Una formación académica humanística? ¡Ni en sueño! Y entonces, ante esta realidad, ¿cómo esperar que el libro y la lectura tengan un futuro? Un pelotero vale más que un escritor. Así un narcotraficante.  Es a eso a que nos hemos reducido.

No hay que hacerse ilusiones, pues. El libro y la lectura se convertirán en cosas de pocos muy pronto; la imagen prevalecerá sobre la palabra escrita, pues ya es prácticamente lo único que esos jóvenes de quienes hablo conocen. El que quiera hacer literatura en el futuro –y ya esto está ocurriendo– tiene que hacerlo con criterio puramente personal, como una vocación a la cual no puede y no sabe renunciar, so pena de perder su identidad más íntima. El escritor se encerrará en sí mismo y en su propio mundo y tratará de salvar lo salvable, exactamente como ocurrió en la Edad Media. Quizás después, mucho tiempo después, la gente se acordará de que una vez hubo algo llamado literatura y que ésta era buena para su alma y, pues, recapacitará. Es la única esperanza que nos queda, según mi entender.

Es así. Hay que observar el fenómeno de una forma desapasionada. ¿Quién diablos lee en estos tiempos? ¿Quién le da importancia a la literatura? Antes un niño esperaba la Navidad para que le regalaran un libro; ahora, es el iPhone u otro tonto artilugio como ese. ¡Es que los jóvenes tienen el e-book, se me dice! Eso es pura basura. Dime cuántos jóvenes bajan a Dostoievski o a Manzoni o a Homero o a Virgilio o a Dante. Si algo bajan, es a Dan Brown y a libros de autoayuda; los más son videos y canciones de contenido muy dudoso.

En las universidades, ya los estudiantes no saben qué es ni dónde se encuentra la biblioteca. Donde yo soy profesor, ese lugar ni siquiera lleva el nombre de biblioteca y es como si la universidad se avergonzara de llamarla así, empleando el eufemismo de  “Centro de recursos para el aprendizaje”. Hace años, cuando hacía mi maestría en Canadá, la lucha de los estudiantes era para que la biblioteca se quedara abierta hasta la medianoche y así aprovecharla mejor. Eso de que ahora todo está en la red y uno tiene acceso rápido a lo que quiere es otra necedad. La red es un enorme vertedero en el cual las cosas que sirven se ahogan en basura y donde a los estudiantes, que ya no hacen investigación de ninguna clase, se les hace muy cuesta arriba distinguir una cosa de la otra. Sólo la lectura de libros esencialmente en papel, que se puedan tocar, estrujar, hasta echar en el zafacón si queremos, enseña a pensar y a sentir emociones, justamente lo que se necesita para que este mundo deje de ser esa cloaca en que se ha vuelto.

Las casas editoriales crean sus escritores y los lanzan al mercado. La idea es ganar dinero, mucho dinero, y de ningún modo estimular la cultura entre la gente. De ahí que escritores mediocres y sin ideas siempre estén en la lista de los más vendidos. Antes, un editor era un editor; tenía un proyecto cultural que llevaba a cabo. Ahora, es sólo el dueño de la imprenta asesorado por un ejército de expertos en mercadeo.

¿Qué escritor o escritora dominicana satisfacen a Giovanni Di Pietro en términos de su obra?

¿Hablamos de una obra, un libro en específico, o la obra de toda una vida? Hay una diferencia. Muchos escritores dominicanos tienen una obra en específico que encuentro admirable; pocos, muy pocos, especialmente entre los nuevos, una obra caracterizada por el trabajo tesonero de una vida o parte de esa vida.

A mí, como ya se ha podido deducir de lo que he dicho hasta ahora, me gustan los viejos. Dame un González Herrera o un Haím H. López-Penha o un Sanz-Lajara o un Lacay Polanco cualquier día y estoy contento; no le hago mucho caso a las “Distinguidas señoras”, las “salamandras”, los “tambores”, los “bólidos”, los “días de todos”, los “palomos”, los “tiempos muertos”, las “he olvidado tu nombre”, las “mariposas de arena”, las “te veré caer”, las “cornalinas” y congéneres, pues los encuentro tontos y aburridos, cosas tan “light” que se desvanecen en un santiamén en el aire. No quiero ofender a nadie, pero ¿por qué perder el tiempo en tales cosas, cuando puedo leer a Bosch, a Billini, a Cestero, a Galván? Tenemos que invertir nuestro tiempo sabiamente en este mundo donde ya el tiempo del cual disponemos es siempre menor cada día.

