Vistas de página en total

jueves, 12 de noviembre de 2015

El orgullo personal en un líder político

El orgullo personal en un líder político

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).

SAN PEDRO DE MACORIS.- Hay manifestaciones distorsionada y escabrosa  en el llamado orgullo personal. El mismo se puede esgrimir positivamente cuando se protagoniza una causa altruista de solidaridad humana y de bien social  hacia el prójimo. Pero cuando se utiliza para justificar conducta y acciones que responden a ego torcidos, a la vanidad personal, representa una clara manifestación de mediocridad, mezquindad y estupidez. Uno puede enorgullecerse de ser honrado, honesto, valiente, solidario  y responsable. Son cualidades que enaltecen y ponen a prueba  la entereza ética del ser humano. Obrar en contrario constituye  una cobardía personal. Exhibir  algún orgullo para justificar acciones absurdas, irracionales, llena de arrogancia y soberbia, resalta una conducta psicopatológica de alcances temerarios.  "Es posible referirse al orgullo como la petulancia, el engreimiento, la jactancia o la afectación de una persona. Lo contrario al orgullo, en este sentido, es la modestia o el recato". Por lo tanto, el llamado orgullo personal puede tener connotaciones negativas o positivas dependiendo del uso que se le imprima.

Hay manifestaciones consecuentes en el concepto orgullo, ejemplo, cuando se dice, "siento orgulloso de ser simpatizante del equipo de las Estrellas Orientales",  en esta expresión hay un sentir emocional estimulante, pues se trata de mostrarse desafiante en medio de una competencia deportiva que envuelve la representativa del origen comunitario. "Si nos centramos en la connotación positiva del término, el orgullo se vincula al respeto y a la valoración que un hombre tiene de su propia persona o de un ser querido, algo que está relacionado a su intención de vivir de acuerdo a sus valores",... "el término orgullo es utilizado junto a otros términos para hacer referencia a otras cuestiones. De esta manera, se habla de lo que se conoce como “orgullo gay”.

Aferrarse a una posición de fuerza basado en el llamado orgullo personal ante situaciones competitivas intrínsecas en la cotidianidad social interactiva refleja más que una debilidad emocional, un odio humano visceral. Es mostrarse ante los demás inseguro,  faltos de sensibilidad, humildad, sencillez y respeto.

La vida se ejerce en un ambiente continuo de interacción dialéctica y la parte humana debe prevalecer en todo vínculo social. Actuar en contrario puede expresar una vocación sádica despreciable. Dar connotaciones de petulancia  refleja una conducta no apta para la competencia pública, cuyo accionar requiere de una alta dosis de mesura, tolerancia, ecuanimidad, sensatez, respeto por los demás y equilibrio emocional.

Imagínense un líder militar o político, un jefe de Estado que ordene un asesinato o  declare una guerra solo por orgullo personal; un mundo así estaría expuesto contantemente al desastre. Por eso se demanda de los pueblos nunca elegir líderes o dirigentes desequilibrados.

Los tiranos, los dictadores, los seres despóticos, se caracterizan por accionar en base a su orgullo personal. Recurren al llamado orgullo herido para en su nombre empujar hacia peligrosa situaciones extrema. Nunca sopesan el alcance de su temeridad y por eso terminan flagelado por  el fracaso. La historia de la humanidad está llena de episodios ilustrativos de semejante comportamiento estúpido.

La vida demanda de un comportamiento con vocación autocritica. Maxime, cuando se presume de tener algún liderazgo o influencia  frente a otros. Un dirigente o líder está obligado a dar demostraciones  de desprendimiento en aras de la conciliación, la armonía y el advenimiento de todas las partes en contradicción o en conflicto. Nunca debe exhibir una postura grosera, desafiante, altanera, jactanciosa, insolente, con ñoñería, e impositiva. Las vicisitudes, padecimientos y martirio de Jesucristo, narrado en La Biblia, es una lección humana de profundo valor ético, filosófico e histórico; así como el legado, en este sentido, del  extinto líder perredeístas doctor José Francisco Peña Gómez, son  ejemplos trascendentales de cómo debe comportarse todo hombre público.

"No había modo de escapar de mi orgullo personal mientras permaneciera en contacto con quienes estaban dispuestos a adularme"  (Orson Scott Card).

"Ojala mi experiencia personal les ayude a darse cuenta a los que no lo saben, que es bueno cambiar de opinión. Significa que estas usando la cabeza".
 
  

.