¿Crisis política en República Dominicana?
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)
San Pedro de Macorís, sábado 15 de julio 2017.- Recientemente, entusiasmado por los resultados público de las movilizaciones de la Marcha Verde, algunos de sus auspiciadores han proclamado que República Dominicana pasa en estos momentos por una crisis política, es más, la califican de “profunda”. Y la verdad que esto no es cierto. Quienes sostienen este criterio emocional desconocen realmente lo que es vivir una autentica y verdadera crisis política.
Después del ajusticiamiento del tirano Rafael L Trujillo Molina la noche del 30 de mayo de 1961 en nuestro país se han presentado tres situaciones reales de crisis política, la primera obligó la renuncia del presidente Joaquín Balaguer en enero de 1962 en medio de una gran huelga nacional, la segunda el golpe de estado contra el gobierno del triunvirato de Donald Reid Cabral que produjo la revolución constitucionalista de 1965, y la tercera en 1994 a raíz del fraude electoral balaguerista donde el poderoso liderazgo del doctor José Peña Gómez y la unidad de la oposición alrededor del Acuerdo de Santo Domingo encabezado por el Partido Revolucionario Dominicano obligó al doctor Balaguer a negociar, reduciéndole dos años al mandado usurpado y modificando la Constitución y la Ley Electoral de entonces.
Luego de 1994, a pesar de los siguientes fraudes electorales denunciado, evidenciado y probado, la oposición ha carecido de la visión y capacidad política para propiciar una crisis política que obligue entrar en razones al soberbio, arrogante y despótico gobernante Partido de la Liberación Dominicana. Y esto, porque la llamada oposición que tenemos no tiene en estos momentos el empuje de fuerza de masa aglutinante, necesaria, para propiciar una crisis que posibilite el paso a negociaciones y pactos trascendentales. A reformas y cambios sustanciales en el estado y y la administración de gobierno. Para muchos, esto se debe también a que gran parte de la oposición a caído en el descredito público; presionando a través de los medios en aras de obtener contratas y negocios personales. Parapeteado en kioscos electorales cuales vulgares chantajistas
Ninguna crisis política se da espontáneamente, al azar, fortuita. No, es el resultado de un proceso de acumulación de fuerzas políticas y sociales acompañado de demandas políticas, económicas, sociales, gremiales, laborales; de la agitación callejera, de la movilización continua de vastos sectores de la población con fuerza de pueblo, reclamando reivindicaciones generales y particulares, cuyo desenlace podrían producir situaciones concretas anhelada.
No puede haber lucha y demanda laboral con un sindicalismo y gremialismo vendido, entregado, adocenado, corrompido, sin mística ni credibilidad. Nada puede esperarse de una oposición conservadora, timorata, cobarde, dividida. Tampoco podemos esperar nada de una masa amorfa a expensa de la dadivas gubernamental, de bono gas, comer es primero, raciones alimenticias; atrapada en la demagogia y el clientelismo, víctima de la perversidad del boa de la politiquería, e idiotizada por la manipulación mediática de un periodismo corrompido e inmoral.
Toda lucha debe ir antecedida de un proceso de organización y concientización. No puede depender de respuestas emocionales y espontanea. Las crisis se crean luchando, emprendiendo jornadas de batallas calculada con tácticas y estrategia adecuada a cada momento.
La justa demanda contra la impunidad y la corrupción liderada por el movimiento de la Marcha Verde por si solo no producirá una situación de crisis política, la movilización verde puede ser una de las tantas formas y método levantado para motivar e interesar a la población y a la sociedad de la necesidad de volcar la inercia e indiferencia popular frente a la realidad actual caracterizada por el flagelo de todo tipo de delincuencia, corrupción e inmoralidad gubernamental. El presente debe ser de lucha abierta, sin condicionante, en una sola dirección, con un objetivo preciso, ponerle fin a este estado de cosas nauseabunda y putrefacta que significa la fiera continuidad “bestiario” del Partido de la Liberación Dominicana al frente del destino de República Dominica.
El comportamiento político de la oposición sitúa su destino en factores monocausales, esperando el auxilio de la “providencia”, de la decisión de fuerzas foránea ultra poderosa o de la intervención de organismos internacionales como la OEA y no de su capacidad para emprender jornadas de oposición enérgica, de fuste, que acompañe la denuncia con emplazamiento motivador, con la agitación de calle. Todo se queda en la denuncia por la denuncia y ya.