¿Han sido responsables los intelectuales dominicanos con su realidad, sus valores o traidores como denuncia Manuel Núñez en su libro El Ocaso de la Nación Dominicana, al minimizar las luchas patrióticas de la Independencia y la Restauración ante las tropas haitianas?

Aquí, en este país, se reconoce el derecho de los haitianos a defender su patria y hasta de imponer sus intereses a los demás. Sin embargo, se les niega tajantemente ese mismo derecho a los dominicanos. ¡Ah, es que eres antihaitiano!, grita cierta gente. ¡Estás contra los derechos humanos! Pero los derechos humanos tienen que ser válidos para todos, para el ciudadano de un país y para el “otro” también, o ya no son derechos humanos. Es que la defensa de los derechos humanos se ha convertido en una nueva ideología, como lo fueron el capitalismo y el comunismo antes, y, además, en una enorme fuente de lucro para oenegés de todo tipo. Pero, explícame cómo un gobierno, cualquiera de ellos, puede subvencionar sin problema a una asociación que aboga por la limitación de sus poderes y hasta por su misma destrucción. Es un absurdo; sin embargo, es exactamente lo que ocurre, aquí en República Dominicana como en España o Italia. Que la defensa de los derechos humanos es una ideología al servicio de los intereses del sistema neoliberal, el cual no cree en los estados nacionales y quiere eliminarlos, es evidente  por el hecho de que se encuentra por todos los lados del globo. Si no fuera así, no lo estaría. Hay que respetar los derechos del “otro”, pero sin irrespetar nuestros propios derechos. Es bonito hablar de un mundo globalizado donde no existan diferencias étnicas. Lo único que eso es válido sólo para los países poderosos, los cuales tienen su agenda ideológica y quieren imponerla a rajatabla a cada país.  

La agenda desnacionalizadora está en manos de intelectuales de ascendencia izquierdista en todos los países donde se registra este cambio. Al caer el muro de Berlín, los intelectuales que vivían del cuento de la revolución socialista se encontraron sin causa y, peor aún, sin recursos, los cuales les provenían de la Unión Soviética. Habían cambiado los tiempos; la historia había supuestamente llegado a su fin; entonces, parafraseando a Lenin, ¿qué hacer? Había que buscar el pan de cada día, y eso se alcanzaba o sudando la gota gorda trabajando, algo a lo cual no estaban bien dispuestos, o buscándose otro amo, el cual, encargándolos de una nueva cruzada, les haría posible tener unos cuartos en el bolsillo con que tomarse una cervecita en el Malecón con sus amigos. Los intelectuales izquierdistas optaron, pues, por venderse. Y se vendieron exactamente a sus viejos enemigos, esos mismos contra los cuales habían luchado desde el siglo pasado. Éstos, contentos, se hicieron los generosos y les encargaron de crear oenegés de supuesta ayuda humanitaria, partes de una fantasiosa sociedad civil inventada por ellos, las cuales se dedicarían a socavar al estado nacional y sentar las bases por una nueva utopía, la del mundo globalizado donde, de nuevo, el cordero se acostaría con el lobo.

Esa es la gente que hoy gestiona el poder en muchos países. Son personas sin escrúpulos que se venden siempre al mayor postor, que se olvidaron de su historia y consideran la palabra “patria” como una palabra sucia. No estoy exagerando. En Italia, por ejemplo, los que gestionan el poder para los banqueros y los intereses extranjeros son todos excomunistas. Desaparecido el glorioso PCI de Antonio Gramsci, muerto en prisión,  y no exactamente por culpa de los fascistas de Mussolini, se insertaron rápido en otros partidos que anteriormente habían combatido. Cuando éstos colapsaron, se pasaron al movimiento de Berlusconi. Al apagarse la estrella política de este payaso, se inventaron un nuevo partido, llamado el Partido Democrático, ahora en el poder, el cual no solo hizo campaña  empleando la mismita imagen de Obama, sino que, ganadas las elecciones, se dedicó a vender a intereses foráneos todas las industrias y todos los servicios del país a precio de vaca muerta, dizque para hacerlos más productivos privatizándolos. Ahora, en mi patria, ni el queso Parmigiano es de producción nacional, el idioma está por desaparecer por la adopción a nivel oficial de términos ingleses que nadie entiende, y, con el idioma, también desaparece la identidad del mismo pueblo, la cual sufre bajo los efectos de la masiva inmigración ilegal incontrolada, estimulada esencialmente por entes internacionales bajo el amparo de esos dichosos “derechos humanos” de una sola vía. Napolitano, el expresidente, un viejo decrépito que nunca trabajó un solo día en su vida, pues la dedicó toda al PCI, cuando ministro de defensa en uno de los gobiernos de coalición, se fue a Washington a firmar  acuerdos para que los gringos, como si no les bastaran las 123 bases militares que tienen  en el territorio desde el fin de la Segunda guerra mundial, pudieran abrir otras donde almacenar sus armas nucleares. Yo me avergüenzo de mi país ya. Ese no es el país de Dante, de Petrarca, de Maquiavelo, de Boccacio, de Ariosto, de Miguel Ángel, de Da Vinci, de Leopardi, de Manzoni, de Carducci, de D’Annunzio y así por el estilo; es un país esclavo, un país que dejó de entender lo que significa la palabra “patria”, la cual los únicos que la emplearon con cierto acierto y contenido noble fueron, ironía del caso, solamente los que se llamaron fascistas.

Yo leo las entregas de Manuel Núñez religiosamente, y me da mucha pena. Me da pena porque los demás intelectuales dominicanos lo han dejado sólo ante no tanto las pretensiones de un estado fallido en todos los sentidos, como el de Haití, sino también ante los ataques inmisericordes de los “vendepatrias” y los racistas a la inversa. A él lo han llamado de todo, sólo porque piensa de manera diferente. Dicen que se vendió a los Vincho; pero, quienes lo dicen, ¿no se vendieron a los intereses extranjeros que quieren acabar con este país? Manuel por lo menos alzó su voz, y uno puede o no estar de acuerdo con sus tesis; la gran mayoría de los intelectuales, ¿qué ha hecho? Muchos de ellos se hacen los desentendidos, y esconden su cabeza de avestruz en la arena del olvido; otros, no hablan por tenerle miedo a perder su visa gringa; otros más, no les interesa un comino el futuro de su patria, pues están convencidos de que la globalización significa que ellos pueden entrar y salir por las puertas anchas del poder mundial sin que se les recrimine el color de su piel o el lugar de donde provienen. Son todos ilusos. El que no defiende lo suyo, lo pierde. Yo le sugiero a cualquiera que consulte los mapas de Palestina de principios del siglo XX hasta la fecha para que se dé cuenta de lo que la inmigración incontrolada en masa bajo el amparo de los supuestos derechos humanos significa en términos de la viabilidad de una nación. 

¿Qué opina de la situación actual de los escritores dominicanos? ¿Quién es escritor, el que escribe o el que publica?

Escritor es el que escribe bien, tiene algo importante que decir y también publica. Ahora mismo, se trata de publicar uno mismo, ya que es difícil que alguna entidad se interese en gastar dinero para publicarte algo, a menos que no se trate de un libro seguro en cuanto a ganancias pecuniarias se refiere. Yo prácticamente he costeado casi todas mis publicaciones. Saco el libro porque quiero sacarlo y porque entiendo que aporta algo y es una gran satisfacción personal para mí. Sé de antemano que ese libro no se va a vender, pero no me echo atrás; sigo en esa senda para ver el resultado final, aunque siempre me quede insatisfecho porque, una vez el libro está impreso, quiero cambiar todo, en términos de la escritura, no en términos del contenido,  con el cual siempre estoy conforme.

Mi situación es la misma de casi todos los escritores dominicanos. De esta situación de penuria para sacar libros no se salvan ni siquiera las vacas sagradas de la literatura nacional; se salvan sólo los expolíticos que, al haber hecho fortuna gracias al saqueo del erario público, les da con meterse a literatos.  Organizan puestas en circulación espectaculares, con un montón de escritores y críticos de su entorno que lo alaban y suben su obra a las nubes, pero sin ningún fundamento estético serio y duradero. Yo, por ejemplo, creo que he publicado unos nueve poemarios, pero ¿quién les ha hecho caso? Me la paso acabando con las novelas de otra gente; sin embargo, ¿acaso a alguien se le ha ocurrido hacer lo mismo con las dos novelas que publiqué algunos años atrás?

Pero, al final, nada de eso importa. Importa que el que escribe se dé un buen gustazo publicando sus libros. Si después, en un lejano futuro, algo quedará de ellos, bien hecho estaría; si no, quedaría sólo el hecho de haber hecho las cosas, como rezaba esa canción, “a mi manera”.

Quien conoce su obra y su accionar como intelectual comprometido sabe que tiene un pensamiento de defensa,  sin sectarismos ni extremismos del interés y soberanía nacionales, ¿qué opinión le merecen las posiciones asumidas por los literatos de origen dominicano Junot Díaz y Julia Álvarez ante las campañas contra RD y la problemática haitiana?