La Marcha Verde es un movimiento sano, decente, una demostración palpable de que a pesar de la profunda contaminación inmoral predominante, todavía habemos dominicanos patriotas que creemos en la vergüenza personal y la dignidad humana.
http://elcolosodemacoris.com/web/?p=27597
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)
San Pedro de Macorís, sábado 15 de julio 2017.- Recientemente, entusiasmado por los resultados público de las movilizaciones de la Marcha Verde, algunos de sus auspiciadores han proclamado que República Dominicana pasa en estos momentos por una crisis política, es más, la califican de “profunda”. Y la verdad que esto no es cierto. Quienes sostienen este criterio emocional desconocen realmente lo que es vivir una autentica y verdadera crisis política.
Después del ajusticiamiento del tirano Rafael L Trujillo Molina la noche del 30 de mayo de 1961 en nuestro país se han presentado tres situaciones reales de crisis política, la primera obligó la renuncia del presidente Joaquín Balaguer en enero de 1962 en medio de una gran huelga nacional, la segunda el golpe de estado contra el gobierno del triunvirato de Donald Reid Cabral que produjo la revolución constitucionalista de 1965, y la tercera en 1994 a raíz del fraude electoral balaguerista donde el poderoso liderazgo del doctor José Peña Gómez y la unidad de la oposición alrededor del Acuerdo de Santo Domingo encabezado por el Partido Revolucionario Dominicano obligó al doctor Balaguer a negociar, reduciéndole dos años al mandado usurpado y modificando la Constitución y la Ley Electoral de entonces.
Luego de 1994, a pesar de los siguientes fraudes electorales denunciado, evidenciado y probado, la oposición ha carecido de la visión y capacidad política para propiciar una crisis política que obligue entrar en razones al soberbio, arrogante y despótico gobernante Partido de la Liberación Dominicana. Y esto, porque la llamada oposición que tenemos no tiene en estos momentos el empuje de fuerza de masa aglutinante, necesaria, para propiciar una crisis que posibilite el paso a negociaciones y pactos trascendentales. A reformas y cambios sustanciales en el estado y y la administración de gobierno. Para muchos, esto se debe también a que gran parte de la oposición a caído en el descredito público; presionando a través de los medios en aras de obtener contratas y negocios personales. Parapeteado en kioscos electorales cuales vulgares chantajistas
Ninguna crisis política se da espontáneamente, al azar, fortuita. No, es el resultado de un proceso de acumulación de fuerzas políticas y sociales acompañado de demandas políticas, económicas, sociales, gremiales, laborales; de la agitación callejera, de la movilización continua de vastos sectores de la población con fuerza de pueblo, reclamando reivindicaciones generales y particulares, cuyo desenlace podrían producir situaciones concretas anhelada.
No puede haber lucha y demanda laboral con un sindicalismo y gremialismo vendido, entregado, adocenado, corrompido, sin mística ni credibilidad. Nada puede esperarse de una oposición conservadora, timorata, cobarde, dividida. Tampoco podemos esperar nada de una masa amorfa a expensa de la dadivas gubernamental, de bono gas, comer es primero, raciones alimenticias; atrapada en la demagogia y el clientelismo, víctima de la perversidad del boa de la politiquería, e idiotizada por la manipulación mediática de un periodismo corrompido e inmoral.
Toda lucha debe ir antecedida de un proceso de organización y concientización. No puede depender de respuestas emocionales y espontanea. Las crisis se crean luchando, emprendiendo jornadas de batallas calculada con tácticas y estrategia adecuada a cada momento.
La justa demanda contra la impunidad y la corrupción liderada por el movimiento de la Marcha Verde por si solo no producirá una situación de crisis política, la movilización verde puede ser una de las tantas formas y método levantado para motivar e interesar a la población y a la sociedad de la necesidad de volcar la inercia e indiferencia popular frente a la realidad actual caracterizada por el flagelo de todo tipo de delincuencia, corrupción e inmoralidad gubernamental. El presente debe ser de lucha abierta, sin condicionante, en una sola dirección, con un objetivo preciso, ponerle fin a este estado de cosas nauseabunda y putrefacta que significa la fiera continuidad “bestiario” del Partido de la Liberación Dominicana al frente del destino de República Dominica.
El comportamiento político de la oposición sitúa su destino en factores monocausales, esperando el auxilio de la “providencia”, de la decisión de fuerzas foránea ultra poderosa o de la intervención de organismos internacionales como la OEA y no de su capacidad para emprender jornadas de oposición enérgica, de fuste, que acompañe la denuncia con emplazamiento motivador, con la agitación de calle. Todo se queda en la denuncia por la denuncia y ya.
La Marcha Verde es un movimiento sano, decente, una demostración palpable de que a pesar de la profunda contaminación inmoral predominante, todavía habemos dominicanos patriotas que creemos en la vergüenza personal y la dignidad humana.
Enrique Cabrera Vásquez, autor del presente trabajo |