Junot y Julia son solamente dos globos inflados y, como tales, han dado muestra desde el inicio de tomar el camino hasta desinflarse. Por eso tienen tanto interés en meterse en asuntos de las oenegés antinacionales. Mantienen de esa forma una fachada de popularidad que ya no les pertenece. Junot escribió cuentos pasados de moda, pero que los críticos gringos, por asuntos de política interna, instrumentalizaron y promovieron en medio mundo. Había que descubrir la así llamada “Latino literature”, pues era lo políticamente correcto a finales de los ochentas y principios de los noventas. Ocurrió lo mismo con Julia, con anterioridad a Junot. Ésta se la pasa reescribiendo siempre la misma novela, con personajes que llevan otros nombres, y si quedará algo de ella, será sólo esa novelita titulada How the García Girls Lost their Accents, que ya nadie lee. Al desaparecer el breve boom de la “Latino literature”, ¿cómo mantener la notoriedad que habían alcanzado de la noche a la mañana? Simple, subirse al carro vencedor de las oenegés, convirtiéndose así en los representantes internacionales de los “vendepatrias”.

Yo no entiendo cómo alguien pueda ir en contra de su propio país. No es que tenga que defenderlo cuando hace cosas malas, pero atacarlo sin misericordia y con resentimiento por una situación insoportable y que necesita de la ayuda de mentes lúcidas para que se resuelva de una manera inteligente, es inconcebible. Pero ellos, como todos los “vendepatrias”, pertenecen a esa pequeña burguesía trepadora, de la cual hablaba Bosch, a la cual le faltan los más elementales ideales nacionales. El propósito en la vida de los que la componen es exclusivamente el de convertirse en ricos y famosos. 

Si se me objetara que yo, como extranjero, no tengo derecho a hablar sobre asuntos dominicanos como Junot y Julia, quienes lo son, diría que están equivocados. Yo, como mínimo, mal o bueno que sea, escribo en español; ellos, lo hacen en un idioma extranjero. Yo tengo una obra dominicana que ni el uno ni la otra tienen y, pues, tengo más derecho a opinar que ambos sobre esos asuntos. Además, tengo esposa e hijos dominicanos y malviví en este país dando clasecitas en la UASD y otros centros educativos como cualquier pluriempleado dominicano. Ellos, ¿qué hicieron? Sólo escalar importantes puestos docentes en una universidad y un colegio de élites, eso es todo.

¿Existe una novela dominicana? ¿Quién la escribió?

Hay varias novelas dominicanas que son seminales, que es lo que me imagino quieres decir. Enriquillo es una de ellas. Lo es La Mañosa. También lo es La sangre. Hasta lo es una novela como Caonex, de Sanz-Lajara, pese a su verbo trujillista o quizás gracias a ese mismo verbo. Sólo hay que escarbar en la novelística del país, como lo he hecho, para darse cuenta de ello. ¿Acaso no es seminal Engracia y Antoñita, de Billini? Es un fascinante documento del liberalismo palabrero dominicano decimonónico. Y son novelas seminales las denominadas “novelas bíblicas”. Ahora bien, que muchas veces estas novelas no hayan tenido una gran influencia en el desarrollo de la novelística actual es otro asunto. Esto se lo achaco a la falta de preparación de los novelistas de hoy, los cuales prefieren ir de caza en otros predios en vez de los suyos.

¿Qué opina de los autores jóvenes dominicanos?

No hay mucho de qué opinar, pues la vasta mayoría de ellos está completamente despistada. Prefieren lo ajeno a lo propio y no es de esa forma que se pueda crear una novelística profunda y con sentido. Si no conozco mis raíces, no conozco nada y nada lograré. Aquí hay jóvenes que se la pasan inventando historias acerca de Nueva York y Chicago o algún lugar fantasioso, cuando su país se está cayendo a pedacitos. La crisis actual de la sociedad dominicana haría óptimo material para una novelística de altura, pero los jóvenes están desperdiciando esa oportunidad y se dedican a escribir novelitas estúpidas y “light” que no dicen nada a nadie. 

¿Qué opina de las intervenciones de los intelectuales dominicanos en las redes, se abusa de Facebook, los temas que tratan son frívolos, inducen al debate o deberían alejarse un poco?

Yo no entiendo por qué diablos la gente se viste y se desviste públicamente en Facebook, Ya no existe vergüenza ni decoro. Si me tiro un pedo, automáticamente asumo que debería interesarle a todo el mundo, y ahí pongo en Facebook la gran noticia: “Hoy, 10 de abril, 2000 y tanto, exactamente a las siete de la mañana, hora local, me tiré un pedo mientras cagaba en el baño.” La cosa es así de absurdo. El auténtico escritor no tiene ninguna necesidad de publicitar su ego así como ahora lo hacen muchos escritores jóvenes y no tan jóvenes. Leer esas páginas, siempre llenas de elogios desmedidos, a menos que no sea ataques rabiosos contra otros, es la cosa más aburrida que hay. Es tiempo perdido que no se recuperará nunca más. ¿Para qué leer tonterías y chismes en las redes, cuando podemos leer aunque sea medio verso de Dante?

Finalmente, ¿Quién es Giovanni Di Pietro?, que los niños, los adolescentes y los jóvenes puedan entender las razones de su pensamiento y de sus actitudes intelectuales de escritor comprometido con una causa posiblemente perdida.

Giovanni Di Pietro es simplemente un tipo que se esforzó en escribir cosas honestas acerca de la literatura dominicana y hacerlo contra viento y marea. Un tipo que nunca tuvo ninguna hacha que afilar, aunque a menudo se le haya acusado de eso. Trató de ser sincero con todos, no escondió nada y siempre dio sus opiniones apegadas a la máxima objetividad. Tuvo amigos y muchos enemigos. A estos últimos, nunca entendió por qué los tuviera, ya que de ningún modo se propuso convertirlos en lo que son. Pensó que este país es digno de mejor suerte y trató de contribuir a que lo fuera a través de su trabajo como docente y sus ensayos críticos. Jamás pidió que le dieran alguna recompensa por lo que hizo. No fue un santo, pero tampoco ese demonio que cierta gente se obstina en ver en él. Ante el silogismo constantemente expreso, o sea, que dominicano es sinónimo de mediocre, se dedicó a dar pruebas de todo lo contrario. Para hacerlo, sacó del olvido a muchos escritores y reconoció la importancia de otros cuando nadie quería reconocérsela. Enseñó en la UASD y la UNPHU y moldeó para bien las mentes de sus estudiantes. Muchos de éstos sufrieron con él por las exigencias que les hacía; sin embargo, con el tiempo y la reflexión, entendieron que aprendieron algo valioso de la cultura y la vida en sus clases. Hizo una crítica que nunca resulta aburrida, pues entendió que la práctica de esa disciplina implica ofrecer las pruebas por todo cuanto se sostiene y no abusar nunca de los lectores. Giovanni es un tipo que entiende que es preferible ser buena persona a ser buen escritor sin valores humanos, si tal cosa es posible. Aunque su causa estuviera perdida, y a sabiendas de ello, jamás se convirtió en un ser indiferente y siempre trató de hacerle frente a cualquier reto que se le presentara en la vida.

Deme cinco nombres que crea merecen obtener el Premio Nacional de Literatura de la Fundación Corripio y el Ministerio de Cultura en el 2016.

No tengo cinco nombres, pues ya se les entregó ese galardón a unos cuantos que consideraba dignos de recibirlo. Los que tengo y he tenido desde hace largo tiempo son dos: Federico Henríquez Gratereaux y León David. Digo esto porque entiendo que el Premio Nacional, para que tenga prestigio, tiene que ser otorgado a personas que han realizado una obra literaria extraordinaria por toda una vida. ¿Acaso hay mejor ensayista que Federico? A León lo desprecia mucha gente, pero yo le he dedicado no pocos ensayos porque, que les guste o no a ciertos personeros, él tomó una decisión importante en su vida como escritor que es, que ante el horrible descalabro del país en todos los sentidos, lo que tenía que hacer como artista de la palabra era salvar el lenguaje de la aproximación y del embrutecimiento vigentes.  Al pobre lo han tachado de elitista, que es un término altamente ofensivo en ese medio farandulero que caracteriza la cultura dominicana presente.

 Biografía activa

Italiano de origen, realizó sus estudios en Canadá (Ph, D. McGill University). Fue profesor de literatura italiana en Concordia University y en Queen’s University y profesora de Literatura Inglesa y Norteamericana en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, así como en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña.

 Entre sus libros publicados se encuentran los poemarios Poemas oníricos y más; El libro del unicornio, Cánticos del amor y del tiempo, Il mio spirito, Abtología poética 1998-2005. Parodias clásicas; Dante, infierno; En el umbral: Sulla soglia y por El Camino de la desesperanza, además de sus estudios críticos sobre la Literatura dominicana.

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